DANIEL RETAMAR 2

EL RÍO SUENA
 
Daniel Retamar (1962-1998) fue un militante montonero. Tenía 16 años cuando lo secuestraron y encerraron en El Olimpo. Su condición homosexual siempre fue un agravante. En los ochenta militó en el socialismo. Fue uno de los impulsores del nacimiento de la CHA y, viviendo con VIH, un gran luchador contra el estigma y la condena de la indiferencia médica. Por primera vez se edita su libro de poemas Detrás de estos ríos (Ediciones del Dock). Sus textos y la memoria de sus amigos lo vuelven al presente.
 
Por Ana Longoni
 
A Dani le gustaba el patchuli. Nombrar ese perfume es volver a olerlo. Algunos dicen que es un perfume marica, y él lo conseguía en tubitos de ensayo tapados con corchitos en algún puesto ambulante de la avenida Corrientes para regalarlo a troche y moche. Es muy probable que fuera una de sus tantas invitaciones a disfrutarlo todo en la vida.
 
Quisiera escribir sobre él como lo hubiera hecho Pedro Lemebel, pergeñar un texto que se aproxime a una de sus crónicas festivas que descubren los nexos fatales entre la dictadura y el sida.

Lo conocí en 1973, en La Plata. Nita, su madre, Horacio, su hermano menor, y él se habían refugiado en el departamento de Z., la mamá de mi amiga Pipi, en el cuarto piso de la torre donde vivíamos. Su papá, a quien el mío conocía por la militancia en la Juventud Peronista en barriadas de la zona del arroyo El Gato en La Plata, había pasado a la clandestinidad.
 
Como en lo de Z. no había teléfono, Dani -que tenía once años- solía subir hasta casa a hacer algún llamado. La imagen más antigua que guardo de él es esa: hablando por teléfono apurado, de pie, mientras lo miro sentada desde el piso (una cuadrícula de baldosones grises y celestes) del comedor de casa, en el último piso de la torre; sus ojos de agua, que siempre me encandilaron, y su gesto serio y compungido, de hombre mayor.
 
Luego vino la dictadura, la desaparición de Héctor Retamar en Rosario, adonde era parte de la dirección regional de Montoneros. El ingreso de Dani a la militancia fue con apenas quince años. Sobre su secuestro en Villa Fiorito a fines de 1978, alguna vez contó que su compañera tomó la pastilla de cianuro y él no pudo hacerlo (o decidió no hacerlo) porque tenía a upa a Matías, el hijo de Lucía, su dirección partidaria -también secuestrada-. El niño tenía menos de dos años, y fue el botín que intercambiaron sus captores.
 
Dani terminó en El Olimpo, con dieciséis años, hasta principios de 1979, cuando fue “liberado”, llevado por un milico hasta el galpón donde se refugiaban su madre y su hermano, en Villa Crespo. Allí el milico se quedó horas, haciéndose cebar mate por el hermano menor, dejándoles claro que estarían todos vigilados y que no podían moverse, hacer ni decir nada sin su permiso. Cautivos.
Me reencontré con Dani en 1984, militando en el MAS. Yo acababa de regresar con mi familia del exilio en Perú, y no recordaba nada de la infancia platense.
 
No nos reconocimos pero nos hicimos amigos enseguida, y juntos armamos un grupo que quisimos bautizar “Socialistas por la Liberación Sexual” y la corrección política partidaria (por cierto, de un dirigente gay) terminó llamando “Alternativa Socialista contra la Opresión Sexual”. Nos reuníamos todos los sábados a la tarde -en el local que compartían la Juventud Socialista y el Frente de Artistas en la calle Estados Unidos-, Dani, sus muchachos y yo, la única mujer. Más allá de los rituales troscos de cualquier equipo partidario (informe internacional, informe nacional, campaña financiera), leíamos con devo(ra)ción a Wilhelm Reich y asignábamos puntajes a la guapura de los chicos que pasaban por allí.
 
Organizamos masivas charlas sobre homosexualidad o feminismo, editamos un pequeño boletín, volanteamos, callejeamos, nos divertimos, bailamos en Contramano, cocinamos, comimos y bebimos, nos estrechamos.
 
