"DE CÓMO SER UNA VERDADERA
LOCA". GRUPO DE ACCIÓN GAY Y LA REVISTA SODOMA COMO GEOGRAFÍAS FICCIONALES DE LA
UTOPÍA
MARICA.
Nicolas Cuello y Francisco Lemus.
Cita: Nicolas Cuello y Francisco Lemus (2016). De cómo ser una verdadera loca. Grupo de Acción Gay y la revista Sodoma como geografías ficcionales de la utopía marica. Badebec, 6 (1), 250-275.
Dirección estable: https://www.aacademica.org/nicolascuello/19
ARK: https://n2t.net/ark:/13683/p3sB/PrV
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.
Para ver una copia de esta licencia, visite https://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/4.0/deed.es.
Acta Académica es un proyecto académico sin fines de lucro enmarcado en la iniciativa de acceso abierto. Acta Académica fue creado para facilitar a investigadores de todo el mundo el compartir su producción académica. Para crear un perfil gratuitamente o acceder a otros trabajos visite: https://www.aacademica.org.
“De cómo ser una verdadera loca”. Grupo de Acción Gay y la revista Sodoma como geografías ficcionales de la utopía marica1
Nicolás Cuello
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas / IIGG-UBA cuellonicolas@hotmail.com
Francisco Lemus
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas / IIAC-UNTREF
franlemus09@gmail.com
Resumen:
Este trabajo reflexiona sobre la potencialidad crítica encauzada en las prácticas poético-políticas del Grupo de Acción Gay, a principios de los ochenta en Buenos Aires, a partir del análisis de recursos discursivos y visuales materializados en sus diferentes plataformas comunicativas (volantes políticos, revistas, invitaciones a fiestas y banderas). En estos dispositivos de enunciación reconocemos tráficos, usos desviados y contaminaciones –que elegimos llamar montajes maricas– a los imaginarios heteronormados de la política, por un lado, y, por el otro, a los procesos de institucionalización del activismo gay de la posdictadura.
Palabras claves: Posdictadura – Activismo Gay – Contracultura
1 Nicolás Cuello es Profesor en Historia de las Artes por la Universidad Nacional de la Plata. Allí mismo cursó la Maestría en Estética y Teoría de las Artes. Es secretario de la Cátedra Libre de Políticas Sexuales en la misma institución. Es integrante del proyecto de investigación “Genealogías críticas de las desobediencias sexuales desde el sur” dirigido por Fernando Davis en el LABIAL (FBA-UNLP). Actualmente se desempeña como Becario Doctoral del CONICET y cursa el doctorado en Ciencias Sociales en la Universidad Nacional de Buenos Aires con el proyecto “Visualidades críticas: activismos artísticos y políticas sexuales en Argentina (1997-2012)”, radicado en el Instituto de Investigaciones “Gino Germani” (UBA).
Francisco Lemus es Profesor en Historia de las Artes Visuales por la Universidad Nacional de La Plata y Magister en Curaduría en Artes Visuales por la Universidad Nacional de Tres de Febrero. Es integrante del proyecto de investigación “Genealogías críticas de las desobediencias sexuales desde el sur" dirigido por Fernando Davis en el LABIAL (FBA-UNLP). Actualmente se desempeña como Becario Doctoral del CONICET y cursa el Doctorado en Teoría Comparada de las Artes de la UNTREF con el proyecto “Imágenes disidentes. Artes visuales y formas de subjetivación gay (1989-1997)”, radicado en el Instituto de Investigación en Arte y Cultura “Dr. Norberto Griffa” (UNTREF). A su vez, es docente de la Maestría en Estudios y Políticas de Género de la UNTREF.
Badebec - VOL. 6 N° 11 (Septiembre 2016) ISSN 1853-9580/ Nicolás Cuello y Francisco Lemus
Introducción
Hacia 1982, comenzó a gestarse de manera clandestina en la ciudad de Buenos Aires un grupo de alianzas sexo-políticas que, en 1983, darían lugar a la formación del Grupo de Acción Gay (GAG). Tomando como punto de partida sus diferentes intervenciones en la emergente cartografía política de la posdictadura argentina, nos interesa reflexionar sobre la potencialidad crítica de los sentidos movilizados por sus prácticas a partir del análisis de los recursos, tanto discursivos como visuales, materializados en sus diferentes plataformas comunicativas: volantes políticos, revistas, invitaciones a fiestas y banderas. En estos dispositivos poéticos-políticos de enunciación reconocemos que se proponen tráficos, usos desviados y contaminaciones, por un lado, a los imaginarios heteronormados de la política –incluyendo la de izquierda– y, por el otro, a los procesos de institucionalización del activismo gay de los años ochenta –incorporando las críticas hacia la homonormatividad en este debate.
Entendemos estos procedimientos como montajes maricas, estrategias de imaginación política que yuxtaponen, en clave camp, signos de la cultura de masas (cine, historietas, pornografía, rock, punk, etc.), presionando de manera afirmativa sobre la potencialidad disruptiva de la alteridad que representan ciertas existencias corporales y prácticas sexuales donde comienzan a diagramarse políticas de resistencia frente al llamado asimilacionista de la homosexualidad en la incipiente democracia neoliberal.
Hacia un mapa de la desviación: redes, conexiones e influencias en la genealogía crítica del Grupo de Acción Gay
En los márgenes de la coyuntura nacionalista que generó la guerra por la soberanía de las Islas Malvinas frente a Inglaterra en 1982 –tanto en el orden institucional y partidario como en la ciudadanía–, Buenos Aires y otras ciudades del país, en el último tramo de la dictadura cívico-militar (1976-1983), 2 comenzaron a experimentar el desarrollo de diferentes plataformas de activación política. En este sentido, la apertura democrática3 propició un contexto en el cual fue posible volver a encauzar las líneas de una genealogía de activismo sexopolítico iniciado entre finales de los años sesenta y setenta, perseguida, interrumpida e invisibilizada por la represión de la dictadura.
