AGENCIAMIENTOS DE UNA VIDA CON SIDA

                               UN ARCHIVO SIDARIO
AGENCIAS DESDE LAS CONTRACULTURAS SEXUALES
                               (ARGENTINA 1985-1994)
 
                                                                            Por NATALIA COCCIARINI
 
CAPÍTULO 4
 
AGENCIAMIENTOS DE UNA VIDA CON SIDA
 
En el capítulo anterior hemos aludido a la emergencia de producciones narrativas en las que autobiografías, novelas, cuentos, obras de teatro, guiones cinematográficos ubican al sida como referencia ayudando a difundir los estragos de la enfermedad, pero además como punto de inflexión y un catalizador para relatar las experiencias con el virus. Dentro de ellas, la expresión íntima de la enfermedad cobra particular relevancia como asunción de una voz propia vivencial que pone en circulación distintas representaciones en torno al virus y la enfermedad.
 
En ese marco, Vivir con SIDA. Seis años de un portador de Sergio Núñez279, alguien por fuera de todo círculo de activismo sexodisidente más o menos organizado, se recupera como un exponente para pensar la escritura autobiográfica como soporte de disputa de sentido frente a los imaginarios del sida y sus clausuras, rescatando las particulares operaciones de este texto que, desde su título, anuncia una vida con sida cuando aún no hay garantía de sobrevivencia posible, entendida entonces como gesto de agenciamiento.280
 
279 Núñez, Sergio (1994): Vivir con SIDA. Seis años de un portador, Buenos Aires, Ediciones de la Urraca.
280 Mirta Suquet Martínez elabora una periodización ubicando producciones latinoamericanas exponentes de cada uno de esos momentos: una primera etapa, durante los primeros años de pandemia, centrada en la pluma de escritores como Severo Sarduy y Reinaldo Arenas, para verificar en qué medida están marcados por un discurso apocalíptico que define sus búsquedas. Luego rastrea experiencias durante los primeros años de los 90, dentro de los cuales está Núñez y José Vicente de Santis ubicados como “autores circunstanciales” porque comienzan a articular una ética del sobreviviente antes de las terapias retrovirales. Aquí se suma a Pablo Pérez. Y finalmente, a partir de la segunda mitad de los noventa, frente a los avances en los campos de la investigación farmacológica, indaga las nuevas imágenes y formas éticas y estéticas que surgen para registrar la mutación conceptual de la enfermedad en su condición crónica; precisamente con las crónicas de Marta Dillon y Joaquín Hurtado. Suquet Martínez, Mirta (2015): Tesis doctoral Rostros del VIH/ sida. Enfermedad e identidad en las narrativas del yo latinoamericanas: perspectiva comparada. Departamento de Literatura Española, Teoría da Literatura e Literatura Xeral, Facultade de Filoloxía, Santiago de Compostela.
 
En la reseña de su contratapa se lo presenta a Sergio Núñez como un periodista nacido en 1962 en Don Torcuato (Buenos Aires) que “hizo sus primeras armas en la prensa underground” y luego se especializó en investigación periodística, crítica de espectáculos y entrevista, además de su trabajo docente y en radio. Este es su segundo libro, el primero es Palabra de Menem de Ediciones de la Urraca, publicado en 1993. Como hemos dicho, esta es una autobiografía, que si bien expone episodios de su infancia y temprana juventud, a las que vuelve para reponer su experiencia frente a situaciones límite, y que se publica en 1994, toda la narrativa se pone al servicio de un eje condensador que temporalmente va de 1988 -cuando conoce su resultado “reactivo” al examen de serología- a 1992 -su vuelta al erotismo y a la expectativa de vida- y funciona, entonces, de manera sincrónica con el resto de nuestra serie propuesta.
 
