ARMAND DE FLUVIÀ



ARMAND DE FLUVIÀ, UNA REIVINDICACIÓN DEL
ARCO IRIS EN TIEMPO EN BLANCO Y NEGRO
 
per Sandra Vicente
15/05/2019
 
Armand de Fluvià es una de las caras más reconocidas del activismo homosexual durante los últimos años del franquismo. Entre la amenaza de la temida Ley de Peligrosidad Social y la represión social y policial, editó revistas clandestinas y fue uno de los precursores de la primera marcha del día del orgullo en Barcelona, ​​en 1977
 
Armand de Fluvià (17 de octubre de 1931) descansa en el sillón, encajado en una esquina de la sala, que hace función de despacho y que da la bienvenida a uno de esos pisos señoriales del Eixample de Barcelona. Una luz amarillenta baña la escena y perfila su rostro, agudizando la sensación de viaje a tiempos pasados, mientras de Fluvià echa la vista atrás, recordando su juventud como activista y precursor del movimiento gay en Barcelona durante los últimos años del Franquismo.
 
“Nos reuníamos en casas particulares, clandestinas. Esta era una de ellas”, relata el veterano, paseando la mirada por la sala de la casa, la misma en la que nació, creció y compartió con su madre hasta su muerte. Los hombres, miembros del MEHL (Movimiento Español de Liberación Homosexual) primero y del FAGC (Frente de Liberación Gay de Catalunya) después, entraban y salían de esta sede escondida para organizar publicaciones, acciones y, en definitiva, la resistencia homosexual.
 
“En ese momento, ser gay significaba vivir con pánico. Es imposible de transmitir ahora”, relata de Fluvià. El régimen se encargaba, dice, de hacer que muchos gays creyeran que “hacían cosas malas, por eso muchos se casaban o se suicidaban”. Y es que ser descubierto como gay no dirigía sólo hacia un posible rechazo social. “Éramos considerados peligrosos, pervertidores de menores. Se pensaban que íbamos detrás de los niños para darles por culo. Se ve que esto es lo que nos gustaba”, ironiza. Para la medicina eran “enfermos”, para la iglesia, “los peores pecadores” y para la sociedad “lo más horrible que un hombre podía ser. Éramos mujercitas”.
 
Este rechazo social tomó forma legal en 1970 con la Ley de Peligrosidad Social, que planteaba la rehabilitación de los homosexuales. Es en este momento que Armand de Fluvià toma la iniciativa y se convirtió en uno de los impulsores del MEHL, que llegó a contar con unos 50 miembros durante los primeros años. Las acciones del Movimiento debían ser contundentes, pero discretas vez: las cartas sin firmar eran una de las vías de la resistencia, ya que cualquier muestra de organización pública tendría consecuencias penales.
 
Así que, sin abandonar el escudo y el anonimato del papel, optaron por la provocación. Se coordinaron con el director de una revista gay parisina para que enviara a todos los procuradores de Las Cortes franquistas propaganda sobre homosexualidad y ley. “Queríamos que se supiera que franquistas debatían sobre unos panfletos que una organización homosexual francesa les había enviado”. Con acciones como estas, se consiguió que los homosexuales per se no fueran considerados un peligro público. Sólo lo eran si “cometían actos de homosexualidad”.

Rehabilitación, exilio y electrochoques
 
Un beso ante una vecina cotilla costaba una denuncia a la policía. Armand nunca fue pillado; no fue nunca abiertamente gay ante su familia, pero tampoco se ocultaba. “Yo no tenía una madre chismosa que me revolviera las cosas, así que, para no tener que decirle directamente, dejaba mis revistas para que las viera”. Pícaro, cree que su madre sabía de su orientación sexual, “porque llevaba a mis flirts aquí …”. Nunca, sin embargo, no le dijo nada, recuerda admitiendo la suerte que tuvo, “sólo me recomendó que vigilara con mis amistades y a quién le contaba”.
 
