GEOGRAFÍA TRANS EN LATINOAMÉRICA


GEOGRAFÍA TRANS* EN LATINOAMÉRICA.
INTERSECCIONES Y HORIZONTES DE UN
PROGRAMA DE INVESTIGACIÓN EN
CONSTRUCCIÓN

Marce Joan Butierrez Universidad Nacional de Salta, Argentina.
Francisco Fernández Romero Universidad de Buenos Aires – CONICET
 
Recibido: 16 de julio de 2022.
Aceptado: 17 de abril de 2023.

Introducción
 
En las últimas décadas, en Latinoamérica, se han desarrollado distintos abordajes desde la geografía y otras disciplinas sociales con el objetivo de interpretar y superar las desigualdades espaciales vinculadas al género. Algunos de los desarrollos más importantes son las geografías de género, feministas, queer y de las sexualidades, que podrían ser campos fértiles para el desarrollo de investigaciones sobre las personas trans*,1 debido a su postulación del espacio como una dimensión clave en las relaciones de género. Sin embargo, por un lado, las geografías de género y feministas se han enfocado específica-mente en el sujeto mujer cis –es decir, las mujeres que no son trans– y en las relaciones de género entendidas dentro del binomio varones cis - mujeres cis.
 
Por otro lado, las geografías queer y de las sexualidades han abordado a los colectivos trans*, pero fre-cuentemente lo han hecho como si fueran una expresión más de la no-heterosexualidad, sin comprender la especificidad de la opresión cisexista experimentada por quienes viven en un género distinto al que les fue asignado al nacer.
 
A pesar de estas limitaciones, en este artículo comenzaremos por recuperar algunas discusiones de estas tradiciones intelectuales que se consideran antecedentes teóricos importantes para el posterior desarrollo de las geografías trans*. Seguidamente, se pre-sentará el campo de los estudios trans*, que ha surgido para saldar estas dificultades en el abordaje de las vidas trans* en distintas ciencias sociales y humanidades. Por último, se presentarán los cruces que ya se han comenzado a desarrollar entre la geografía y los estudios trans*, tanto dentro como fuera de la región, y se propondrán algunos linea-mientos a tener en cuenta para el desarrollo de una geografía trans* latinoamericana.
 
Antecedentes: geografías feministas, queer y de las sexualidades en Latinoamérica
 
En el último siglo, los estudios feministas se han abocado a la reflexión en torno al espacio. No es nueva la preocupación por explicar las dinámicas espaciales que constriñen a las mujeres y su sexualidad al espacio doméstico y de los cuidados, lo que evidencia que la desigualdad con los hombres no solo está producida en el campo de los discursos, sino también en las concreciones materiales del uso y estructuración del espacio. Para algunos estudios feministas, la cuestión de la espacialidad evidencia la conformación del capitalismo y el poder patriarcal al mismo tiempo, donde la expropiación de los saberes y los espacios de sociabilidad femeninos son constitutivos de un nuevo orden moral y sexual que privilegia a
 
1 Utilizamos el asterisco para señalar que al decir “trans” nos estamos refiriendo a una amplia pluralidad de experiencias, incluyendo tanto a quienes se identifican como varones o mujeres transexuales, transgénero o trans, como también a travestis, personas no binarias y otras identidades de género. Aunque existen diferencias geográficas, históricas, identitarias y de posición social entre quienes utilizan cada uno de estos términos, el punto en común es el vivir en un género distinto a aquel que le fue asignado al nacer.
 
los varones (Federici, 2016). Las luchas feministas de la segunda mitad del siglo XX pueden leerse en clave geográfica como disputas y reclamos por el libre acceso a espacios históricamente vedados, la libre circulación y desarrollo en espacios públicos, alejados de la noción del hogar como único espacio habilitado para el desarrollo de las mujeres.En Latinoamérica, en las últimas décadas se han desarrollado distintos abordajes desde la geografía y otras disciplinas sociales que tienen por objetivo interpretar estas des-igualdades espaciales y proponer formas de superarlas en la especificidad de nuestro continente.
 
De los múltiples desarrollos emergidos desde esta clave analítica latinoamericana, destacaremos aquí aquellos que luego reaparecen en las Geografías trans*. Uno de ellos es la noción de cuerpo/territorio, que propone una interpretación inter-seccional de la violencia contra las mujeres desde una clave decolonial, en la que el cuerpo y el territorio son interpretados como espacios de conquista y dominación del orden patriarcal, occidental y capitalista (Zaragocin y Caretta, 2021).
 
La noción de cuerpo/territorio ha permitido anudar las violencias ejercidas en el espacio a las que se intersectan en los cuerpos de las mujeres, entendiendo que ante el despojo de los territorios producto de la dominación colonial son los cuerpos el territorio último e íntimo sobre el que operan las violencias machistas (Segato, 2004). Pensar el cuerpo como territorio a construir, y del cual apropiarse, luego ha sido retomado para pensar las experiencias trans* (Torres Rodríguez, 2011; Butierrez, 2017).
 
Esta intersección de cuerpo y territorio ha sido fundamental también en la geografía feminista para pensar un conjunto de problemáticas en las que las violencias contra las mujeres son entendidas como parte de procesos que estructuran los desplazamientos espaciales, las migraciones y las experiencias de deterritorialización que las afectan. Una vasta bibliografía ha analizado los desplazamientos producidos a raíz de las transformaciones de los regímenes de tenencia de la tierra que afectan particularmente a mujeres campesinas, los modos en que los nuevos paradigmas del trabajo movilizan a las jóvenes a la ciudad y los potenciales peligros de las redes de trata para explotación laboral y/o sexual, las consecuencias de la degradación de los ecosistemas rurales tradicionales que devienen en migraciones en las que las mujeres cobran un rol funda-mental para la transmisión cultural, y las desterritorializaciones producto de violencias políticas.
 
