TEORÍA QUEER


TEORÍA QUEER: LA DECONSTRUCCIÓN DE LAS 
SEXUALIDADES PERIFÉRICAS
 
Carlos Fonseca Hernández 1 María Luisa Quintero Soto 2
 
Jefe de Sección de la Maestría en Salud Familiar y Comunitaria y profesor-investigador de la Unidad Académica Profesional Nezahualcóyotl, de la Universidad Autónoma del Estado de México. Correo electrónico: charlyfonseca@yahoo.es
Coordinador de Investigación y profesor investigador de la Unidad Académica Profesional Nezahualcóyotl, Universidad Autónoma del Estado de México. Correo electrónico: investigacion_neza@yahoo.com.mx
 
Fecha de recepción: 27/02/09
Fecha de aceptación: 25/06/09
 
RESUMEN
 
La Teoría Queer es la elaboración teórica del disenso sexual y la deconstrucción de identidades estigmatizadas, que a través de la resignificación del insulto logra reafirmar que la opción sexual diferente es un derecho humano. Las sexualidades periféricas son todas aquellas que se alejan del círculo imaginario de la sexualidad "normal" y que ejercen su derecho a proclamar su existencia. Temas como el “dejar ser”, el derecho al amor y los roles sociales son abordados en este texto, que intenta explicar las causas y consecuencias de un sistema social basado en la separación de las personas y no en lo que las hace comunes.
 
Palabras clave: Teoría Queer, sexualidades periféricas, género, masculinidad, homosexualidad.
  
INTRODUCCIÓN
 
Las sexualidades periféricas son aquellas que traspasan la frontera de la sexualidad socialmente aceptada: heterosexual, monógama, entre personas de la misma edad y clase, con prácticas sexuales suaves, que rechaza el sadomasoquismo, el intercambio de dinero y el cambio de sexo. Por otro lado, las sexualidades periféricas se basan en la resistencia a los valores tradicionales, y al asumir la transgresión muchas veces el precio que se paga es el rechazo social, la discriminación y el estigma.
 
Como respuesta a la marginación que está presente en todas las instituciones sociales, desde la familia hasta los espacios educativos y laborales, la Teoría Queer intenta cambiar el significado del insulto para convertirlo en motivo de estudio, e incluso de orgullo. Así, ser diferente se toma como categoría de análisis para denunciar los abusos que se presentan desde la propia ciencia, ya que los textos científicos generalmente han sido elaborados por personas del género masculino, de raza blanca, preferentemente heterosexual, de clase media y religión cristiana.
 
Dejar invisibles a otros colectivos como mujeres, negros, indígenas, homosexuales, transexuales, pobres, musulmanes, panteístas, y un largo etcétera. Por eso la Teoría Queer intenta dar voz a estas identidades que han sido silenciadas por el androcentrismo, la homofobia, el racismo y el clasismo en la ciencia.
 
En el primer apartado de este artículo se analizará el surgimiento de la Teoría Queer a partir de una identidad deteriorada, en la que aquellas personas que han sido discriminadas para hablar de sí mismas y de las condiciones de exclusión del sistema social son incorporadas a la ciencia dominante. Posteriormente, en el segundo capítulo, se estudiará la teoría de Judith Butler, quien considera la identidad como representativa e imitativa, donde los roles de género no son más que una representación teatral donde cada sexo asume los roles creados previamente, imitándolos y reproduciéndolos continuamente.
 
En el tercer apartado se examina la formación de la masculinidad desde una triple negación: no soy mujer; No soy un bebé; No soy homosexual, con mayor énfasis en esta última afirmación. Finalmente, en el cuarto punto se reasigna el discurso homófobo, que parte del insulto para crear su identidad. Sin embargo, el propio sujeto se expropia de la lesión y recrea una identidad particular basada en la satisfacción de sus deseos y anhelos. Lo cual tiene como consecuencia que una persona homosexual pasa por muchos tropiezos, porque ni sus padres ni sus maestros le enseñan a ser homosexual, y tiene que aprender de sus propios errores, sin siquiera conocer el valor de sí mismo y el potencial de sus habilidades.
 
