«LAS CHICAS DE DONCELES»

ESPACIOS FÍSICOS, VIRTUALES Y SIMBÓLICOS DE UNA AMISTAD HETERODOXA: SALVADOR NOVO Y XAVIER VILLAURRUTIA
 
César Cañedo1
 
Recibido: 1 de diciembre de 2021 /
Aceptado: 14 de marzo de 2022
 
Resumen.
 
El presente artículo tiene como objetivo analizar los códigos de intimidad y afeminamiento que los poetas mexicanos Xavier Villaurrutia y Salvador Novo construyeron juntos gracias a su amistad heterodoxa y de juventud. Para ello, se toma como eje el análisis de los espacios como productores de experiencia social y de intimidad, los cuales se pensarán en un sentido amplio para desentrañar el espacio poético como uno simbólico que ambos transforman en otro de afeminamiento y confidencias mutuas. También para observar ciertos espacios físicos, como los «estudios» que llegaron a compartir, y la configuración del espacio virtual de las cartas como un diálogo para entendidos.
 
Las fuentes textuales manejadas son las Cartas de Villaurrutia a Novo [1935-1936], las memorias La estatua de sal (c. 1945) de Novo y algunos poemas de ambos en los que las dedicatorias, alusiones, metáforas compartidas y el código confidencial que articulan son notables. En todos estos espacios, las estrategias del afeminamiento se desplegarán como estrategias discursivas, poéticas y de comportamiento. Divido estas estrategias en afeminamiento de la calle (prácticas encarnadas) y textual (prácticas discursivas, metafóricas y simbólicas) con la intención de reflexionar en cómo se desarrollaba una estética, una ética del cuidado mutuo y de iniciación, y una poética filial y sexual heterodoxa en las primeras décadas del siglo XX en México.
 
Palabras clave: estrategias discursivo-poéticas; prácticas encarnadas; afeminamiento; espacios; amistad [en] Physical, Virtual and Symbolic Spaces of a Heterodox Friendship: Salvador Novo and Xavier Villaurrutia
 
Sumario: 1. Para iniciar el recorrido. 1.1. Fuentes y consideraciones. 1.2. Intimidad y amistad en Novo y Villaurrutia. 1.3. Estrategias del afeminamiento. 2. Los estudios y las transgresiones al espacio físico. 2.1. El caminado. 3. Las cartas de Villaurrutia y el afeminamiento textual. 4. El espacio poético y las metáforas escondidas. 5. Conclusiones. 6. Fuentes de financiación. 7. Referencias bibliográficas.
 
Cómo citar: Cañedo, C. (2022). Espacios físicos, virtuales y simbólicos de una amistad heterodoxa: Salvador Novo y Xavier Villaurrutia, en Estudios LGBTIQ+ Comunicación y Cultura, 2(1), pp. 17-25.
 
1.      Para iniciar el recorrido
 
Este ensayo es a la vez una reflexión y un recorrido. Pretendo transitar por algunos de los más representativos espacios físicos, simbólicos y virtuales de una amistad muy importante para la historia de la literatura mexicana del siglo XX, la que hubo entre los poetas Xavier Villaurrutia y Salvador Novo. La amistad y su acceso a la hete­rodoxia sexual fue posible gracias a vivir socialmente el espacio físico y el espacio textual, según lo entiende Álvarez (2010) al estudiar el espacio homosexual masculino en la poesía española.
 
En el caso de México y de  estos dos autores, la experiencia social homosexual cobra importancia cuando la pensamos desde la amistad (y no sólo desde dimensiones más colectivizadas), gracias a la intimidad, cercanía y afeminamiento que compartió, en diversos espacios, la pareja de jóvenes que fueron capitales para la formación de una tradición literaria homoeró­tica, de acuerdo con Balderston (2015) y Hoyos (2016), quien afirma, y suscribimos, que con el ensamblaje del cuerpo poético de estos dos autores se inició la tradición de la «jotería literaria» en México.
 
De los tránsitos propuestos, me interesan más los espacios virtuales: las cartas, o los simbólicos, como el espacio textual y específicamente el poético, para analizar los rasgos de afeminamiento con los que transfor­man éstos en sitios para desplegar su intimidad, lugares desde donde hablar de su heterodoxia sexual, cons­truirla y habitarla. Sin embargo, también nos moveremos por los espacios físicos que posibilitaron su experien­cia disidente, pues nos permitirán reflexionar sobre su situación social y observar las transgresiones y posibilidades desde las que vivieron ciertas atmósferas de la calle o lo que representó para ellos un espacio tan puntual como los «estudios», compartidos o individuales, en los que gozaron y callaron junto a otros hombres.
 
Ante la imprecisión temporal de hablar de homosexualidad, sigo a Rodríguez (2020) en la decisión de nom­brar la amistad y la experiencia social de nuestro par como heterodoxa, palabra usual en la época, aunque posi­blemente no de autoafirmación. Presento como afeminamiento la estrategia que transforma el imaginario de los lugares, representaciones y metáforas del poema y de diversas textualidades, que Hoyos (2016) estudia como jotería literaria. Calificar de afeminado a un hombre era insultante en la época de los autores trabajados (Rodrí­guez, 2020, p. 20), acción que puede ser resignificada, tal y como entendemos ahora la «queerización».
 
      Xavier Villaurrutia

De esta manera y con estas decisiones pretendo situar el contexto discursivo en el que habitaron Villaurrutia y Novo, en cuanto a su posible identidad y a su heterodoxia sexual. Estamos ante una sociabilidad homoerótica particular, muy anterior a Stonewall, a la que sería muy difícil aplicar conceptos de identidad; me parece que, como ellos mismos lo entendían, nombrarse no era una urgencia, sino ser conscientes, descubrirse y disfrutar lo más posible su deseo.
 
