INFORME A LA COMUNIDAD GAY ARGENTINA


A LA COMUNIDAD GAY ARGENTINA
 
ENERO DE 1983
 
MANTENETE EN CONTACTO CON EL GAY QUE TE DIO ESTE DOCUMENTO PASALO SOLO A TUS AMIGOS DE MAYOR CONFIANZA NUNCA LO PASES A ALGUIEN QUE RECIÉN CONOCÉS, POR MACANUDO QUE PAREZCA. ¡UN BESO Y HASTA LA PRÓXIMA!
 
Queridos compañeros:
 
Los gays argentinos vivimos en estos comienzos de 1983 uno de los momentos más difíciles, y al mismo tiempo más fructíferos como grupo integrante de la Nación. Nuestra situación es difícil a causa de la represión, que se ha abatido sobre nosotros con inusitada furia. Todos los días, los gays somos agredidos, tanto en la Capital Federal como en el resto del país, por las secciones de “Moralidad” (entre comillas) de la Policía Federal y sus similares del interior, departamentos que están específicamente destinados a perseguirnos y sembrar el terror entre nosotros. Diariamente, cientos de gays argentinos son arrestados y conducidos contra toda razón y derecho, a dependencias policiales donde antes que nosotros, que jamás le hemos hecho daño a nadie, deberían llevar más bien a los responsables del caos material y espiritual al que ha sido arrojado nuestro país. Sin embargo, respecto a esto, hay que hacer notar un elemento nuevo. Aunque la policía sigue arrestando a los gays, ahora ya no los maltrata tanto como antes.
 
No se puede garantizar que no vuelva a hacerlo; pero parece haber abandonado el hábito de dar palizas para lograr confesiones. Muchos gays incluso se sorprenden de ser tratados con relativa consideración. ¿A qué se debe la intensificación de la represión, por una parte, y su ablandamiento -al menos temporario- por la otra? La respuesta es: la policía nos reprime con renovada saña porque ahora ya no le queda casi nadie más a quien perseguir sin que se arme un escándalo. Ya no se puede detener a los políticos sin que los diarios pongan el grito en el cielo. Lo mismo vale para los gremialistas, los estudiantes y los obreros. Cuando la policía asesinó a uno de éstos, el 16 de diciembre pasado, el clamor fue general. En este sentido, la policía tiene las manos atadas. En cambio, cuando persigue a los homosexuales, la prensa se calla la boca. Y como la policía del régimen no está para combatir la delincuencia, sino para sembrar el miedo, actúa contra nosotros.
 
Pero por otro lado, como se acerca el fin de esta dictadura, y los policías aspiran a conservar sus jugosos puestitos cuando se instale un gobierno democrático, tienen que “portarse bien”, para comenzar a borrar la negra imagen de sí mismos que han logrado -y no sólo entre nosotros, sino entre la población en general. Por eso, se limitan a detener gente, sin maltratarla demasiado. Pero, por otra parte, los detenidos pueden llegar a cien personas por noche. ¡Un récord de persecución contra un grupo social de este país! Como se ve, desde el lado de la represión, las cosas no son tan malas como podrían ser. La persecución sigue, pero no se ha brutalizado más. Y nosotros, a lo largo de más de 20 años de hostigamiento permanente, nos hemos demostrado esto a nosotros mismos: que podemos resistir. Que a pesar de que nos persiguen -y hasta nos asesinan- seguimos existiendo, trabajando y relacionándonos, y nos las arreglamos para llevar vidas valiosas y decentes, según toda norma civilizada. Es decir que no pueden borrarnos.
 
No pueden hacernos lo que los nazis trataron de hacerles a los judíos. No nos pueden reprimir nunca por entero. Hay una cosa que los gays nunca debemos olvidar. SOMOS UN MILLÓN TRESCIENTOS CIUDADANOS ARGENTINOS. Sí, tal como lo oyen. Somos el cinco por ciento de la población de cualquier país. Pero al mismo tiempo, somos un millón trescientos cincuenta mil ciudadanos desconectados, desorganizados, perseguidos y culpabilizados, y cuyos derechos humanos pisotean todos los días los organismos de represión del régimen militar ultraderechista. Nosotros no podemos reunirnos con nuestros amigos en un bar sin que nos lleven presos. No podemos siquiera caminar tranquilos por la calle sin que nos lleven presos. No podemos vivir sin miedo, como deberían vivir todos los ciudadanos de nuestro país según las leyes, porque el Estado militar totalitario nos persigue a través de un departamento de la Policía Federal -y sus “colegas” del interior- específicamente creadas para hostigarnos.
 
