#ENTEVISTASELFIE: “EL TÉRMINO ‘PERSONA
TRANS’ PERMITIÓ DEJAR DE DESNUDARNOS AL DECIR NUESTRA IDENTIDAD”
María Belén Correa fue la fundadora, junto a Claudia Pía Baudracco, de la Asociación de Travestis Argentinas, el grupo de personas T que desde 1993 se unió para buscar estrategias de supervivencia. Desde entonces su trabajo como activista se esparció en diferentes proyectos, como la RedLacTrans y el Archivo de la Memoria Trans, donde llevan digitalizadas 10 mil fotografías que ponen en valor la historia de su comunidad.
En esta #EntrevistaSelfie habla de sus inicios, del uso de la palabra ‘trans’ como una forma de evitar la genitalización de la identidad, del trabajo sexual y el reclamo de una ley que renozca la violencia estatal sufrida en los años de los edictos policiales.
MATÍAS MÁXIMO
marzo 3, 2022
Fotos: ARCHIVO DE LA MEMORIA TRANS
—Si tuvieras que marcar un comienzo en tu vida como activista, ¿cuándo fue?
—En aquel momento no sabía que lo que estaba haciendo era ser activista o militante, pero si tengo que poner un comienzo creo que fue en 1993, la noche de la fundación de ATA (Asociación de Travestis Argentinas, que hoy se llama ATTTA para sumar a la sigla Transexuales y Transgéneros). Estábamos festejando mi cumpleaños de 20 y se armó una verdadera asamblea. Yo no quería fiesta, porque no tenía gente para invitar, pero vivía con Pía (Claudia Pía Baudracco) que amaba las reuniones y trajo a sus conocidas. Éramos unas 12 y hubo dos que no llegaban y no llegaban: habían caído presas.
Lo primero que hicimos fue armar un bolso para llevarles comida y para que pasaran la noche, estábamos acostumbradas porque era una situación que pasaba todos los días. Pero esa vez surgió la conversación de que teníamos que hacer algo para que las cosas cambien o irnos del país, como hacían muchas. Tres días después fue la Marcha del Orgullo y nos encontramos con César Cigliutti, Carlos Jáuregui y Marcelo Ferreyra y allá fuimos.
—¿Por aquella época se hablaba de una comunidad LGBT o cada cual iba por su lado?
— El movimiento LGTB nace en 1996, después del Encuentro Nacional de Rosario. Antes de eso las lesbianas no se relacionaban con los gays, ni los gays con las travestis. Por otro lado, el discurso del “cuerpo equivocado” generaba que nosotras como travestis fuéramos los enfermos degenerados y las transexuales las pobres mujeres en el cuerpo encerrado.
Por eso todos estábamos todos divididos, peleando por su cada uno por su lado. Encima tener una travesti cerca era problema, porque siempre te paraba la policía. Creo que ese fue el último legado que dejó Carlos Jáuregui, la unión.
—Y entre esas diferencias que marcás, ¿había más discriminaciones o empatías?
—Hoy le podemos llamar discriminación, pero en ese momento era un instinto de supervivencia. Si a un grupo de gays y lesbianas que ya estaban medio clandestino empezaban a entrar las travestis, caía la policía y se iba todo a la mierda. Esto era lo que pensaban muchos, que éramos problemáticas, y era una visión que tenía hasta el mismo Jáuregui, aunque después empezaron a notar que no éramos todas iguales, que había algunas con las cuáles se podía tratar.
Muchos usaban la ironía y el doble sentido para referirse a nosotras en las reuniones de la calle Paraná, yo esperaba que dijeran todo lo que quisieran y después contestaba de la misma forma. Estaba muy dividido entre quienes nos querían y los que no, pero como los que nos bancaban eran los dueños de casa nadie nos podía echar.
—¿Con el paso de los años en qué se transformó ser una activista? ¿qué diferencias notás?
— Antes la persona que se identificaba como activista estaba considerada por el resto de la comunidad como loca. Una loca que en primer lugar dejaba de trabajar porque al ser visible ya te quedabas sin las mismas oportunidades. En aquel momento no teníamos tiempo para estar fijándonos quién estaba al lado nuestro porque solamente teníamos para ver quién teníamos al frente: los únicos enemigos eran la policía y la justicia.