Funcionaban bajo cierta conciencia y tal vez bajo cierto interno horror de encarnar una sexualidad afe­minada con la que fueron mostrándose, negociando y contradiciéndose tanto en el espacio físico como en el es­pacio textual; por esa ruta navegaba la masculinidad disidente de Villaurrutia, Novo y otros de sus contemporá­neos, definitivamente una masculinidad no hegemónica, aunque no del todo marginalizada, como discutiremos.
 
1.1.           Fuentes y consideraciones
 
Las fuentes textuales del recorrido son las cartas que Villaurrutia escribió a Novo durante su estancia en Estados Unidos, entre 1935 y 1936, con una beca por un año académico para estudiar teatro en la Universidad de Yale, viaje que realizó acompañado por el dramaturgo Rodolfo Usigli. Las 16 cartas que hasta ahora se conocen fueron publicadas por el Instituto Nacional de Bellas Artes (México) en 1966, aunque para un análisis exhaustivo son insuficientes, ya que fueron editadas y censuradas presumiblemente por Novo, quien se encar­gó del prólogo. Estudiar las diferencias entre las cartas originales y la publicación es un trabajo en sí mismo y no ahondaré en ello en esta ocasión.2
2 Por fortuna, las cartas originales pueden consultarse en el Archivo de Salvador Novo que alberga el Centro de Estudios de Historia de México (CEHM) de la Fundación Carlos Slim, el cual se encuentra digitalizado y de acceso abierto en su portal web: [http://www.cehm.org.mx/]. En los casos en que cite la carta original lo señalaré, de otra manera utilizo la edición impresa.
 
Sólo diré que es interesante contrastar y pensar las reticencias y expurga­ciones del Novo de 62 años al momento de la edición, alejado de aquel joven atrevido (sexual y textualmente) entre los 17 y 21 años que figura en sus memorias La estatua de sal (1998), de las que también echaré mano en este trabajo. Lo que está expurgado en su mayoría son referencias a nombres directos de personalidades de la época y ciertos detalles íntimos de las vidas de Novo y Villaurrutia. Respecto a La estatua de sal, gracias a Monsiváis (2000) nos enteramos de que fueron planeadas y quizá escritas alrededor de 1945 y que no fueron publicadas hasta 1998, después de la muerte de Novo en 1974.
 
Trabajo con otro texto conflictivo, titulado Elías Nandino. Una vida no/velada, que es un testimonio novelado que reunió Enrique Aguilar con el material de entrevistas, conversaciones y grabaciones que sostuvo con Elías Nandino, otro amigo cercano a nuestro par. El libro apareció en 1986 y Nandino lo desacreditó y canceló, en el sentido de desautorizar, inmediatamente después de haber sido publicado. También pensaré el espacio poético como una afirmación de la amistad hete­rodoxa que construyeron en su obra, a partir de un diálogo de dedicatorias, metáforas y relaciones textuales, en las que el afeminamiento, complicidad e intimidad son rastreables y subversivos.
 
Me interesa recuperar una genealogía afectiva (Álvarez, 2010) que transforma el imaginario poético tradicio­nal, normativo, en uno afeminado, tanto en alusiones, nominalizaciones y representaciones, así como en procedi­mientos poéticos, y otros recursos textuales presentes, por ejemplo, en las cartas. Hechas estas salvedades y aclaraciones podemos empezar a recorrer la génesis y las confidencias de esta hermandad literaria y heterodoxa.
 
1.2.           Intimidad y amistad en Novo y Villaurrutia
 
La historia de la amistad entre Villaurrutia y Novo tiene mucho de una amistad de juventud, de adolescencia in­cluso, y esta amistad será capital para la formación sexual, para una pedagogía de afectos, y también para su formación literaria. Ambos deben mucho a ese intercambio de conocimientos, de prácticas sexuales, de aconse­jarse tanto para hacer poesía y literatura como para «jotear», para vivir y expresar su deseo. Como dice Villaurru­tia a propósito de su amistad con Novo: “La vida era para nosotros —precisa confesarlo— un poco literatura. Pero también la literatura era, para nosotros, vida” (1966b, p. 684). Este intercambio les permitirá desplegar una inti­midad heterodoxa: intimidad como espacio y proceso de conformación de interacciones y acciones entre perso­nas, que no es ajena a los matices sexuales (Hoyos, 2016), en el caso de estos dos amigos y en su contexto.
 
     
Salvador Novo

Lo común entre hombres era ocultar la sexualidad de la amistad. Novo y Villaurrutia la exhiben, la celebran tanto en los espacios físicos de intimidad que comparten y construyen juntos cuanto en los simbólicos. Por ello me refiero a esta amistad como heterodoxa. Salvador se hermana con Xavier en una estirpe de pecadores (Hoyos, 2016) a partir del primer soneto que le dedica (entre 1918 y 1920), titulado “A Xavier Villaurrutia”, y del verso “y porque nos devora un ansia pecadora” (Novo, 2004, p. 11). La última línea de ese primer soneto es “quiero decirte: ¡ama!, quiero decirte: ¡hermano!” (p. 11). La hermandad con la que se nombran es también simbólica y cubre una signi­ficación que no es la de la fraternidad masculina heteronormativa. Villaurrutia dice de su relación con Novo: “Éramos inseparables, un poco fatalmente, como los dióscuros” (1966b, p. 684).
 
La representación, en el espacio textual, del símbolo de los dióscuros, de los míticos gemelos Cástor y Pólux, de los hermanos que se funden en el cielo (constelación de géminis), se vuelve un código entre Novo y Villaurrutia para referirse por un lado a la amistad heterodoxa, una confidencia entre dos hombres que pueden hablar sin tapujos de sus experiencias sexua­les con otros hombres; pero también utilizarán la presencia textual de un hermano para referirse, bajo su código, al amante, según estudia Hoyos (2016, p. 53) en el poema “La parábola del hermano” de Novo, donde el herma­no bíblico del hijo pródigo se resignifica como amante ausente. La palabra hermano será una de las que funcionan como signo de apropiación íntima (González, 1991) entre nuestro par. Es posible que como parte de esta amistad, que no excluía el nivel de las confidencias ni las prácticas sexuales, hubiese habido momentos de carnalidad entre los amigos durante su adolescencia, para continuar después como hermanos en un sentido también disidente, de «comadres, amigas», sin que el lazo se rompiera por motivos de índole sexual. Novo (1998) relata episodios se­xuales en los que también está presente Villaurrutia con otra pareja, en el mismo espacio y a la vista. Desde esa luz apagada se dejan entrever encuentros un tanto orgiásticos, un tanto con intercambio de parejas, presumo.
 