No obstante, también la amplía diacrónicamente, dado que se explaya sobre los años 1993 y 1994 a los que el autor hace especial referencia cuando expone el proceso reflexivo que le implicó asumir esta escritura, con la que produciría el coming out serológico, y por lo tanto, de la circulación o recepción que le supone a este libro, dándonos indicios sobre su operatividad discursiva en el contexto de esos dos años, en tanto dispositivo con alguna capacidad de intervención: desmitificar, reflexionar, informar a partir de la voz propia “auténtica”281, que finalmente se publica en 1994.
 
281 Núñez manifiesta que “no existe motivo para hacerlo detrás de una máscara” y refiere a la esperanza de que “la autenticidad que puse en todo esto mueva a la reflexión…” Núñez, pág. 12. En el capítulo final reconoce que su primera intención era escribir relatos de ficción donde poder volcar sus propias vivencias sin exponerse, y que la opción por la autobiografía aparece cuando se la propone su editor. Sobre las diferentes variantes literarias como la autoficción y la autobiografía en torno al VIHsida, y algunas reflexiones sobre ese giro de Núñez, ver Suquet Martínez, Mirta (2015): Tesis Doctoral Rostros del VIH/sida. Enfermedad e identidad en las narrativas del yo latinoamericanas: perspectiva comparada. Departamento de Literatura Española, Teoría da Literatura e Literatura Xeral, Facultade de Filoloxía, Santiago de Compostela.
 
De modo que, en términos generales, este libro, en este contexto entre la emergencia de la epidemia y la terapia antirretroviral, propone una resistencia frente a los discursos médicos, sociales, siempre políticos y moralizantes (que comentamos en el primer capítulo) por los cuales se suponen estereotipos de cuerpos y subjetividades afectadas y se asume su muerte inminente. Este libro ha sido puesto en perspectiva con otros exponentes de la literatura latinoamericana en un trabajo de Mirta Suquet Martínez; ella recupera a David B. Morris (2000) quien pondera que la literaturización de la enfermedad, en sus variantes de la literatura íntima, supone un enfrentamiento a un régimen representacional moderno que entendía el sufrimiento como un acto exclusivamente privado e interior, por el cual se ha envuelto al sufrimiento del enfermo, especialmente del “terminal”, de silencio, de la aceptación muda y resignada de su enfermedad.
 
Para la autora, los narradores del VIH-sida “dignifican el grito, la expresión cruda del cuerpo que se transforma y sufre (...) que muestra sus particulares in-versiones como alternativas desequilibradoras de la norma ideal de sanidad y perfección”282. De este modo, la escritura de Núñez en tanto aporte a esa literatura intimista de la enfermedad supone una inscripción dentro de esa operación de resistencia, podríamos agregar, publicando -esto es, poniendo en lo público-, y por tanto politizando, aquello que la ideología moderna occidental confinó a lo privado. En términos más específicos, tempranamente y como se explicita en su prólogo, en función de su título, esta narración “nos obliga a pensar en la vida antes que en la muerte”. Exhibe un proceso en el que se asume la apuesta a la vida y describe la recuperación -tal como titula el capítulo V- de los ligues que lo vincularon al deseo de continuar viviendo.
 
La exhibición que hace Núñez contrarresta el imaginario de los cuerpos con vih-sida, que implícitamente aparecen influenciando al autor, entregados al irreversible deterioro físico, progresivo proceso hacia un cuerpo inerme, desvalido, que pierde autonomía para el cuidado propio. Expone, en cambio, el proceso de “apuesta a la vida”, de “recuperación definitiva”283, re-emergencia, re-nacimiento, y comienza el recuento de años vividos, los ganados a la muerte: cada cumpleaños celebrado a partir del repunte de su estado anímico luego de “tocar fondo” ante su diagnóstico positivo.
 
282 Suquet Martínez, Mirta (2015): Tesis doctoral Rostros del VIH/sida. Enfermedad e identidad en las narrativas del yo latinoamericanas: perspectiva comparada. Departamento de Literatura Española, Teoría da Literatura e Literatura Xeral, Facultade de Filoloxía, Santiago de Compostela, pág. 99.
 