Sin embargo, la propia definición de queer es esperanzadora, pues rechaza cualquier clasificación por género, práctica sexual o estatus serológico; busca un mundo sin fronteras y la igualdad entre diferentes personas, es decir, promueve el derecho a la indiferencia, a ser tratados igual pero diferente.
 
APARICIÓN DE ESTUDIOS QUEER
 
La palabra inglesa queer tiene varios significados. Como sustantivo significa "maricón", "homosexual", "gay"; ha sido utilizado de manera peyorativa en relación con la sexualidad, designando la falta de decoro y la anormalidad de las orientaciones lesbiana y homosexual. El verbo transitivo queer expresa el concepto de "desestabilizar", "perturbar", "jorobar"; por lo tanto, las prácticas queer se basan en la noción de normas desestabilizadoras que aparentemente son fijas. El adjetivo queer significa "extraño", "retorcido", "extraño". La palabra queer se encuentra en las siguientes expresiones: estar mal de cabeza ; estar en una calle queer (estar cargado de deudas); sentirse raro (encontrarse indispuesto o enfermo); queer bashing (ataques violentos contra homosexuales).
 
La palabra queer no existiría sin su contraparte hetero, que significa "derecho", "heterosexual", "heterosexual". Queer refleja el carácter subversivo y transgresor de la mujer que emerge de la costumbre de la feminidad subordinada; de una mujer masculina; de un hombre afeminado o con una sensibilidad contraria a la tipología dominante; de una persona vestida con ropa del sexo opuesto, etc. Las prácticas queer reflejan la transgresión contra la heterosexualidad institucionalizada que constriñe los deseos que intentan escapar de su norma (Mérida, 2002).
 
La palabra queer no tiene traducción al español. Se ha intentado traducir la Teoría Queer como teoría retorcida, teoría queer, teoría rosa, teoría "comprendida", teoría transgresora; sin embargo, casi siempre se pierde el significado preciso de la palabra inglesa, por lo que pensamos que es preferible utilizarla en el idioma original (Llamas, 1998; Guasch, 1998, 2000; Mérida, 2002).
 
La aparición de los estudios queer tiene su origen en un contexto social complejo en Estados Unidos. En primer lugar, surgen de nuevas teorías sobre la sexualidad (Foucault, 1976; Weeks, 1998); de los descubrimientos de Boswell (1980) sobre la tolerancia de la homosexualidad desde la Antigüedad hasta la Alta Edad Media; de la aparición del artículo de Adrienne Rich (1996) sobre heterosexualidad obligatoria y existencia lesbiana; y de la evidencia arqueológica del comportamiento homosexual en la antigua Grecia por Dover (1980).
 
Posteriormente, habría que destacar el cambio social que surgió de los movimientos a favor de los derechos de las mujeres, de los homosexuales, de la lucha contra el sida y de la incorporación a las ciencias de otros investigadores, además de los ancestrales hombres blancos, heterosexuales, burgueses. , de mediana edad y protestantes. Asimismo, el creciente interés de las instituciones universitarias por estudiar las sexualidades también provocó un incentivo para los estudios queer.
 
La primera universidad estadounidense que contribuyó al desarrollo de la Teoría Queer fue Columbia, en 1989; más tarde los de Duke, Nueva York, y el Centro de Estudios Gays y Lésbicos de la Universidad de la Ciudad de Nueva York. En Estados Unidos se publican las principales revistas de estudios sobre diversidad sexual, como The Journal of Sex Research, Journal of Homosexuality, Journal of the History of Sexuality, A Journal of Lesbian and Gay Studies.
 
En Europa, la pionera fue la Universidad de Utrecht, ubicada en el centro de Holanda, con su Departamento de Estudios Interdisciplinarios de Gays y Lesbianas, que publica el Forum Homosexualität und Literatur Además, la Universidad de Amsterdam cuenta con el Centro "Homodok". En España se han realizado tesis doctorales sobre trabajo sexual, homosexualidad y lesbianismo, algunas de las cuales han sido publicadas a través de editoriales independientes. Desde 2002 la Universidad de Gran Canaria ofrece una asignatura de libre configuración en el grado de Derecho sobre orientaciones sexuales, y se han impartido cursos sobre transexualidad en las universidades de Sevilla (2001) y Menéndez Pelayo (2000).
 