No existe ningún otro ejemplo de un grupo social que esté en estas condiciones en la Argentina de hoy. No se persigue a los judíos, no se persigue a las coyas, no se persigue a los cabecitas negros ni a los musulmanes. No se persigue a los militantes políticos, no se persigue a ninguna religión (salvo quizá a los Testigos de Jehová). Pero a nosotros sí se nos persigue. TODOS LOS DÍAS SON VIOLADOS NUESTROS MÁS ELEMENTALES DERECHOS HUMANOS EN NOMBRE DE UNA MORAL ANACRÓNICA, en la que ya nadie cree, salvo los sectores más reaccionarios asociados con el régimen. Y lo que es más escandaloso aún -y demuestra, de paso, la profunda inmoralidad de este régimen- , es que vuelve a castigarnos a nosotros cuando ya no se atreve a perseguir a nadie más. Sólo se animan contra los que creen más indefensos. Sin embargo, en el sistema legal argentino en vigencia, la homosexualidad no constituye un delito. Ninguna ley argentina pena la homosexualidad.
 
Tenemos los mismos derechos constitucionales que cualquier otro ciudadano. Somos iguales a todos los demás. Y esos derechos nuestros no se pueden suprimir sin violar nuestros derechos humanos, y poner en grave peligro la convivencia nacional, porque la persecución de un grupo es comienzo y garantía de la persecución general. Ahora bien, esto es precisamente lo que se está haciendo sistemáticamente. Nuestros derechos cívicos y humanos prácticamente no existen. Estamos a merced de la represión, que puede hacer lo que quiere con nosotros. Igual que los judíos en la Edad Media, o los negros en Sudáfrica en la actualidad. Y esto debe acabar. ¿Cómo? Acá debemos referirnos a los aspectos fructíferos que tiene nuestra situación de hoy. El país está en vías de experimentar un profundo cambio. La dictadura militar está en franco retroceso. Ha destruido al país. Si a nosotros nos ha perseguido, a otros los han secuestrado, torturado y asesinado.
 
Y a muchísimos más los han arruinado y hambreado. La dictadura ha dejado el país en ruinas. Y carga sobre sus hombros con la responsabilidad de la guerra de las Malvinas, una guerra perdida y absurda, que podría hacernos perder para siempre esas islas. La población argentina -salvo una minoría corrupta- está en pie contra el régimen militar. Menudean las huelgas. Todo el país ostenta pintadas de los partidos políticos. La prensa publica nuevos escándalos de figurones del gobierno todos los días. Hasta los jueces que nombraron los militares se vuelven contra ellos, como Narvaiz. Los partidos políticos enfrentan agriamente al poder. Si durante los próximos meses, algún general intenta interrumpir el proceso de democratización, provocaría un estallido popular sin precedentes.
 
Todos -incluso los propios militares- están de acuerdo con esto. Por eso se quedan quietos. Nosotros los gays somos una parte más de la población del país. Trabajamos, sufrimos y tenemos esperanzas como todos los demás. También participamos en esta marcha contra la opresión militar ultraderechista y hacia la democracia. Nosotros estuvimos en la Plaza de Mayo el 16 de diciembre, porque también quisimos repudiar a los militares. Había miles de gays. Había incluso un grupo gay. No nos engañemos. Nosotros no somos un grupo político, ni debemos plantearnos serlo. Nuestra cuestión es otra. Lo que tenemos que conquistar no es el poder, como los partidos políticos. Sino que debemos recuperar nuestros derechos humanos. El derecho de ser como queremos. El derecho de asociarnos. El derecho de conocernos y de frecuentarnos. El derecho a disfrutar de la misma ley para todos. EN SUMA, EL DERECHO A VIVIR CON DIGNIDAD.
 
Por ello, tenemos que exigir el respeto que merecemos como personas. Porque somos personas, en tanto que somos seres humanos. Ahora bien, los momentos en que todo un pueblo comienza a hacer retroceder una tiranía son los más fructíferos desde el punto de vista de la renovación de las ideas. Hoy en día, es evidente para todos los argentinos -y sólo es necesario decírselo para que se muestren de acuerdo- que los homosexuales no constituimos un peligro. Que no somos nosotros los que les “corrompemos” a los hijos, sino que son los tiranos militares los que se los llevan a los mataderos de las cárceles clandestinas o la guerra. Que nosotros no les hemos hecho nunca ningún mal, sino que hemos recibido golpes de los mismos que los golpearon brutalmente a ellos. Que ya no hay ellos y nosotros, sino ciudadanos iguales con un victimario común.
 