Al ritmo de pálpitos marcados por los niveles de los CD4284, el autor narra las decisiones por las cuales asume su cuidado285 que circularmente lo llevan a una revitalización y la mencionada revinculación: salir definitivamente de relaciones que consideraba destructivas y que no abandona por su miedo a la soledad tras el diagnóstico positivo286; la incursión en nuevos formatos de su trabajo, su crecimiento laboral287 y por tanto, la estabilidad económica; la dedicación a su nutrición y el cuidado de su hogar, la ampliación de su círculo de sociabilidad, la capacidad física para disfrutar de las salidas nocturnas -entre las que tiene por preferencia los templos porteños del under-, la re-erotización.
 
283 Núñez, Sergio (1994); Cap. III “Tocar fondo” en Vivir con SIDA. Seis años de un portador, Buenos Aires, Ediciones de la Urraca, pág. 31. El resaltado es nuestro.
284 Suquet Martínez devela cómo la lectura de la carga viral y los linfocitos T4 (entre otros indicadores) que descubren los permanentes análisis sanguíneos se convierte en un motivo recurrente en múltiples textos. Habilita una hermenéutica del cuerpo en la que el paciente-escritor se convierte en un lector de sí, en el que, ante la ausencia de sintomatología, el avance y retroceso del virus es leído en los reportes de laboratorio. Para la autora, en la autobiografía de Núñez se aprecia particularmente cómo su autor va dando referencias progresivas de su empeoramiento de salud a través de las cifras de CD4, como si la credibilidad de lo narrado adquiriera verdadera fuerza a través de la muestra de esta contabilidad. Suquet Martínez, Mirta (2015), págs. 160-164.
285 Al principio se siente impulsado por los niveles altos de CD4, que funciona como empujones anímicos y el “espaldarazo definitivo”. Luego, cuando los niveles bajaron, pero ya se encuentra inmerso en su apuesta a la vida, el resultado le sirve como estímulo para profundizar hábitos de cuidado de su salud -y que puede ser leída en la mecánica analítica con relación a la idea foucaultiana de una ética del cuidado de sí (y de los otros).
286 Núñez se explaya en extenso sobre su relación con Luis para dar entidad a la decisión sostenida de salir definitivamente de esa relación, sin claudicar ante sus manipulaciones emocionales. Esa separación es leída retrospectivamente por él como el primer indicio de su recuperación definitiva. Núñez, Sergio (1994); Vivir con SIDA. Seis años de un portador, Buenos Aires, Ediciones de la Urraca, págs. 28-31.
287 El desarrollo profesional y laboral ocupa un lugar central en la narrativa y por tanto en la vida de Sergio Núñez. Su desempeño aparece ligado a la posibilidad de expresarse libremente en lo tendiente a sus opiniones políticas como sobre sexualidades, vetado en ámbitos privados como el familiar. Paralelamente sus logros profesionales lo legitiman con ellos. De manera simultánea, ubica y reconoce la vitalidad y el impulso anímico que le otorgó la sociabilidad en sus círculos profesionales y en sus actividades laborales.
 
Sobre ese último aspecto, Núñez desafía la formación discursiva que había creado a un sujeto homosexual promiscuo (tal como se ha planteado en el capítulo 1), y de su responsabilización en la configuración pandémica del vih-sida. En el capítulo “Los años previos” (el atrás de marzo de 1988 cuando obtiene el resultado positivo) el autor narra una situación de fines de 1985 cuando se hizo su primer análisis de HIV y al respecto de las posibilidades de contagio repone su sensación de entonces: “el único tranquilo era yo: me sobraban los dedos de las manos para contar los varones con los que me había acostado y sabía exactamente qué había hecho y qué había dejado de hacer con cada uno. Y el resultado del examen me dio la razón”288. En torno al segundo análisis, en 1988, aparecen similares ideas; nos permitimos reproducir en extenso dos referencias:
 