En América Latina, Colombia ha realizado investigaciones sobre la homosexualidad y el trabajo sexual. La Universidad de Bahía en Brasil ha documentado las muertes por homofobia en ese país y ha estudiado profundamente fenómenos como la transexualidad, la bisexualidad, el lesbianismo y la homosexualidad. Miano (2003) comenta que en México la Escuela Nacional de Antropología e Historia ha publicado un estudio sobre las concepciones de género en el Istmo de Tehuantepec, con importante población indígena zapoteca, donde hombres, mujeres y muxes (transgéneros con alto valor social en Oaxaca). Por otro lado, la Universidad Nacional Autónoma de México cuenta con el Programa Universitario de Estudios de Género, que ofrece el Seminario de Investigación sobre Diversidad Sexual desde 1999. Además, la UNAM publica nuevas investigaciones y traduce textos de otros idiomas al español en género y diversidad sexual.



LA IDENTIDAD PERFORMATIVA DE JUDITH BUTLER
 
Los estudios de género se han relacionado con la Teoría Queer , pues ambas discuten identidades (mujeres en el primer caso, gays y lesbianas en el segundo), reformulando nuevos procesos de identificación y diferenciación en torno a la sexualidad. Judith Butler (2000a) ha ejercido una gran influencia dentro de la teoría feminista y los estudios queer al proponer una concepción imitativa y representativa del género. Gender Trouble es el texto iniciático de Queer Theory.
 
En él, Butler (1990) señala que el género es esencialmente identificación, que consiste en una fantasía dentro de otra fantasía: El género se define, según Butler, en lo que él llama performance, es decir, la repetición que imita constantemente la fantasía que constituye. los significados de forma encarnada. Bajo esta visión, los comportamientos criticados tanto como los manierismos de algunos gays y transexuales, o las relaciones butch (camionero)/mujer con su particular imitación de género revelan, según Butler, la estructura imitativa del género.
 
En "Imitación e insubordinación de género" (2000a), Butler cuestiona la posibilidad de teorizar como lesbiana, ya que se trata de una categoría identitaria, un requisito para convertirse en lo que ya se es. Las categorías de identidad tienden a ser instrumentos de regímenes regularizadores, ya sea que funcionen como categorías normalizadoras de estructuras opresivas o sirvan como encuentro para una oposición liberadora. En otras palabras, la categoría "lesbiana" es tan regulatoria como la categoría "heterosexual". Para Butler, cualquier categoría de identidad controla el erotismo, describe, autoriza y, en mucha menor medida, libera. La teoría no debe entenderse en el simple sentido de contemplación desinteresada, sino que es enteramente política.
 
Butler se niega a convertirse en defensor de alguna teoría que legitime y domestice los estudios sobre homosexualidad/lesbianismo para ingresar al mundo académico, a través de prácticas elitistas. Parte de la idea foucaultiana de que hablar de "homosexualidad" es en sí mismo una extensión del discurso homofóbico. Nombrar el lesbianismo es al mismo tiempo evocar el instrumento de poder, pero también un punto de resistencia a la opresión. ¿La sexualidad deja de ser sexualidad después de someterla a una explicitud absoluta?
 
Butler afirma que las palabras "lesbiana" y "gay" no proporcionan ninguna revelación transparente. Existen por la necesidad de representar a un sector político oprimido. Como paradigma de lo que exige ser controlado, regulado y clasificado en un espacio de ruptura, confusión y conflicto. Éste es el propósito de los discursos médico-legales que han definido a gays y lesbianas como identidades imposibles, desastres naturales y errores de clasificación.
 
Butler considera que la naturaleza de la homosexualidad es como un disfraz necesario cuyo propósito es "representar": soy lesbiana de una manera más totalizadora y completa en tanto la representación exista en la forma en que esa naturaleza lesbiana es afirmada, instituida, circular y crear No es una performance, un "yo" que interpreta su lesbianismo como un rol, sino un juego arraigado en la psique a través de una representación repetida del "yo" lésbico.
 
