LA
TORMENTOSA VIDA DE UN BOXEADOR GAY Y NEGRO
Un cómic biográfico que está a punto de publicarse narra la historia de Emile Griffith, el boxeador estadounidense que vivió atormentado por su condición sexual y porque, además, en una pelea mató a su rival.
"Aunque nunca fui a la cárcel, he estado en prisión casi toda mi vida", confesó.
Claudio Gómez
07 de julio de 2020
Hubo una pelea, y un golpe y un nocaut. Y hubo, desde entonces, una vida que terminó y otra que cambió para siempre. Ocurrió el 24 de marzo de 1962 en el Madison Square Garden. Emile Griffith disputa el título del campeonato mundial de peso wélter ante el cubano Benny Paret. El combate es sangriento. En el sexto asalto a Griffith lo salva la campana, pero se recupera y en el 12º round deja a su rival tirado en la lona, inconsciente, y se queda con la corona. A Paret lo trasladan a una clínica, en coma, y muere diez días después. Emile Griffith tiene 24 años, es campeón del mundo y asoma a una carrera imparable. Pero ya nada será lo mismo en su vida. Matar a un rival a piñas lo traumó. Pero además es gay y se mueve en un ámbito donde la homosexualidad es rechazada. Y negro. Demasiados fantasmas para un boxeador.
Esta es la historia que cuenta el cómic biográfico “Knock Out!”, que está por lanzar la editorial española ECC. La historieta refleja los conflictos y las contradicciones de un personaje que se vio obligado a llevar una agotadora doble vida. En una de las escenas de la ficción, Griffith viaja en un taxi camino a un hospital porque acaba de recibir una golpiza después de salir de un boliche gay, episodio que efectivamente ocurrió en 1992, quince años después de que había abandonado el boxeo. En ese taxi Griffith se encuentra con el fantasma de Paret, una situación que tampoco está alejada de la realidad: Griffith señaló muchas veces que la imagen del boxeador que había matado a golpes se le había aparecido, lo veía reflejado en un espejo o irrumpía en la calle.
El guión y las ilustraciones de “Knock Out!” están a cargo del dibujante alemán Reinhard Kleist, que ya había incursionado en el género con novelas gráficas sobre los músicos Johnny Cash y Nick Cave, y el líder cubano Fidel Castro. "Lo que me gustó de esta historia es que revela muchos estereotipos del boxeo", señala el autor, y agrega: "Nunca durante su carrera profesional Griffith quiso hablar de su orientación sexual, consideraba que podía vivir su vida sin hablar de ello”.
A pesar de que durante su vida intentó ocultar su homosexualidad, Griffith blanqueó al final de su vida. A los 70 años participó de un encuentro en Christopher Street, la calle de Nueva York que desde finales de los años 60 se convirtió en un emblema de la lucha por los derechos de los gays y lesbianas. Falleció en julio de 2013: tenía 75 años y síntomas de demencia.
El boxeador dejó como legado una autobiografía. Publicó “Nine...Ten... And Out! The Two Worlds of Emile Griffith” cinco años antes de su muerte. Allí dice, entre otros conceptos: "Sigo preguntándome lo extraño que es todo esto. Mato a un hombre y la mayoría lo entiende y me perdona. Sin embargo, amo a un hombre y esa misma gente lo considera un pecado imperdonable. Aunque nunca fui a la cárcel, he estado en prisión casi toda mi vida".
Graciasss/442.perfil.com/noticias/boxeo/emile-griffith-boxeador-gay-y-negro.phtml
EL SECRETO DE EMILE GRIFFITH
por Alberto Salcedo Ramos
03/01/2018
Emile Griffith / Fotografía de AP
Desde cuando se calzó los guantes por primera vez, a finales de los años 50, Emile Griffith empezó a dejar tras de sí una estela de rumores.
En los círculos boxísticos de Nueva York se insistía en que era homosexual.
Griffith no era amanerado, pero sí un hombre apacible fuera del ring. En todo caso, cuando sonaba la campana transpiraba rudeza. Se abalanzaba sobre el rival como un perro de presa, lanzando las manos sin tregua. Además, era corajudo: aunque lo golpearan iba siempre hacia adelante, arriesgando el pellejo en cada embestida.
A ningún experto le sorprendió que ganara muy pronto el campeonato mundial del peso welter: era el rey indiscutible de su categoría.
El 24 marzo de 1962 Griffith se aprestaba a pelear contra el cubano Benny Kid Paret. Por la tarde, durante el pesaje, Paret le espetó una palabra castellana que Griffith no se esperaba.