2 El 24 de marzo de 1976, fue derrocado a través de un golpe de Estado el gobierno de Isabel Martínez de Perón, quien había asumido a la presidencia luego del fallecimiento de su marido, Juan Domingo Perón, en julio de 1974. Una junta de comandantes golpistas liderada por jefes de las tres fuerzas armadas Jorge Rafael Videla, Emilio E. Massera y Orlando R. Agosti, se autoproclamó como “órgano supremo del Estado” dando inicio al llamado Proceso de Reorganización Nacional. En concordancia con otras dictaduras de América Latina, desde el plano constitucional se restringieron y anularon los organismos de la democracia representativa y se llevó adelante un plan sistemático de control, censura, secuestro y asesinato de personas. 3 Encabezada por el presidente electo por la Unión Cívica Radical, Raúl Alfonsín (1983-1989). 4 Entre ellos Nuestro Mundo, Eros, Profesionales, Safo (grupo de lesbianas), Bandera Negra (anarquistas), Emanuel (cristianos) y Católicos Homosexuales Argentinos. Existe un conjunto amplio de investigaciones, muchas de ellas en curso, que abordan la compleja historia de las experiencias de organización porlitica en torno a la sexualidad desde los años ‘70. Hasta el momento, cabe señalar que de estos grupos, son Nuevo Mundo y Eros quienes han recibido una atencion diferencial en torno a las agencias que derivan de sus vinculaciones. El primero, fundado en 1967 por el ex militante del Partido Comunista, Héctor Anabitarte, durante la dictadura del general Juan Carlos Onganía e integrado por sindicalistas homosexuales y comunistas de clase obrera y, el segundo, creado en 1971, conformado por estudiantes universitarios de orientación revolucionaria anarquista, liderado por Néstor Perlongher. En paralelo a la incorporación de intelectuales a Nuevo Mundo, los miembros de Eros también se incorporaron pero lograron modificar la estructura de la organización en términos de horizontalidad y antiautoritarismo, dando lugar al FLH. Estos cambios pusieron en relieve dos vertientes en constante tensión, la reformista –liderada por Anabitarte– y la anarco-trotskista – liderada por Perlongher– (Rapisardi y Moderalli; Palmeiro). 5 La Alianza Anticomunista Argentina (AAA), comunmente conocida como la Triple A, fue un grupo parapolicial terrorista de extrema derecha del peronismo. Entre 1973 y 1975, período que comprende tres presidencias Héctor J. Cámpora (1973), Juan Domingo Perón (1973-1974) e Isabel Martínez de Perón (1974-1975), la Triple A fue liderada por José López Rega, ministro de Bienestar Social. 6 Los números completos de la revista Somos y los materiales editados como separatas producidos por el FLH se pueden consultar online en el Portal de Revistas Latinoamericanas del CeDInCI "America lee": http://americalee.cedinci.org/portfolio-items/somos/
Entre ellas, agrupaciones como Nuestro Mundo, creada en 1967 (Figari), Frente de Liberación Homosexual (FLH, 1971-1975), Grupo de Política Sexual (1972) y aquellas vinculadas al activismo feminista, como la Unión Feminista Argentina (1970) y el Movimiento de Liberación Feminista (1972) (Trebisacce). Creado en 1971, en el FLH convergieron diferentes grupos de activismo sexual4 y hasta 1975, año de su disolución a causa de las persecuciones iniciadas por la Triple A,5 editó la revista Somos junto al periódico Homosexuales (1973) –un único número donde fue presentado el texto “Homosexualidad masculina y machismo”– y el panfleto titulado “Sexo y revolución” (1973). 6 En estos documentos, donde se proclama la necesidad de integrar la liberación sexual en la revolución social, se evidencian las lecturas de Herbert Marcuse, Michel
Foucault, Gilles Deleuze y Félix Guattari y, desde ya, Guy Hocquenghem, autor de El deseo homosexual (1972)7 y uno de los principales integrantes del Frente Homosexual de Acción Revolucionaria (1971-1976) en Francia (Bellucci y Palmeiro); es decir, planteos teóricos y políticos que pusieron en jaque la matriz heteronormada de la acción político revolucionaria. Estas ideas tuvieron eco en el activismo sexo-político latinoamericano a causa del impacto generado por las políticas de “reeducación” de homosexuales en campos de trabajo forzado durante los primeros años de la Revolución Cubana (Perlongher “Réquiem por unos pájaros”).
A su vez esta crítica encontró un lugar en el campo político local, a partir de la ruptura del FLH con la organización peronista revolucionaria Montoneros –influenciada por el conservadurismo ascendente de los últimos gobiernos peronistas hasta el avance del terrorismo de Estado en manos de la Triple A–, que implicó el recrudecimiento de la represión contra la homosexuales (Insausti). Sumado a esto, la regulación interna de la homosexualidad por parte de las organizaciones armadas de izquierda generó conflictividad en las luchas políticas de la década del setenta. Desde ya vale recordar la postergación de las reivindicaciones político-sexuales, entendidas muchas veces como “luchas parciales” por parte de la izquierda en detrimento y preponderación de una lucha partidaria unívoca.
No obstante, mientras algunos activistas mantuvieron complicidades estratégicas y adscripciones fluctuantes con la izquierda durante la posdictadura, la irrupción de autores inscriptos en el posestructuralismo, la vuelta de intelectuales y militantes exiliados y la mirada crítica de las redacciones independientes como El Porteño (1982-1993) y Cerdos y Peces (1984- 1998) generaron, de manera acelerada, nuevas imágenes para la construcción de horizontes políticos diferenciales. De esta manera, comenzaron a formularse otras estrategias de activación no tan vinculadas al ejercicio tradicional de la política, sino a nuevas formas de autonomización (Guattari y Rolnik) capaces de insertarse en las relaciones de fuerza a través de fugas y alianzas micropolíticas entre grupos feministas, gays y travestis, organizaciones de derechos humanos –como Madres de Plaza de Mayo–, movimientos contraculturales y espacios vinculados a la experimentación artística.
7 Este libro fue editado en Argentina bajo el título Homosexualidad y sociedad represiva por la editorial Granica en 1974. Los intereses de esta editorial en la publicación de materiales críticos y en la gestión de espacios públicos de discusión sobre políticas sexuales venían de larga data. En mayo de 1972, Miguel Grinberg organizó una mesa auspiciada por la revista 2001 –hasta el momento dedicada a la ufología y fenómenos paranormales– bajo el título “Sexo y liberación” (publicado como dossier en el número 45 de la revista 2001) en las instalaciones de la editorial Es importante recuperar este tránsito, ya que en esta actividad coincidieron quienes poco tiempo después formaron el Grupo de Política Sexual, véase Gasparri.
Este proceso, que produjo modalidades alternativas de lucha, tiene su matriz en la renovación e independencia de las utopías difundidas por la revolución armada. Así, el escenario político del activismo se vio transformado por un proceso de singularización donde nuevas referencias prácticas y teóricas fueron puestas en marcha para hacer frente a un conjunto de políticas represivas aún vigentes en la gestión del Estado, principalmente aquellas referidas a la implementación de edictos policiales y la aplicación de la Ley de Averiguación de Antecedentes.8
Razias policiales en locales nocturnos, detenciones arbitrarias, persecuciones y amenazas a los gays, lesbianas y travestis se perpetuaron en los primeros años del alfonsinismo; en parte por la fragilidad del sistema democrático, un contrato ciudadano esperanzador pero endeble ante la vigencia del poder del aparato militar y policial durante esos años. Entre estas nuevas referencias incorporadas por el activismo, por un lado se encuentran las pertenecientes a una historia común obstaculizada por el terrorismo de Estado, tal es el caso de la filiación histórica y simbólica del GAG con el FLH, y por el otro lado, los elementos propios del despliegue del activismo sexo-político a escala internacional que, pese a tener sus “orígenes visibles” en las revueltas de Stonewall de 1969 y la llamada “Liberación Gay”, adquirió mayor notoriedad con el impacto mediático de la pandemia VIH-Sida al renovar su agenda de lucha por nuevas inmunidades legales y médicas.