Todos estos desarrollos en el campo de la geografía feminista se traducen además en recursos cartográficos en los que se representan las vulneraciones contra las mujeres, desde los sitios donde se expresan violencias institucionales hasta violencias extremas como los femicidios. Para conocer más sobre estos campos de investigación en Latinoamérica, se recomienda la compilación de Ibarra García y Escamilla Herrera ( 2022). Las preocupaciones en torno a la movilidad y a la representación cartográficas de las violencias han reaparecido posteriormente en el estudio de los desplazamientos y experiencias de gays y lesbianas, y más recientemente, de personas trans*.
 
Las últimas décadas del siglo XX, especialmente tras los movimientos de liberación sexual de los 70, significaron la apertura del feminismo a una pluralidad de sexualidades disidentes de la norma heterosexual. Los movimientos de gays y lesbianas, que en un principio se centraron en la lucha por los derechos civiles, se incorporaron a la agenda feminista desde la comprensión de la violencia contra el colectivo LGBT como una forma más de la violencia machista.
 
Las reflexiones de los feminismos postestructuralistas permitieron entender cómo la violencia contra las mujeres y las disidencias sexuales son parte de una misma sanción moral contra el libre ejercicio de la sexualidad por fuera de lo que culturalmente se entendía como mandatos biológicos. La crítica queer a la diferencia sexual, junto con aportes del feminismo negro, fue la piedra angular para lograr la articulación de experiencias y la creación de un campo común de perspectivas para pensar la violencia machista entendiendo que la misma se halla en intersección con otros ejes de opresión tales como la heteronorma o el racismo (Prosser, 2006).
 
En esta línea, se profundizaron las reflexiones e investigaciones tendientes a pensar también la perspectiva espacial de las violencias contra el colectivo LGBTIQ+. Uno de los desafíos de esta geografía de las sexualidades ha sido la construcción de sus propios marcos analíticos, dada la insuficiencia de interpretar las experiencias de estos sujetos a partir de conceptualizaciones construidas para dilucidar las relaciones de poder entre mujeres y hombres heterosexuales son insuficientes para interpretar las experiencias de estos sujetos (Larreche, en prensa).
 
En la región, se han desarrollado diversas líneas de investigación centradas en los espacios de socialización gay y sus dinámicas. Aunque se han realizado investigaciones sobre los lugares de encuentros sexuales, los clubes nocturnos y las formas de organi-zación y activismos (Almeida, 2021; Larreche & Ercolani, 2019; Ramírez Arcos, 2014), existen más investigaciones sobre varones gays que las que atienden a las experiencias de lesbianas (algunos ejemplos de estas últimas se hallan en el dossier coordinado por Ferreira, Moreira y Lenzi, 2018, y más recientemente Quintana López, 2022).
 
Además, se han desarrollado trabajos que analizan las condiciones de vida en contextos de encierro, ámbitos educativos y otras instituciones en las que el régimen estructurado en la diferencia sexual se traduce en violencias para las sexualidades por fuera de la heteronorma (Almeida, 2020; Mendes & Silva, 2020; Souza & Feliciano, 2020). La cuestión trans* también ha sido abordada desde la geografía queer o de las sexualidades, enfocándose en temas como los espacios de oferta de sexo, las migraciones producto de la violencia y discriminación, los desplazamientos asociados al mercado sexual y las experiencias trans* dentro de instituciones de salud, educación o reclusión (Wright, 2010; Boy, 2015; Darouiche, 2021; Recalde Burgueño, 2020).
 
Sin embargo, aunque muchos de estos estudios brindan anticipaciones para pensar las dinámicas espaciales, oclusiones y experiencias de la población trans*, entendemos que existen diferencias en las perspectivas, metodologías y programas de investigación que merecen una reflexión y análisis mayor. Es por ello que a continuación desarrollaremos una síntesis de los desarrollos conceptuales emergidos de los estudios trans* y de algunas de sus nociones claves para inaugurar nuevas lecturas y desarrollos en el campo de la geografía, la antropología, los estudios sobre las movilidades y campos afines.
 
Entendemos que la relevancia de los activismos de travestis y personas trans* en la región y su creciente inserción en ámbitos académicos, conjugada con los esfuerzos de investigación de los estudios trans* en el mundo anglófono y en Latinoamérica, ameritan la configuración de nuevos campos con objetivos y agendas específicos para dialogar con la geografía feminista y de las sexualidades.
 
Estudios trans*
 
El campo de los estudios trans* ha tenido mayores desarrollos en los países del Norte global, principalmente en Estados Unidos, durante las últimas tres décadas. Uno de los textos que anticipa su conformación es “The Empire Strikes Back: A Posttranssexual Manifesto”, escrito en 1987 por Sandy Stone en respuesta a las críticas recibidas por los feminismos radicales, especialmente por Janice Raymond en “The Transsexual Empire: The Making of the She-Male” (1979).
 
El texto relata las múltiples prácticas de regulación sexual llevadas adelante por las disciplinas médicas en los tratamientos de personas transexuales y cómo estos han permeado la producción de los cuerpos y el deseo. Stone denuncia la necesidad de construir una voz propia, capaz de ir más allá de los diagnósticos y patologizaciones, con el fin de admitir una diversidad de encarnaciones, expresiones y elecciones para las personas transexuales. En el trabajo de Stone se hacen evidentes nociones centrales que permiten configurar las especificidades de una perspectiva trans*, entre ellas, la noción de cuerpo como espacio de producción cultural:
 
Los cuerpos son pantallas en las que vemos proyecciones de acuerdos temporales que  surgen  tras  luchas  incesantes  por  creencias  y  prácticas  dentro  de  las  comunidades  académicas  y  médicas.  Estas  luchas  se  desarrollan  en  campos  de batalla muy alejados del cuerpo. Cada lucha es un esfuerzo por lograr una posición hegemónica fundamentada en una profunda moralidad, llegar a una explicación de peso, incuestionable para entender por qué las cosas son como son  y,  en  consecuencia,  cómo  deben  seguir  siendo.  Es  decir,  con  cada  teoría  habla la cultura a través de la voz de un individuo. Los que no tienen voz dentro de esta teorización son los transexuales (Stone, 1992).
 