1.3.           Estrategias del afeminamiento
 
De esta peculiar amistad pretendo analizar lo que propongo como estrategias del afeminamiento, que divido en dos planos, considerando si el entramado de actos será corporal y visible, o textual, para ser leído: afemina­miento de la calle y afeminamiento del texto. Las estrategias serán mayoritariamente discursivas, poéticas, y de comportamiento. Hablamos de acciones que tienen una lectura social y otra íntima. El afeminamiento de la calle, lo pienso en acciones que corresponden a la vida, a la encarnación práctica de rasgos afeminados en si­tuaciones cotidianas para transformar el habla, la vestimenta y los espacios, por lo que muchas de estas accio­nes dan cuenta de una impresión social de la época y de una apropiación compartida por otros sujetos; es decir, no creada ni recreada exclusivamente por Novo y Villaurrutia, sino por la heterodoxia sexual de su momento y que pueden también remitir a la estética subversiva de la pose, como la estudia Silvia Molloy (2012) y para quien dicho acto era un poner el cuerpo en franco desafío político, que en algunos casos, como los que nos competen, perfilaban rasgos de identificación homosexual (Molloy, 2012, p. 47).
 
Algunas de estas poses, propias del afeminamiento de la calle, podrán tener una representación textual y se convertirán en acciones dentro del dominio de lo discursivo, por ejemplo, hablarse en femenino en sus cartas, lo que transforma el nivel comunicativo de interacción entre hombres cercanos, que en la calle y en el texto pueden feminizarse para referirse a su amistad. Algunas otras tendrán más claro el sentido de la confidencia, aquellas que pertenecen al plano de lo literario, y que son creaciones y apropiaciones íntimas entre Novo y Villaurrutia, por ejemplo, lo que vimos que hacen con la palabra hermano: en estos casos el afeminamiento textual críptico adquiere dimensiones simbólicas y metafóricas, requiere de cierta comunicación subterránea o escondida, para poder reconstruir y «entender» estos sentidos añadidos o transformados. Considero que tanto Novo como Villaurrutia construyen juntos un código de apropiaciones y una serie de espacios de afeminamien­to cotidiano y textual que surge de su intimidad, de su intercambio estético, corporal y discursivo. Mucha de la genialidad literaria de ambos debe mucho a ese encuentro, al cultivo de su hermandad afeminada y, al mismo tiempo, a la posibilidad de ejercer con cierta libertad la heterodoxia del deseo.
 
Sergio González habla de las posibilidades que permitieron en los años veinte del siglo pasado perfilar una identidad homosexual (1991) distinta, mediante un hecho que describe John D’Emilio en estos términos:
 
Sólo cuando los individuos comienzan a ganarse la vida con un salario, en lugar de ser parte de una unidad interdependiente de tipo familiar, fue posible para el deseo homosexual unirse en una identidad personal, una identidad basada en la habilidad de permanecer fuera de la familia heterosexual y de construir una vida perso­nal basada en la atracción de alguien de su mismo sexo. (citado en González, 1991, párr. 5)
 
La posibilidad, para los sujetos heterodoxos, de ganar su propio dinero y de tener espacios propios serán factores de peso para poder expresar de manera un tanto visible, un tanto oblicua, estas estrategias de afemina­miento que se enfrentan a lo público, a la espacialidad y a las textualidades en sus caras normativas, de rigidez masculinista, desde una perspectiva interseccional. Nathaly Rodríguez habla de factores como edad, raza, educación, lugar de origen y de residencia y años de experiencia en la heterodoxia (2020, 23), como otros factores que incidían sobre la posibilidad de ejercerla y el trato negativo o tolerante que recibían los sujetos en cuestión a partir de su situación social. La investigadora recuerda la escala de privilegios de dichos sujetos en esa época, y sitúa a Novo y a Villaurrutia entre los más privilegiados, dada su condición de clase media y su blanqueamiento social.
 
     Elías Nandino

Vale aclarar que no pertenecían a la clase alta en términos de poder adquisitivo y que, por lo tanto, será importante la posibilidad de tener un espacio y un trabajo propios. Por consiguiente, podre­mos ver a Novo y a Villaurrutia en puestos burocráticos (mucho menos a Xavier que a Salvador) gran parte de su vida; también los veremos como profesores (Novo, 1998, Rodríguez, 2020).
 
Me interesa señalar otro factor importante que permite cierto privilegio: la relación con el arte. La figura del artista como alguien perteneciente a un estrato social privilegiado entre varones es, a mi juicio, un factor de peso, por lo que en el caso que nos concierne, al ser poetas de vanguardia, Novo y Villaurrutia pertenecían a la nueva cumbre artística e intelectual; privilegio que facilitará la exhibición de su heterodoxia sin grandes o graves consecuencias a veces. Si pensamos en los estereotipos, los artistas siempre tienen una disculpa, una suerte de licencia para vivir hasta cierto punto su homosexualidad con cierto grado de discreción y otro tanto de exhibición, un privilegio por la profesión u oficio que desempeñan pintores, músicos, poetas; un pacto de la sociedad con el artista varón.
 
Además, para la época de Novo y Villaurrutia ya contaban con moldes de cómo ser artista heterodoxo, tienen por ejemplo a Wilde y a Gide (Novo, 1998, 101). Desde luego, estos privilegios no significan que no vivieran represalias y persecuciones públicas; sabemos que se pidió en los años 30, de manera organizada, su renuncia a puestos burocráticos, que sufrieron y tuvieron que responder a intentos de silenciamiento artístico y de discriminación laboral; persecuciones bien documentadas en Rodríguez (2020), Hoyos (2016) y Del Toro (2015). Esta visión general sobre ambos poetas sigue vigente en el imaginario y es importante contrastarla con los hallazgos que el diálogo epistolar entre éstos nos arrojará en cuanto a privile­gios, afeminamientos, ocultamientos, digresiones y diversiones.
 
