MÁS 50 AÑOS DESPUÉS,
LA LUCHA CONTINÚA
Por Carlos Naranjo
Esquerra Revolucionària País Valencià
LA LUCHA CONTINÚA
Por Carlos Naranjo
Esquerra Revolucionària País Valencià
22 Jul 2021
El 28 de junio de 1969, una redada de la policía en el
pub Stonewall Inn de Nueva York fue la gota que colmó el vaso entre la
comunidad LGTBI norteamericana. El hartazgo acumulado por el desprecio al que
se veían sometidos día tras día, la persecución policial y la marginalidad a la
que eran condenados, estalló y desencadenó un histórico movimiento en defensa
de los derechos y la libertad sexual.
De esta rebelión social, que tuvo un importantísimo
impacto en todo el mundo, nació la celebración del Día del Orgullo, una fecha
de referencia para millones de nosotras y nosotros. En un momento en el que las
agresiones contra el colectivo LGTBI no dejan de crecer -auspiciadas por un
discurso homófobo cada vez más violento de la extrema derecha- y cuando el
sistema capitalista continúa mercantilizando nuestra lucha para el lucro de las
grandes empresas, es fundamental recordar los orígenes revolucionarios de
nuestro movimiento y recuperar la memoria histórica de la comunidad LGTBI.
La década de 1960: turbulencias revolucionarias en el
corazón de EEUU
La revuelta de Stonewall no se puede separar del contexto
político general que golpeaba la primera potencia imperialista mundial a
finales de los 50 y principios de los 60.
La guerra de Vietnam y la heroica resistencia del pueblo
vietnamita, despertó un movimiento de masas en Estados Unidos, desnudó al
imperialismo norteamericano ante millones de personas y colocó al gobierno
contra las cuerdas. Esta oposición de la población estadounidense contra la
agresión genocida en el país asiático fue una auténtica rebelión social, que se
extendió incluso entre los propios soldados.
Todo ello coincidió con las grandes protestas a favor de
los derechos civiles de la población negra. Desde mediados de los 50, el
movimiento y algunos de sus dirigentes, como Martin Luther King o Malcolm X,
que giraban radicalmente hacia la izquierda, fueron sacando conclusiones cada
vez más avanzadas: no sólo exigían terminar con la segregación racial, sino
también que los recursos dedicados a la guerra se utilizaran para combatir la
desigualdad social y económica del sur y en las grandes ciudades del norte.
Asimismo, la fundación del Partido de los Panteras Negras en 1966 tuvo un
impacto extraordinario entre la comunidad afroamericana y la población pobre de
EEUU.
El movimiento obrero también se puso en marcha, y a la
oleada de huelgas en los puestos de trabajo se sumó el primer paro nacional de
mujeres, en 1970, con una manifestación de más de 50.000 personas en Nueva York
en demanda del derecho al aborto libre, guarderías públicas e igualdad en el
ámbito educativo y laboral. Ese mismo año, también se convocó la primera huelga
general estudiantil, con centenares de marchas y ocupaciones de Universidades,
contra la represión de la Guardia Nacional en una protesta de estudiantes
contra la guerra donde fueron asesinados cuatro jóvenes.
Es en este periodo de efervescencia revolucionaria, en el
que comienzan a aparecer las primeras organizaciones gays. La más conocida, la
Sociedad Mattachine, fundada por antiguos militantes del Partido Comunista,
llegó a tener miles de afiliados a lo largo y ancho del país y pretendía
“desarrollar una ética homosexual disciplinada, moral y socialmente
responsable”. Desde un primer momento abandonaron la lucha en las calles, se
negaron a vincularse con la clase obrera y se adaptaron rápidamente al sistema
y a las vías gubernamentales capitalistas. En 1953, la Mattachine
Society dio un importante giro a la derecha y, tres años después, se
declaró anticomunista.
Mientras tanto, la política del Partido Comunista de los
Estados Unidos fue nefasta: siguiendo los dictámenes de la Internacional
Comunista estalinista, degenerada y burocratizada hasta la médula, se
posicionaron en contra de la comunidad LGTBI llegando a plantear que la
homosexualidad era una idea “burguesa”. Una posición que no sólo obviaba la
opresión sexual y de clase que sufría la gran mayoría de gays, lesbianas o
trans en EEUU, sino que además, nada tenía que ver con la defendida y llevada a
cabo por los bolcheviques en la Rusia de 1917.
El ‘sueño americano’, la pesadilla del colectivo LGTBI
La comunidad LGTBI llevaba décadas sufriendo un ambiente
represivo asfixiante. La caza de brujas impulsada por el senador republicano
Joseph McCarthy contra el comunismo y la izquierda en general, consideraba la
homosexualidad como una actividad “antiamericana” y fue duramente perseguida.
En la mayoría de los estados se prohibieron explícitamente las relaciones entre
parejas del mismo sexo bajo la “ley de sodomía” -que existió hasta 2003- , y en
1950 el senado empieza a investigar a “presuntos homosexuales y pervertidos”.