En este contexto fue creada la Coordinadora de Grupos Gays (1983-1984), una red de activistas sexo-políticos, cuyo primer antecedente fue el Grupo 10 de Septiembre en homenaje a una razia masiva, que nucleó a grupos autónomos localizados en Buenos Aires (Sodoma n° 1 3), entre ellos Oscar Wilde, Venezuela, Dignidad, Contacto, Nosotros, Camino Libre, Vómito de buey, Varones antimachistas, Pluralista, Liberación, el GAG y la Comunidad Homosexual Argentina (CHA), creada en marzo de 1984 a partir de la razia realizada por la División de Moralidad del Departamento Central de la Policía Federal en la disco gay Contramano que tuvo como resultado la detención de cincuenta homosexuales por los edictos policiales (Bellucci Orgullo. Carlos Jáuregui, una biografía política).
8 Los edictos expresaban la prohibición de exhibirse en la vía pública vestido/a o disfrazado/a con ropa del sexo contrario o de personas que se inciten u ofrezcan públicamente al acto carnal.
A diferencia de los otros grupos, avanzados los años ochenta, la CHA se consolidará como la organización con mayor peso simbólico, político e institucional, contando con un consenso y un grado de representación mayoritario para la comunidad gay-lésbica. Una de las primeras apariciones públicas del GAG fue el 10 de diciembre de 1983 en la Plaza de Mayo por motivo de la asunción de Raúl Alfonsín. Si bien el grupo no estaba vinculado al oficialismo, al igual que el amplio conjunto de la sociedad decidió manifestarse en apoyo a la vuelta de la democracia levantando su bandera, junto a Perlongher de visita en el país, en una plaza que volvía a estar colmada por distintos actores y banderas políticas.
De manera similar a otras organizaciones sexo-disidentes, el grupo estaba conformado por activistas, ex militantes de izquierda, universitarios, artistas y periodistas de diferentes trayectorias, entre ellos Carlos R. Luis, Oscar Gómez, Jorge Gumier Maier, Julio Olmos, Gustavo Gelmi, Facundo Montenegro, Marcelo Pombo y Alejandro Kantemiroff. Según Carlos R. Luis, uno de los principales miembros del GAG, lingüista y ex militante de Política Obrera, comenzó a vincularse al activismo, entre 1982 y 1983, a través de un grupo que se juntaba secretamente en un local comercial del barrio de Once –cedido de manera solidaria– a charlar sobre sus experiencias en torno la homosexualidad, las drogas, las fiestas, la represión policial –por sólo mencionar algunos de los “tópicos marginales” que trataban.
En esos encuentros tomó contacto con Oscar Gómez, psicólogo e integrante del grupo Eros (FLH), Zelmar Acevedo, también integrante del FLH y fundador del Grupo Federativo Gay (1984)9 junto a la lesbiana feminista Elena Napolitano y Gumier Maier, ex militante maoísta, artista y periodista de revistas independientes. En mayo de 1984, la revista El Porteño publicó una entrevista realizada por Enrique Syms al ministro del interior Antonio Tróccoli. Mediante comentarios homófobos, el ministro de Alfonsín justificaba las políticas represivas hacia los gays y decía, “no hay persecución, por el contrario, hay que tratarla como una enfermedad” (Syms y González). En ese entonces un grupo de activistas, periodistas e intelectuales –junto al apoyo de Madres de Plaza de Mayo– decidió formar la Comisión Pro-Defensa de las Libertades Cotidianas con el único objetivo de derogar los edictos policiales.
9 A su vez, Acevedo escribió el libro Homosexualidad: hacia la destrucción de los mitos (1985) que recopila las primeras historiografías sobre la homosexualidad, diferentes teorizaciones disciplinares, información de cultura general, testimonios y datos históricos sobre la represión y el activismo en Argentina.
Si bien la Comisión nunca llegó a tener una agenda formal, logró publicar un comunicado con su propuesta en Cerdos y Peces con la firma de Gumier Maier y Enrique Syms, este último director del suplemento. El GAG, estaba organizado por medio de tres espacios con distintas tareas: uno vinculado a la reflexión (selección de materiales y discusiones colectivas), otro vinculado a la acción (actividades y modos de participación en actividades con otros grupos activistas) y social (vinculado a la producción y gestión de fiestas). A su vez, con el tiempo, adquirió una organización de célula, similar a algunos partidos de izquierda.
En las reuniones de “reflexión”, generalmente ideadas por Gómez, sus integrantes y otros allegados periféricos, como Carlos Cassini, Alfredo Londaibere, Pablo Dreizik, Enrique Yurkovich, Jorge Alessandria, Walter Mariscotti, el poeta Miguel Ángel Lens y jóvenes anarquistas y punks como Eduardo Valenzuela (“El Profe”) y Patricia Pietrafesa, se preguntaban acerca de sus recorridos personales, sus deseos, su identidad y, principalmente, su necesidad de librarse de los condicionamientos de la heterosexualidad como una cultura dominante y único horizonte deseable de vida.
En paralelo a estas reuniones, en la casa de Gómez se llevaban a cabo grupos de lecturas ideados junto con Mariscotti, psicólogo, y Alessandría, antropólogo, donde se leían textos de Foucault, Deleuze, Guattari, Hocquenghem –autores que influenciaron al FLH– y algunos ensayos y notas de Perlongher publicadas en Buenos Aires; en ocasiones, también asistía el poeta Néstor Latrónico, militante del FLH. En este sentido, el GAG significó la constitución de un grupo de amistades cómplices, afectos, ayuda mutua y revisión crítica sobre los modos de vida.
En cuanto a la “acción”, una de las actividades sostenidas durante sus dos años y medio de existencia fue relevar los avisos publicados en periódicos relacionados a muertes de gays durante la última dictadura a causa de los asesinatos, torturas y detenciones en razias a lugares bailables, fiestas privadas y teteras. El objetivo de este archivo era incorporar la pregunta legal por estos crímenes, invisibilizados en las políticas reparatorias del gobierno radical en diálogo con las organizaciones de derechos humanos –principalmente Madres de Plaza de Mayo– a través de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP).10
Carlos R. Luis fue el encargado de llevar meticulosamente este archivo, al que se sumaron numerosas cartas de gays que buscaban ayuda, no sólo para salirse del closet, sino para vivir por fuera de situaciones abusivas y autoritarias en su entorno.11 Por último, el espacio abocado a lo “social” era donde se realizaban las gestiones y se distribuían las responsabilidades para las fiestas que se realizaban tanto en boliches como en casas particulares, donde se podían concretar citas y encuentros sexuales de diferente tipo.