2.      Los estudios y las transgresiones al espacio físico
 
Tanto Novo como Villaurrutia rentarán o construirán a lo largo de su vida «estudios», que serán un espacio fundamental para el ejercicio de la disidencia sexual en la época, puesto que permiten la intimidad y la discre­ción arquitectónica para quienes podían rentarlos, comprarlos o construirlos. Eran pequeños apartamentos, otras veces habitaciones, que tenían varios usos según el público. Algunos eran rentados por estudiantes, otros por heterosexuales que tenían allí sus aventuras amorosas e infidelidades, y a partir de esa licencia social “los varones adinerados de prácticas homoeróticas también podían hacerse de un lugar para sus aventuras sin ser mal vistos, ventaja que evitaba que tuvieran que exponerse en los hoteles de paso o en los amoríos de la calle” (Rodríguez, 2020, p. 241).
 
Novo y Villaurrutia van a compartir varios estudios. Tener un estudio entusiasma a los adolescentes amigos. En sus memorias, vemos a Novo feliz, pues una de las pocas fechas que consigna es la del primer estudio que compar­tieron Novo, Villaurrutia y Gustavo Villa, llamado bajo el código de afeminamiento íntimo como «la Virgen de Estambul». En 1921, fecha en la que comparten su primer estudio, tienen 18 y 17 años. Cuenta Novo que las visi­tas a los cuartos de los amigos dejaron de ser suficientes para la idea de familia, de confidencialidad que buscaban (1998, p. 104). Un estudio que, además, va a ser clave por su ubicación, por su cercanía tanto a la preparatoria y al barrio universitario como por su ubicación céntrica y próxima a los lugares de ligue, de encuentro callejero, y de los sitios de adquisición de servicios sexuales (Rodríguez, 2020, p. 241): “Entre los tres pagaríamos la renta —30 pesos mensuales, la luz comprendida— de un gran cuarto en el edificio de despachos, esquina de Donceles con Argentina, muy cerca de la Preparatoria a cuyo último año concurríamos” (Novo, 1998, p. 105).
 
Este espacio también funcionará para nuestro par como una suerte de hogar disidente de la época, donde empiezan a construir una identidad literaria, y aprenden a enunciar con un código, oculto y no, de afemina­miento. En los estudios prueban drogas, leen poemas, reciben visitas de artistas e intercambian experiencias, lecturas y hombres. El decorado de los estudios y una serie de rituales dejarán ver algunas prácticas encarnadas del afeminamiento. El primero que compartieron fue decorado (entre burla y homenaje) con un toque naciona­lista inspirado por una exposición en la que participó otro de sus grandes amigos, Roberto Montenegro: “y un nacionalismo extremado me indujo a emplear una jícara pequeña como el depósito más a tono de la vaselina necesaria para los ritos” (Novo, 1998, p. 105).
 
Toman el té y serán conocidas por otros sujetos heterodoxos como «las chicas de Donceles»:
 
“Compramos un juego de té de barro, y lo tomábamos por las tardes con las galletas gruesas —fruta de horno— que yo salía a buscar a las panaderías del rumbo, feliz de poseer un hogar propio. Dimos parte de casa a nuestras amistades, y pronto fuimos conocidos en el medio como las chicas de Donceles” (p. 105).
 
Me interesa resaltar esa locuacidad, esa transformación de los espacios y prácticas del afeminamiento de la calle que presenta Novo, y que fue leída en ocasiones con cierto sentido de performance y actitud desafiante a la masculinidad hegemónica. Cuenta Nandino acerca de otro de los estudios de Novo:
 
En la plaza de la Conchita llegó a rentar un cuarto de vecindad […]: puso cortinas de caracolito en las ventanas, metió una cama de latón con su colcha floreada y a un lado del colchón puso un lavabo de mano con toalla, aguamanil y todo. Algunas tardes nos invitaba a ver cómo se sentaba en un equipal a la entrada de “su cuarto” a esperar a “sus clientes”. Nosotros —desde la acera de enfrente— nos atacábamos de la risa porque todo eso era, más que nada, puro teatro. Con esa especie de representación se veía que él también se divertía mucho. (Aguilar, 1986, p. 100)
 

Elías Nandino también narra que su amistad con ambos poetas se inició al visitar un estudio que compar­tían, probablemente uno después de aquel primero. Allí, Novo quiso besarlo y manosearlo, a él y a Roberto Rivera (amigo de la escuela de Medicina de Nandino, quien se preparaba en ese entonces para ser médico). Nandino le aclaró que también le gustaban los hombres y Novo replicó: “¡Ay, pues ya somos muchos!” (Agui­lar, 1986, p. 51). Se dibuja, en la cita anterior, una intimidad y de nuevo un afeminamiento encarnado, que nos revela cierta preferencia, como objeto de deseo, por aquellos varones de vida heterosexual o comportamiento masculino, cuando Nandino aclara que le gustan «los hombres».
 
Además, en su intimidad y confidencias, es posible rastrear una búsqueda constante de experiencias sexuales, más frecuente que la búsqueda del amor o la pareja estable, modelo que también existía en la época (Novo, 1998, p. 110) y que en ocasiones exploraron tanto Novo, como Nandino y Villaurrutia —más estos dos que el primero—. La relación con los estudios es inestable. A veces los tuvieron con alguna pareja, otras veces solos, a veces serán vecinos, y en ocasiones volverán a su casa familiar, como dice Novo, pues la familia ya lo toleraba porque trabajaba y se ganaba su dinero (1998, p. 119).
 