                                En los días previos a la entrega del estudio me aferré a la idea de que la suerte iba a estar de mi lado, pero si no resultaba así supe que no tenía de qué arrepentirme. En primer lugar, porque en aquel entonces la desinformación sobre el SIDA era mucho mayor que la de hoy en día. Y, segundo, porque nada -ni aun la más sombría de las perspectivas- justificaba que me lamentase de haber amado. Así y todo, tenía más de un motivo para creer que sólo se trataría de un susto. De mi charla inicial con la doctora Reboredo saqué la conclusión de que mi vida sexual podía jugar a mi favor. No era mucha la gente que había conocido desde mi primera relación con un varón, y muchísimos menos los casos en que esos contactos implicaron algún riesgo de contagio.289
 
288 Núñez, Sergio (1994); Capítulo IV “Los años previos” en Vivir con SIDA. Seis años de un portador, Buenos Aires, Ediciones de la Urraca, pág. 47. El resaltado en nuestro.
 
Y más adelante,
 
                             En esos dos meses, sólo fueron tres las veces que nuestras camas fueron más allá de una franela, y únicamente en dos de ellas pude contagiarme. Hoy, a la distancia, me cuesta entender por qué no tomé los recaudos necesarios. Sobre todo, después de mi primer HIV y la familiarización de Néstor con el tema por su trabajo de enfermero. Tal vez fue porque mis hábitos sexuales mayoritarios no implicaban riesgo de contagio, pero fundamentalmente porque en esa época casi nadie tenía verdadera conciencia de los riesgos de no usar preservativo. Tanto es así que sólo dos de todas las personas que conocí hasta marzo de 1988 me propusieron usarlo. Todos sabíamos de la existencia del SIDA, aunque por un motivo u otro, era más fácil pensar que a uno no le iba a tocar. Como sea, nunca lo creí a Mauricio responsable de lo ocurrido. A lo sumo, lo habremos sido los dos. De todas maneras, cuando reapareció, le agradecí que, sintiéndose como se sentía, haya ido a avisarme que también debía hacerme el examen.290
 
Pero a la vez, desarrolla una ética de cuidado frente a las posibilidades y efectivas concreciones de los encuentros sexuales cuando recobra su estado anímico que lo define como el momento que levanta cabeza y no volvió a mirar las baldosas291.
 
289 Núñez, Sergio (1994); Capítulo II “El primer mes” en Vivir con SIDA. Seis años de un portador, Buenos Aires, Ediciones de la Urraca, págs. 14-15.
290 Núñez, Sergio (1994); Capítulo IV “Los años previos” en Vivir con SIDA. Seis años de un portador, Buenos Aires, Ediciones de la Urraca, págs. 54-55.
 
Recuperar el erotismo supone una etapa previa, la de los dos primeros años desde su diagnóstico positivo, en la que se narra el temor a no volver a tener parejas, y el dilema que lo abrumaba frente a la posibilidad de conocer a alguien. En el capítulo “Tocar fondo” reconoce creer “casi imposible ir a la cama con alguien sin decirle que era HIV positivo. Y aun así, me aterraba la idea del rechazo. Seguramente, fue por eso que al ir por la calle sólo miraba las baldosas. En varias ocasiones, cuando noté que alguien me observaba, a lo único que atiné fue a seguir de largo”.292
 
Y más adelante, hace también referencia a duelar la posibilidad de volver a enamorarse de mujeres, no por su propia elección sino porque siente que el HIV le arrebató esa opción: “consciente de que no es nada fácil que una mujer acepte que su compañero haya tenido relaciones con otro varón y que, además, sea seropositivo, con el paso del tiempo, en terapia, me di cuenta que el virus había terminado actuando como definidor de mi sexualidad”293 (aunque luego reconoce que con el tiempo ha vuelto a fantasear con conocer a una mujer y tener hijos con ella).
 