De cómo ser una verdadera loca: conductas impropias y deseos colectivos de transformación radical
En junio de 1984, en el corazón del Parque Lezama, se llevó adelante una de las primeras acciones colectivas en conmemoración a las revueltas de Stonewall. Allí, el GAG, la CHA, Alternativa Socialista por la Liberación Sexual, colectivo mixto que funcionaba dentro del Movimiento al Socialismo (MAS), y personas independientes, se reunieron para repartir volantes que no sólo afirmaban el libre ejercicio de los placeres, sino que visibilizaban las formas de organización y resistencias que gays y lesbianas sostenían contra los edictos policiales y otras formas de violencia y discriminación.12
El GAG se presentó en esta oportunidad con una bandera realizada manualmente cuyo lema era “El sexo al gobierno, el placer al poder”. Esta irrupción a la vez que reapropiaba en clave “marica” la polémica frase peronista que convulsionó el escenario político del año 73 –“Cámpora al gobierno, Perón al poder”–, desmantelaba la premisa de la gestión biopolítica de los cuerpos (hacer vivir y dejar morir) colocando, en un contexto de conservadurismo y de remanente represivo de la cultura dictatorial, la sexualidad como un desacato a la los vestigios de una gobernabilidad autoritaria y el placer como un principio de multiplicación de lo vital.
10 Comisión asesora, creada en 1983, encargada de confeccionar el informe Nunca Más, documento utilizado en el juicio a los Comandantes de las Juntas Militares.
Este proceso de experimentación de los lenguajes posibles de la política sexual adquirió relieve en Sodoma, revista del GAG que contó únicamente con dos números publicados entre 1984 y 1985 y, también, en las columnas escritas por Gumier Maier en las redacciones de revistas como El Porteño y Cerdos y Peces. Los principales encargados de Sodoma fueron Carlos R. Luis y Gumier Maier, quienes gestionaban las tareas de tipeo, diagramación y escasa distribución en kioscos, además de la selección grupal de ensayos, poemas y textos breves que debatían sobre la “Liberación Gay” y sus coordenadas internacionales, la relación del activismo sexual con el programa revolucionario de la izquierda latinoamericana –siendo Cuba el caso más polémico–, la represión a gays, lesbianas y travestis en los inicios de la democracia y la potencia política del “devenir marica”.
Como señalábamos anteriormente, la política llevada adelante por el GAG no sólo tuvo como horizonte la producción de enunciados críticos en torno a la legitimidad de lo político y sus modos preferenciales de acción, sino que también produjeron instancias de reflexión y socialización de críticas incisivas en torno a la cadencia liberal con la que se organizaron algunas agrupaciones de gays y lesbianas.
Principalmente sus divergencias estuvieron dirigidas hacia la CHA, en su primer número realizaron declaraciones explícitas en las que se transparentaba su distanciamiento. En un texto de presentación titulado “Quién escribe estas líneas”, al inicio de la Sodoma n°1 (1984), los editores se distancian de las: “pretensiones de liderazgo, o divismo de algunos que reproducen dentro de un sector el autoritarismo, la discriminación la exaltación de la tarea y el olvido de que somos luchadores por el placer” (2).
En el mismo número, en un segundo texto titulado “De cómo ser una verdadera loca” y firmado por Jorge Wildmer, Mirna de Palomar y Raquel Gutraiman (apodos utilizados por Gumier Maier), se recupera esta misma postura:
Ciertos grupos gays al organizar una fiesta rechazaron la posibilidad de un show de travestis. Debía ser una fiesta “seria”, dijeron. Al ser invitados a un programa radial uno de ellos se autoexcluyó por el timbre agudo de su voz y su modulación femenina. Cuidar la imagen frente a los otros. No ser locas sino tratar de ser “naturales”. No “ofender” con nuestra conducta o apariencia. De eso se trata. Algunos gays están contentos porque “no se les nota” (“De cómo ser una verdadera loca” 11).
En la huida a las normas identitarias reflejadas en los modelos de conducta gay, que rápidamente se instalaban en los imaginarios socio-sexuales de la época, se observa el énfasis de la “loca” como una existencia abyecta en oposición a los efectos disciplinantes de la cultura normativa de la heterosexualidad obligatoria; en este punto se evidencia la influencia de Perlongher como una figura que los interpeló a través de los escritos que compartían en las reuniones de lectura y el intercambio de correspondencia.
Como señala Fernando Davis, la loca “constituye un cuerpo expulsado y perseguido, un abyecto que amenaza o perturba, en su imposible ajuste a los moldes disciplinarios de la normalidad heterosexual, la forzada estabilidad de la norma straight en su gestión sexopolítica de los cuerpos” (187). A diferencia de las políticas de visibilidad ideadas por la CHA, tomadas por los integrantes del GAG como moderadas e integracionistas bajo los parámetros de una “normalidad ampliada” (Perlongher), el grupo, a través de la exaltación de la “loca” y de “lo marica”, reivindicaba otras inflexiones de la homosexualidad, es decir, la posibilidad de inventar otras formas de vida y afecto posibles más allá de cualquier cristalización identitaria normativa (Badawi y Davis).
La lesbiana “camionero” o “bombero”, el mariquita que habla en femenino, son criticados y marginados por estos gays reaccionarios, gay-straights, que convalidan la ideología del poder y su represión a la sexualidad al querer figurar como normales, esto es, heterosexuales. Hablan de naturalidad, de no adoptar estereotipos, tics, clichés. ¿Pero acaso alguien puede negar que lo promovido como “naturalmente” femenino y masculino no es sino un rígido estereotipo impuesto? (Sodoma n° 1 11).
A su vez, en esta cita se evidencia una crítica sobre los modos en los que se persigue y se castiga a quienes exponen una estética activa de su diferencia, desobedeciendo las expectativas sociales asignadas políticamente a sus cuerpos por las ficciones normativas de la cultura. Estas formas de enunciación desviadas, que celebran la fuga a los patrones de conducta, socialización e intelegibilidad de los cuerpos en clave heterosexual, se imbrican con un programa anti-represivo en el cual aúnan colectivamente fuerzas contra los edictos policiales y otras tecnologías de administración autoritaria del espacio público que cercenan los trazados autónomos de sus deseos.
La lógica productiva de la política del GAG resultaba una propuesta de radicalidad diferencial para la época, porque gestionaba de manera colectiva herramientas de intervención pública y dispositivos de comunicación que interrumpían el curso naturalizado de las ficciones políticas del sistema sexo/género (Butler). Mediante lo que denominamos “montajes maricas” produjeron estrategias de fagocitación de las tecnologías culturales de representación y afirmación de la matriz heterocentrada para producir reflexiones críticas en torno a los procesos políticos de significación e inteligibilidad de la coherencia sexo/género.