Para Butler todo lo que somos es una imitación, una sombra de la realidad. La heterosexualidad forzada se presenta como lo auténtico, lo verdadero, lo original. "Ser" lesbiana es una forma de imitación, un nulo esfuerzo por participar en la plenitud fantasmal de una heterosexualidad naturalizadora. El travestismo no es una imitación de un género auténtico, sino que es la misma estructura imitativa que asume cualquier género.
 
No existe un género "masculino" específico de los hombres, ni un género "femenino" que pertenezca a las mujeres; El género es consecuencia de un sistema coercitivo que se apropia de los valores culturales de los sexos. Es una forma de representación y aproximación, por lo que el travestismo es la forma más común en la que se dramatizan, apropian, utilizan y fabrican los géneros. La heterosexualidad debe ser asumida como una repetición coercitiva y forzada de los fantasmas ontológicos “hombre” y “mujer”, que exigen ser fundamentos normativos de la realidad. Sin embargo, el sujeto no elige libremente la actuación del género, sino que tal representación de la heterosexualidad es obligatoria, bajo amenaza de sufrir castigo y violencia por traspasar las fronteras del género; aunque la transgresión también provoca encanto y placer.
 
LA CONSERVACIÓN DEL HOMBRE MEDIANTE LA NEGACIÓN DEL DESEO HOMOSEXUAL
 
En "Contagious Word..." (2000b), Judith Butler afirma que el homosexual es el sujeto que se niega a sí mismo, para quien sigue prohibido describirse a sí mismo. El término "homosexual" debe ser atribuido por otras personas. La abnegación es el requisito indispensable para su ejercicio y supervivencia. Hacer referencia a la propia condición se caracteriza como comportamiento homosexual. No es posible concebir la idea: "Soy homosexual, pero no hago ejercicio".
 
Para Butler, la autodefinición homosexual se interpreta explícitamente como un comportamiento contagioso y ofensivo. La frase "Soy homosexual" no sólo es descriptiva, sino que también demuestra un comportamiento homosexual. La propia enunciación de la homosexualidad atribuye precisamente lo que dice. Además, para Butler, la afirmación "Soy homosexual" se malinterpreta increíblemente como "Te deseo sexualmente". La expresión que se hace en primera persona y de manera introspectiva se toma como una afirmación que anuncia el acto mismo, la intención de actuar: el vehículo de la seducción. Si la frase "soy gay" se tomara como lo que realmente es, se vería como la manifestación pública del significado cultural y político del deseo entre personas del mismo sexo. La práctica de la homosexualidad no es la experiencia sexual en sí, sino el ejercicio discursivo que le da sentido.
 
Sin embargo, como advierte Freud en Tótem y Tabú , se teme la mención de nombres prohibidos por miedo a desatar las profundas pasiones contenidas en el silencio. La represión de la homosexualidad masculina tiene como objetivo la conformación de la masculinidad y la estabilidad del sistema de género. Por eso la feroz represión para nombrar la homosexualidad es el miedo atroz de liberar la homosexualidad contenida. En consecuencia, para Butler (2000a) un "hombre" es un homosexual abnegado.
 
La sublimación de la homosexualidad se produce mediante la represión del deseo homosexual. Esta sublimación del deseo homosexual es de suma importancia porque garantiza la pertenencia social y la ciudadanía -el cumplimiento de la ley y su incorporación-. El miedo al sistema se expresa afirmando que la cohesión social exige la prohibición de la homosexualidad, ya que si los hombres hablaran de su inclinación a ella, amenazaría con destruir la homosociabilidad que fusiona a la clase masculina. La cohesión se describe como algo mágico que mantiene unidos a los hombres.
 