2.1.           El caminado
 
Entre las prácticas del afeminamiento encarnado, de la calle, además de la apropiación del espacio, del nom­brarse en femenino, diferenciarse de «los hombres» y ritualizar actos cotidianos asociados en el imaginario con la femineidad, aparecen actos de disidencia visible, de intervención del espacio público. Entre las muchas anécdotas que tenemos gracias al testimonio de Nandino, me interesa resaltar una práctica corporal, un cami­nado, que fue una expresión de amistad marcadamente afeminada por la vestimenta y la forma; leída como tal por quienes la presenciaron:
A poco de que nos conocimos se pusieron de moda los pantalones “balón”, que eran anchos de la parte de de­bajo, de tal manera que las valencianas cubrieran los zapatos. A los cuatro [Nandino, Novo, Villaurrutia y Ro­berto Rivera] se nos ocurrió mandar a hacer de esos pantalones, del mismo color.
 
Una vez que nos los entrega­ron salimos a pasear por el centro, uniformados y por estaturas; Salvador que era el más alto en un extremo, y Xavier, que era el más chaparrito, en el otro. Cuando pasamos por la Alameda vestidos así, nos tocó una silba­dera y una piedriza que echamos a correr y hasta abordamos un taxi para ir más pronto a quitarnos esos panta­lones. (Aguilar, 1986, p. 54)
 
La imagen y la escena son poderosas, nuestros protagonistas son adolescentes, y podemos pensar en cómo la presencia de cuatro jóvenes caminando juntos, con ropa afín, ha sido estereotipada como práctica femenina, pues la podemos ver en el cine de chicas adolescentes, en películas como Jóvenes brujas o Chicas pesadas. Desde luego, aquellos amigos no tienen este referente del cine, pero tienen la escolta, la formación de honores a la bandera, que es un gesto estereotípicamente muy viril y que ellos están rediseñando en una intervención afeminada del espacio público, en una pose, lo que provocó rechazo y escarnio inmediato entre quienes pre­senciaron esa transgresión de la amistad entre hombres.
 
3.      Las cartas de Villaurrutia y el afeminamiento textual
 
Las cartas se proponen como un lugar de intercambio virtual en el que también se construyen afeminamientos. El espacio de la carta será importante para esta amistad, puesto que algunas de las estrategias que observamos en el apartado anterior, se despliegan de forma textual, afectando el nivel comunicativo y discursivo. La poten­cia del género epistolar como conversación (Violi, 1999) que extiende la oralidad, permitirá la presencia de nombrarse en femenino, de juegos con ciertas palabras y de representaciones orales y discursivas de lo que vimos que hacían Novo y Villaurrutia con los espacios físicos: transformar su código normativo por uno afe­minado, transgresor y en ocasiones festivo.
 
También veremos desplegarse una intimidad masculina heterodoxa, de lazos afectivos y de confesiones. Sin descartar ni dejar de mencionar la carga de misoginia y homofobia internalizada que despliegan todas estas estrategias, tal como lo estudia y puntualiza Humberto Guerra (2008, p. 1157) sobre el afeminamiento en La estatua de sal, que hacemos extensivo a las cartas entre ambos poetas. Además, aparecerán estrategias de afeminamiento metafórico en las cartas. Éstas son ese espacio virtual inter­medio entre aquellas encarnadas que emplearon los amigos en los espacios físicos, y las textuales que requieren un código entre entendidos para revelarse, propio de su intimidad y de su competencia literaria. Un espacio
donde el afeminamiento puede aparecer mezclando prácticas que son tanto de la calle y de la oralidad, como de la literatura y sus símbolos, códigos, apropiaciones y metáforas.
 
Empecemos por considerar la epístola como un espacio íntimo para la confesión. Novo nos cuenta en La estatua de sal cómo Villaurrutia se descubre a sí mismo y ante su amigo por carta. Frente a la dificultad para verbalizar, y gracias a la intimidad que el género textual propicia, podrá ser posible que sujetos heterodoxos hagan su descubrimiento, su confesión, algo cercano a lo que ahora conceptualizamos como salida del clóset, por carta. Para muestra, el caso de Villaurrutia, en palabras de Novo:
 
La conversación a propósito de Wilde fue acercándonos a la confidencia. Yo no disimulaba mis inclinaciones: Xavier no parecía haber descubierto las suyas o bien se resistía a reconocerlas. Su entrega, o su definición ocurrió como era lo propio en una vida suya ceñida siempre por la más rígida contención literaria: en las cartas que nos cruzamos durante el último viaje emprendido por mi madre, conmigo a Torreón. Yo le hablaba en las mías del choque que me había provocado el encuentro con los residuos de mi niñez; de los muchachos que ahora veía con otros ojos […] Xavier, al fin, me confió en sus cartas el júbilo de su descubrimiento de sí mismo —y el amor sin esperanzas que profesaba por Paco Argüelles, el guapo muchacho hijo del profesor de historia. Eran las suyas cartas bellísimas, que nunca lamentaré bastante haber cometido la estupidez de perderlas al prestárselas a la Perra Collie, antes de nuestra definitiva ruptura. (1998, p. 101)
 
                    Xavier Villaurrutia

Por desgracia, las cartas de confesión de Villaurrutia se perdieron. Por fortuna, se conservan 16 cartas del viaje de Villaurrutia a Estados Unidos, entre 1935 y 1936, que Novo autorizó y publicó, conjeturo que censuran­do algunos pasajes. En ellas, este despliegue íntimo de la amistad se fortalece y nos permite adentrarnos en el intercambio de afecto y afeminamientos discursivos de distinta índole. En las cartas aparecerá la práctica de la «perrez», de ese hablar irónico, a veces ofensivo y locuaz entre «amigas», el cotilleo entre «comadres», que viene de la encarnación de la oralidad, de la calle. Un afeminamiento no estrictamente literario sino comunica­tivo, que transmite chismes, da nombre femenino a los amigos heterodoxos, y utiliza a veces el género femenino para hablar de sí y de sus experiencias. No olvidemos que este tono se construye a partir del diálogo virtual y que, aunque la voz de Novo está ausente, de alguna manera construye también este registro humorístico.
 