Pero Armand, a pesar de las precauciones indispensables, nunca ocultó quién era: “no te tienes que avergonzar. Si sabes que no estás enfermo, di quien eres. Cuando me llamaban ‘maricón’, yo contestaba que sí lo era. Y cuando me respondían ‘vete a tomar por el culo’ yo hacía ‘¡vamos!”, explica, entre risas. Pero estos recuerdos que ahora se pasean divertidos por su memoria, en los años 70 lo podrían haberle llevado a prisión o a los temidos centros de rehabilitación de Huelva o Badajoz.
 
El diseño de la terapia de rehabilitación se diferenciaba según si se era gay de nacimiento o por vicio. Los primeros eran “las locas, las afeminadas. Los otros simplemente es que no tenían suficiente con las mujeres”. Después del diagnóstico, venían entre uno y seis años de charlas con sacerdotes, psiquiatras, o electrochoques entre fotos de mujeres y hombres desnudos. La rehabilitación, recuerda de Fluvià, se hacía en campos de trabajo. “Era como lo que decían los nazis de que ‘el trabajo os hará libres’. Pues a nosotros nos tenía que hacer ‘normales'”. Una vez se podía convencer al jurado de que “ya estabas bien”, venía la segunda medida: el destierro. “Lejos de la familia, de donde tenías el trabajo, había pocas posibilidades de supervivencia, así que muchos acababan delinquiendo irremediablemente”.

De una revista clandestina a la cabecera del Pride
 
Mientras muchos compañeros se iban a ‘rehabilitarse’ y los otros aún no volvían, nació la revista Boys, editada con una multicopista comprada con nombre falso que se guardaba en la carbonera de casa de Armand. Los textos se hacían en la fábrica del padre de un amigo, Francesc, que tenía una máquina de escribir. “Me temblaban las piernas con el primer número: a partir de ese momento ya éramos delincuentes”. Aquella fue la primera de 18 entregas que fueron enviadas a París desde Perpignan, donde llegaban con el coche lleno de revistas.
 
Pero esta clandestinidad terminó con la muerte de Franco. El MEHL se disolvió y nació el Frente de Liberación Gay de Cataluña (FAGC), formado por militantes comunistas, independentistas, anarquistas, liberales o socialistas. “Toda esta mezcla de señores, fuimos los que conseguimos montar la primera manifestación del orgullo en Barcelona”, en 1977. Fue una marcha para reclamar la abolición de la ley de peligrosidad que terminó a golpes y fuertes cargas por parte de la policía. “Se nos juntó mucha gente en aquella manifestación, muchos heterosexuales que nos apoyaban, y ¡la policía se debía escandalizar pensando que toda aquella gente que bajaba las Ramblas eran gays!”.
 
Pero Armand no estaba ese día en Barcelona. Él estaba en Nueva York, como secretario general del FAGC, “manifestándome con la bandera catalana”. Se le nota la añoranza, recordando desde la distancia aquella primera victoria en democracia de los gays catalanes. “Todos los periódicos de Nueva York se sorprendían al día siguiente de la gran manifestación gay en aquella ‘católica España”. Y tendría que pasar poco más de un año para que aquellas Cortes en las que aún resonaba el No-Do, dejaran fuera homosexuales y prostitutas de la ley de Peligrosidad Social.
 
“Cuando el peligro dejó de ser el estado, comenzaron a ser los grupos de extrema derecha que nos perseguían y nos apaleaban”, comenta Armand, consciente de que la homofobia aún impera en todo, incluso en sociedades pioneras en la liberación homosexual como Catalunya. Resalta la ley catalana contra la homofobia y otros hitos en que España fue pionera, como la legalización del matrimonio o la adopción.
 
Armand se ha casado (¡“con un hombre, eh!”) y  adoptó a una criatura. Pero esto último es una historia que quedó en familia, ya que fue padre adoptivo de su sobrino. El marido de su hermana no quería el hijo porque “no quería que ella se deformara y ella no quería abortar”. Cuando a su hermana se le empezó a notar la barriga, él se marchó. Àlex de Fluvià y de Fluvià, se llamaba. Pero “se me murió de cáncer con 48 años”, explica, con un tono más íntimo y lleno de tristeza. “Era pintor”.
 