Pero resulta prioritario contextualizar las condiciones de posibilidad en las que emergieron estas críticas y los frentes de articulación que no se proponían como búsquedas atomizadas por las libertades particulares, sino que pertenecían a un despliegue polifónico de impugnaciones a los amarres normativos que se proponían ordenar el curso de los deseos de libertad. Esto puede observarse en el volante del GAG, repartido en el marco de la convocatoria a la “Marcha por el Día de la Liberación Gay” en junio de 1984, antes mencionada, donde las consignas que pugnaban por la emancipación sexual se conectaban de manera colectiva con otras coordenadas de enunciación minoritarias:
A más de media humanidad que no se ajusta en sus conductas, en sus sentimientos o en sus actitudes a la norma establecida por la clase dominante. Epilépticos, hippies, madres solteras, locos, gays, delincuentes, prostitutas, gitanos, vagabundos, drogadictos y alcohólicos, sordomudos, enanos, exhibicionistas, tullidos, leprosos, albinos, sifilíticos, anarquistas, y en general a todas las mujeres; así como aquellos que sus estigmas son secretos: la opción es…la neurosis o las barricadas.
Como podemos ver, en esta pieza queda representado el curso de los debates internos del grupo donde las alianzas entre formas de acción política trabajaban en el sostenimiento de un deseo colectivo de transformación radical de la realidad, resistiendo desde distintos frentes al orden estatal y a los remanentes culturales represivos de la última dictadura cívico-militar. Este manifiesto marginal en el que convergen cuerpos errantes y extraños, da cuenta de esa posibilidad de diferenciación permanente, procesos que pueden pensarse como “revoluciones moleculares” frente a los órdenes instituidos.13
Sodoma: geografías ficcionales de la utopía marica
Al momento de analizar los recursos visuales utilizados en los dos números publicados de Sodoma (1984-1985), es necesario situar la propuesta en un entramado de proyectos editoriales del activismo como por ejemplo, Posdata (1984) del Grupo Federativo Gay, Alfonsina (1983-1984) y un conjunto de fanzines punks, como Resistencia (1984) editado por Patricia Pietrafesa; desde ya, un primer antecedente se presenta en Somos del FLH. A su vez, hay que señalar el desarrollo de las redacciones mencionadas en líneas anteriores, revistas culturales que desde una mirada crítica, en ocasiones con una impronta de humor e ironía, establecieron un frente opositor al régimen militar durante su último tramo de poder e introdujeron discusiones a resolver y mantener bajo el nuevo orden democrático.
A través de portadas con fotografías, dibujos, collages y títulos provocadores, sumado a entrevistas a personajes controversiales, frases punzantes y equipos editores integrados por intelectuales, críticos, periodistas, artistas y activistas, estas publicaciones constituyeron una plataforma de comunicación contracultural al abordar temas tabú dentro de los contornos de una sociedad que comenzaba a experimentar los efectos del neoliberalismo.
13 Véase “Los devenires minoritarios” en Perlongher.
El primer número de Sodoma, bastante “casero” por las posibilidades económicas del grupo, contiene textos firmados en colectivo, poemas de Alejandra Pizarnik, Glauco Mattoso y Elena Napolitano, un texto de Lubara Guilder para Debat Gai, un ensayo firmado por Gumier Maier y algunas pequeñas transcripciones de El Porteño. Las ilustraciones de este número corrieron por cuenta de Gumier Maier, al igual que la portada y la contratapa, que se iniciaban con cita explícita a la imagen del disco Sticky Fingers (1971) de los Rolling Stones realizada por Andy Warhol.
A partir de una fotocopia intervenida, la portada de la publicación presentaba una voluptuosa entrepierna, un “bulto” marcado levemente entre las sombras de un pantalón de jean gastado y, en la contratapa, una provocadora imagen de la cola del “chongo” en cuestión. A continuación, las páginas de la revista se ven intervenidas con diversas ilustraciones: Mickeys, posturas de un Kamasutra gay, hombres trajeados y galantes, travestis y locas gordas propias de un carnaval o fiesta en el Tigre, una hierática representación de la ambigua “vampiresa” Marlene Dietrich, dibujos de chongos –algo desgarbados– con sus torsos y penes al descubierto emergiendo de sus pantalones rotosos, completados con fragmentos de historietas y pequeños personajes ficcionales que ironizan sobre los estereotipos de la cultural gay local.
De hecho, este primer número cierra sus páginas con una provocadora figura: Una representación sarcástica de un fisicoculturista que dice: “Yo era un pobre alfeñique de 44 kilos, gracias a los aparatos ahora soy un gay contento e integrado” (Sodoma n° 1 23). También, vale señalar una escena donde una pareja de chicos se encuentra recostada en una habitación besándose, uno de ellos lleva un buzo con la palabra “gay” estampada y tirados alrededor se encuentran dos libros, uno de Marx y otro de Sade.
Desde la burla, el grotesco y el embellecimiento precario, las formas de representación del deseo gay están alejadas de la convención heteronormada de la homosexualidad, pero también de las banderas de la revolución con mayúsculas. La figura rectora de Karl Marx, matriz del materialismo histórico y, por consecuencia, del pensamiento de la izquierda, se encuentra en la misma línea de representación y jerarquía que el abyecto marqués de Sade, propulsor desde sus diarios de una literatura erótica y perversa. Esta representación desviada acompaña la nota “Habla Fernando Gabeira”, militante de los años sesenta del Movimiento Revolucionario 8 de Octubre (agrupación marxista leninista de Brasil) que al regresar del exilio publicó un conjunto de libros que revisaban de manera crítica el accionar de la izquierda y la conflictiva relación entre la liberación sexual, las estructuras patriarcales y la liberación de los medios de producción (O Que é Isso, Companheiro?, 1979; Entradas e bandeiras, 1981).
En O crepúsculo do macho (1980), cuyos fragmentos fueron incorporados en Sodoma, Gabeira relata con cierto erotismo su convivencia en la prisión con homosexuales y travestis detenidas, la violencia represiva hacia esos cuerpos y los diálogos generados, abriendo no solo un horizonte político diferencial, sino nuevas formas de habitar su propio deseo. A diferencia del primer número, la segunda Sodoma adquirió una impronta más industrial en su diseño: enmaquetada, con títulos en una misma tipografía, recuadros y una serie de collages y dibujos realizados por el artista Marcelo Pombo.