A esa cierta parálisis de la vida sexual, que además le habría vetado definitivamente su bisexualidad, le sigue entonces la mencionada recuperación anímica sexual que para Núñez pareciera asimismo la oportunidad para disputar la idea estereotipada de que toda vida sexual de los homosexuales es promiscua. Esa operación funciona también como un síntoma de época en relación con cierta corrección política y activista294 gay de visibilidad, y que, posicionada por el autor como una la experiencia personalizada, podría estar buscando una identificación-empatía de lxs lectorxs: a diferencia de los relatos de C&P en que se asume la potencia asesina o las prácticas sexuales explícitas frente al vih-sida, aquí hay una ausencia de detalles sobre los encuentros.
 
291 Núñez ilustra su punto anímico más bajo con el hábito de ir por la calle sólo mirando las baldosas; para evitar posibles contactos ante su terror al rechazo por ser HIV positivo, en clara alusión al código de entendidos en las prácticas del yire. De modo inverso, cuando se refiere a “la definitiva recuperación de mi erotismo” lo define con la expresión “nunca más volví a mirar las baldosas”, Núñez, pág. 65.
292 Núñez, pág. 31.
293 Ídem, pág. 34. El resaltado es nuestro.
294 Cuando vuelve a los años previos a reponer sus experiencias de recomposición anímica, de tomar el toro por las astas, dice que su primer gran decisión fue romper con los mandatos culturales preestablecidos eligiendo ejercer su sexualidad, pero no por ello se cree un transgresor, sino que se permitió vivir lo que su cuerpo y mente le indicaban.
Ídem, pág. 37. Veremos más adelante la importancia que le otorga a diferenciarse mucho de los demás varones de su edad. Luego hace referencia a que la experiencia de la edición de la revista Apertura fue, entre otras cosas, su “forma de adherir a la lucha por la democracia y los Derechos Humanos, incluido el libre ejercicio de la sexualidad”, en exactos términos en que lo planteaban organizaciones como la CHA.
 
Y, por el contrario, frente a la posibilidad de encuentros sexuales, Núñez sitúa su preocupación por el cuidado y la preservación de lxs otrxs e, inicialmente, su ansiedad por tener que confesar su seropositividad; descarta “la posibilidad de ir a la cama sin decirle nada de mi HIV” casi como un precepto ético que lo deja sometido -sujetado295- a la decisión de sus potenciales compañeros aun cuando él ya sabe y asume todos los cuidados profilácticos.
 
295 Suquet Martinez analiza las implicaciones de la confesión como uno de los principales modos discursivos en que la enfermedad es narrada en los autores que trabaja, y por la cual el enfermo se relata a sí mismo. Subraya la disyuntiva en la que se encuentran, en tanto centralizan la confesión como estrategia representacional. Partiendo de las consideraciones teóricas que hace Michel Foucault sobre la confesión como práctica para la normalización de los sujetos y la permanente reafirmación del poder que se lleva a cabo cada vez que se usufructúa, devela, por un lado, en qué modo quedan insertos en una cadena de producción de sujetos y de identidades. Por otro, acude a las relecturas de Judith Butler, para quien es precisamente el sujeto el que, con el uso del lenguaje como proceso interminable de repetición y de citación, puede llevar a cabo una puesta en crisis y resignificación de los términos con que ha sido constituido como sujeto. La confesión es asumida como una vía liberadora en tanto produce un corrimiento en la significación. Suquet Martínez, Mirta (2015); Apartado 2.1. “La confesión como paradoja de representación: ¿liberación o sujeción?” en su tesis doctoral Rostros del VIH/sida. Enfermedad e identidad en las narrativas del yo latinoamericanas: perspectiva comparada. Departamento de Literatura Española, Teoría da Literatura e Literatura Xeral, Facultade de Filoloxía, Santiago de Compostela, págs. 105-117.
 