Esta interpretación del cuerpo como lugar de intersección de los discursos académicos, médicos y culturales, que varían en cada sociedad, en cada época y en cada espacio, es una de las premisas centrales de los estudios trans*. En las últimas décadas, este campo se ha configurado como un espacio de reflexiones emergidas desde las voces de personas trans* y como una articulación de las demandas de los activismos con los debates académicos, dando lugar a distintas investigaciones que abordan desde una mirada interdisciplinaria las experiencias trans* en distintos ámbitos (Fernández Romero, 2019a).
 
Muchas investigaciones se han propuesto revisar y desnaturalizar temas de investigación que han sido hasta la actualidad pensadas por otros campos de estudio sin tener en cuenta la existencia de las personas trans* ni cómo estas han sido el sujeto histórico y político de reificación de las nociones de que existen cuerpos y sexualidades “biológicas” y “normales” (Stryker et al., 2006).Sin embargo, aunque los estudios trans* valoran especialmente las voces y experiencias de las personas trans*, no se trata de un campo académico restringido a investigadorxs que se identifican como trans*.
 
Lo que los estudios trans* ofrecen es una perspectiva de análisis que desnaturaliza las ideas consolidadas en torno a la relación sexo-género-deseo, en donde la vivencia del cuerpo, su producción política y social y la conflictividad en torno a él son cuestiones fundamentales (Keegan, 2020). El campo no está delimitado por la identidad de género de sus investigadores, sino por la construcción de una perspectiva desde lo trans*, que haga foco en la población trans no solo como un simple “objeto de estudio”, sino como un sujeto coparticipante que ofrece a través de sus experiencias y saberes un enfoque analítico particular.
 
Por este último motivo, no todos los trabajos que se refieren a personas/población trans* son considerados parte de los estudios trans*, ya que existe una amplia producción -tanto en el pasado como en el presente- donde se habla de las experiencias trans* desde la exterioridad. De la misma manera, no se consideran estudios trans* aquellos realizados por personas trans* que hablan de temas ajenos a lo trans* o lo hacen desde una perspectiva teórica-epistemológica ajena a estas discusiones.
 
Los estudios trans* amplían la problematización sobre el binarismo sexual a otros terrenos, al incluir la cuestión del género como una experiencia encarnada y cuestionar aquellos enfoques de la teoría queer, que han pensado el género como una performance discursiva o asociada al disfraz. Algunxs teóricxs trans* llamaron la atención sobre el modo utilitario en que la teoría queer utilizó las experiencias trans* como meros testimonios para confirmar sus preocupaciones teóricas, sin profundizar en la complejidad que esas experiencias tienen en las vidas de las personas trans*, en sus vínculos sociales y su desarrollo en la sociedad (Prosser, 1998).
 
El acto de percibirse fuera de las identidades cis es complejo e íntimo, que no solo se produce con la palabra o adoptando una expresión de género ante la sociedad, sino que es un proceso en el que está involucrado el cuerpo, las emociones que de él emanan y las afectividades construidas en torno a él. Esta experiencia encarnada de lo trans* torna mucho más complejo lo que la teoría queer ha presentado inicialmente como una matriz construida culturalmente a través de actos performáticos.
 
Por otro lado, autores como Jay Prosser (1998) han criticado la teoría queer por con-siderar que la propuesta de integrar dentro de una misma conceptualización las diversas formas de disidencia a la norma heterosexual invisibiliza que dentro del amplio espectro de lo trans* existen personas que, lejos de manifestar disconformidad con los binarismos, han encontrado en ellos formas de afirmación de sus identidades.
 
A veces, simplemente se trata de construir una vida que pueda ser vivida apropiándose de las normas, usos y costumbres que regulan el género y la sexualidad en un grupo social. Más recientemente, se han realizado reflexiones similares en Argentina al analizar la historia del activismo transexual local (Butierrez, 2021). Estas críticas muestran la importancia de construir una perspectiva específica para abordar las cuestiones relacionadas con la experiencia trans*, desanudada de lo queer o de los estudios sobre sexualidades.
 
Si bien las experiencias de travestis, transexuales, transgéneros, personas no binarias, lesbianas, gays, bisexuales, etc., pueden compartir algunas experiencias y trayectorias signadas por estructuras represivas similares, no se pueden equiparar fácilmente las experiencias cis y trans. Algunos estudios, como el de la geógrafa Catherine Nash (2011), destacan cómo las personas trans* pueden ser segregadas de los espacios queer, lésbicos o gays. Además, estos ejemplos pueden ser útiles para comprender la segregación de las travestis y mujeres trans en los espacios de sociabilidad gay.
 
Los estudios trans* ahora
 
Los estudios trans* han logrado una inserción institucional sobre todo en los Estados Unidos, y más específicamente, en departamentos vinculados a los estudios feministas o queer, a los women’s studies o a los estudios culturales y literarios, generalmente dentro de facultades de humanidades (Keegan, 2018). Sin embargo, el pensamiento trans* también se ha desarrollado en otras regiones; más abajo sintetizamos sus tendencias en Latinoamérica, pero existen tradiciones de investigación afines en Europa Occidental, incluyendo España, Francia y Reino Unido, y en el Canadá anglófono y francófono.
 
Por otra parte, en los últimos años, ha habido una tendencia a ampliar los estudios trans* para incluir indagaciones de ciencias sociales y biomédicas, ya que las investigaciones que abordan las condiciones materiales de existencia de las personas trans* pueden contribuir a mejorar sus vidas cotidianas (Billard, Everhart y Zhang, 2022; aunque con antecedentes en Namaste, 2000). La geografía trans* resulta un ejemplo de este tipo de abordaje. Por ejemplo, se han investigado las prácticas espaciales que se llevan a cabo en el marco de las redes de cuidado internas a las comunidades trans* (Davenport, 2020). Y se han desarrollado métodos cuantitativos y cualitativos para evaluar la accesibilidad espacial a los servicios de salud trans-específicos (Everhart, 2022).2
 
Durante las últimas dos décadas, los estudios trans* han sido influenciados por activis-mos que han dado prominencia al término “cis”, surgido en los años noventa (Serano, 2007). Este concepto, que nombra lo opuesto a lo “trans” (es decir, a las personas que se identifican y/o viven en el género que le fue asignado al nacer), se ha popularizado en los últimos años como una estrategia intelectual y política para poner en evidencia cuán naturalizado ha estado en la sociedad el demarcar a las personas trans* como lo diferente y extraño, dando por sentado la existencia de una sexualidad e identidad entendida como “normal”.
 