Una mañana, bien temprano, Dani me llamó para preguntarme si era yo. Había soñado conmigo niña. Claro que soy yo. Nos encontramos esa noche y Dani me contó mi historia, la que yo no recordaba. Él creía haber leído el nombre de mi padre en una lista de desaparecidos, y nos había perdido la pista, como la de tantos otros. No me contó su vida esa noche sino a lo largo de instantes de las muchas noches que vinieron después. Pocas veces mencionó al Turco Julián; a la compañera que le acarició la mano luego de la primera sesión de tortura y de la que nunca vio el rostro, encapuchados ambos; la navidad en la que la fiesta de los secuestrados fue compartir un pan duro y escuchar a lo lejos los chamamés que sonaban en la radio de los carceleros.
 
Para ese entonces, Dani daba testimonio ante la Conadep y el Juicio a las Juntas. En ese tiempo buscaba con desesperación a su padre, algún indicio, algún lugar, alguna certeza. Además de la versión que dio a conocer Bonasso en Recuerdo de la muerte, que le hizo tanto daño a Dani, le había llegado el dato de que había estado en Misiones, con una pierna amputada a causa de las torturas. Una amiga de papá afirmaba que lo había visto, hacía apenas unos meses, entrando a un banco en La Plata, con las dos piernas. Esas fantasmagorías que sobrevuelan a tantos desaparecidos.
 
Lo acompañé a visitarla en Berisso. Volvimos desolados y sin saber cómo seguir. Preguntó, trató de hilar cabos, lo extrañó sin pausa. Años más tarde, lo despidió arrojando una lluvia de flores amarillas al río en la Bahía de Samborombón, en donde según el testimonio de un represor fueron tirados desde un avión todos los prisioneros de Quinta de Funes, luego de abortada la llamada Operación México.

En esos años, también, Dani fue un activo impulsor de la naciente CHA (Comunidad Homosexual Argentina), junto a los hermanos Jáuregui, Gustavo Pecoraro y algunos otros. La primera pelea fue contra los edictos policiales, vestigios legales que habilitaban a detener a personas del mismo sexo si bailaban juntas o a quienes se vestían con ropas del otro sexo. Un sábado o un domingo de 1984 participó de un programa de televisión como representante de la CHA, reconociendo públicamente su opción sexual. El lunes lo echaron del trabajo, una represalia que no empañó su orgullo de haber enunciado al aire la diferencia.
 
En 1986 supo que estaba contagiado de HIV, en un tiempo en que ese anuncio era equivalente a una rápida y estigmatizada condena a muerte, se sujetó ligero y fuerte a la vida y vivió, muy intensamente, doce años más. Festejó estar vivo cada día. Encontró grandes amores y muchísimos amigos, entrañables y perpetuos. Adoraba a sus dos sobrinas y a sus ahijados (mi hijo y el hijo de Memé).
 
Hizo teatro, instalaciones (recuerdo en particular su actuación dentro de una caja en un festival erótico en Babilonia), militó -siempre crítico- por la unidad de las izquierdas, impulsó proyectos cooperativos de edición literaria, participó de los primeros tiempos de la revista de teatro y danza alternativos Funámbulos. Trabajó en muchos oficios, desde vendedor en una concesionaria de autos hasta diseñador en una editorial de libros infantiles. Mientras tanto, escribía y escribía compulsivamente.
 
Poemas, cuentos, cartas, memorias. Avanzó varios capítulos de una novela autobiográfica, en la que su alter ego, Damián, entraba y salía de El Olimpo, para refugiarse en los juegos infantiles en una siesta en Crespo, el pueblo entrerriano donde nació, invocando las rodillas lastimadas de su hermanito en sus intentos de volar.
 
Hace un par de años, presencié una audiencia del largo juicio del circuito Atlético-Banco-Olimpo en los tribunales de Comodoro Py. Detrás del blindex, los jueces, algunos acusados y sus custodias, y los abogados de la querella y la defensa. Cuando entré, estaba testimoniando una mujer que había sobrevivido a El Olimpo, Susana Caride. Hablaba pausada, tranquila, como quien ya ha contado varias veces la historia, esa historia. El primer nombre propio que dijo fue el de Daniel Retamar al rememorar a aquel adolescente violado por Colores (Antonio del Cerro).
 