Sin embargo, conforme avanza la mencionada recuperación anímica sexual, se visualiza una gradación en la asunción de cierta rostridad serológica, ubicando su vih con distinta importancia según la configuración de las relaciones en las que se encuentre o en función del tipo de vínculo que se proyecta. Ese espectro va desde ocultarlo a su familia296, a compañerxs de trabajo, a amigos, a tener la necesidad de contarlo como condición inicial y garantía de genuinidad ante posibles nuevas relaciones. Pero en el medio, descubre el matiz de esa necesidad, y reconoce las situaciones en las que puede prescindir de la confesión: frente a encuentros fugaces que no requieren de exposición personal de ningún tipo -entre los que, claramente, la seropositividad podría jugar un componente subjetivante-, de modo que “no era obligación decirle a cada uno de ellos que era seropositivo”, pero que, en todo caso, su “deber estaba cumplido usando preservativo”297.
 
En el capítulo final, repasando sus dudas respecto de escribir este libro, menciona precisamente este hecho de no habérselo contado a varias personas con las que había mantenido relaciones, pero que jamás volvería a ver; y que, si bien eso le habría generado cierto remordimiento, quedaba eximido de culpa, pues de no haber sido porque él fue quien tomó los “recaudos necesarios” varios de esos chicos “estarían infectados”. Pero además podría entorpecer el encuentro tanto que la condición del erotismo parece jugarse en la fugacidad y la impersonalidad. Esto último habla también del agenciamiento de esa vida como portador298 que le posibilita la fluidez y la fugacidad de los encuentros sexuales, y que, a su vez, no es retomada sino descubierta en esta vida con sida, pues, según él mismo expone, no hubo promiscuidad antes; y que se da como parte del proceso de revitalización-reerotización (homologados por él).
 
296 El autor justifica la decisión de ocultárselo a su familia como un modo de evitarles el dolor, para no “exponerlos a una nueva y aún más difícil situación”, págs. 16-17. Más adelante repite que con el silencio buscó evitar el sufrimiento de sus padres, preservar la armonía familiar y no arriesgarse a que le prohíban ver a sus sobrinos, Núñez, pág. 81.
297 Ídem, pág. 66.
298 Utilizamos el término que contextualmente estaba disponible y que asume el autor en situación de convivencia con el virus. Con el activismo desmontando las cargas discursivas estigmatizantes y cuando se apostó a la sobrevivencia y el agenciamiento de los tratamientos terapéuticos incluso antes de las terapias medicamentosas, la figura de “portadores” fue reemplazada por el concepto de “personas viviendo con VIH/SIDA”.
 
Por último, y de manera general, nos interesa resaltar el carácter público-político del que se inviste el texto (arriba hemos ya hecho mención al carácter político del libro en tanto disputa la ideología moderna occidental sobre la privacidad de la enfermedad). En principio, como hemos adelantado, el autor refiere constantemente al contexto de las instituciones gubernamentales y a determinados sucesos históricos de Argentina porque le permiten cierto ejercicio de identificación con la praxis sobre su sexualidad y seropositividad: la discrepancia con familiares sobre la adscripción a determinados procesos de gobierno, lo acontecimental del 24 de marzo (aniversario del último golpe cívico-militar y la fecha en que recibe su diagnóstico positivo); el impacto anímico de la crisis económica por la cual se le dificulta reponerse y que implicó la emigración de algunos de sus amigxs más cercanos.
 
Además, aparece la guerra de Malvinas sobre la que tuvo una mirada crítica posible de expresar en las experiencias de trabajo editorial y periodístico en la prensa alternativa299 que, al modo de las analizadas en el capítulo anterior, posibilita una postura detractora de la guerra y que para Núñez constituyó en su principal canal de expresión cuando la tenía vetada en sus espacios de sociabilidad. Y también su adhesión a la lucha por la democracia y los derechos humanos, “incluido el libre ejercicio de la sexualidad”300; y su apelación a la noción de pragmatismo -como modelo de administración menemista- para describir la practicidad con la que decidió enfrentar la gestión de su cotidianeidad con vih, entre otras. El relato personal de la vivencia de la enfermedad se monta sobre el contexto y se sirve de las equivalencias para dar acceso a lxs lectores.
 