–Maricón.
Griffith la entendió perfectamente, pues tenía varios amigos latinoamericanos en el gimnasio de Gil Clancy, su mánager. Así que cuando subió al ring se encontraba poseído por la ira.
En el sexto round estuvo a punto de ser liquidado. Súbitamente empezó a recibir una andanada de golpes, y no fue capaz de oponer resistencia. Si el árbitro, Ruby Goldstein, hubiese sido sensato, tendría que haber parado el combate y declarado ganador a Benny Kid Paret por knockout técnico.
Pero ya en aquel momento la Señora Fatalidad se había adueñado del ring.
En el round doce, Griffith acorraló a Paret en una esquina y le asestó una lluvia de golpes, todos en la cabeza. Goldstein, el referee, volvió a ser displicente.
Ya desde el momento en que recibió el segundo golpe era claro que Paret estaba noqueado aunque permaneciera en pie. Si Goldstein hubiera detenido el combate en ese punto le habría evitado, por lo menos, una docena de porrazos terroríficos.
En su relato sobre el combate, Norman Mailer dedicó un extenso pasaje a este momento. Los golpes se Griffith se oían en todo el coliseo y, años después, seguirían resonando en la conciencia colectiva de los fanáticos del boxeo.
Algo irremediable, según Mailer, ocurrió en la psiquis de los espectadores que se encontraban en el Madison Square Garden viendo cómo Paret se desplomaba.
El cubano murió diez días después y Griffith perdió desde entonces su instinto asesino.
Se volvió mediocre. Tenía apenas veinticuatro años pero quería retirarse. El alivio que le quedaba era la solidaridad de sus amigos boxeadores.
Cuarenta años después Griffith admitió, por fin, que es homosexual. No lo reconoció mientras estaba activo –dijo– porque eso habría equivalido a un suicidio laboral.
¿Qué apostador habría arriesgado un peso por él si hubiera sabido que era gay?
Al salir del clóset los amigos se le alejaron. Entonces pronunció aquella frase triste: “Cuando maté a un hombre me acompañaron; cuando dije que amo a un hombre me dejaron solo”.
La historia dirá, eso sí, que Griffith fue un valiente cuando calló, y que también lo fue cuando decidió contar su secreto.
Graciasss/prodavinci.com/el-secreto-de-emile-griffith-por-alberto-salcedo-ramos/
Un cómic biográfico que está a punto de publicarse narra la historia de Emile Griffith, el boxeador estadounidense que vivió atormentado por su condición sexual y porque, además, en una pelea mató a su rival.
"Aunque nunca fui a la cárcel, he estado en prisión casi toda mi vida", confesó.
Claudio Gómez
07 de julio de 2020
Hubo una pelea, y un golpe y un nocaut. Y hubo, desde entonces, una vida que terminó y otra que cambió para siempre. Ocurrió el 24 de marzo de 1962 en el Madison Square Garden. Emile Griffith disputa el título del campeonato mundial de peso wélter ante el cubano Benny Paret. El combate es sangriento. En el sexto asalto a Griffith lo salva la campana, pero se recupera y en el 12º round deja a su rival tirado en la lona, inconsciente, y se queda con la corona. A Paret lo trasladan a una clínica, en coma, y muere diez días después. Emile Griffith tiene 24 años, es campeón del mundo y asoma a una carrera imparable. Pero ya nada será lo mismo en su vida. Matar a un rival a piñas lo traumó. Pero además es gay y se mueve en un ámbito donde la homosexualidad es rechazada. Y negro. Demasiados fantasmas para un boxeador.
Esta es la historia que cuenta el cómic biográfico “Knock Out!”, que está por lanzar la editorial española ECC. La historieta refleja los conflictos y las contradicciones de un personaje que se vio obligado a llevar una agotadora doble vida. En una de las escenas de la ficción, Griffith viaja en un taxi camino a un hospital porque acaba de recibir una golpiza después de salir de un boliche gay, episodio que efectivamente ocurrió en 1992, quince años después de que había abandonado el boxeo. En ese taxi Griffith se encuentra con el fantasma de Paret, una situación que tampoco está alejada de la realidad: Griffith señaló muchas veces que la imagen del boxeador que había matado a golpes se le había aparecido, lo veía reflejado en un espejo o irrumpía en la calle.
El guión y las ilustraciones de “Knock Out!” están a cargo del dibujante alemán Reinhard Kleist, que ya había incursionado en el género con novelas gráficas sobre los músicos Johnny Cash y Nick Cave, y el líder cubano Fidel Castro. "Lo que me gustó de esta historia es que revela muchos estereotipos del boxeo", señala el autor, y agrega: "Nunca durante su carrera profesional Griffith quiso hablar de su orientación sexual, consideraba que podía vivir su vida sin hablar de ello”.