El concepto contribuye a revelar que la coincidencia entre el sexo asignado al nacer, un determinado cuerpo y la identidad de género construida posteriormente en nuestras interacciones sociales no se trata de un destino biológico, sino de un esfuerzo social por disciplinar el cuerpo y la autopercepción de la identidad para hacerlo encajar en un modelo. El concepto “cis” demuestra el carácter construido de los cuerpos y las identidades sexo-genéricas justamente porque se trata del refuerzo efectivo de un dispositivo de biopoder naturalizado al extremo de no ser siquiera nombrado como tal.
 
Esta presunción de lo cis como el estándar normalizado en la sociedad ha llevado a la invisibilización histórica de las perspectivas y experiencias trans* en el desarrollo de investigaciones, debates intelectuales y proyectos políticos. El cisexismo, entendido como la matriz de acciones y discursos que establece la perspectiva de las personas cis como la medida justa de todas las cosas, ha contribuido a esta situación en detrimento de otras formas de agenciamiento del género y la identidad en la sociedad contemporánea (Serano, 2007). La crítica al cisexismo ha implicado que muchos debates, incluso dentro del campo de los estudios de género y sexualidades, deban actualizarse para comprender cómo las experiencias trans* están intersectadas en muchos otros campos de disputa en los que, hasta ahora, solo se ha problematizado a las mujeres o a los colectivos de gays y lesbianas, y por lo tanto, los principales ejes de opresión nombrados han sido el patriarcado, el sexismo y el heterosexismo.
 
Además, esta crítica ha posibilitado revisar cómo muchos programas políticos, acciones estatales y discusiones científicas se han generado teniendo en cuenta solo a sujetos cis y, por lo tanto, rara vez representan a los cuerpos y trayectorias de las poblaciones trans*. La noción de cisexismo, surgida del campo del pensamiento trans*, es un aporte fundamental para desnaturalizar los dispositivos culturales, académicos y políticos que establecen un mundo prolijamente ordenado según el sexo presuntamente biológico y organizado en un eje binario entre los polos de lo femenino y lo masculino.
 
2 Excede a los fines de este artículo desarrollar un estado de la cuestión completo de la geografía trans an-glosajona; para ello recomendamos consultar Browne, Nash y Hines (2010), Johnston (2016) y Todd (2021). Nótese que gran parte de la investigación al respecto se ha desarrollado en el Reino Unido. Por otra parte, en los últimos años, lxs investigadorxs trans han ganado protagonismo dentro la geografía trans del Norte global, de manera similar a lo que describiremos para Latinoamérica.
 
Los estudios trans* aquí
 
En Latinoamérica, los orígenes de los estudios trans* se pueden rastrear por lo menos a inicios del siglo XXI, aunque con una inserción institucional más precaria en com-paración con el mundo anglosajón3. En Argentina, por ejemplo, se han llevado a cabo intervenciones como el artículo “Un itinerario político del travestismo” de Lohana Berkins (2003) y las propuestas de Mauro Cabral sobre la ciudadanía (trans)sexual (2003). En la actualidad, encontramos diversas líneas de investigación desarrolladas principalmente por investigadorxs trans* o, en menor medida, por investigadorxs cis que se alinean con las propuestas del campo, en países como Argentina, Brasil, Chile, Colombia y México.
 
Algunas de ellas comparten preocupaciones con la literatura nor-teamericana y europea, mientras que en otras se traslucen más fuertemente las especificidades culturales y geopolíticas de la región; aunque en ambos casos son frecuentes los diálogos con los estudios trans* del Norte global. A continuación, enumeramos algunos de estos ejes de indagación solo como ejemplo, ya que una revisión sistemática completa excedería el alcance del presente artículo.
 
Desde la filosofía, se ha reflexionado sobre el estatus epistémico otorgado a las personas trans* en la niñez (Guerrero Mc Manus y Muñoz, 2018) y en la adultez (Radi, 2019), señalando las dificultades experimentadas por este colectivo para ser reconocidas como expertxs sobre sus propias vidas, tanto en la vida cotidiana como en el plano de la producción del conocimiento. En una línea similar, se han estudiado los obstáculos de las personas trans* para acceder a la educación superior o para insertarse como investigadorxs (Oliveira, 2020).
 
Otras investigaciones se han enfocado en el estatus otorgado a las personas trans* desde los discursos e instituciones biomédicas y jurídicas; en Argentina, por ejemplo, se ha sistematizado el camino hacia la despatologización trans, tema en el que la región ha sido vanguardia a nivel global (Cabral, 2012). Atendiendo a la localización geopolítica de la región, algunos trabajos se preguntan por el carácter colonial inherente a distintas lógicas hostiles a las personas trans*, como por ejemplo la normatividad cisgénero (Vergueiro Simakawa, 2015) o aquellas posturas feministas que niegan la agencia de las trabajadoras sexuales trans* latinoamericanas (Stabile, 2020).
 
Tres áreas específicas de investigación han estado ganando impulso en los últimos años. En primer lugar, se ha retomado el concepto de cisexismo para desplazar el foco de las personas trans* como “casos” extraordinarios para proceder a analizar cómo opera en distintos entornos la presuposición de que las personas deben vivir en el mismo género asignado al nacer opera en diferentes entornos, como en las representaciones mediáticas, (Disalvo, 2020) las políticas estatales de cuidado (Laterra, 2022), y las instituciones de salud (Millet, 2020) y educativas.
 
En segundo lugar, se ha comenzado a prestar una mayor atención a las experiencias transmasculinas; por ejemplo, en el contexto colombiano donde los hombres trans enfrentan obstáculos al no poseer la libreta militar esperada de todo ciudadano varón (Losada Castilla, 2020) o en Argentina, donde algunas masculinidades trans forman parte de la población sometida a un mayor control policial (Fabre, 2021). Se ha comenzado a historizar la existencia y el activismo transmasculino, especialmente en Brasil (Tedesco, 2022) pero también en otras áreas de Sudamérica (Fernández Romero y Mendieta, 2022); y a problematizar el acceso de los varones trans a sus derechos reproductivos (Mendieta y Vidal-Ortiz, 2021; Fernández Romero, 2021a).
 