EN OTRAS PALABRAS, QUE LA MORAL NO PASA POR LA SEXUALIDAD, SINO POR LA LIMPIEZA DE LAS MANOS, EL CORAZÓN Y LA CABEZA. QUE LA MORAL ES EL EJERCICIO DEL PENSAMIENTO Y DE LA LIBERTAD. QUE LA PERSECUCIÓN DE LOS HOMOSEXUALES ES UNA VIOLACIÓN DE LOS DERECHOS HUMANOS. QUE NADIE PUEDE VIVIR TRANQUILO SI POR SER ACUSADO DE HOMOSEXUAL PUEDE SER ARBITRARIAMENTE PRIVADO DE SU LIBERTAD EN CUALQUIER MOMENTO. QUE LA PERSECUCIÓN SEXUAL DEBE SER ERRADICADA PARA SIEMPRE PORQUE ES UN INSTRUMENTO DE OPRESIÓN POLÍTICA IGUAL QUE LA CENSURA, EL ESTADO DE SITIO Y LAS LEYES DE EXCEPCIÓN. QUE CADA CUAL TIENE DERECHO A HACER LA VIDA QUE QUIERA SIN VIOLENCIA Y SIN LA INTROMISIÓN DEL ESTADO.
 
Estas deben ser nuestras tesis. Tenemos que estudiarlas, grabárnoslas a fuego en la memoria, discutirlas y aplicarlas. El respeto debe ser nuestra palabra clave. Respeto de la sociedad hacia nosotros. Pero también respeto entre nosotros, entre gays. Y respeto de cada gay hacia sí mismo. Muy bien. Esto es lo teórico. Pero ¿cómo llevarlo a la práctica? ¿Qué podemos hacer? Existen dos tareas que podemos realizar en este momento sin riesgo, y con grandes ventajas en el porvenir. Ambas deben ser urgentemente realizadas dentro de nuestra comunidad, siendo el primer paso hacia la reconquista de nuestra libertad, de nuestra dignidad. La primera consiste en confeccionar un archivo de todos los casos de violación de derechos humanos de que hemos sido víctimas.
 
Una violación de los derechos humanos contra los gays es: desde un arresto por el solo hecho de ser gay para arriba. Es decir, toda acción represiva contra nosotros que no se origine en un acto punible cuando lo comete un heterosexual. Si uno conoce a otro gay en la calle y ambos son arrestados, si uno camina solo o acompañado y es arrestado, si uno está sentado en un bar y es arrestado, todos estos casos caen dentro de la violación del derecho de asociación, y constituyen una violación de los derechos humanos. De ahí en adelante, están todas las violaciones mayores, que incluyen los insultos, los golpes, las penas de prisión y cosas peores aún. Vamos a confeccionar este archivo para demostrar, el día que sea oportuno, que en este país nosotros hemos sido víctimas de una feroz opresión que nos ha convertido en ciudadanos de segunda, contra toda ley y razón.
 
No está lejano el tiempo en que esta documentación constituya un valioso elemento para ganar nuestra causa. En segundo lugar, necesitamos un medio de comunicación. Debemos tener una revista, preferentemente mensual, que también se haga dentro de nuestra comunidad. Eso no es imposible. Con una revista, lograremos una herramienta de unión, de ilustración y de cohesión dentro de nuestro aislamiento. Allí podremos explicar nuestras razones, reflexionar sobre nuestras perspectivas y necesidades, y crear un espacio de intercambio y encuentro. Todas las comunidades tienen medios de comunicación. Son imprescindibles para asegurar la comunicación entre la gente, la circulación de las ideas, y la transmisión de las novedades. Y nosotros tenemos una comunidad como cualquiera.
 
Y algún día, esa revista podrá salir libremente a la calle. Igual que nosotros. LO PEOR que los gays podemos hacer este año es quedarnos quietos cuando todo el país se moviliza. Eso nos haría perder una oportunidad histórica, que nunca se volverá a presentar. Si la dictadura sigue, deberemos arriar bandera y seguir esperando. Si volvemos a la democracia, como lo exige el 99% del país, debemos comenzar a formar parte de ella desde ahora. Dentro de tres meses ya será tarde. No podemos perder esta oportunidad. No podemos jugarnos el futuro. No podemos seguir viviendo como hasta ahora. Porque esto ya no es vivir. Debemos unirnos y participar. Hay que abandonar el miedo. Todo lo que hagamos será legal. Porque lo que queremos es precisamente democracia y legalidad. Para todos. Manos, corazón y cabeza limpios. Para todos. Y para nosotros también.
 
Acceder al pdf del informe "A la comunidad gay argentina".
 
Graciasss/usrfiles.com/pdf

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