Así, la revista pareciera haber obtenido una mayor profesionalización y, también, un lugar paródico entre las revistas culturales, los órganos de difusión del activismo y la pornografía gay que comenzaba a circular junto a diferentes representaciones camp. Tanto la portada –con títulos anunciantes como “Marcha a la ONU”, “Gays en Cuba”, “Sexualidad en las cárceles” y “Lesbianas: falacia de lo gay”– como la contratapa, están compuestas por un tipo de collage que, en un montaje disparatado, linda con lo pornográfico, es decir, un camp sexuado que trasciende el tradicional antagonismo “entre la homosexualidad masculina como práctica sexual y la homosexualidad masculina como práctica cultural” (Halperin 204).
El humor, la ironía, el glamour barato y la belleza torcida de lo bajo –divas de Hollywood con aros de diamantes, collares de perlas y vestidos de leopardo junto a figuras de gimnastas musculosos en pequeños trajes de baño o chicas pin-up junto a guardas geométricas del más refinado empapelado– son extremados a partir de la yuxtaposición con fragmentos de revistas pornográficas gay –penes erectos, amantes desnudos “comiéndose” a besos o apoyándose, etcétera. Estos mismos recursos se presentan en el interior de la revista acompañando los textos de Greta Goldman (otro seudónimo de Gumier Maier), Néstor Perlongher, Tim McCaskell y Richard Fung para The Body Politic14 y Caio Fernando Abreu.
Por ejemplo, un collage compuesto con hombres en smoking al mejor estilo Agente 007, con turbantes y lentes negros como tarotistas excéntricos, botellas de champagne, copas de Martini y penes que eyaculan texturas similares a un animal print en clave pop. Montajes que denotan una fascinación por las economías visuales de la cultura de masas, en la cual las divas y los dibujos animados pueden convivir con los cuerpos torneados de la revistas beefcake15 (consumidas por el público gay previo al auge de la pornografía), ilustran una Sodoma donde el conflicto cubano en torno a la represión de los homosexuales ocupa un espacio central.
Los artículos titulados “Réquiem por unos pájaros” de Néstor Perlongher y “Una montaña rusa sobre Cuba” de Tim McCaskell y Richard Fung debaten, de manera crítica, sobre el documental Conducta impropia (1984) de Néstor Almendros y Orlando Jiménez Leal, película que a través de los testimonios de los gays cubanos exiliados en Estados Unidos en 1980 coloca en primer plano una realidad relegada u omitida tanto por los detractores del régimen cubano como por los apólogos de la Revolución cubana: la persecución, detención y trabajo forzado que cumplían los homosexuales en las Unidades Militares de Ayuda a la Producción que tuvieron lugar entre 1965 y1968 (Sodoma n° 2 6).16
14 The Body Politic fue una revista mensual canadiense, publicada entre 1971 y 1987, que abordaba cuestiones del emergente movimiento LGBT de ese país. “Una montaña rusa sobre Cuba” fue publicado en noviembre de 1984 bajo el título “La Montaña Rusa Cubana”, una nota de opinión sobre el documental Conducta Impropia (1984) proyectado en el festival de cine de Toronto y Montreal junto a películas como Another Country, The Times of Harvey Milk y Before Stonewall.
15 Revistas publicadas en Estados Unidos, entre los años treinta y sesenta, abocadas a mostrar fotografías de hombres jóvenes y musculosos vinculados al fitness y el fisicoculturismo. De manera reservada, por el clima de censura y homofobia de la época, su principal consumidor era el “público gay”. Hacia 1962, en concordancia con la legalidad de la pornografía y, a posteriori, la “Liberación Gay”, estas revistas dejaron de circular.
También se puede ver en esta Sodoma otros dibujos –característicos en la obra Pombo– con Mickeys deformados, de nariz alargada y cuerpo de intestino. Toda una retórica de los placeres de la analidad atravesada por el humor, lo ingenuo y el erotismo desmedido. En otras páginas se destaca un dibujo con una figura masculina que exhibe su ano abierto y, por debajo, la leyenda “siempre alerta”. Alrededor, señalando y anticipando una posible penetración, se encuentran flamencos, serpientes emplumadas que eyaculan, espermatozoides, cohetes y aviones.
16En los inicios de la Revolución Cubana y en los años posteriores se reprimió a aquellos “individuos antisociales”, “en estado peligroso” o de “vicios socialmente reprobables” (homosexuales, prostitutas, proxenetas, pederastas, drogadictos, dipsómanos, etcétera), es decir, quienes entraban en la figura de “conducta impropia”.
Justamente, “la montaña rusa” simboliza el “paseo” de escenarios afectivos contrastantes y movilizantes, que construye el documental, en torno a la dificultad de existir de la población gay. En este sentido, por un lado retoma la importancia del documental pero, por el otro, comparte la necesidad de construir una voz nueva, empoderada, agenciada de deseo y rabia, donde las existencias maricas no queden reducidas a un “turismo emocional victimizante” en el que se vacía de oportunidad de organización y enunciación propia.
De esta manera, McCaskell y Fung se anticipan a la crítica internacional que se realizaría sobre las estrategias instrumentalizantes de las discusiones en torno a los derechos y las existencias LGBTTI para el desarrollo de políticas colonizantes propias de las democracias liberales del capitalismo tardío.
Un compilado de escrituras asociadas a formas poco inteligibles de la homosexualidad son punto de referencia en esta imagen que conjuga, ante todo, el mito en torno al sexo anal, el intercambio de fluidos como exaltación contra natura y, desde ya, los contagios transnacionales del sida. Pero, al mismo tiempo, representa la figuración de un locus de enunciación que vuelve diferencial la práctica poético-política del GAG, que renuncia a la producción de una rostridad orgullosa e integrada y reafirma el potencial revulsivo de las contra-escrituras del activismo político- sexual. Habitar el ano como geografía política desde la cual producir belleza, sociabilidad y un entramado desquiciante de imágenes que en su yuxtaposición traman un mundo que suma complejidad a las codificaciones neoliberales de lo gay y lo homosexual.
Las fiestas como fábricas de mundos: máquinas de resistencia, seducción y alegría
Al momento de pensar la complejidad de la experiencia que significó el GAG para el escenario post dictatorial de la política de derechos humanos y para la historia local del activismo gay, resulta necesario tramar los modos de actuación en los que se hicieron visibles estas formas excepcionales de una política sexual revulsiva. Además de la importancia que reconocemos en los dos números publicados de la revista Sodoma como documentos testimoniales de estas formas de acción “marica”, también existieron en la práctica de este grupo disposiciones de energías en el diseño de formas de vidas más bellas en donde la explicitación del goce fue sostenida como una postura política radical. Como señalábamos con anterioridad, la producción de fiestas había sido una política fundamental dentro del programa de acción del GAG.
De ello quedan no solo las historias de los levantes, los placeres desatados y las anécdotas de noches en donde la política era la producción indiscriminada de satisfacción, sino también una serie de volantes xilografiados en los que aparece de modo explícito cierta imaginería sexual que da cuenta de otras formas de pensar la fiesta, de hablar del placer y de hacer multiplicable y extensible la invitación a construir un mundo en el que la seguridad sea una garantía para la concretización de los placeres indómitos.