En tercer lugar, en los últimos cinco años ha habido una proliferación de investigaciones sobre la historia y la memoria de la comunidad travesti/trans*, en particular sobre las violencias recibidas durante la última dictadura militar (Da Silva Catela y Wright, 2020; Simonetto y Butierrez, 2022; Rizki 2019; Correa et al., 2019).En el caso de Argentina, como hemos adelantado, desde temprano han surgido reflexiones sobre la identidad y política travesti (Berkins, 2003), con reformulaciones que continúan hasta la actualidad (Wayar, 2018) y algunos pocos esfuerzos por indagar en los enunciados políticos de las activistas transexuales en la segunda mitad del siglo XX (Butierrez, 2021).
 
En efecto, aunque en otros países de la región, como Brasil, las feminidades trans y travestis tienen alguna participación en los ámbitos académicos, en Argentina han logrado un enorme reconocimiento en el arte, la literatura, los activismos y la participación política, pero muy poca inserción en los espacios de producción académica. Si bien las comunidades travestis, su historia, las prácticas de memoria y sus narrativas activistas motorizan un gran número de investigaciones, pocas veces son vistas como algo más que un objeto de estudio.
 
Condiciones estructurales de desigual-dad económica y de acceso a la educación pública obstaculizan la presencia trans* en las universidades y, por ende, en los equipos de investigación; sumado a esto, prima una praxis cisexista en los estudios de género poco receptivos de las personas trans* cuando son la voz principal de sus propias metodologías, epistemologías y trabajos de investigación.
 
La teoría travesti/trans latinoamericana es un corpus político y teórico que consta de reflexiones donde las activistas travestis utilizan diversas herramientas discursivas para enfatizar tres conceptos clave: identidad, cuerpo y política transversal. La identidad es comprendida como un constructo social maleable que funciona como espacio político de demanda y experiencia de afirmación del deseo por fuera de la normatividad binaria.
 
Berkins señala con insistencia a la identidad travesti como un acuerdo temporal y permeable que surge como un espacio de afirmación política en determinados contextos, pero también como una forma de encarnar la experiencia autopercibida del género (J. Fernández, 2020). Sin embargo, el género no es pensado por las travestis como una mera percepción psíquica y emocional, sino como una experiencia encarnada y anclada en un cuerpo. Por ello, los horizontes de las políticas travestis y su perspectiva teórica travesti se conciben desde el cuerpo y a través de él, es decir poniendo énfasis en el deseo, la experiencia y las prácticas sociales concretas, más que en el mundo de lo discursivo.
 
Por último, la teoría travesti latinoamericana es una propuesta política transversal que contempla, desde el género, los múltiples sistemas de opresión racial, étnica, económica, colonial, etc., que afectan a la sociedad y que Wayar sintetiza bajo el término “hetero-winka-patriarcado” (Wayar, Aíta y Wortman, 2018).
 
Además de estas producciones de autoras trans*, existe un amplio abanico de producciones desarrolladas por investigadorxs cis en íntima relación con las comunidades trans, que pueden ser consideradas como antecedentes del campo de los estudios trans*. Por ejemplo, en Argentina, los trabajos de Cutuli e Insausti (Cutuli, 2013; Insausti, 2014; Insausti & Cutuli, 2014) giran en torno a los espacios de socialización comunes de gays, maricas y travestis; el trabajo de Ana Álvarez (2022, 2017, 2022b) se enfoca en la producción del cuerpo trans* y la gestión política del escándalo; las producciones de Salessi, Ben y Peralta (Ben, 2009; Peralta & Mérida Jiménez, 2015; Salessi, 2000) tratan sobre las experiencias homosexuales de principios del siglo, donde también se da cuenta de “varones que vestían atuendos femeninos” y los trabajos de Maffía y Fernández (Álvarez & Fernández, 2021; Fernández, 2004 y 2020; Maffía, 2003) abordan el activismo travesti en torno al inicio del siglo XXI.
 
Algunos trabajos más recientes dialogan explícitamente con los estudios trans*, como los de Farji (2022), que analiza las perspectivas sobre lo trans* en el campo de la salud y las repercusiones de estas sobre el colectivo, y de Simonetto (2023), que compila la experiencia histórica de travestis, transexuales y trans analizándolas en torno a la producción de sus corporalidades.
 
3 A pesar de esta tardía incorporación de las voces trans* a los círculos académicos, existe una amplia producción de memorias, biografías, relatos históricos, ensayos, novelas, cuentos, entrevistas, canciones, films y demás registros donde las personas trans* dejan testimonio de su reflexividad en torno a lo trans*. Sin embargo, en este apartado nos interesan las producciones académicas en torno al tema, muchas de la cuales están producidas a partir del enorme bagaje de escrituras y reflexiones previas llevadas adelantes por artistas y activistas trans*.

Cruces actuales entre geografía y estudios trans* en Latinoamérica
 
Aunque varias de las investigaciones mencionadas anteriormente son relevantes para la geografía, en esta sección nos enfocaremos en aquellas que se han posicionado explícitamente desde esta disciplina o en diálogo con ella. Algunas de las primeras producciones en esta línea corresponden a Martín Torres Rodríguez, quien realizó su tesis de maestría en la Universidade Estadual Paulista sobre las disputas cotidianas de las personas transexuales contra las relaciones de género hegemónicas en Santiago de Chile (2012). Luego, investigó sobre las mujeres trans privadas de su libertad, tema sobre el cual completó su doctorado.
 
Las investigaciones de Torres Rodríguez cuentan con antecedentes de algunos trabajos brasileños sobre las experiencias de mujeres trans (por ejemplo, Silva, 2008; Ornat, 2012), con cuyxs autorxs trabajó durante sus estudios de posgrado.
 