Por otro lado, el sistema controla al sujeto homosexual a través de la culpa y el miedo. Butler sostiene que la insatisfacción provocada por el incumplimiento de la norma heterosexual se transforma en el sentimiento de culpa que genera el terror a perder el amor del prójimo; el castigo de los padres; y censura social. Así, la prohibición se convierte en territorio y satisfacción del deseo. Según Freud, la prohibición no apunta a la destrucción del deseo; por el contrario, acosa fomentando la reproducción del deseo prohibido y aumenta con las renuncias que hace. Lo anterior significa que el deseo nunca es renunciado, sino que es reafirmado y preservado en la estructura misma de la renuncia. La prohibición rechaza y permite simultáneamente el deseo homosexual.
 
La declaración de la homosexualidad trastoca la integridad y los fundamentos del orden social, por lo que la represión del discurso homosexual garantiza la sociabilidad mientras éste permanece en silencio. El hecho de decir que si eres gay no es en sí mismo un acto gay y mucho menos un ataque gay. Para Butler, la homosexualidad es sólo un comportamiento sexual en un sentido muy restringido, ya que hay representaciones subyacentes a su alrededor que no son propiamente homosexuales.
 
Nombrar esta palabra ataca las fronteras de lo social; se malinterpreta como seducción o agresión; se entiende que es un acto realizado y transmitido -bajo la metáfora del SIDA-, en un intento de reducir la homosexualidad dentro de un conjunto patológico de figuraciones que la define como una acción agresiva y contagiosa. El oído paranoico cierra la brecha entre la verbalización de un deseo y el deseo que se verbaliza.
El imaginario colectivo limita el estallido de la homosexualidad porque concibe la palabra misma como un fluido peligroso, una sustancia contagiosa; comparado implícitamente con la metáfora del SIDA, y creerá que se "transmite" como si fuera una enfermedad.

 

La afirmación "soy lesbiana" no es en cierto modo un acto, sino una forma ritual de hablar que conlleva el poder de ser lo que se dice, no una mera representación de la sexualidad, sino una acción y, por tanto, una ofensa, cuyo peligro radica en la posibilidad de contagio. Butler (2000a) reitera: si digo "soy homosexual" delante de ti, te ves envuelto en la "homosexualidad" que expreso; se supone que lo dicho establece una relación entre el hablante y el auditorio, y si el hablante proclama su homosexualidad, la relación discursiva se establece en virtud de esa manifestación, y esa misma homosexualidad se transmite en sentido transitivo.
 
Butler descubre interesantes revelaciones sobre la homofobia:
• En primer lugar, cuestiona si la prohibición de la homosexualidad es la homosexualidad misma: ¿con qué precisión se puede interpretar el sentimiento de desprecio u ofensa como una variante de la homosexualidad? La homofobia que se manifiesta en el desprecio, en la ofensa, es la forma externa imaginada que adopta la prohibición de la homosexualidad.
 
• La vulnerabilidad social del homosexual ante la ofensa se proyecta en una opinión generalizada de los Otros como seres con conductas represivas y despectivas. La fragilidad de los homosexuales reside en la idea de los Otros como seres que regulan, observan y juzgan.
 
• La sublimación psíquica de la homosexualidad crea la noción de lo social, un escenario imaginativo que se convierte en "conciencia", y que prepara al individuo para la cohesión social sobre la que se sustenta la ciudadanía: la incorporación a la ley y su adhesión.
 
• El desprecio y las ofensas no son sólo efectos de un deseo que se ha vuelto contra sí mismo, sino efecto de los juicios de los Otros. Más bien son la coincidencia del juicio de los Otros y ese volverse contra uno mismo, que conforma el escenario imaginario del deseo condenado que registra psíquicamente las ofensas y el desprecio.
 
Butler (2000a) concluye que los sentimientos homosexuales son necesarios para el amor a la humanidad en la forma en que eufemísticamente se "combinan" con instintos de autoconservación para producir "hombres". La preservación del "hombre adecuado" depende de desviar y mantener desviada su propia homosexualidad. El ideal del ego (el autoconcepto) se forma mediante la eliminación de grandes cantidades de deseo homosexual. Sin embargo, esta homosexualidad no es simplemente reprimida o desviada, sino que siempre se vuelve contra sí misma.
 