El timbre de voz, sin embargo, cambia cuando recuerda a su ex-marido. “Un cubano”, dice, burlón. “Pero no llegamos a durar ni un año. Un desastre, lo peor que he hecho en mi vida “, confiesa con un tono deliberadamente despreocupado. “La vida cambia, pero en nuestro caso cambió cuando ya éramos mayores, así que lo teníamos que intentar probar todo”, dice, como justificándose, Armand. Mientras rememora sus experiencias de joven, un conjunto de cuadros colgados en la pared y bustos colocados sobre las estanterías le enmarcan. Pasa un rato hasta que una se da cuenta de que son representaciones del mismo Armand, unos años más joven.
 
La imagen del joven y la voz del experto. Armand ve que su yo joven está siendo observado y saca pecho, como si en lugar de observar el busto las miradas recayeran directamente sobre él: “¡Yo es que de joven era guapo! Me miro y digo, caray, qué tío más bueno. Ahora sin embargo, ¡no me gusto nada! “. Y se empeña en dar un paseo por la herencia genética de la que sacó su belleza de juventud. Desde un gran cuadro que tiene de sí mismo hasta fotografías y bustos de su padre y su madre, una pareja realmente atractiva.
 
La nostalgia se le cuadra ante los ojos. “Yo es que quiero vivir hasta los 90 años, como mínimo”. Por eso empezó a ir a ver la dietista del Lluis Llach ( “una médica buenísima, ¡eh!”) Y de ser un carnívoro encarnizado ha pasado a ser vegetariano. “Ya te he dicho que la vida cambia”. Y es que de católico ha pasado a ateo. De españolista a independentista y de monárquico a republicano (de hecho, estuvo dos veces en prisión, pero no por su activismo gay, sino por asociación ilícita en grupos monárquicos). “En la vida no puedes estar totalmente seguro de nada y tenemos demasiado poco tiempo como para pasarlo equivocados. Mejor rectificar y seguir andando “.
 


ARMAND DE FLUVIÀ: HACER Y CONTAR LA
HISTORIA DE LA LIBERACIÓN HOMOSEXUAL
 
Fallecido este viernes a los 92 años, fue un pionero del movimiento gay en el España, y también guardián de la historia del colectivo

João França
6 de sept de 2024
 
Las personas que hemos trabajado la historia desde abajo sabemos que ningún cambio social lo provoca una sola persona. Pero también es verdad que a veces hay personas que, acompañadas por muchas otras, juegan un papel muy significativo. A Armand de Fluvià, fallecido la madrugada de este viernes a los 92 años, hay quien lo conoce como el padre del movimiento gay en el España, y no le faltaron méritos para ese título.
 
Su nombre aparece como referente en los relatos de muchas personas que empezaron su activismo LGTBI en la clandestinidad. En una conversación reciente, Lluís Rambla recordaba que llegó al Movimiento Español de Liberación Homosexual (MELH) porque, en plena dictadura, escuchó a dos personas hablando de manifestaciones y congresos en un bar de ambiente. Eran Armand de Fluvià y Germà Pedra discutiendo las consecuencias de los disturbios de Stonewall en Nueva York, y le abrieron las puertas del activismo político.
 
La presidenta de la Federación Plataforma Trans, Mar Cambrollé, cuenta que poco después de la creación del Front d’Alliberament Gai de Catalunya (FAGC) leyó una entrevista con Armand, con el pseudónimo Roger de Gaimon, en la revista El Viejo Topo, y llamó a la redacción desesperada por hablar con él. Él la recibió en Barcelona y al volver fue una de las fundadoras del Movimiento Homosexual de Acción Revolucionaria andaluz.
 
En una entrevista en Vilaweb con motivo de sus 90 años, recordando la influencia del FAGC para la creación de otros frentes en el País Valencià, las Baleares o el País Vasco, De Fluvià se comparaba con Santa Teresa de Jesús: “Fundaba conventos gays allí donde iba”.
 