Fue solo a partir de finales de la segunda década del siglo que se observó una explosión de eventos científicos y publicaciones geográficas con la participación de investigadorxs trans, travestis y no binaries.
 
En esta nueva etapa, el diálogo con y entre geógrafxs trans* de diferentes puntos de Latinoamérica ha enriquecido los debates al incorporar discusiones provenientes de los estudios trans*, desplazando a las personas trans* del rol de objetos de investigación a la posición de sujetos de conocimiento e interlocutores intelectuales. Al mismo tiempo, se contribuye desde la propia disciplina al campo más amplio de los estudios trans*.
 
Varias instancias regionales de producción colectiva reflejan esta situación y, al mismo tiempo, han servido para establecer redes para el trabajo conjunto. En 2021, lxs autores de este artículo, junto con Torres Rodríguez, organizamos una mesa de “Geografías trans, travestis y no binarias” en el Encuentro de Geografías de América Latina, que se llevó a cabo de manera virtual en la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina. Este espacio se constituyó como un ámbito rico para el intercambio entre investigadorxs formadxs y en formación de distintas disciplinas sociales y humanísticas de Argentina, Brasil, Chile y Colombia, en su mayoría trans*.
 
Durante dos días, se presentaron traba-jos que analizan las experiencias trans* en contextos educativos, religiosos y de salud, poniendo énfasis en cómo la presencia de personas trans* interrumpe la espacialidad y es leída como sorpresiva e incómoda debido a que pone en cuestión el binarismo cis tradicional de las instituciones. En otras ponencias, se presentaron iniciativas activistas de la región que buscan construir información geográfica sobre recursos disponibles para la población trans*.
 
Un último conjunto de trabajos se centró en las experiencias trans* y travestis fuera de los espacios urbanos, planteando la necesidad de incorporar estas perspectivas no metropolitanas en la construcción de políticas y narrativas históricas sobre lo trans*. Otra instancia clave para el encuentro transnacional entre investigadorxs lesbianas, gays, bisexuales y, especialmente, trans* han sido los últimos Seminarios Latinoamericanos de Geografía, Género y Sexualidades.
 
Un número especial de la Revista Latino-americana de Geografia e Gênero sobre masculinidades trans constituye otro ejemplo de producción colectiva transnacional en la región (Fernández Romero, Torres y Lenzi, 2021). Allí se evidencia la consolidación de lxs investigadorxs trans* a lo largo de Latinoamérica, ya que lxs editores, autorxs y evaluadorxs del dossier, provenientes de Argentina, Brasil, Chile, Colombia y México, fueron en su mayoría personas trans*.
 
Los artículos abordan la experiencia de los varones trans desde una dimensión espacial en distintos contextos, como los entornos virtuales (Oviedo Castrillón, 2021, y Torres Rodríguez, San Martín y Ríos, 2021) y los espacios rurales o urbanos (Franquelli, 2021; Sánchez Abúndez, 2021). Otros artículos del número focalizan en ámbitos específicos, como la religión afrobrasileña del candomblé (Lemos, 2021) o el contexto político dictatorial y postdictatorial chileno (Rodríguez Merino, 2021).
 
Más arriba afirmábamos que lxs geógrafxs trans* realizan aportes a los estudios trans* más amplios; en este dossier, por ejemplo, Torres Rodríguez (2021) contribuye a problematizar desde una perspectiva interseccional la suposición de que los varones trans solamente ganan privilegios con su transición.
 
Este número especial tuvo como antecedente otro anterior, también publicado en la Revista Latino-americana de Geografia e Gênero, que fue una colaboración entre la Associação Nacional de Travestis e Transexuais do Brasil (ANTRA) y un conjunto de investigadorxs cis para generar una serie de artículos que pusieran en valor los saberes del activismo travesti y transexual brasileño (Benevides y Lee, 2018).
 
En el mismo dossier se visibilizaron las trayectorias de algunas mujeres trans que ejercen como profesoras e investigadoras en diversas disciplinas, lo cual es notable en Brasil, donde hay un número relativamente alto de personas trans* en estas áreas. Varias geógrafas travestis y trans de dicho país se han abocado a ejercer e investigar sobre la docencia en el nivel medio.
 
Por ejemplo, Sayonara Nogueira y Rebecka da França han analiza-do la importancia del uso del “nombre social” en las escuelas, dado que la legislación nacional dificulta el cambio del nombre en los documentos oficiales (Nogueira, Araújo y França, 2017); y como parte del Instituto Brasileiro Trans de Educação, Nogueira ha producido un informe sobre la exclusión educativa de este colectivo (Cantelli et al., 2019).
 
Pero estas investigadoras también han abordado otros temas, tanto en ámbitos académicos como en coproducción con organizaciones trans*; como por ejemplo, la violencia contra las personas trans* o contra las personas LGBT en general (Araújo, Silva Júnior y França, 2020; Benevides y Nogueira, 2021) y las experiencias de las comunidades trans* frente a la pandemia de COVID-19 (Silva, Oliveira y França, 2020).
 
Durante la pandemia de COVID-19 en 2020, se llevaron a cabo algunos mapeos de la situación trans* en Argentina, en donde se registraron las percepciones y desafíos comunitarios experimentados por las medidas de aislamiento. Algunos de estos trabajos estuvieron enfocados en las regiones no metropolitanas y problematizaron la desigualdad geográfica de acceso a la salud, como por ejemplo el trabajo presentado por Acosta y Butierrez en las XIV Jornadas de Debate Interdisciplinario en Salud y Población sobre las dificultades experimentadas por las comunidades trans* de Orán, Tartagal y Cafayate, tres ciudades intermedias de la provincia de Salta (Acosta y Butierrez, 2020).
 
Además, uno de los proyectos más importantes de monitoreo de políticas durante la pandemia que afectaron a la población LGBTIQNB se realizó desde el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) con lxs investigadorxs travesti y trans Thiago Galván, Sebastián Zocayki y Quimey Ramos. Este monitoreo se realizó a través de entrevistas con personas trans* de todo el territorio nacional. Lxs autorxs continúan la tradición de relevamientos empíricos sobre la población trans* liderados desde esta misma comunidad, iniciada con “La gesta del nombre propio” (Berkins y J. Fernández, 2005), y que cada vez más cuentan con la participación de personas trans* profesionales.
 