A pesar de que durante su vida intentó ocultar su homosexualidad, Griffith blanqueó al final de su vida. A los 70 años participó de un encuentro en Christopher Street, la calle de Nueva York que desde finales de los años 60 se convirtió en un emblema de la lucha por los derechos de los gays y lesbianas. Falleció en julio de 2013: tenía 75 años y síntomas de demencia.
El boxeador dejó como legado una autobiografía. Publicó “Nine...Ten... And Out! The Two Worlds of Emile Griffith” cinco años antes de su muerte. Allí dice, entre otros conceptos: "Sigo preguntándome lo extraño que es todo esto. Mato a un hombre y la mayoría lo entiende y me perdona. Sin embargo, amo a un hombre y esa misma gente lo considera un pecado imperdonable. Aunque nunca fui a la cárcel, he estado en prisión casi toda mi vida".
Graciasss/442.perfil.com/noticias/boxeo/emile-griffith-boxeador-gay-y-negro.phtml
EL SECRETO DE EMILE GRIFFITH
por Alberto Salcedo Ramos
Emile Griffith / Fotografía de AP
Desde cuando se calzó los guantes por primera vez, a finales de los años 50, Emile Griffith empezó a dejar tras de sí una estela de rumores.
En los círculos boxísticos de Nueva York se insistía en que era homosexual.
Griffith no era amanerado, pero sí un hombre apacible fuera del ring. En todo caso, cuando sonaba la campana transpiraba rudeza. Se abalanzaba sobre el rival como un perro de presa, lanzando las manos sin tregua. Además, era corajudo: aunque lo golpearan iba siempre hacia adelante, arriesgando el pellejo en cada embestida.
A ningún experto le sorprendió que ganara muy pronto el campeonato mundial del peso welter: era el rey indiscutible de su categoría.
El 24 marzo de 1962 Griffith se aprestaba a pelear contra el cubano Benny Kid Paret. Por la tarde, durante el pesaje, Paret le espetó una palabra castellana que Griffith no se esperaba.
–Maricón.
Griffith la entendió perfectamente, pues tenía varios amigos latinoamericanos en el gimnasio de Gil Clancy, su mánager. Así que cuando subió al ring se encontraba poseído por la ira.
En el sexto round estuvo a punto de ser liquidado. Súbitamente empezó a recibir una andanada de golpes, y no fue capaz de oponer resistencia. Si el árbitro, Ruby Goldstein, hubiese sido sensato, tendría que haber parado el combate y declarado ganador a Benny Kid Paret por knockout técnico.
Pero ya en aquel momento la Señora Fatalidad se había adueñado del ring.
En el round doce, Griffith acorraló a Paret en una esquina y le asestó una lluvia de golpes, todos en la cabeza. Goldstein, el referee, volvió a ser displicente.
Ya desde el momento en que recibió el segundo golpe era claro que Paret estaba noqueado aunque permaneciera en pie. Si Goldstein hubiera detenido el combate en ese punto le habría evitado, por lo menos, una docena de porrazos terroríficos.
En su relato sobre el combate, Norman Mailer dedicó un extenso pasaje a este momento. Los golpes se Griffith se oían en todo el coliseo y, años después, seguirían resonando en la conciencia colectiva de los fanáticos del boxeo.
Algo irremediable, según Mailer, ocurrió en la psiquis de los espectadores que se encontraban en el Madison Square Garden viendo cómo Paret se desplomaba.
El cubano murió diez días después y Griffith perdió desde entonces su instinto asesino.
Se volvió mediocre. Tenía apenas veinticuatro años pero quería retirarse. El alivio que le quedaba era la solidaridad de sus amigos boxeadores.
Cuarenta años después Griffith admitió, por fin, que es homosexual. No lo reconoció mientras estaba activo –dijo– porque eso habría equivalido a un suicidio laboral.
¿Qué apostador habría arriesgado un peso por él si hubiera sabido que era gay?
Al salir del clóset los amigos se le alejaron. Entonces pronunció aquella frase triste: “Cuando maté a un hombre me acompañaron; cuando dije que amo a un hombre me dejaron solo”.
La historia dirá, eso sí, que Griffith fue un valiente cuando calló, y que también lo fue cuando decidió contar su secreto.
Graciasss/prodavinci.com/el-secreto-de-emile-griffith-por-alberto-salcedo-ramos/
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