El ideal del yo en la homosexualidad y su prohibición se "combinan" en la figura del sujeto heterosexual. En este sentido, es interesante subrayar que en la Teoría Queer la desviación se produce, a diferencia de lo propuesto por Goffman, Durkheim o Merton, a través del distanciamiento del deseo natural homosexual de crear "hombres de verdad".
 
EXPROPIACIÓN Y REESIGNIFICACIÓN DEL DISCURSO HOMOFÓBICO
 
En el texto “Critical Queer” (“Críticamente subversivo”), Judith Butler (2002) señala que el término queer ha operado desde una práctica lingüística cuyo objetivo ha sido la degradación del sujeto al que se refiere. Ha constituido el carácter indicado mediante ese insulto degradante. Butler señala que la resignificación de lo queer adquiere todo su poder a través de la invocación repetida que relaciona la palabra con acusaciones, patologías e insultos. Queer es un vínculo entre significados homofóbicos que intentan resignificarse.
 
Para Butler, las normas de género sólo funcionan exigiendo la encarnación de ciertos ideales de feminidad y masculinidad, que casi siempre están vinculados a la idealización de la unión heterosexual. En este sentido el enunciado performativo "¡es niña!" anticipa el decreto: "Os declaro marido y mujer". De ahí el deleite de los cómics en los que se cuenta por primera vez a la bebé de la siguiente manera: "¡es lesbiana!". Según Butler (2002), lejos de ser una broma esencialista, la apropiación queer de la expresión performativa imita y expone tanto el poder vinculante de la ley heterosexualizante como su expropiación.
 
Ponerle nombre a la niña es el inicio del proceso mediante el cual se le impone la "feminización". La feminidad no es producto de una elección, sino el llamado forzado de una regla cuya historicidad compleja es inherente a las relaciones de disciplina, regulación y castigo. Este acuerdo con las reglas de género es necesario para que tengamos derecho a ser "alguien". De este cumplimiento de las normas depende la formación del sujeto. Por tanto, de ninguna manera el género debe entenderse como una elección o un artificio que podemos intercambiar.
 
Por tanto, no es posible concebir el género como un rol o como una construcción con la que uno se viste cada mañana. No existe tal "alguien" que vaya al guardarropa del género y decida deliberadamente qué género va a salir ese día. Butler sugiere que la libertad, la posibilidad y la capacidad de acción se establecen dentro de un espacio basado en relaciones de poder. En "Críticamente subversivo", Butler afirma que la performatividad del género sexual no consiste en elegir qué género seremos hoy. La performatividad es repetir las reglas a través de las cuales nos volvemos concretos.
 
No se trata de una construcción absoluta de una persona genéricamente sexuada, sino de una repetición obligatoria de normas previas que configuran al individuo. Estas reglas moldean y delimitan a la persona y son también los recursos a partir de los cuales parten la subversión y la resistencia. En consecuencia, el género es performativo ya que es el efecto de un régimen que establece diferencias de género de manera coercitiva. Tabúes, amenazas correctivas, prohibiciones e incluso reglas sociales operan a través de la repetición ritualizada de normas.
 
Butler (2002) añade que la heterosexualidad maniobra a través de la estabilidad de las normas de género. Por eso la homofobia suele actuar a través de la atribución a los homosexuales de un género fallido y dañado. Lo hace designando a las lesbianas como "masculinas", a los hombres homosexuales como "afeminados" y a los transexuales como "pervertidos".
 
El terror homofóbico a los actos homosexuales es, en realidad, el terror a perder el propio género y a dejar de ser una "mujer de verdad" o un "hombre de verdad". Por eso es fundamental señalar la forma en que se regula la sexualidad a través del control y la humillación del género.

Para Butler, la relación entre sexualidad y género se da a través de la relación entre identificación y deseo. Sin embargo, el discurso heterosexual requiere que el deseo y la identificación sean mutuamente excluyentes: quienes se identifican con un determinado género deben desear a una persona de otro género.
 