Hoy veo que está todo muy sectorizado, hay grupos que no apoyan una ley ni van a una marcha solo porque la impulsa otro grupo. Desde los dos lados de la grieta hay personas contratadas por el Estado y no pueden hablar porque están comprometidas, lo mismo que muchos abogados que tienen comprometidas sus firmas y no pueden patrocinar nuestros casos. Tenemos que estar unidos porque necesitamos conseguir una reparación histórica para las trans mayores, creo que en eso debería estar enfocado el activismo.
En una Marcha del Orgullo en Nueva York personificando a Evita Perón.
—¿Cuánto influyó el activismo en el devenir de tu identidad? ¿Desde la infancia supiste que eras una mujer trans?
—En mi infancia sabía que no era igual al resto, pero no tenía una imagen como para poder comparar y “decir soy esto o soy aquello”, además todavía no estaba el término de mujer trans.
—¿Recordás cuándo fue la primera vez que oíste hablar de ‘personas trans’?
—En 2001 conocí en Nueva York a Sylvia Rivera, no sabía quién era pero empezamos a conversar en una reunión porque ella me hablaba en español. Cuando muere en el 2002 sale en las noticias y me doy cuenta porque en ese momento la gente del activismo la estaba redescubriendo y se la homenajeó mucho. Había una foto que circulaba, donde se la veía a Sylvia con un cartel que decía “Respect Trans People”. Trans era una palabra coloquial dentro de la comunidad, similar a lo que era la palabra “traviesa” en Argentina, que se usaba para publicar avisos en el rubro 59 del diario Clarín y que supieran que eras travesti, porque no se podía decir de forma directa.
En Estados Unidos, o al menos en Nueva York donde yo estaba viviendo, la palabra trans no tenía traducción, se usaba trans woman, trans lady, trans girl o tranny como un código para poder vincularte con el cliente. A través de la RedLacTrans (Red Latinoamericana y del Caribe de Personas Trans) y de ATTTA empecé a difundir el término que había aprendido con la consigna de “poder dejar de desnudarnos”, porque si yo digo soy travesti, transexual o transgénero ya te estoy diciendo “tengo peluca”, “estoy operada”, “tengo concha” o “tengo pito”, ya que dependiendo mi clasificación te estoy diciendo cómo es mi cuerpo. ¿Por qué tengo que desnudarme apenas me estoy presentando?
El término ‘persona trans’ permitió dejar de desnudarnos al decir nuestra identidad. Por otro lado en Centroamérica poner MT (mujeres trans) era mucho más aceptado que poner travesti, porque tenía una connotación totalmente negativa cuando tenías que ir por ejemplo al sistema de salud. El término MT también nos sirvió para visibilizarnos frente a la OMS y ONUSida y obtener fondos para nuestras problemáticas específicas, porque antes nos ponían como HSH o MSM (Hombres que tienen sexo con hombres, Men Sex Mens), así que fue parte de una estrategia.
—Volviendo
a tus comienzos ¿tenías algún modelo a seguir? ¿Alguien quien dijeras ’quiero
ser como tal’?
—En la infancia me encasillaban y me decían que era el maricón o el homosexual del pueblo, eso es lo máximo que yo podía llegar a identificar: sabía que no era algo común pero no tenía un referente como para decir “yo quiero ser como…”. Lo único que podía llegar a encontrar como referente cuando ya estaba en séptimo grado eran eran las entrevistas de 9 Diario que les hacían a las chicas de Panamericana, pero todo lo que decían no era una muy buena expectativa. Después estaban las revistas Flash, que hablaban de que en Brasil los hombres se colocan implantes para los carnavales.
Al llegar a Capital Federal, ya con 17 años, conocí las distintas identidades. Antes para mí existían solamente los hombres gais, no sabía ni siquiera que había mujeres lesbianas. A partir de esa ignorancia fue que me identifiqué como una persona travesti, porque era el único término que había en ese tiempo para nombrarte.
—¿Preferís hablar de trabajo sexual, prostitución o explotación sexual?
—Para mí es trabajo sexual, yo soy reglamenterista.