Por último, deseamos hacer referencia a nuestras propias investigaciones, no con el fin de proponerlas como modelos paradigmáticos de la geografía trans* latinoamericana -que deberá ser plural y situada en cada contexto-, sino para mostrar de forma algo más detallada dos ejemplos de las temáticas y perspectivas trabajadas.
 
Desde un enfoque que mixtura la antropología, la geografía y los estudios sobre la movilidad, Butierrez ha presentado varios trabajos que problematizan las migraciones y prácticas espaciales y de movilidad de personas trans*. Algunos de sus trabajos están centrados en las prácticas de movilidad de las travestis del Valle Calchaquí, una región al norte de Argentina, a través de las cuales las travestis acceden a fuentes laborales, vínculos de sociabilidad entre ellas y tecnologías médicas para la encarnación de sus corporalidades deseadas (Butierrez, 2017a, 2017b, 2018, 2019).
 
En sus trabajos se evidencia que los movimientos a través del espacio son multidireccionales, animados por diversos factores y entramados con el deseo de construirse identitaria y corporalmente como mujeres trans y/o travestis. En otros trabajos más recientes, Butierrez aborda las prácticas de movilidad de travestis y transexuales en el Cono Sur de Latinoamérica, motivada por las restricciones jurídicas a las intervenciones de “cambio de sexo” y las normativas policiales que perseguían el uso de ropa del sexo contrario y la oferta sexual (Butierrez, 2022).
 
Desde un abordaje archivístico que entrelaza la historia, la movilidad y la geografía, reconstruye las formas en que circularon las poblaciones de travestis y transexuales, pero también cómo se pusieron en circulación categorías políticas y saberes sobre el cuerpo. Por su parte, a lo largo de los últimos años, Fernández Romero (2019a y 2019b) viene buscando comprender cómo el cisexismo se materializa en y a través de la dimensión espacial.
 
Es decir, cómo los espacios se producen cotidianamente a partir de la presunción de cisexualidad de sus habitantes y usuarixs, y a la vez cómo la dimensión espacial es un sitio donde se reproducen -o eventualmente se cuestionan- las desigualdades vividas por las personas trans*. Como parte de su investigación doctoral en geografía, ha analizado la exclusión de las personas trans* en los espacios públicos de Buenos Aires; sobre todo, de las feminidades trans, quienes históricamente han sido objeto sistemático de una persecución policial que crecientemente se focaliza en aquellas que son trabajadoras sexuales, migrantes, racializadas y/o de sectores populares (su otro estudio de caso analiza la exclusión capacitista de las personas con discapacidad en el mismo ámbito).
 
Este autor también repone cómo, a través de la organización política y las resistencias cotidianas, las travestis y mujeres trans han cuestionado y, hasta cierto punto, han transformado las normativas y prácticas estatales de regulación del espacio público, que son cisexistas pero también se hallan atravesadas por otros ejes de opresión (Fernández Romero, 2023).
 
Hacia una geografía trans* latinoamericana
 
Hasta aquí hemos mencionado algunos primeros trabajos de investigación que abordan un cruce interdisciplinario entre la geografía, los estudios trans*, la antropología, la historia, la ciencia política y otras disciplinas. Algunos con mayor profundidad que otros han introducido la cuestión de la espacialidad en los análisis realizados, apun-tando a pensar las experiencias trans* en términos de prácticas situadas en un lugar específico.
 
Sin embargo, consideramos que el campo de la geografía trans* se encuentra aún en formación y es principalmente por ello que estimamos importante partir de un relevamiento de trabajos y experiencias entre las cuales existen intereses en común. También por esto es que en este texto reconstruimos una genealogía del campo en el que abrevan el legado de la geografía feminista y de las sexualidades, los estudios queer y trans* y el pensamiento travesti trans latinoamericano emergido de los activismos.
 
La geografía es una disciplina cuyo enfoque privilegia el análisis de la dimensión espacial y pone atención a cómo los lugares y las prácticas espaciales tienen un rol productivo en lo social. No interesa tanto el espacio en tanto escenario donde se producen los fenómenos sociales sino su carácter protagónico, su capacidad de dar forma a lo que los sujetos experimentan. Por ello, encontramos en la geografía una disciplina que permitiría una lectura mucho más compleja de lo que vivencia la comunidad trans*, de las violencias que emergen del ordenamiento cisheteropatriarcal de la sociedad y de las estrategias construidas para resistirlas.
 
Pensar los espacios en los que se desarrollan y han desarrollado las vidas de travestis, transexuales, personas trans y no binarixs es útil, pero mucho más si logramos construir una problematización sobre cómo esos espacios habitados se hacen carne, disciplinan, constriñen la experiencia trans* o bien admiten resquicios donde lo trans* se hace posible.
 
Desde nuestras trayectorias académicas en constante vínculo con la geografía y los estudios trans*, hemos observado que existe un creciente interés en fortalecer un campo de estudios que se ocupe de las prácticas espaciales y de movilidad de las comunidades trans*, y de los modos en que el espacio participa de la reproducción del cisexismo. Existen trabajos que se ocupan de analizar distintas experiencias trans* en lugares, lo que podríamos sintetizar en el axioma sujeto-conflicto-espacio.
 
Si bien esto introduce una problematización sobre el espacio, lo deja en un lugar subsidiario, considerándolo como el escenario, el entorno, el contexto que rodea al problema y a los sujetos. Este enfoque se refleja en algunos de los debates que hemos presenciado en mesas de trabajo, paneles y otras instancias de diálogo, en las que el énfasis se coloca a menudo en las experiencias de los sujetos y/o comunidades trans* en lugar de en la espacialidad en la que se desarrollan dichas experiencias.
 