Si desear a un hombre no implica necesariamente identificarse como mujer y desear a una mujer no implica una identificación masculina, el sistema heterosexual no es más que una lógica imaginaria que reproduce continuamente su propia ingobernabilidad. La naturalización de la heterosexualidad no es más que un espejismo. Fuss (1989) pregunta: ¿existe alguna identidad "natural"? La identidad no es más que una construcción política, histórica, psíquica o lingüística; una muestra de ello es que para quienes ejercen la política identitaria, esto necesariamente determina la acción política.
 
Eve Kosofsky Sedgwick (1998), en Epistemology of the Closet, afirma que existe un vínculo poderoso entre la homosociabilidad masculina y la prohibición de la homosexualidad: el deseo intermasculino se hace legible a través de su desviación hacia relaciones triangulares que involucran a una mujer. Para Kosofsky, el pánico homosexual realiza un doble acto de taxonomía: por un lado, apunta a la existencia de una minoría bien diferenciada de homosexuales y, por el otro, a una minoría de "homosexuales latentes" entre la población general que soportar cierta inseguridad sobre su propia masculinidad.
 
Alfredo Martínez Expósito (2000) sostiene que forjamos nuestras ideas sobre la sexualidad a través de metáforas, cuyos efectos no siempre son predecibles. El propio término homosexualidad se acuña con referencia a un modelo bipolar y zoológico simplista de la sexualidad masculina. Según Martínez Expósito, la cultura occidental ha simbolizado la sexualidad en representaciones de la pareja heterosexual, lo que legitima su naturaleza animal a través del concepto de amor. La metáfora implícita de la expresión hacer el amor demuestra el nivel de identificación entre actividad sexual y sentimiento amoroso.
 
Sin embargo, la actividad sexual entre hombres no ha disfrutado de una traducción al ámbito ennoblecedor de los sentimientos. Para Martínez Expósito, el amor homosexual encierra una contradicción, ya que asume un significado demasiado zoológico (incluso demasiado depravado) que no concuerda con la elevación espiritual inherente a la idea de amor. Si bien el amor es uno de los grandes temas de nuestra cultura, el amor homosexual es uno de sus grandes tabúes.
 
Con respecto a la sexualidad entre mujeres, Monique Witting (1993) señala que para el sistema las lesbianas no son mujeres "reales", lo que deslegitima su propio régimen de afectos y placeres. Para Diana Fuss, la insistencia en designar a las lesbianas como "mujeres caídas" sirve para excluirlas de la categoría misma de la sexualidad y situarlas en el fracaso de la identificación. La etimología de cadere ("caer" en latín) nos hace pensar en cadáveres.
 
Las identidades lesbianas son inherentemente suicidas porque impiden la entrada al mundo de la sociabilidad, la sexualidad y la subjetividad. Fuss sugiere que en psicoanálisis los homosexuales son representados como sujetos histéricos. Ricardo Llamas (1998) sugiere, en Teoría torcida, que las realidades "bollera" 3 y "marica" ​​están situadas en otra dimensión, en otro mundo. No están definidos en relación con las estructuras de la "Orden". Lesbianas y gays no dialogan con las instancias de represión, sino que constituyen espacios de resistencia. Para Llamas, el discurso queer-bollero tiene mucho que ver con el activismo radical de lucha contra el sida del grupo "Act Up" y el movimiento revolucionario de las Vengadoras Lesbianas.



Rafael Mérida (2002: 13-14) sostiene que el sujeto que plantea la Teoría Queer rechaza toda clasificación sexual. Destruye las identidades gay, lesbiana, transexual, travesti e incluso heterosexual, para incluirlas en un mundo "totalizador" raro, subversivo y transgresor, que promueve un cambio social y colectivo desde muy distintas instancias contra toda condena: "Ser queer no No significa luchar por el derecho a la privacidad, sino por la libertad pública de ser quien eres, todos los días, contra la opresión: homofobia, racismo, misoginia, la intolerancia hacia los hipócritas religiosos y nuestro propio odio (porque nos han enseñado cuidadosamente a odiarnos a nosotros mismos).
 
Y ahora también significa luchar contra un virus y contra los antihomosexuales que utilizan el SIDA para borrarnos de la faz de la tierra".
 