En un primer volante del año 1985, realizado por Pombo, vemos representadas imágenes que comienzan a trazar un esfuerzo por la visibilidad de la alegría: “Danza y embriágate en la fiesta del GAG (Grupo de Acción Gay)” es el título de esta pequeña pieza, en rigor, una invitación hecha en un color rojo, cuya imagen principal son dos de cuerpos esbeltos –en plano medio– que parecieran ser capturados en pleno baile. La imagen seductora de sus pelvis en movimiento vuelve provocadora a esta invitación por el juego erótico que propone: uno de estos cuerpos muestra un short muy corto y ajustado, que deja ver una parte de la cola y el otro, su compañero, viste un slip ajustado que marca el “bulto”; rodean a esta imagen pequeñas claves musicales que sugieren el contexto de diversión.
El segundo volante del mismo año, también ideado por Pombo, funciona de la misma manera como invitación pero desde una retórica más “safada” o “desfachatada” en lo que respecta a la representación de la carga sexual de estos encuentros. “Las piji fiestas” es el título de esta pieza de color negro en la que vemos formas fálicas sonrientes, perfiles antropomorfizados y alegres, propios del cómic, que se traduce en cuerpos que se muestran abrazados, en compañía, algunos agachados, otros sosteniendo penes. En ambos casos podemos observar cómo funcionan estas representaciones eróticas, qué lindan con las imágenes construidas de modo irreverente en las primeras revistas pornográficas y otras publicaciones alternativas, como modos de sugerir explícitamente el clima y las condiciones en las que se producirán los encuentros. Desde ya, para pensar esta condición y poder observar de manera comparada las transformaciones que tuvieron lugar con formas de sociabilidad y encuentros sexuales en décadas anteriores es necesario recuperar el aporte sobre lo que significaban políticamente las fiestas en contextos dictatoriales (Rapisardi y Modarelli).
En una realidad que pronuncia por medio de la injuria toda subjetividad corrida de la norma heterosexual y que, incluso, se ve expuesta no sólo a los embates de una cultura conservadora, sino también a la persecución de la dictadura, gestionar espacios de encuentro suponía el diseño de una política estratégica de un compromiso y peligrosidad importante. Las fiestas comenzaron a funcionar como espacios pulmonares en donde habitar una grieta en la asfixiante realidad dictatorial, vuelta cuerpo, subjetividad y clima cultural. Suponía la posibilidad, en su armado, de construir aquel mundo necesitado, ese mundo que se erigía en tanto era sostenido por los cuerpos que hacían material la utopía de una tierra en la que el placer estuviera al poder.
Estos dispositivos de brillo y seducción (Rapisardi y Modarelli 105) funcionaban como plataformas en donde la decoración, la belleza y la experimentación subjetiva se entremezclaban con formas de sociabilidad y prácticas sexuales que actualizaban, en su presente, una política afirmativa del “deseo marica” alejado de la trivialidad neoliberalizante, la represión conservadora de la dictadura y conectado con el artificio del montaje propio y laborioso en el que se suspendía la pulsión compulsiva de la heterosexualidad como mirada, como forma de vida dominante. Además, funcionaban como catapultas de lo posible, donde los cruces entre cuerpos, clases sociales y las diversas trayectorias biográficas podían tomar forma a pesar de las dinámicas establecidas y, por momentos clausurantes, de las mercadotecnias del deseo homosexual que lentamente tomaba forma en la construcción de repertorios sociales homonormados.
Las fiestas del GAG abandonaron el marco de la clandestinidad estratégica como forma de resistencia para ocupar y tomar voz pública y establecer otra política de la diversión, una que estuviera conectada con un programa poéticopolítico en el que eran fundamentales las intersecciones de distintas luchas micropolíticas por las libertades individuales y subjetivas y en las que se inventaran otras formas de vida y afecto que implicaran la exploración de sí y el ataque directo al autoritarismo heteronormal (Badawi y Davis).
Montajes maricas: procedimientos para la erotización insubordinada de la mirada asimilacionista.
En la experiencia del GAG, que se diferenció y distanció de las lógicas de la política partidaria y del activismo gay más institucionalizado, se desplegaron dinámicas de subjetivación y prácticas de expresión deseante a través del montaje de imágenes de la cultura masas –tanto la hegemónica, proveniente de la mercadotecnia estadounidense, como la más bastarda, en la que se encuentran cómics, fanzines y un incipiente circuito editorial pornográfico, la gestación de espacios de sociabilidad disidente y formas de escrituras que trabajaron en la intersección estilística de la contra-comunicación activista, el neobarroco de trinchera de Néstor Perlongher, las lecturas posestructuralistas y las revistas contraculturales.
En este proceso comenzaron a dirimirse debates y formas de intervención que problematizaron la conformación de la “identidad gay”, apostando por una desobediencia de los cuerpos fuera de las prescripciones regulativas trazadas por las identidades normalizadas (Badawi y Davis). Por medio de la representación de escenarios desplazados de la cultura gay, el GAG movilizaba formas de acción poético políticas radicales y discordantes: locas de izquierda, cuerpos desgarbados, el ano como locus permanente de enunciación o como espacio desde donde volver inteligible una mirada crítica de la realidad, la introducción de personajes confusos, animalizados, infantilizantes y monstruosos yuxtapuestos con una estética camp safada, que jugaba con el desorden de los placeres y el cuerpo.
En estas imágenes, el camp no sólo es un código o un modo de apropiación cultural, sino también una manera de “reciclar pequeños trozos de la cultura mainstream” (Halperin How to be gay 203) articulada por impulsos productivos y creativos que, a la vez, constituyen estrategias para enfrentar la dominación social. Según este autor: “El rol del camp es señalar la asfixiante, solemne y tediosamente monótona devoción por la belleza, permitirle al varón gay que la desea y venera, tomar precaución irónicamente de su no-irónica devoción” (207). Es decir, el camp se opone a la belleza –por aristocrática– y, como un montaje, desmantela las jerarquías para funcionar de manera horizontal y producir comunidad.
Entendiendo la noción de montaje como una experiencia estética radical, propia de las potencialidades productivas de la técnica en la modernidad industrial, que desajusta las temporalidades lineales del devenir histórico fragmentando las imágenes y los discursos como un trabajo activo sobre los desperdicios y residuos de la historia (Benjamin), nos proponemos pensar de manera diferencial su aproximación al orden semiótico sexual de producción de los cuerpos. En este sentido, podríamos pensar los montajes maricas como formas, temas y metodologías expresivas de comportamiento que ponen en relieve modos singulares de apropiación de los desarrollos culturales emergentes (Rauning) en el paisaje técnico, político-cultural y socio sexual de la transición democrática argentina.