—Y cuando llegaste a la Ciudad de Buenos Aires, ¿fue una elección o no te quedó otra?
—En mi caso lo busqué específicamente porque había muerto mi papá hacía poco y teníamos que tener una solvencia económica. Yo tenía 17 años cuando viajé de Luján a Capital Federal y me puse a buscar trabajo en lo que en ese momento eran cabarets de mujeres, pero cuando me preguntaban la edad y veían que era menor me decían que no. Un encargado que era gay y me habló de una agencia que acababa de abrir, fui y estuve casi un año y medio viviendo y trabajando en ese espacio, ahí dentro me construí como travesti, hice mi transición.
Creo que el trabajo sexual depende de cuál es el status o la independencia, en mi caso mientras era menor no tenía elección, tenía que estar donde estaba y tenía que aceptar las reglas que aceptaba. Cuando ya era mayor y tenía una opción de poder elegir por supuesto que fue mucho mejor. A mí me hizo conocer gente, conocer a muchas chicas con las que hoy día todavía me relaciono. Y de negativo, creo cualquier trabajo es negativo si es algo que no tenés ganas de hacer.
Hay trabajos que yo no haría, por ejemplo no sería sepulturera, no haría autopsias. En aquel momento de la agencia estaba cumpliendo un horario muy parecido a Mc Donalds o cualquier otro trabajo que te exigen 12 horas. La esclavización existe en todos lados, si vos lo permitís o no depende en qué posición estás para negociar. Como en ese momento yo lo que pensaba era en el dinero que ganaba y lo que cubría con eso, no lo pensaba del lado negativo.
—Otro de los proyectos donde estás ahora es el Archivo de la Memoria Trans. Si tuvieras que contarle a alguien que no lo conoce a qué se dedican ¿cómo lo resumirías?
—El archivo nació desde unas cajas de Claudia Pía Baudracco, y de la costumbre que hay entre muchas de nosotras de guardar recuerdos como si fueran de la propia familia. Nosotras, como comunidad o como familia de trans, también tenemos esta característica de heredar fotografías. Después de estos años en los que fuimos creciendo, parte del trabajo del Archivo es recolectar colecciones, demostrarle a las compañeras que son coleccionistas, conservadoras, fotógrafas. Y dentro de ese trabajo tenemos un grupo de chicas que se profesionalizaron y hoy son archivistas, para la protección de este material. Diría que nuestro principal objetivo es cuidar, proteger y recolectar la memoria de las personas trans argentinas.
Graciasss/latfem.org/entevistaselfieel-termino-persona-trans-permitio-dejar-de-desnudarnos-al-decir-nuestra-identidad/
—En la infancia me encasillaban y me decían que era el maricón o el homosexual del pueblo, eso es lo máximo que yo podía llegar a identificar: sabía que no era algo común pero no tenía un referente como para decir “yo quiero ser como…”. Lo único que podía llegar a encontrar como referente cuando ya estaba en séptimo grado eran eran las entrevistas de 9 Diario que les hacían a las chicas de Panamericana, pero todo lo que decían no era una muy buena expectativa. Después estaban las revistas Flash, que hablaban de que en Brasil los hombres se colocan implantes para los carnavales.
Al llegar a Capital Federal, ya con 17 años, conocí las distintas identidades. Antes para mí existían solamente los hombres gais, no sabía ni siquiera que había mujeres lesbianas. A partir de esa ignorancia fue que me identifiqué como una persona travesti, porque era el único término que había en ese tiempo para nombrarte.
—¿Preferís hablar de trabajo sexual, prostitución o explotación sexual?
—Para mí es trabajo sexual, yo soy reglamenterista.
—Y cuando llegaste a la Ciudad de Buenos Aires, ¿fue una elección o no te quedó otra?
—En mi caso lo busqué específicamente porque había muerto mi papá hacía poco y teníamos que tener una solvencia económica. Yo tenía 17 años cuando viajé de Luján a Capital Federal y me puse a buscar trabajo en lo que en ese momento eran cabarets de mujeres, pero cuando me preguntaban la edad y veían que era menor me decían que no. Un encargado que era gay y me habló de una agencia que acababa de abrir, fui y estuve casi un año y medio viviendo y trabajando en ese espacio, ahí dentro me construí como travesti, hice mi transición.