Como hemos visto, la Teoría Queer reevalúa cuestiones de género, identidades y sexualidades en un marco de agudeza crítica con el objetivo de desestabilizar no sólo el sistema, sino también la academia (Queering the Academy). Su finalidad ha sido adoptada por numerosos investigadores y actualmente se encuentra en proceso de expansión. La intención de la Teoría Queer no es crear una teoría contemplativa, sino una herramienta de participación política, por lo que se vincula a los movimientos antirracistas, pacifistas y antiglobalización. El mayor aporte de esta teoría radica en ofrecer nuevas explicaciones bajo un marco conceptual en el que convergen género y sexualidad; así como los significados y sus resistencias para dar lugar a nuevos significados. El término queer ejemplifica este proceso.
 
EL CAMINO DE CONCLUSIÓN
 
Una crítica a la teoría queer es que al considerar el género y la homosexualidad como construcciones culturales separadas, básicamente niega la existencia natural o intrínseca de la homosexualidad. Es decir, el sujeto homosexual no existe sustancialmente, sino sólo como significado de actos entre personas del mismo sexo. En otras palabras, la condición definitoria de la homosexualidad no existe en sí misma; lo que hay son los diferentes significados de dichos actos enmarcados en un contexto cultural. Sin cultura no hay homosexual. El feminismo plantea algo así eliminando las dicotomías hombre-mujer y proponiendo el cyborg o la liberación del yo como ser indomable.
 
Al destruir el binarismo, la mujer como sujeto se extingue coyunturalmente. El cyborg no es real: es una metáfora como el homosexual o la mujer. Algunas propuestas de enfoques queer son convincentes, pero ciertamente no resuelven la cuestión, e incluso resultan sospechosas. ¿No se trata de deconstruir una categoría opresiva para construir otra igualmente asfixiante?
 
La Teoría Queer plantea también el derecho de todas las personas a la autodeterminación de su propia vida y a ser felices. Felices en un sistema que reconoce sus uniones erótico-afectivas; que reconozca el matrimonio a quienes quieran hacer uso de ese derecho. Asimismo, reconoce el derecho a caminar libremente sin ser víctimas de ataques de ningún tipo, así como al trabajo y a cargos directivos. Ahora bien, ¿cómo podemos vivir en igualdad si no vivimos en una sociedad igualitaria? La respuesta es: mediante el propio trabajo y la tolerancia.
 
Cuando hablamos de trabajo nos referimos a la incorporación de todas las personas queer en todos los ámbitos del mercado laboral, pero principalmente en los espacios de visibilidad política, no como jarrones o dentro de un armario; sino como sujetos que denuncian que hay seres oprimidos. Hablar de tolerancia es difícil para quien ha sufrido intolerancia, pero hay que ser tolerante y no con quien se equivoca un poco, sino con quien se equivoca mucho y sin esperanza, para que la tolerancia sirva de ejemplo a los demás.
 
La Teoría Queer no intenta juzgar a quienes discriminan, sino simplemente observarlos, reconociendo que todo lo que vemos en nuestro entorno es resultado de una percepción errónea, donde todo es imitado, representado, actuado. El ideal es un mundo sin distinciones, sin miedos, sin necesidad de defenderse, donde los seres no se separen y se dediquen a darle sentido a sus vidas. Éste es el significado del cyborg propuesto por la teoría feminista.
 
Dejar que las personas sean como son es la propuesta de la Teoría Queer. Incluso aquellos que tienen un concepto equivocado de igualdad: déjenlos ser y que en su momento puedan rectificar como aquellos que han tenido que hacerlo por pertenecer a un grupo con preferencia sexual diferente o con una condición especial. La diferencia les ha llevado a poner el énfasis en sí mismos como estrategia de supervivencia.
 
BIBLIOGRAFÍA
 
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Nota
 
3 El término bollera se refiere a la acción de amasar, de "hacer bollos", de "hacer tortillas", de tocar manualmente: Dado que en las prácticas lésbicas se supone que no hay penetración, el acto sexual entre mujeres se realiza a través de tocar, acariciar y manipular.
 
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