Durante esta década, fueron despedidos de sus empleos
gubernamentales 2.000 homosexuales al año, aumentando hasta los 3.000 en los
60. Miles de personas fueron arrestadas por “crímenes contra la naturaleza” o
“comportamientos lascivos” por su forma de vestir, hablar o moverse. Las
personas LGTBI que terminaban en los calabozos no sólo temían las violaciones y
las palizas de la policía, sino las implicaciones que ello conllevaba:
marginalidad social, el rechazo de familiares y amigos, la pérdida del empleo…
Dentro del colectivo las personas trans enfrentaron la
mayor opresión y violencia. Con estas palabras lo describió la histórica
activista trans Sylvia Rivera: “Me han pegado. Me han partido la nariz. Me han
encerrado en la cárcel. Me han violado muchas veces, y lo han hecho hombres
heterosexuales, no hombres homosexuales. He perdido mi trabajo y he perdido mi
casa por luchar por la liberación gay”.
Nueva York y el barrio de Greenwich Village
Las leyes contra la homosexualidad eran especialmente
duras en Nueva York. Gracias a una ley de 1933 que recogía que los bares no
podían dar trabajo ni tampoco servir al colectivo LGTBI, la policía se
infiltraba en los clubs nocturnos para acosar y detener a gays, lesbianas o
trans que tuvieran algún tipo de encuentro afectivo o sexual. Entre 1933 y
1966, cerca de 50.000 personas fueron arrestadas en garitos, parques, metros o
baños públicos en Nueva York.
Ante la imposibilidad de poder relacionarse y disfrutar
del ocio en espacios seguros, la comunidad LGTBI fue empujada a los barrios
marginales de la ciudad y a locales de baile regentados y controlados por la
mafia que, mediante el pago de sobornos a la policía, conseguían sortear las
prohibiciones contra el colectivo.
Uno de esos barrios era el Greenwich Village -donde se
encontraba el bar Stonewall Inn-, un barrio obrero, con una gran mayoría de
población afroamericana y latina, y donde también la pobreza, las drogas, la
prostitución, el VIH y las redadas policiales injustificadas estaban a la orden
del día.
Todo esto, unido a la experiencia de los primeros
episodios de respuesta del colectivo LGTBI contra las emboscadas policiales en
San Francisco, Filadelfia o Los Ángeles, fue el caldo de cultivo que dio lugar
al estallido de Stonewall.
De la rabia a la revuelta
El martes 24 de junio de 1969, el comandante de la unidad
antivicio del Departamento de Policía de Nueva York organizó una nueva redada y
desalojó en Stonewall Inn. Unos días más tarde, la madrugada del 28, la policía
volvió para tratar de cerrar definitivamente el club. Quienes se encontraban
allí dentro, en su mayoría personas trans negras, drag queens y
jóvenes, se enfrentaron a las patrullas y esa noche terminó con fuertes
choques. La rabia que se respiraba era tal, que la policía tuvo que encerrarse
dentro hasta que pudieron escapar.
A la mañana siguiente, los disturbios en el Stonewall
aparecieron en los medios de comunicación, acompañados de una campaña vomitiva
de criminalización que tachaba a los manifestantes de “porristas homosexuales”.
Los insultos y los intentos de descalificar la lucha, unido al reparto de
panfletos que un grupo realizó por el barrio, encendieron todavía más los
ánimos: al día siguiente ya eran 2.000 las personas, llegadas desde todos los
rincones de la ciudad, las que participaron en la protesta. Durante seis días
seguidos, el barrio entero fue tomado por la determinación y la valentía del
colectivo LGTBI. No se trataba de proteger un bar, sino de poner fin a décadas
de opresión, exigir una vida digna y no tener que agachar nunca más la cabeza.
El movimiento rápidamente se extendió. Un mes después, en
Nueva York se celebró la primera marcha LGTBI, desde Washington Square a
Stonewall con centenares de personas. Al año siguiente (1970), en conmemoración
a la victoria ante la brutalidad policial en Christopher Street, se convocó una
movilización desde Greenwich Village que recorrió 51 manzanas por la Sexta
Avenida hasta Central Park. Participaron 15.000 personas. Así nació el día del
Orgullo.
El movimiento se empieza a organizar: el Frente de
Liberación Gay
Tras unas semanas de intensa lucha, los sectores más
conscientes y avanzados que impulsaban el movimiento sacaron una conclusión
fundamental: había que organizarse para extender y fortalecer la lucha. De esta
necesidad surgió el Frente de Liberación Gay (GLF), cuyo nombre era un guiño al
Frente de Liberación Nacional en Vietnam, quienes grabaron en su ADN un claro
carácter de clase y antiimperialista. El 14 de noviembre de 1969, salió el
primer número de su periódico Come Out! en el que se podía
leer: “nos identificamos con los oprimidos, la lucha vietnamita, el tercer
mundo, los negros, los trabajadores [...] todos aquellos oprimidos por esta
sucia, podrida, vil y jodida conspiración capitalista”[1]. Una
de las señas de identidad del GLF fue su orientación hacia los Panteras Negras:
asistieron a su conferencia de 1970 y establecieron lazos con algunos de sus
dirigentes[2] .