Creo que el trabajo sexual depende de cuál es el status o la independencia, en mi caso mientras era menor no tenía elección, tenía que estar donde estaba y tenía que aceptar las reglas que aceptaba. Cuando ya era mayor y tenía una opción de poder elegir por supuesto que fue mucho mejor. A mí me hizo conocer gente, conocer a muchas chicas con las que hoy día todavía me relaciono. Y de negativo, creo cualquier trabajo es negativo si es algo que no tenés ganas de hacer.
Hay trabajos que yo no haría, por ejemplo no sería sepulturera, no haría autopsias. En aquel momento de la agencia estaba cumpliendo un horario muy parecido a Mc Donalds o cualquier otro trabajo que te exigen 12 horas. La esclavización existe en todos lados, si vos lo permitís o no depende en qué posición estás para negociar. Como en ese momento yo lo que pensaba era en el dinero que ganaba y lo que cubría con eso, no lo pensaba del lado negativo.
Selfie
con cámara analógica junto a su gran amiga Claudia Pía Baudracco,
en la última
Marcha del Orgullo que compartieron. 2011.
—Otro de los proyectos donde estás ahora es el Archivo de la Memoria Trans. Si tuvieras que contarle a alguien que no lo conoce a qué se dedican ¿cómo lo resumirías?
—El archivo nació desde unas cajas de Claudia Pía Baudracco, y de la costumbre que hay entre muchas de nosotras de guardar recuerdos como si fueran de la propia familia. Nosotras, como comunidad o como familia de trans, también tenemos esta característica de heredar fotografías. Después de estos años en los que fuimos creciendo, parte del trabajo del Archivo es recolectar colecciones, demostrarle a las compañeras que son coleccionistas, conservadoras, fotógrafas. Y dentro de ese trabajo tenemos un grupo de chicas que se profesionalizaron y hoy son archivistas, para la protección de este material. Diría que nuestro principal objetivo es cuidar, proteger y recolectar la memoria de las personas trans argentinas.
Graciasss/latfem.org/entevistaselfieel-termino-persona-trans-permitio-dejar-de-desnudarnos-al-decir-nuestra-identidad/
MARÍA BELÉN CORREA
Por Mabela Bellucci*
En la Argentina, María Belén Correa- junto a Nadia Echazú, Lohana Berkins y Marlene Wayar- fue una de las activistas trans más visibles en la resistencia de trincheras durante los ostentosos años noventa. A lo largo de su trayectoria, María Belén exploró las más diversas formas de denunciar la sombría situación de las travestis, inclusive desde su veta artística al componer espectáculos contestatarios. Luego se volvió en una andarina migrante.
En la actualidad, reside en Estados Unidos, ante un pedido de asilo político tras su partida por la dura represión institucional contra su comunidad. Eso fue en noviembre de 2001, después de haber intervenido de la Marcha del Orgullo con su show en una fiesta organizada por el fanzine Homoxidal 500, referente local ineludible del queer punk/ homocore, que tuvo su circulación dentro del contexto de alzamientos contra el neoliberalismo.
En este reportaje hasta ahora inédito, llevado a cabo junto con Martín De Grazia en octubre de 2008, nos importó rastrear principalmente los inicios de su activismo trans, en 1993, a partir de los acercamientos y controversias con aquellas figuras prominentes del movimiento LGT de ese entonces.
¿Cómo fue tu acercamiento a la militancia trans?
A los 17 años lo que veía de activismo era a los hermanos Jáuregui en televisión en los finales de los ochentas. Después de las transexuales que salían en Nuevediario, eran las chicas que trabajaban en Panamericana. Yo vivía en Luján, provincia de Buenos Aires. Alquilé un departamento en Capital Federal y conozco a dos transexuales y me dicen que “Yo era travesti” y yo les digo no. Tenía pelo largo, maquillaje pero yo les decía que no.