Aquí algunos ejemplos: “Rodolfo [Montenegro] me hizo saber que Aragón Leiva me llama crítico libidinoso, califi­cativo que me encanta” (1966a, p. 57). En cierto momento, al hablar de Novo y otros amigos en México los califica a todos, con humor, como presas de furor uterino, feminizando sus prácticas y cuerpos: “Veo que se entregan al bridge con furor uterino permanente. Me imagino que están hechos unas fieras. No he vuelto a jugar” (1966a, p. 60). Habla también de la práctica habitual de criticar y chismear entre él y Novo: “¡Cómo se come aquí, Dios mío! ¡Todo el tiempo que empleamos en comer prójimo en México, lo emplean los gringos en hacer lo mismo, devorando hamburguesas y pork-chop!” (1966a, p. 69).
 
En otra carta de Villaurrutia a raíz de un viaje de Novo a Montevideo, con ironía inquiere a su amigo: “que has tenido más de cuarenta grados de fiebre (¿y cuándo no?)”.3 Por otro lado, la intimidad estará presente también en la ternura, en la pregunta recurrente de Villaurrutia, en casi todas las cartas del viaje estadounidense, por la madre de Novo, a quien envía sus saludos. Compartir esa figura familiar también fortalece el lazo íntimo, de hermanos y a la vez de hermanas.
 
Villaurrutia hablará a veces directamente de experiencias sexuales y presentará una mirada directa ante el deseo y los espacios, principalmente en las cartas fechadas en California. Después de la beca en Yale, Rodolfo y Xavier se van a la otra costa de EE. UU., viajan a San Francisco, posteriormente se instalan en Pasadena y desde ahí Villaurrutia se va los fines de semana a Los Ángeles, donde está asombrado por la libertad encontra­da, que se vive como en ninguna otra ciudad: “Ni en Nueva York fluye, como aquí, el deseo y la satisfacción del deseo, dicen que apenas Chicago” (1966a, p. 75).
 
La cercanía de la amistad heterodoxa también consiste en dar coordenadas precisas del deseo. La siguiente parte de esa misma carta fue editada y censurada, habla de sus experiencias en los night clubs de la misma ciudad y remite a las propias experiencias de Novo, cuando le recuerda a los hawaianos que este último conoció en uno de sus viajes: “Parejas de todas clases. Nights clubs repletos de marineros, putas, lesbianas y todo el alfalfa cosmopolita (sin faltar los filipinos de ojos taquigráfi­cos, ni los hawaianos que tú conoces). El viernes y el sábado los pasé sin dormir casi”.4

3 Este ejemplo pertenece a otra carta que no es motivada por el viaje de Villaurrutia, sino de Novo a Montevideo. La carta no está fechada. El archi­vo de Salvador Novo que alberga el CEHM conserva múltiples posibilidades de análisis. CEHM, SN [Fondo Salvador Novo], LM [Sección Antonio López Mancera] 4.2, sf, f [folio] 1.

4 CEHM, SN, LM, 4.2, junio de 1936, f 35.
 
Llama la atención una diferencia de posturas entre Novo y Villaurrutia en relación con la expresión directa de su deseo y de su heterodoxia. En una de las primeras cartas, Villaurrutia le explica a Novo que su amistad se compone por cosas profundas, porque comparten el deseo, aunque para Villaurrutia vale más dejarlo subte­rráneo que sacarlo a la luz. La definición de éste me parece productiva para pensar en el análisis del oculta­miento verbal:

Pero nuestra amistad no se ha basado nunca en la razón ni en la inteligencia —la primera nos habría apartado ya, por muchas razones, la segunda nos habría vuelto a juntar forzada y artísticamente—, sino en cosas más inasibles y misteriosas, más oscuras y profundas. Pensarás que con ayuda del psicoanálisis todas esas cosas puedan ponerse en claro… y tendrás razón. Pero en nuestro caso ¿no te parece que más vale atizar su fuego oscuro y recóndito que sacarlas a la luz? Si nos subentendemos, si nos subentendemos a tientas ¿vale acaso la pena encender la luz —la luz que, a lo peor, sería, en nuestro caso, una impenetrable sombra espesa? (1966a, p. 18)
 
Xavier prefiere la ocultación, Salvador la verbalización, a partir de un proceso de psicoanálisis. Considero que el sub-endenderse del que habla Villaurrutia puede funcionar como un recurso para desentrañar alusiones en un nivel un tanto oculto, cercano a lo que se ha estudiado como el código del secreto para estos autores (Balderston, 2015) y que Hoyos reformula al pasar del código del secreto al código de la confidencia (2016). Me parece que podemos leer el nivel de estrategias de afeminamiento simbólico y metafórico con esta lente que el mismo Villaurrutia nos proporciona: sub-entendiendo una serie de alusiones, referencias, mitos, metá­foras y representaciones de ocultamiento verbal y literario que implican la confidencia. Sub-entenderse es algo más que el secreto, un nivel más abajo del entenderse, un nivel que implica complicidad, interpretación y tra­bajo colaborativo. Me parece más elaborado en términos de código literario. Es parte de lo que a mi juicio van a hacer ambos con la tradición literaria y con ciertas metáforas y mitos: sub-entenderlas para afeminarlas.
 
La postura de Villaurrutia es desde luego más simbólica. A ambos les importa mucho la tradición literaria a la que se suman. No les interesa demolerla sino afeminarla, construir sub-expresiones de los mitos de siempre y lec­turas oblicuas, en síntesis, reformular bajo ese código subterráneo la tradición. Todo para envolver y cifrar el deseo homosexual. Antes de analizar el sub-entendimiento en el espacio propiamente poético, veamos cómo aparece en las cartas de Villaurrutia como estrategia de comunicación literaria e íntima al mismo tiempo. Para hablar de cómo fue guiado por una cartografía oculta, para entendidos, en la ciudad de Los Ángeles, menciona a su mutuo amigo, Agustín Fink, a quien Villaurrutia dedica su hermoso poema “Nocturno de los ángeles”: “Agustín Fink fue mi cicerone, y ahora está maravillado por lo pronto que he tomado el hilo para sacar el ovillo” (1966a, p. 71).
 