299 Así las define él. Núñez forma parte del colectivo que gesta Apertura. Ese trabajo lo lleva a conocer a Enrique Symms quien lo convoca para algunas colaboraciones en Cerdos&Peces. Luego también en Eroticón, Satiricón y Sex Humor. De Symms va a decir que no sólo le permitió hacer sus primeras armas en el medio, también fue con él con quien empezó a descubrir la noche porteña: “junto a su grupo de amigos, recorríamos cuanto aguantadero del under existía y recién nos acostábamos cuando la ciudad volvía a despertar”, Núñez, págs. 45-46.
300 Ídem, pág. 40.
 
De manera simultánea, Núñez se mantiene expectante sobre las posibles resonancias de este libro. A nivel personal, por un lado, le preocupa el coming out serológico: aún debe “sincerarse” ante su familia, escribe en los dos últimos párrafos que aún resta “blanquear” su situación con ellxs antes de que el libro se publique. Por otro lado, y lo que resulta más interesante a nuestros fines, está el hecho de que el autor plantea que parte de sus dudas frente a la decisión de escribir este libro giraban en torno a su (in)capacidad de “asumir en forma pública ser homosexual y seropositivo”; le teme a la discriminación, pero aún más al encasillamiento y se infiere que se refiere tanto a los prejuicios sobre la sexualidad -por lo cual describe todas las actividades que hace como “los restantes varones de su edad”- como a quedar profesionalmente catalogado bajo esta publicación -aquí también despliega una especie de racconto de trabajos realizado y proyectos a modo de exponer su versatilidad profesional-.
 
De cualquier forma, este es, sino el primero, uno de los más tempranos relatos narrados en primera persona de la vida cotidiana de un varón homosexual301 viviendo con sida. Reconoce haber estado influenciado por la existencia de autobiografías seropositivas escritas en el extranjero, pero necesita aclarar, respecto de esas resonancias tras su publicación que, si bien no se trató de un intento de construir una autorreferencia ejemplarizante, espera que pueda ser una contribución “a que otros seropositivos comprendan que serlo no es el fin del mundo, ahuyentando la instancia de la muerte”.302 En este punto, podemos remitirnos a una entrada analítica que Alicia Vaggione303 elabora para un corpus de textos producidos en el campo de la literatura latinoamericana, y que para Suquet Martínez perfectamente pueden nomenclarse como vernáculos, para enten
der el lugar que ocupa el relato privado de Núñez como “portador”.
 
301 Usamos el modo en que se describe a sí y a su sexualidad a lo largo del texto.
302 Núñez, págs. 86-87.
303 Vaggione, Alicia (2013); Literatura/enfermedad. Escrituras sobre sida en América Latina. Córdoba, Centro de Estudios Avanzados. La autora se centra en un corpus latinoamericano para pensar, entre otras cosas, en la dimensión colectiva de la construcción literaria de la enfermedad.
 