En ese tiempo usaba el nombre de varón, pero tenía aspecto de mujer. Cuando me decían “señorita” me ofendía porque yo consideraba que ser travesti era totalmente negativo: no me drogaba, mi familia no me rechazaba, no me prostituía entonces yo me decía a mí misma “yo no soy travesti”. Sabía que tampoco era gay. Lo que tenía como imagen de las travestis que no era lo que yo esperaba que fuese. Después conozco a Claudia Pía Baudracco una trans que había venido de Italia. Ella me contó cómo se vivía allá con respecto al tema de la libertad. Al poco tiempo le digo que se venga a vivir a mi casa.
¿Estamos hablando de los noventa, es así?
En el 93 se armó el grupo Asociación de Travestis Argentina (ATA) en mi cumpleaños. Cuando estábamos en un cumpleaños el tema de conversación era primero contar a las invitadas que estuvieran todas y que no haya caído alguna presa. Y después siempre la misma conversación: caer presa, ser golpeada, ser arrestadas. Entonces Claudia dijo “armen un grupo”. Era una reunión de 10 o 12 chicas. Nosotras no podíamos hacer festejos porque caía la policía. Tampoco nos podíamos reunir en un bar ni podíamos ir dos chicas al cine, lo hacíamos de a una porque dos llamaba la atención.
¿Había alguien antes de ATA?
Estaban las chicas del Tigre que denunciaban el edicto que prohibía salir a los hombres con el torso desnudo, no podían salir a la calle porque iban presas. Cuando se quita ese edicto, por allí por el ochenta y pico, cansadas todas de ir presas y que siempre las trataran de hombres entonces ellas se reunieron frente a la Catedral, en donde se originó la marcha años después, y se quedaron con las tetas al aire, diciendo que si éramos hombres podíamos estar caminando por la calle con el pecho desnudo. Las reprimieron y fueron todas presas, así de simple. Ese fue el primer grupo que hizo la primera manifestación. Luego, vino Kenny De Michelis con Travestis Unidas pero ya era la época de la televisión.
Y¿ cómo empezó tu activismo?
Mi activismo empezó cuando yo conocí a Claudia Pía. Me llenó la cabeza que teníamos derechos, que debíamos sacar nuestro documento, que podíamos salir a la calle libremente como en Italia, que no teníamos que ir presas. Fue de casualidad por haberse hecho la reunión en mi casa. La “Asociación de Travestis Argentina” era un nombre que nos puso la policía no lo pusimos nosotras. Mientras nosotras discutíamos nuestros derechos, ellos cuando nos detenían nos preguntaban “¿Quién te crees que sos de la Asociación de Travestis Argentinas?” Travesti, en 1993, era un término muy fuerte. En la primera nota que salió en Crónica decía ATA pero no lo desglozaba porque no podían poner travesti, era muy fuerte.
Carlos decía que poner “Asociación de Travestis Argentinas” era como poner “Asociación de Putos Argentinos”. En ese momento era un insulto y nosotras lo dimos vuelta y del insulto pasó a ser el orgullo. Por eso, en pocos lugares se usa tanto la palabra travesti como sinónimo de activista como es en la Argentina, como en Sudamérica. Nosotras somos transgénero, eso es la palabra exacta. ¿Pero cómo vamos a cambiar si nosotras mismas nos denominamos travestis? En ese momento, no teníamos ni idea si estábamos encerradas en un departamento. No sabíamos nada de lo que pasaba en el mundo, no había internet en ese momento. Recuerdo que nos quedamos heladas cuando recibimos una invitación de Brasil a ATA. ¿Cómo se enteraron? Vivíamos enclaustradas en un departamentito.
¿Cómo llegan a conocer a Carlos Jáuregui?
Ya teníamos nuestra asociación en el 93 y sabíamos que se hacía la Marcha del Orgullo. Se reunían en “Contramano” pero nosotras no podíamos entrar, había un cartel en la puerta que decía “Prohibido la entrada de travestis”. Y allí era la reunión de organización de la Marcha, donde asistían las agrupaciones gays y lesbianas de aquella época. Caímos sin ser invitadas, de atrevidas nomás porque todavía nadie nos había invitado, tenías que ser invitado por alguna de las asociaciones que estaban en la organización.