Yo lo sabía, Dani alguna vez me lo había contado, pero hubo algo dentro mío que se quebró allí: no sé si fue la exposición pública de algo tan íntimo y doloroso, no sé si saberlo ausente en un juicio en el que él hubiera querido ser querellante y dar testimonio, no sé.

No quiero resultar tanática porque la vida de Dani fue pura celebración a-pesar-de. Una tarde, un grupo de sus muchos amigos hacíamos cola en la sala de terapia intermedia del Hospital Muñiz para entrar de dos en dos a verlo un ratito.
 
Nos tocó pasar juntas a Ana Durán y a mí. Dani tenía un cuaderno de espiral y arrancó una hoja rayada que nos tendió, con precisas instrucciones. “Quiero pedirles que publiquen mis textos”. El papel, escrito en tinta azul, incluía un detallado punteo de su propia biografía. Y es que la vida y la escritura en Daniel Retamar no pueden escindirse (al menos, yo no logro hacerlo). Aquí estamos, publicando este primer libro, una selección de sus poemas que editaron entre un cúmulo de archivos y papeles dispersos, con paciencia y amor de orfebres, otras dos amigas de Dani: Silvana Franzetti y Susana Torres Molina.
 
Los poemas son sencillos y contundentes como haikus, frescos como el agua que puebla sus imágenes, desde el verso que da título al libro. No hay ruido ni hojarasca en ellos. A la vez, no dejan de saberse desgarrados, ensombrecidos de ausencia. Así y todo, se despejan, sacuden las sábanas, se levantan para seguir.
 
Graciasss/www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/soy/
 

DANIEL RETAMAR (1962-1998): MILITANTE GAY,
REVOLUCIONARIO Y POETA
 
Escribe: José Castillo
 
Ediciones del Dock acaba de publicar el libro “Detrás de estos ríos. Selección de Poemas 1985-1995”. Su autor, Daniel Retamar, había sido secuestrado por la dictadura militar en Villa Fiorito cuando tenía apenas 16 años, y terminó en el centro clandestino conocido como el Olimpo. Su padre, Héctor Retamar, detenido-desaparecido en Rosario, era parte de la dirección regional de Montoneros.

Daniel fue uno de los sobrevivientes de los campos del horror y como tal dio testimonio ante la Conadep y en el Juicio a las Juntas. En los primeros años ‘80 comenzó a militar en el viejo Mas (antecesor de Izquierda Socialista) donde en 1984 junto a Ana Longoni, Alejandro Modarelli, Gustavo Pecoraro y otros compañeros crearon la agrupación “Alternativa Socialista contra la opresión sexual”. Daniel, a su activa y comprometida militancia revolucionaria, la articulaba con la lucha por la incipiente reorganización del movimiento de diversidad sexual en la Argentina. 

Fue con su grupo uno de los fundadores junto a Carlos Jáuregui de la CHA (Comunidad Homosexual Argentina). Como recordara recientemente Gustavo Pecoraro, “éramos los troskos de la CHA”. Reconocían en el Mas al sucesor del PST, el único partido que había dado espacio al Frente de Liberación Homosexual en los ‘70, mientras el resto de la izquierda era furiosamente homofóbica.

Varias charlas masivas sobre feminismo y diversidad sexual fueron organizadas por Daniel y contaron con Jáuregui como disertante. Daniel era un militante de los que ponía el cuerpo: fue un gran luchador por la derogación de los edictos policiales y en 1984 participó de un programa de televisión como representante de la CHA, en un momento en que muy pocos reconocían públicamente su opción sexual, y le costó ser echado de su trabajo al día siguiente.

Daniel Retamar recibió el diagnóstico de estar contagiado de HIV en 1986. En aquellos tiempos era casi una sentencia de muerte. Sin embargo, viviría, amaría, escribiría y militaría críticamente, aunque luego los avatares de la política lo alejaran de la actividad partidaria, durante 12 años más. Muy cerca ya de la muerte, internado en el hospital Muñiz, les pidió a sus amigos que publiquen sus textos. Hoy aparece una primera selección, que invitamos fervientemente a leer y disfrutar, demostrando que Daniel Retamar, además, era un gran poeta.