El GLF hablaba abiertamente de anticapitalismo, se presentaban como “un grupo
revolucionario homosexual” y anunciaban que “no seremos una burguesía gay en
busca del estéril ‘sueño américano’ [...]”.
Entre las acciones que llevaron a cabo, destacan las sentadas
en establecimientos que se negaban a atender personas homosexuales, ocupación
de oficinas de periódicos homófobos, organizaron escraches a políticos
conservadores y continuaron con protestas centralizadas contra las redadas.
Organizaron bailes para recaudar dinero y así poder alejarse de los tentáculos
de la mafia y fomentar un ocio sano para los jóvenes LGTBI. Gracias a estas
recaudaciones, financiaron su periódico, crearon una caja de resistencia y
servían almuerzos para los pobres.
El Frente de Liberación Gay fue un enorme paso adelante
para la lucha LGTBI de clase y revolucionaria, y fue la expresión del auge de
la lucha de clases tanto en EEUU como a nivel internacional: en Londres se
formó un grupo del GLF que llegó a celebrar reuniones semanales con 300
personas.
Pero, a medida que la organización iba creciendo, nuevas
tendencias y prejuicios reaccionarios comenzaron a aparecer en su seno. Poco a
poco, la organización se fue diferenciando en líneas de clase. Por un lado,
quienes catalogaban a los heterosexuales como los enemigos, defendían que el
sistema era reformable y abogaban por la “revolución cultural”. Por el otro,
quienes se mantuvieron firmes en señalar al capitalismo como el culpable de la
opresión sexual, de género, de clase y de raza. Dos de estas dirigentes fueron
Sylvia Rivera y Marta P. Johnson, quienes fundaron Street Transvestites Action
Revolutionaries (STAR): una plataforma para luchar contra el racismo, la
transfobia, la prostitución y de apoyo a las personas trans sin hogar.
Gracias a la incansable batalla que el colectivo LGTBI
más pobre y golpeado impulsó, en la década de los 70 se eliminaron las
prohibiciones federales que afectaban al colectivo y se eliminó la creencia
médica de que los homosexuales necesitaban tratamiento psiquiátrico. En 1979,
la marcha nacional a Washington se convirtió en la mayor protesta en defensa de
los derechos LGTBI celebrada hasta entonces con 100.000 personas.
Porque fueron, somos. Por un movimiento LGTBI de clase y
socialista
Desde aquella noche de junio en el Stonewall hasta hoy
han pasado 52 años. Hemos ganado mucho gracias a la lucha, pero a pesar de los
avances sobre el papel, las leyes aprobadas y muchos políticos capitalistas que
hacen gala abiertamente de su homosexualidad, nuestra opresión no ha
desaparecido. Al contrario, se recrudece con la crisis económica y el avance de
la extrema derecha en todo el mundo.
El sistema y sus defensores comprendieron y comprenden
perfectamente el origen de la lucha LGTBI, por eso llevan años desarrollando
una campaña sistemática para tratar de aplastar su carácter de clase y
desarticular la protesta: los desfiles oficialistas del Orgullo patrocinados
por grandes empresas automovilísticas y bancos, los partidos de la derecha
participando con sus carrozas, organizaciones LGTB absorbidas a la lógica
capitalista, y un largo etcétera. No es casualidad que, ante esta ofensiva
consciente, cada año las manifestaciones del Orgullo Crítico crecen en
participación y combatividad.
Cada vez somos más los que entendemos que este sistema no
funciona para la gran mayoría. Hay una percepción cada vez más consciente de la
íntima relación que guardan la opresión LGTBI con la opresión de clase, con la
pobreza, la falta de un empleo o vivienda digna para la juventud… Necesitamos
recuperar la bandera de Stonewall, el grito de las Lesbians and Gays
Support the Miners en Gran Bretaña, la valentía del colectivo, con las
trans a la cabeza, que llenaron Las Ramblas de Barcelona en la primera protesta
LGTBI bajo la dictadura franquista. Bebemos de todas estas experiencias porque
somos parte de ese legado y perseguimos el mismo objetivo: romper con las
cadenas que el capitalismo nos impone, y construir una sociedad socialista
donde podamos disfrutar en libertad de nuestra sexualidad, de nuestros cuerpos,
y donde podamos ser quienes realmente somos.
Tenemos un mundo por ganar.
Notas
[2] ]
El FBI y el Gobierno poco tardaron en comprender el peligro del vínculo de
estos dos movimientos; tal es así, que en un documento federal de ese mismo año
se habla de la “preocupación por una conexión entre el movimiento homosexual y
el Partido Panteras Negras”.
Graciasss/www.izquierdarevolucionaria.net/stonewall-fue-una-rebelion-52-anos-despues-la-lucha-continua
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