Aparecimos en la Marcha con una cartulina que decía “Asociación” y estaba mal escrito: en el lugar de las pusieron la c y uno de los abogados de la CHA vino a decir “Esto está mal escrito” en vez de decirnos “Qué suerte que están acá”. Y fue el mismo abogado éste que se quejó porque nosotras pedíamos que nos nombren en los carteles de las Marchas. Nosotras fuimos a la primera Marcha con la cartulina, no fuimos a la reunión. Eran 50 personas y nosotras 5 estábamos al costado con esa cartulina mal escrita y mirando a los costados por miedo a que nos llevaran presas.
Estaba Travestis Unidas que era Kenny solita con su amiga, nada más. Ellas estuvieron en la primera reunión pero no en la primera Marcha. Y nosotras después estuvimos en la tercera Marcha y no en la reunión de organización. Durante la primera, la segunda y la tercera era la Marcha del Orgullo Gay- Lésbico. Por eso primero tuvimos que hacer nuestra lucha interna dentro de la comunidad gay-lésbica.
¿Quiénes son los primeros que se acercan a ustedes de la comunidad gay?
César Cigliutti y Marcelo Ferreyra en la misma Marcha. Nos vinieron a preguntar quiénes éramos y nos dieron los teléfonos. A los dos meses nos allanaron en mi casa porque las reuniones se hacían allí, las demás vivían en hoteles. En esa misma Marcha nosotras habíamos conocido al Pastor Roberto González. Comenzamos a ir a la iglesia y nos invitó a las reuniones que se hacían en Paraná. Mientras nos estaban allanando justo llamó el pastor González desde Paraná y le avisamos.
Y allí donde aparecieron los abogados de Gay DC y hubo quiebre y se comienza a discutir los que nos apoyaron y los que no nos apoyaron. Y allí conocí a Carlos Jáuregui y hablé con él. Sus amigos se reían porque yo decía que lo conocía de la televisión. Lo estaba tratando como si fuese una diva, una estrella. Quizás no era la primera en decirle eso, era la verdad porque yo lo recordaba con su hermano Roberto de en un programa que hacía el Negro Fontova con Jorge Ginzburg “Peor es nada.”
¿Eran los abogados de Gays por los Derechos Civiles?
No era el grupo de activismo de la comunidad GL de Paraná. El grupo de Paraná eran las reuniones de lesbianas y gays. Fueron dos reuniones que tuvimos en Paraná y después vino el allanamiento en mi casa. Se enteraron los chicos de Paraná y cayeron los abogados de Gays DC, que eran Marcelo Feldman y Angela Vanni, en el momento de la emergencia cayeron los dos y después nos largaron. Después para saber cómo era el proceso se quedó Angela solamente con nosotras. Y a partir de allí, fue la abogada de la asociación.
¿Había resistencia por parte de los gays a que se integrasen?
Sí, por supuesto. Por ejemplo, nosotros no cambiamos de un día para el otro que fuera la Marcha GLT. Pasaron muchos años. Yo tenía el afiche de la primera Marcha, de la segunda y tercera. En la cuarta Marcha era la que decía gay-lésbica y abajo chiquitito decía “marchamos todos juntos gays, lesbianas, travestis y transexuales” pero seguía siendo el mismo slogan. El mismo abogado que nos señaló la falta de ortografía en el cartel, un día nos dijo ofuscado “¿Encima que las dejamos desfilar quieren ustedes ahora cambiar el nombre?” Internacionalmente se llama marcha del orgullo gay, agregamos a las lesbianas y ahora quieren ustedes también que las nombren. Si coparon toda la prensa.
¿Y vos por qué pensás que Carlos era así con Ustedes?
El decía que nosotras habíamos traído como aire nuevo al activismo. En ese tiempo estábamos trayendo una realidad distinta a la que ellos tenían. Ellos estaban con la Unión Civil y nosotras estábamos diciendo no podemos vivir, no podemos caminar, no podemos ir al supermercado. Literalmente así eran las cosas. Fue el primero que vino a las reuniones nuestras, nunca César ni Marcelo fueron. ¿Un gay que vaya a una reunión de travesti, no? La revista Nexo también colaboró.