La autora plantea el interrogante por la inflexión entre lo individual -personal- y lo colectivo, por el punto en que se articulan y que no es sino el espacio de un “entre”, “un movimiento simultáneo, indisociable”. Propone que “en la frontera imprecisa entre lo personal y lo colectivo y en un momento en que el sida se define en torno a una mortalidad que adquiere alcances epidémicos, estas escrituras registran la singularidad de la experiencia de la disolución del cuerpo, y responden a los miedos atávicos que las enfermedades generan cuando se presentan en su dimensión colectiva”304. Como ella, no queremos hacer extrapolaciones poco atinadas, pero entendemos que en esas mencionadas resonancias, que en la narración experiencial -personal- de Núñez construyen en clima de época, aparece una dimensión de lo colectivo que expone las condiciones por la que circula alguien -otrxs- con sida: el miedo al deterioro físico, al coming out, a la discriminación, la convivencia entre un cuerpo serológico con el desarrollo de los vínculos sexuales, afectivos, laborales y en la gestión de lo cotidiano y lo doméstico, y -algo que en este relato aparece como el comienzo de aquello que Daniel Link ha elaborado para definir- hacia la sobrevivencia con HIV, la conexión indefinida, y de manera masiva, a la maquinaria médico-farmacológica305. A modo de síntesis, podríamos decir que este libro sobre seis años de un portador produce algunos corrimientos en varios sentidos (que no se agotan aquí). En principio, participa de una operación política ligada a la tradición literaria intimista y autográfica de la enfermedad: pone a disposición pública aquello que la ideología moderna occidental confinó a lo privado.
 
304 A su vez, Vaggione retoma las observaciones de Alan Pauls en su ensayo que precede la selección Cómo se escribe un diario íntimo en el que el autor sitúa al género literario en relación a la condición catastrófica del siglo XX, en el que la escritura se mueve sobre las dos series indisociables: la de las catástrofes planetarias (guerras, nazismo, totalitarismos, holocausto, etc.) y la de los derrumbes personales (alcoholismo, impotencia, locura, degradación física). Ídem, págs. 39-40.
 
305 Link, Daniel (2005). Capítulo 2 “Carne” en Clases: literatura y disidencia, Buenos Aires, Norma.
 
De modo simultáneo, y en la particularidad de la experiencia de Núñez, el sida se ubica como un catalizador de su revisión biográfica y un ordenador de la vida -las prácticas y los hábitos revitalizantes-, si no aún hacia adelante, en un presente absoluto. El estado anímico inmediato al anoticiamiento de la seropositividad de nuestro autor escenifica la pérdida de futuro y, por tanto, una sentencia a una paulatina pero rápida retirada de los “circuitos de producción de vida y de significado social”306.
 
La narración que expone cómo se sobrepone a esa depresión, que contiene implícita a la escritura como proceso terapéutico, y finalmente su postura inquebrantable de apuesta a la vida, es la imagen resignificada de los sujetos desvalidos productores de muerte con que se suponen los portadores de sida en los tempranos 90. Pero aún más. En cierto modo, el proceso de conocimiento de sí que desarrolla Núñez a partir de su seropositividad le permite diseñar re-vinculaciones valoradas como más positivas en relación con el antes de la vida con vih: la profundización de las amistades en torno al acompañamiento y el cuidado, la oportunidad para demostrar la incondicionalidad con su familia, la predisposición a la seducción y la proliferación de los encuentros sexuales, la gestión del tiempo laboral y de ocio, la construcción del espacio doméstico. Así, tal como hemos ido puntualizando más arriba, el libro da acceso a un cuerpo portador que se agencia en tanto disloca los lugares discursivamente asignados.
 
306 Suquet Martínez, Mirta (2015); Apartado 2.1. La confesión como paradoja de representación: ¿liberación o sujeción?” en su Tesis doctoral Rostros del VIH/ sida. Enfermedad e identidad en las narrativas del yo latinoamericanas: perspectiva comparada. Departamento de Literatura Española, Teoría da Literatura e Literatura Xeral, Facultade de Filoloxía, Santiago de Compostela, pág. 107.
 
Un archivo sidario: agencias desde las contraculturas sexuales: Argentina 1985-1994 / Natalia Cocciarini. - 1a ed. - La Plata: EDULP, 2025. Libro digital, PDF/A Archivo Digital: descarga y online ISBN 978-631-6568-54-0 1. Archivología. 2. Estudios de Género. I. Título. CDD 362.1969792008663
 
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