Por lo tanto, uno de los horizontes que consideramos importantes para fortalecer el campo de la geografía trans* es la inversión de este axioma sujeto-conflicto-espacio por uno donde la espacialidad sea un aspecto nodal en torno al que se estructure el análisis de la conflictividad experimentada por los sujetos: un axioma espacio-conflicto-sujeto. Esta inversión en los enfoques además permitiría construir saberes científicos enfocados en las prácticas materiales concretas, lo cual es crucial en los estudios trans*.
 
Hasta aquí, muchos de los enfoques y problematizaciones han sido abordados desde análisis de los discursos o de las representaciones, que, si bien produjeron conceptos de enorme utilidad para pensar las experiencias trans*, no siempre son explicativas ni funcionan en todos los contextos. El foco en las prácticas situadas permite observar las intersecciones entre el cisexismo y otros ejes de opresión en la vivencia encarnada de los sujetos, así como su capacidad de agencia, estrategias y capacidad de inventar nuevas formas de existir en el mundo, de las cuales puede emerger un proyecto político de resolución colectiva.
 
Además, existen muchos conceptos y propuestas analíticas que han sido importados de los estudios trans* del Norte global, y aunque pueden tener expresiones locales, podrían tener mayor capacidad explicativa si se situaran en nuestros contextos regionales a través de un enfoque geográfico. No se trata de negar las producciones actuales, sino de revisarlas a la luz de lo que las comunidades hacen, sus trayectorias y narrativas locales, y sus intervenciones y estrategias materiales y simbólicas concretas.
 
Por otra parte, entendemos que la geografía trans* va más allá de los diálogos acadé-micos y que debe producirse en relación a los saberes emergidos de los activismos y reflexiones de las personas trans* sin perder una perspectiva crítica. Es importante que las investigaciones sean de utilidad principalmente para las comunidades travestis, trans y no binarixs antes que a las comunidades académicas cuyas preocupaciones muchas veces son más de orden teórico que sociopolíticas.
 
Tal como hemos señalado en este texto, muchas de las nociones que hoy los estudios trans* utilizan para pensar sus problemas de investigación han sido construidos primeramente por los activismos y las comunidades trans* organizadas, y no reconocer esa genealogía conceptual es un tipo de extractivismo académico. Una geografía trans* debe ser el resultado de diálogos fluidos y participaciones recíprocas, en los que tanto el campo académico como las comunidades se fortalezcan mutuamente.
 
También es importante considerar que, en algunos casos, la mejor explicación de un fenómeno social puede ser aquella que se cons-truye con los saberes locales, antes que la imposición de categorías analíticas externas. Todo esto, claro, sin perjuicio de la actitud crítica propia de las disciplinas científicas, que permite cuestionar narrativas y discursos sesgados por procesos políticos.
 
Parte del compromiso comunitario en investigaciones coparticipativas y respetuosas implica abordar una cuestión sensible y siempre polémica: si las personas cis pueden participar de una perspectiva trans*. En nuestra opinión, cis y trans son categorías ana-líticas que han sido utilizadas para ordenar y nombrar trayectorias y experiencias entre las cuales existen diferencias materiales concretas, pero que en absoluto representan identidades esencializadas.
 
Por lo tanto, las puertas de la geografía trans* están abiertas a todas las personas cuyos intereses de investigación sean genuinos y comprometidos con las personas trans*. Una parte central de este trabajo es delinear un programa de investigación que caracterice a la geografía trans* y sin dudas pretendemos que sea un campo abierto a todas las voces que ajusten sus intereses a los lineamientos éticos,
metodológicos y epistémicos que hemos desarrollado a lo largo de este artículo.
 
Asimismo, consideramos que lxs investigadores trans* deberían poder trabajar en cualquier otro campo científico y no ser compulsivamente asignadxs de manera compulsiva a los estudios de género, sexualidades o trans*, únicamente en función de su adscripción identitaria. Si bien entendemos que la experiencia personal a menudo tiene un valor singular en la construcción de nuestros proyectos de investigación, no consideramos apropiada la práctica extendida de relegar a ciertos sujetos racializados y generizados a determinadas disciplinas.
 
En línea con lo anterior, nuestra propuesta de desarrollo de una geografía trans no implica restringir la investigación sobre las personas trans a esta área específica de la disciplina. Por el contrario, dado que las personas trans* somos parte de la sociedad en general, es necesario que nuestra existencia sea tenida en cuenta de manera transversal.
 
Por ejemplo, las geografías feministas o de género, que suelen enfocarse en las mujeres cis, podrían beneficiarse estudiando las experiencias de las mujeres en toda su diversidad, lo cual ya hacen al considerar de manera interseccional las vivencias de mujeres con todas sus diferencias étnicorraciales, de clase, de (dis)capacidad, etc., a lo que podrían sumarse distintos sexos asignados al nacer.
 
De manera similar, las geografías de las masculinidades, que tienden a asumir que todos los varones son cis, podrían beneficiarse de incluir las experiencias de los hombres trans y otras personas transmasculinas. En casi cualquier proceso migratorio, urbano, socioambiental, de movilidad, etc. existen personas trans* y es necesario que las respectivas investigaciones geográficas lo tengan en cuenta.
 
Finalmente, para que sea posible la participación de las personas trans en la geografía y en cualquier otra disciplina científica, es fundamental revisar las condiciones cisexis-tas de acceso a la universidad y a los ámbitos de producción de conocimiento. Incluso en países como Argentina, donde existe una Ley de Identidad de Género que exige el reconocimiento institucional del nombre y género propio de cada persona, es frecuente que lxs estudiantes, docentes e investigadorxs trans encuentren obstáculos para hacer valer este derecho en una variedad de contextos, como sus facultades, institutos de investigación, entidades financiadoras, concursos docentes y publicaciones científicas.
 
Aunque esta es una enumeración veloz, detrás de cada una de las instancias mencio-nadas existen historias de colegas que han sido mal-nombradxs, mal-generizadxs, o cuyas postulaciones han sido rechazadas por motivos explícitamente cisexistas. Si bien la comunidad académica no puede influir directamente sobre las condiciones estruc-turales que oprimen a las personas trans, instamos a nuestrxs colegas a apoyar a sus compañerxs trans* y a trabajar en pos de crear lugares de trabajo libres de cisexismo.

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