Ellos nos prestaban una pieza para hacer reuniones porque en mi casa no daba más. Carlos llamaba y decía “voy a tener una reunión con las chicas de ATA y necesitaría el espacio”. Y quién le iba a decir que no. Nos solucionaba las cosas: hacia nuestros comunicados de prensa, nuestro discurso porque nosotras no sabíamos hacerlo. Acuerdénse que el grupo entró en Internet en 2001. Carlos nos recalcaba “Tienen que presentarse como un grupo porque es más importante que representarte a vos misma”. Y no nos dijo “vengan a Gays DC y sean parte” sino nos dijo “armen su propio espacio”. El decía que nosotras teníamos que tener un nombre, nunca quiso apropiarse de nuestro trabajo.
Cuando ustedes comenzaron a llenar las marchas no habrán pensado lo mismo…
A ver, hay un escrito que contaba que nunca se iba a borrar de su memoria lo que nosotras hicimos en la tercera Marcha. Nosotras aparecimos en la Marcha con buzos fucsias hasta el cuello, para que no nos digan que íbamos con las tetas al aire, y le estampamos en el centro el nombre de ATA, una bandera gigantesca de 8 metros y un megáfono (que tuvimos que hacer una colecta para comprarlo). Y todas fuimos en el subte con la abogada. La policía al vernos no nos dijo nada porque éramos 60. Para muchas chicas era la primera vez que viajaban en el subte. Parecía un jardín de infantes, todas juntas. Estrenando el megáfono dentro del subte y decíamos no miren. Mientras Nosotras entramos por atrás de la Marcha con el megáfono abierto avisando de nuestra llegada. Parecíamos un grupo de piqueteros. Todas agarradas de los brazos así porque era normal que manotearan alguna y se la llevaran porque estábamos haciendo contravención.
¿Vos recordás una interna con Kenny con compañeras de otra nacionalidad?
Kenny era bastante específica. No le gustaba ejercer la prostitución en la calle; ella lo hacía en Palermo. Estaba sola y le convenía estar sola. Era activista para ella misma, porque sacaba su propio beneficio. A Kenny si la dejaban parar, era una cuestión de trabajo y no de activismo. Pero si paraba una chica a su lado, o era una extranjera, entonces llamaba a la policía para que la llevaran presa. Ese mismo reglón fue el que nos ayudó armarnos. Nosotras no éramos Kenny, nosotras no fuimos a Travestis Unidas porque además éramos un grupo de 15 que estábamos ya organizadas en ATA. Yo era la menor del grupo y estaba allí porque esa era mi casa porque yo no tenía noción de lo que estábamos haciendo.
¿Y cuáles fueron sus reclamos?
Lo que entendíamos era que nos dejaran de molestar porque estábamos cansadas de estar presas. Claudia nos decía “para no estar presar hay que hacer como las italianas que se degollaban en la plaza del Vaticano pero yo decía `no quiero degollarme`”. Nosotras lo único que queríamos era que nos dejaran ir a comprar al supermercado. Ni siquiera HIV. Porque si yo le decía a una chica “tomá usá un preservativo porque te vas morir de SIDA”, ella me decía “si la policía me va matar dentro de unas horas, vos vas a venir con el preservativo dejáme de molestar”.
La expectativa de vida era totalmente distinta y el activismo también. Ángela que era una abogada muy pilla nos dijo “vístanse de hombres para que la policía no las metan presas”. Si el edicto decía vestimenta contraria al sexo, “vístanse con pantalón”. Ella dejó su trabajo y se dedicó por completo a nosotras. En la Marcha que te relaté salimos con pantalón de jean y buzos fucsias.
De allí quedamos identificadas como “las que tenían pantalón era las de ATA”. Las que no tenían pantalón y seguían pagando la coima, salían desnudas. Así, fueron nuestros orígenes: empezamos a vestirnos con un estilo unisex. La policía nos decía “las travestis de jeans”.
Realmente, no pudieron más que quedar desconcertados. En ese momento fue toda una revolución. Nosotras nos volvimos activistas casi sin darnos cuenta.
*Activista feminista queer. Autora Historia de una desobediencia. Aborto y Feminismo. Editorial Capital Intelectual. Buenos Aires, 2014.
Publicada originalmente el 16 diciembre, 2015
Graciasss/revistafurias.com.ar/nos-volvimos-activistas-sin-darnos-cuenta-entrevista-maria-belen-correa/
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