Graciasss/izquierdasocialista.org.ar/2020/daniel-retamar-1962-1998-militante-gay-revolucionario-y-poeta
 

POEMAS DE DANIEL RETAMAR
 
TXT ADMIN
10 marzo, 2024
 
                                                                        de Escribir dice
Cómo no decir los paraísos perdidos
de las serpientes encantadas
pasadizos
por los destellos de vidas lejanas
de qué pueden hablar
los paraguas que no conocieron la lluvia
silenciosos
tiernos
ingenuos
imbéciles
acumuladores de anécdotas
que llevarán a algún lado
premios
muchos premios
recostados en los armarios
imbéciles
como la imbecilidad es calma
también es desesperación
emito juicios
porque es gratis.
 
 
Irrepetible arte
el deseo
la palabra amor
sus incansables acciones
que hoy me aburren
letras que intentan escribir
me enredo
en las ramas del otro
a veces muero ahorcado
otras, ahorco.
 
 
                                         De Abrir los ojos a la infancia
 
Tarde con lluvia
olor a tortas fritas
los pibes descalzos
jugando en el agua
maravilloso mundo:
chapotear de patas descalzas
que correte te digo
que no me salpiqués
que tengo lágrimas
y sabañones de las alpargatas.
 
 
                                                          de Atrás quedaron
 
Atrás quedaron los reyes
dueños de la historia
somos herederos de la duda
la incertidumbre nos ahoga
nos alienta
vemos ante nosotros
dioses de humo
hombres de humo
que se creen dioses
llamas pequeñas
corazoncitos de fuego
solo es cuestión de soplar
para hacer botella
y levantar las velas.
 
 
Esta carga de cuerpos desnudos
que se dirigen a morir cada noche
caminan
sobre los orificios de la nada.
Lejos de saber el destino
que ignora el origen
los cuerpos de gladiadores
esclavos, efebos, ángeles paganos
caminan con la lentitud de la muerte.
Así van los hombres de mi vida cada noche
a morir en las playas de este mar de sábanas.
Algunos se mueren por amor
otros por dinero
que es también amor.
Cada mañana tiro la ceniza de sus cuerpos.
Un vecino hace la denuncia cada mañana:
Es un asesino, declara.
Y cada mañana reitero
la inocencia
que llevo sobre las espaldas.
 
 
La mujer de los dos agujeros
abre sus piernas
arremete con sus dos lenguas
la mujer de las dos bocas
de las dos vidas
la mujer
agujero del mundo
penetrador agujero
molde.
La mujer de las dos palabras
la puta
y la otra
mira
los cuerpos de los hombres bajo la cama
duerme, sueña con hombres eternos.
La mujer de las dos bocas
pronuncia el engaño
lo grita
babiantes lenguas sobre los cuerpos
la mujer de las dos bocas
solo ama los cadáveres.
 
 
                                                       De La mirada del cuerpo
 
Muros negros dentro de mis ojos
donde acribillo el alma
yo no sé amar
quiero aprender
soy tan pequeño y tan grande
ya no puedo creerme el silencio
necesito averiguar dónde estoy
he perdido nuevamente la brújula
se aflojaron dentro de mí las llaves
sé que no estoy muerto
me aburre esta manía de sufrir para sentir la vida
es realmente la hora de abandonar el llanto
dejar de mojarme en mi propio cuerpo
no quiero aturdirme en este mar de palabras huecas
me duelen los silencios
las palabras también
la nada.
 
Daniel Retamar (Crespo, Entre Ríos, 1962, Buenos Aires, 1998). Fue escritor, artista y activista. Estuvo desaparecido a los 16 años, secuestrado en el Olimpo. En los años 80 fue militante del Frente de Artistas del Movimiento al Socialismo y uno de los impulsores de la naciente Comunidad Homosexual Argentina. Como editor y diseñador, trabajó en Ediciones del Cronopio Azul y en la revista El Arca. Fue, además, gestor y uno de los fundadores de la revista de Artes Escénicas Independientes, funámbulos, que le debe el subtítulo Los Viudos de la Certeza.

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