Aparece otro momento de sub-entendimiento al narrar, sin ser explícito, lo que hace con unos jóvenes que le dan hospedaje en Pasadena: “Nos instalamos en Pasadena en una casa en que viven unos chicos conectados con el Teatro de Gilmore Brown, adonde, se supone, hemos venido a observar los métodos de estudio. Son encantadores. Algunos han estado en Hollywood o ansían estar. Cantamos, jugamos pick up sticks, platicamos y callamos juntos” (1966a, p. 74). Se requiere hacer una interpretación del juego de los palillos chinos, valién­dose, además, del nombre del juego en inglés, para reforzar la alusión erótica, que se presenta también en la acción de callar juntos. Se ha estudiado que ambos utilizaban frases en otras lenguas para sub-entenderse y cifrar mensajes que no querían o no podían decir tan abiertamente (Rodríguez, 2020, p. 236).
 
El tiempo que Villaurrutia pasa en New Haven es vivido como tedio; tiempo de monotonía escolar, de frío y puritanismo, y mucho de ese tedio nos invita a sub-entender que hubo poca o nula actividad sexual, a partir de poetizar al mar, asumiendo además la masculinidad y homosexualidad de este elemento tan poético como vital, en una de las primeras cartas: “Hasta anoche conocí el mar de New Haven, oscuro y como avergonzado, desde luego muy reprimido” (1966a, p. 22). El poema “Nocturno mar” que Villaurrutia dedica a Novo, refuer­za esta metáfora del mar como el deseo homosexual; deseo que tiene que guardarse a veces, y al que le oculta el secreto en el espacio del poema (1966b). El mar-homosexualidad, el mar deseo-masculinidad, es un código poético con capacidad metafórica (expansiva) que construye con Novo.
 
     Salvador Novo

La carta personaliza (Violi, 1999) y sin duda la interacción epistolar entre Novo y Villaurrutia es afeminada y pretende dar cuenta de experiencias sexuales que oscilan entre el registro de la conversación y el registro metafórico, que requiere una intimidad adicional, en otro plano, de alta factura literaria. Están construyendo también su personalidad literaria lejos de la masculinidad prototípica. Las competencias extratextuales que exigen del receptor el género epistolar (Violi), serán, en el caso que analizamos, competencias de afemina­miento, intimidad, confidencia heterodoxa y capacidad metafórica.
 
4.      El espacio poético y las metáforas escondidas
 
En las cartas de Villaurrutia observamos la presencia del mar como parte de esa construcción metafórica con la que trastocan y dislocan los códigos poéticos tradicionales. Esto, desde luego, aparecerá en textos propia­mente literarios, con metáforas crípticas, alusiones veladas y el afeminamiento de ciertos mitos. El último tránsito propuesto para este ensayo consiste en analizar el espacio poético como espacio de sub-entendimiento, para Villaurrutia y como un espacio en el cual se puede esconder el afeminamiento, para Novo, quien decía tener una “manía inocente de construir escondites” (Rodríguez, 2020, p. 247), tanto físicos como simbólicos. Además del mar, aparecerán también la nieve y la espuma como bellas metáforas para hablar del semen como otro código que comparten. Sin embargo, no ahondaré en las metáforas recién mencionadas, sino que me de­tendré en una que me parece más elaborada y compleja: la potencia metafórica de la «rosa» y la subversión anal que, intuyo, construyen al respecto.
 
En el primer poema que Novo dedica a Villaurrutia, le dice: “Porque tu voz es sabia en callar y ceder/ al claro simbolismo del rosal florecido;/ porque en tus manos hay aroma de mujer […]” (2004, p. 11). Novo es directo cuando menciona un aroma de mujer en las manos de Villaurrutia, que algunos lectores podrían enten­der implicando el contacto femenino, y no una propiedad corporal, de identidad otra: de manos de hombre con un aroma que no es de hombre. En contraste, no es tan directo cuando esconde qué implica callar y ceder res­pecto al simbolismo alternativo de la rosa (rosal florecido), que comparten, pero que al mismo tiempo omiten. Villaurrutia en algún momento dirá que una de sus sensaciones poéticas de cercanía con Novo era “escribíamos para callar” (1966b, p. 684). A partir de este escondite de Novo, me parece interesante rastrear el simbolismo callado, otro, oculto dentro de la rosa.
 
Uno de los poemas más celebrados de Villaurrutia es “Nocturna rosa”, publicado por primera vez como plaquette de 11 ejemplares en 1937. La edición facsimilar, que puede consultarse, contiene un epílogo de Anthony Stanton, quien menciona que el poema se construye a partir de negaciones de los simbolismos tradi­cionales, de otros poetas, hacia la rosa, y para ello cita al mismo Villaurrutia: “Nocturna rosa es un poema en que a la rosa de otros poetas, de todos los poetas, opongo una rosa particular, creada o descubierta por mí en mis sentidos: la rosa del tacto, la rosa del oído, la rosa de la vista” (2013, p. 34). Es importante la literalidad en este caso: Villaurrutia habla de una rosa tocada, oída y vista por él. Una de las implicaciones sexuales tradicio­nales es presentar la rosa como vulva, como parte del cuerpo femenino en su dimensión erótica, que no sería un hallazgo ni correspondería a una fascinación de los sentidos del poeta, necesariamente.
 
Stanton (2013, p. 44) interpreta el erotismo del poema como una relación metafórica rosa-boca. Pienso que la rosa de Villaurrutia construye metafóricamente en el espacio poético la posibilidad de crear la relación rosa-ano. En el poema, después de las negaciones de la rosa de la que no hablará, Villaurrutia hace una serie de afirmaciones de la rosa a la que sí alude; desde luego, estas afirmaciones pueden interpretarse de muchas ma­neras. De acuerdo con mi lectura, las interpretaciones posibles no excluyen la relación metafórica de una rosa con un ano: “Es la rosa entreabierta/ de la que mana sombra,/ la rosa entraña/ que se pliega o expande/ evoca­da, invocada, abocada/ es la rosa labial,/ la rosa herida” (1966b, p. 58).
 