Estos lenguajes proponen formas de identificación y desidentificación político-afectiva con imágenes de época tramando estrategias dislocadas de canibalización, rapto, ruptura, fragmentación, yuxtaposición, de la “cultura gay” y su incipiente normalización, constituyéndose como complejos dispositivos desobedientes de los modos en el que el neoliberalismo produce técnicamente una norma sobre las cosas, los cuerpos, la sexualidad y las sociabilidades. El desarrollo de estos lenguajes expresivos debe ser entendido en consonancia con su política colectiva e interseccional en materia de alianzas con otros grupos minoritarios y en el diseño de políticas multisectoriales de corte anti-represivo.
Se suman a esta política sensible otros mecanismos de producción de resistencia y placer, como lo fueron los espacios de sociabilidad y “yiro” que gestionaban como grupo. Estos montajes maricas, procedimientos de yuxtaposición insubordinada de flujos deseantes, imaginarios sociosexuales y herramientas de enloquecimiento de lo político, funcionaron como posibles estrategias de visibilización y multiplicación de sexualidades disidentes. Aquí, podemos identificar una potencialidad intempestiva de formas creativas que comenzaron a funcionar como interrupciones incómodas en los procesos de asimilación y normalización sexual de la diferencia en la cultura argentina reciente, poniendo en marcha enunciados críticos que se pronunciaron muy tempranamente en la historia del activismo local en resistencia frente a los discursos liberales docilizantes y domesticadores de los placeres subterráneos, fabricados a escala global.
Documentos
Grupo de Acción Gay. A más de media humanidad. Junio de 1984. Archivo Marcelo Pombo, Buenos Aires.
---. Sodoma n° 1 (1984). Archivo Marcelo Pombo, Buenos Aires.
---. Sodoma n° 2 (otoño de 1985). Archivo de Marcelo Pombo, Buenos Aires.
Marcelo Pombo. Sin título o Danza y embriagate, c.1984-1985, xilografía sobre papel. Archivo Marcelo Pombo, Buenos Aires.
---. Sin título o Las piji fiestas, c. 1984-1985, xilografía sobre papel. Archivo Marcelo Pombo, Buenos Aires.
Bibliografía
Badawi, Halim; Fernando Davis. “Desobediencia sexual”. Red Conceptualismos del sur (ed.). Perder la forma humana. Una imagen sísmica de los años ochenta. Sáenz Peña: UNTREF-MNCARS, 2014. 98-104.
Bellucci, Mabel. Orgullo. Carlos Jáuregui, una biografía política. Buenos Aires: Emecé, 2010.
---. “Los tres gatos locos”. Página 12. Suplemento Soy, viernes 24 de junio de 2011.
---; Cecilia Palmeiro. “Lo queer en las pampas criollas, argentinas y vernáculas”. Ana María Fernández y William Siqueira Peres (eds.). La diferencia desquiciada. Géneros y diversidades sexuales. Buenos Aires: Biblos, 2013. 43-74.
Benjamin, Walter. Dirección única, Madrid: Afaguara, 1987.
Butler, Judith. El género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad. Buenos Aires: Paidós, 2014.
Davis, Fernando. “Loca/Devenir loca”. . Red Conceptualismos del sur (ed.). Perder la forma humana. Una imagen sísmica de los años ochenta. Sáenz Peña: UNTREFMNCARS, 2014. 187-191.
Guattari, Félix; Suely Rolnik. Micropolítica. Cartografías del deseo. Buenos Aires: Tinta Limón, 2013.
Grupo de Investigación Micropolíticas de la desobediencia sexual. “Poéticas de la falla, archivos dañados y contraescrituras sexopolíticas de la historia del arte”. Coloquio Internacional De una raza sospechosa: arte, archivo, memoria, sexualidades. Santiago de Chile: Facultad de Artes, Universidad de Chile, 2014.
Grupo de Investigación Micropolíticas de la desobediencia sexual. “Arte y sexopolítica. Contraescrituras del arte político latinoamericano desde el culo del mundo”. Seminario Fe de erratas. Arte y Política. Rosario: Museo de Arte y Memoria de Rosario, 2015.
Figari, Carlos. “El movimiento LGBT en América Latina: institucionalizaciones oblicuas”. Ernesto Villanueva, Astor Massetti y Marcelo Gomez (eds.). Movilizaciones, protestas e identidades políticas en la Argentina del bicentenario. Buenos Aires: Nueva Tricle, 2011. 225-240.
Gasparri, Javier. “Los días del Grupo Política Sexual, y después entrevista a Sarita Torres y Osvaldo Baigorria”. Portal del Programa Universitario de Diversidad Sexual. Web. http://www.puds.unr.edu.ar/wp-content/uploads/2014/07/EntrevistaBaigorria-Torres-Grupo-Pol-Sex.-AJUSTADA-CRIT.-ESTILO-REVISTA..pdf. Acceso: 30/06/16
Halperin, David. How to be gay. Cambridge: Harvard University Press, 2012.
---. “Identidad y desencanto”. Didier Eribon (ed.). El infrecuentable Michel Foucault. Renovación del pensamiento crítico. Buenos Aires: Letra viva-EDELP, 2004. 105-120.
Insausti, Santiago Joaquín. “Los cuatrocientos homosexuales desaparecidos: memorias de la represión estatal a la sexualidades disidentes en Argentina”.
Débora D´Antonio (comp.). Deseo y represión. Sexualidad, género y Estado en la historia argentina reciente. Buenos Aires: Imago Mundi, 2015. 63-82.
Palmeiro, Cecilia. Desbunde y felicidad. De la Cartonera a Perlongher. Buenos Aires: Título, 2012.
Perlongher, Néstor. Prosa plebeya. Buenos Aires: Editorial Excursiones, 2013.
Rapisardi, Flavio; Alejandro Modarelli. Fiestas, baños y exilios. Los gays porteños en la última dictadura. Buenos Aires: Sudamericana, 2001.
Raunig, Gerald. La maquínica del arte político. Otras doce tesis sobre la actualización de ‘El autor como productor’ de Walter Benjamin. Bilbao: Editorial Consonni, 2010.
Syms, Enrique. “Tróccoli y las reglas del juego”. El Porteño n°29 (1984).
Trebisacce, Catalina; María Luz Torelli. “Un aporte para la reconstrucción de las memorias feministas de la primera mitad de la década del setenta, en Argentina. Apuntes para una escucha de las historias que cuenta el archivo personal de Sara Torres”. Aletheia vol.1. n° 2 (2011): 1-22.
Imagen: MARCELO POMBO, Sin título, Xilografía sobre papel, 1985.
Graciasss/www.aacademica.org/nicolascuello/19.pdf
Comentarios
Publicar un comentario