Armand de Fluvià nació en 1931 en una familia acomodada. Por parte de su padre, venía de un legado de artistas, por parte de madre, de una familia de la industria metalúrgica catalana. Estudió derecho, pero se dedicó a la genealogía y a la heráldica, un campo del que fue el gran referente en Catalunya y en el que también obtuvo reconocimientos internacionales. Su primer activismo político, poco tuvo que ver con los derechos LGTBI. Pasó dos veces por la prisión durante el franquismo, pero nunca por homosexual.
 
La primera fue por monárquico; su antifranquismo pasaba por la defensa de Juan de Borbón como jefe del Estado, aunque con el activismo gay también fue girando sus posturas políticas. La segunda fue en la revuelta estudiantil de 1957 en el paraninfo de la Universidad de Barcelona.
 
En 1969, las Cortes franquistas empiezan a debatir la propuesta de Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social, que debía sustituir la Ley de Vagos y Maleantes de la República, a la que el régimen incorporó la homosexualidad en 1954. En ese momento, recordaba De Fluvià, la homosexualidad era “la condición que daba asco y repulsión a todo el mundo”. En febrero de 1970, junto a Francesc Francino, envía una carta anónima a todos los obispos, que eran procuradores en las Cortes, firmada por “un grupo de homófilos españoles”, contra la criminalización de “gran número de hombres y mujeres españoles, cuya única falta es la de haber nacido con, o la de poseer, una característica sexual cuya antigüedad se remonta a los orígenes de la humanidad”.
 
También se articulan con André Baudry, director de la revista homófila francesa Arcadie, para que envíe materiales sobre la homosexualidad a todos los procuradores de las Cortes. Fruto de ese primer activismo, y aunque hoy nos pueda saber a poco, Armand de Fluvià celebraba la que fue, a sus 38 años, una primera victoria de la lucha por los derechos LGTBI en el estado: la versión finalmente aprobada de la ley ya no perseguía el simple hecho de ser homosexual, sino que se cometieran actos —en plural— de homosexualidad.
 
Ese mismo año fundaron el Movimiento Español de Liberación Homosexual, “para hacer proselitismo entre amigos y conocidos”, que en la clandestinidad se reunía en distintos grupos, uno de ellos en el piso de Rambla Catalunya donde vivió Armand toda su vida. En enero de 1972 empezaron a editar un boletín, Aghois, que imprimían con una multicopista que había instalado en la carbonera de su casa y enviaban desde Francia. “Siempre recordaré las primeras vueltas a la manivela, me temblaban las piernas y le dije a Francesc: alea iacta est, ¿te das cuenta de que a partir de ahora somos delincuentes?”, recordaba en una entrevista en 2017 para el proyecto elfilrosa.cat
 
Del Aghois se publicaron 18 números, y llegó a tener 209 suscriptores, que Armand de Fluvià insistía en calificar como héroes. Un amigo suyo, que en esa época tenía unos 70 años, se negaba a suscribirse y le decía: “Por favor no me envíes nada, porque vivo con mi hermana y si se entera…”. “Me siento impotente para transmitir la atmósfera de pánico que había en aquella época”, enfatizaba Armand durante la entrevista. “Es imposible que hoy en día vuestra generación pueda entender el clima que vivíamos los homosexuales, vivías con pánico y autoodio”.
 
Un movimiento revolucionario
 
Fue también en el MELH donde Armand hizo un giro político, en gran medida influido por la activista lesbiana Amanda Klein, por ese entonces militante del PSUC. “Empezó a venir a las reuniones del MELH y nos contó que había una ideología dominante en el mundo, tanto en el capitalista como en el socialista, que era sexista, machista y heterosexista”, recordaba. Les hizo empezar a leer otras cosas, empezando por Engels, y para Armand representó un cambio radical: “Yo venía de un mundo conservador, y mi homosexualidad cambió radicalmente mi manera de pensar; era católico y ahora soy ateo, era muy españolista y ahora soy independentista, era muy pudoroso y ahora soy nudista, también soy vegetariano… todo lo que te convierte en un bicho raro”, apuntaba en la conversación.
 