El final del poema nos lleva a alusiones de la oscuridad, del color negro, que para este poema tradicional y normativamente se han leído como una boca abierta, pero que también puede ser la rosa-ano: “Es la rosa de humo,/ la rosa de ceniza,/ la negra rosa de car­bón diamante/ que silenciosa horada las tinieblas/ y no ocupa un lugar en el espacio” (1966b, p. 58). Así, con la amistad de Novo y Villaurrutia, el código de la poesía se transformará también en un espacio de expresión sexual y corporal otra. Como parte de su análisis, Stanton (2013, p. 46) habla de la dilatación y contracción de la rosa-boca, mecanismo que tiene otra posible lectura desde el sub-entendimiento, desde la relación rosa-ano.
 
De manera breve, me interesa mencionar el afeminamiento que Novo construye con el mito de la prototípi­ca mujer revolucionaria, la Adelita. Este autor tomará dicha figura como una identidad textual y poética: se esconde en Adela para poder hablarse en femenino. En su estudio pionero, James Valender analiza algunas cartas inéditas entre Salvador Novo y Federico García Lorca y sitúa en este diálogo epistolar la génesis textual de la identificación de Novo con la Adelita (1996, p. 17), que continuó con la escritura del “Romance de An­gelillo y Adela” (Novo, 2004, p. 117), después de su encuentro con García Lorca en 1993 en Argentina, en una clara alusión a él como Adela y a Lorca como Angelillo, analizada por Valender (1996). Nathaly Rodríguez (2020) estudia la transformación de Novo en la mítica mujer de la revolución mexicana y menciona: “Novo engendró a Adela como respuesta a los ataques de los escritores y comprometidos sociales con la virilidad post revolucionaria” (p. 246).
 
También Rodríguez consigna que algunos amantes le escribían cartas dirigidas a Adela (p. 247). Novo, además, preparaba una novela que no concretó, cuyo título tentativo era Lota de loco, protagonizada por Adela (espejo autoficcional de Novo en mujer), de la que publicó algunos fragmentos en la revista Barandal, en 1931 (Novo, 1999). Para Novo la estrategia de presentarse femenina es una constante. Recordemos el título de sus memorias, y el hecho de que en el relato bíblico quien fue convertida en estatua de sal fue una mujer. En Villaurrutia esta estrategia aparece mucho menos, aunque con intensidad y misterio.
 
En uno de sus últimos poemas, “Amor condusse noi ad una morte” (1966b, p. 76), la referencia del título es al canto V de la Divina Comedia, y sub-entendiendo al sujeto lírico, podemos ver la feminización de Villaurrutia en Francesca de Rimini, se presenta una feminización críptica del yo lírico. No estaría citando a Dante, como se lee tradicionalmente, sino que estaría citando a Francesca e identificándose con ella, y contándonos, tal vez, de un amor adúltero, entre cuñados; estirando así la tradición literaria para llevarla a la confidencia íntima.
 
5.      Conclusiones
 
Esta relación de amistad fue un intercambio entre pares, y fue también muy productiva en términos poéticos y experienciales, es decir, para la vida y para la literatura, puesto que su cercanía favoreció rutas expresivas, maneras de vivirse y afeminarse que fueron descubriendo y construyendo juntos. Forman una familia textual que es importante leer a partir del diálogo, a partir de su confidencia. Sus estrategias fueron encarnadas y vivas, como su amistad y su poesía. Establecen un código complejo porque no sólo importa la heterodoxia sexual, sino la intimidad literaria y sus transgresiones y metáforas para adentrarnos en él. Ambos encriptan el yo tex­25 Cañedo, C. Estudios LGBTIQ+ Comunicación y Cultura 2(1) 2022: 17-25 tual feminizándolo. La historia de sus primeros años juntos nos revela una dinámica complementaria. Un in­tercambio que produce intimidad y literatura. Juntos logran afeminar muchos códigos de la tradición literaria y fundar una «jota», de acuerdo con Hoyos (2016).
 
Las tensiones y negociaciones que exploramos de esa amistad fueron hechas no con la homosexualidad como identidad política, sino con el afeminamiento como estrategia de transformación de espacios físicos y simbólicos. Me parece sugerente leer y pensar los espacios de esa amistad para analizar la producción textual tanto de Novo como de Villaurrutia. Conjeturo que no sólo habrá espacios textuales que podemos leer como escondites y sub-entendimientos del afeminamiento en la poesía de ambos, sino en sus cartas, memorias, reseñas, crónicas y artículos.
 
Entre ambos poetas hay una colaboración social del espacio (Álvarez, 2010) que en este caso lo transfor­man afeminándolo desde un código del escondite (Novo) y del sub-entendimiento (Villaurrutia). Novo escon­de a la manera de los mejores escondites: dejándolos a la vista. Villaurrutia subentiende capas de significación poética o más precisamente metafórica. Desde luego, ambos emplean las dos estrategias que de muchas formas construyeron juntos, en ese gran espacio de intimidad que fue su amistad de adolescencia y juventud. No será tan firme el diálogo ni el intercambio entre ellos en la década del 40, seguro por algún distanciamiento del que por ahora no me es posible dar pista. Después Villaurrutia muere en 1950 y simbólicamente, con su muerte, se va también para Novo el lugar seguro del escondite textual, el escondite afeminado y anal que quería ser des­cubierto por lectores cómplices.
 
6.      Fuentes de financiación
 
Este trabajo forma parte del proyecto de investigación «Memorias de las masculinidades disidentes en España e Hispanoamérica» (PID2019-106083GB-I00) del Ministerio de Ciencia e Innovación de España.
 
Referencias bibliográficas
 
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Graciasss/dx.doi.org/10.5209/eslg.79119




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