Ese cambio no lo vivió sólo Armand, sino todo el movimiento, y con la muerte del dictador el MELH dio paso al Front d’Alliberament Gai de Catalunya, una organización de carácter revolucionario, que ya no buscaba sólo la aceptación de la homosexualidad sino subvertir el orden establecido. Repasar las actas de las primeras reuniones del FAGC, cuidadosamente preservadas por Armand y depositadas en el Archivo Nacional de Catalunya, mostraba una generación de militantes comprometidos que dedicaban horas y horas de sus semanas en la clandestinidad —ya que el FAGC no se legalizó hasta 1980— a construir una organización homosexual revolucionaria. El 26 de enero de 1977 convocaron la primera manifestación por la liberación homosexual en el Estado español. Armand de Fluvià estaba en la manifestación de Nueva York, representando al FAGC con una senyera, y pudo comprobar el éxito de sus compañeros a través de la prensa estadounidense.
 
En paralelo al FAGC, Armand de Fluvià también fue fundador del Institut Lambda, hoy Casal Lambda, para crear un espacio seguro también para las personas homosexuales que no tenían un interés en el activismo. Años más tarde, en 2008 fue uno de los impulsores de la Fundació Enllaç, que defiende los derechos de las personas mayores LGTBI.
 
Una memoria preservada
 
La última vez que tuve la oportunidad de entrevistar a Armand de Fluvià, el año pasado, su memoria ya era frágil. Sin embargo, seguía recitando como una epopeya los grandes hitos del movimiento por la liberación homosexual. En la conversación grabada para el Archivo Histórico de la Ciudad de Barcelona, lamentaba no acordarse de cosas. “Ya me falla la memoria, la suerte es que tengo un diario que va desde las primeras cosas que sé desde que nací, por lo que me contaron, hasta hoy, que lo continúo”. Los estaba digitalizando, y quedarán depositados, con todo su archivo y su biblioteca en el Archivo Nacional de Catalunya. “Cumpliré 92 años, y tengo que ir preparando estas cosas, porque si no, después los que vivan harán lo que les dé la gana, aunque sé que mi esposo se cuidará de esto”.
 
Consultar el fondo del movimiento gay depositado por Armand en el archivo es una experiencia emocionante. La carta enviada a los obispos en 1970, el primer boletín de AGHOIS de 1972, las actas de las reuniones del FAGC, publicaciones de temática homosexual de todo el mundo… “A mí no me gusta destruir, me gusta conservar, y gracias a conservar estas cosas podemos escribir la historia”, reivindicaba. Su preocupación por esa historia no se limitaba a su archivo personal y los de las organizaciones en qué participó. Hace pocas semanas, descubrí que cuando falleció Patricio Peñalver, activista gay y vecinal del barrio de Ca n’Oriach de Sabadell, Armand se encargó de recuperar sus papeles para depositarlos también en el archivo. Se empeñó en qué tuviéramos un fondo completísimo para que nadie pueda negar nuestra historia.
 
En un movimiento marcado desde sus inicios por divergencias y por el reto de reconocer distintos ejes de desigualdad dentro de la diversidad sexual y de género, Armand ha sido, más allá de las diferencias, un referente incontestable. En la conversación del año pasado, decía que en el año 1970 no podían imaginar lo que se ha conquistado hasta el día de hoy, “pero es lo que queríamos”. Sobre el futuro, se mostraba optimista, “creo que el mundo va siempre dos pasos adelante y uno atrás, pero al final, siempre va adelante”. ¿Y sobre su trayectoria? “Hemos hecho lo que teníamos que hacer, claro que podríamos haber hecho más, pero hemos hecho todo lo que hemos podido”.
 
Graciasss/www.eldiario.es/armand-fluvia-contar-historia-liberacion-homosexual

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