MUXES: EL TERCER GÉNERO QUE VIVE EN MÉXICO
DESDE TIEMPO INMEMORIALES
Los muxes (también referidos como muxhes) han
recorrido el mundo y este los ha contemplado por la dualidad que representan.
Su historia se convierte en la portada de Vogue México, diciembre 2019.
Por Karina González Ulloa
18 de noviembre de 2019
'Hay un México bárbaro que a todos nos da miedo'. El artista Francisco Toledo estaba en lo cierto cuando lo dijo, pero si hay algo que caracteriza a nuestra tierra es su dualidad. Ante nosotros, vemos un México en el que queremos cerrar los ojos, del que se habla en susurros, así como otro que nos emociona con solo contemplarlo tan revestido de talento y colores, una polifonía de elementos que, de juntarse, crearían un titán de interesante complexión. Caminar por México es maravillarse a cada momento, particularmente si se decide hacer una parada en un lugar que amó este artista: Juchitán de Zaragoza, Oaxaca (de donde son los muxes).
El tiempo, las conquistas e incluso las tragedias naturales han pasado por este territorio zapoteca que se esconde entre los montes, en el que viven personas que se rehúsan a caer desde tiempos prehispánicos. Aquí los minutos transcurren de una forma muy distinta: sientes cómo el calor se apodera gentilmente de cada centímetro de tu cuerpo, sales de tu casa para descubrir que el simple hecho de dar unos cuantos pasos hace que tus pies se fundan con su tierra fértil, alzas la mirada y no muy lejos de ti, descubres que en la banqueta de tu vecina hay una persona que sobre una base de madera apoya un gran fragmento de terciopelo hasta estirarlo, y que con la más sagrada de las delicadezas va dibujando poco a poco flores sobre la tela.
Una de las esquinas de la base tiene hilos de colores que van de par en par atravesando una aguja ‘capotera’ para transformarse en puntadas que van al unísono de esa ligera brisa que se siente en el aire. La persona que se encarga de esta perfecta ejecución es un hombre lánguido con unos huaraches de cuero, shorts largos de lino y una guayabera tan blanca como sencilla, que contrasta con su piel tostada por el sol y una melena tan negra como el carbón con rizos perfectamente imperfectos que se mueven a la par del viento. Siempre sonríe, sus movimientos sutilmente femeninos lo definen, es un muxe (o muxhe): un tercer género que vive y se expresa libremente en este lugar.
Los muxes han existido en esta tierra desde tiempos prehispánicos, bordando con exquisita perfección una parte de las muchas tradiciones que conforman este lugar, considerado cuna de insurgentes. Sin importar la concentración y la dedicación que tenga en este trabajo, cada vez que pasa alguien mayor cerca de su banqueta, alza la mirada y el cuerpo para presentar un saludo lleno de respeto; así nos lo han enseñado. Después continúa con amor cada una de las puntadas que definen esa tela, que al verla en la cotidianidad te da una idea de los pétalos y los colores que la componen.
Es imponente, sin duda, '¿cuándo la volveré a ver?', '¿cuándo estará terminada?', me cuestioné en ese momento, porque todo lo bien hecho lleva tiempo, ¿no es así? Después de un año (tal vez un poco más) veo ese huipil nuevamente, esta vez portado por una mujer en la Vela de San Vicente Ferrer, una de las fiestas religiosas más importantes de este lugar junto a la Vela de los muxes, que se realiza en el mes de noviembre y que atrae personas de todas las nacionalidades que podamos imaginar. Aquí las mujeres saben que si quieren algo apolíneo y perfecto para mostrar en esta gran festividad, la mano de un muxe es la única que puede lograrlo, algo que solo aprendes con el tiempo.
¿Quiénes son los muxes?
'Ser muxe es una dualidad. Llevamos el rol dependiendo de las circunstancias, puede ser que en ocasiones me vea como un hombre y en otras ocasiones como una mujer', esta voz le pertenece a Pedro Enrique Godínez Gutiérrez, una persona que si ves que camina a paso seguro por las calles de Juchitán, también le puedes decir: La Kika, quien amablemente te devolverá una sonrisa. Él, además de ser muxe, es el Director de Diversidad Sexual del Ayuntamiento de Juchitán. La Kika es conocida por ser una activista desde hace 20 años en favor de la comunidad muxe. ¿Quién mejor que él para explicar esta dualidad? Él convive día a día con todo lo que conlleva representar y cuidar de este grupo que define una parte intrínseca de la identidad de Juchitán.
Sentados en un café como dos viejos amigos, me cuenta todo lo que ha pasado desde que me fui, de todas las velas, las cosas que me he perdido y de las que ya no me percato en mis visitas esporádicas –hace ya mucho tiempo que cambié de código postal– así como de lo que percibía en ese entonces y que ahora aprecio bajo otra mirada. Fue como darle el valor correcto a algo que siempre estuvo ahí y que para mí era cotidiano, casi ordinario; solo cuando me alejé de mi hogar, aprendí que nada podría estar más lejos de la realidad –fue entonces cuando que me di cuenta del privilegio y gran fortuna que fue crecer entre muxes–, qué gusto sentarme ahora frente a ellos para escuchar de otra forma esas voces.
'Desde pequeño me inclinaba por lo femenino, pero también me llamaba la atención lo masculino. Aunque vivo en un lugar en el que hay más apertura al respecto, tuve que lidiar con el bullying y muchísimos reportes escolares, eran tantos que mi mamá decía que ella pasó más tiempo en la escuela que yo', confiesa entre risas. La Kika admite ante un café helado que nunca permitió que se burlaran de él ni que lo hicieran menos, aguerrido como buen juchiteco, se defendía de todos.
Fueron esas experiencias las que lo llevaron al puesto que tiene hoy y a comprender de mejor manera, la responsabilidad de estar a cargo del cuidado de una comunidad que lidia con el VIH o la diabetes. 'Tenemos casos de compañeras de la tercera edad a las que, desafortunadamente, les han cortado las piernas como consecuencia de la diabetes: a ellas las ayudamos a conseguir empleo en una fonda o les enseñamos a bordar con la intención de que trabajen desde casa o en un sitio cortando verduras o cocinando, animándolas y logrando que vean que la vida aún no se acaba'.
Con esto en mente, fui a una de esas fondas a pedir el pollo garnachero que tanto extrañaba… Ahí estaba un muxe cortando cebollas y tratándome con la calidez con la que se trataría a una nieta.
¿De dónde vienen los muxes?
Hay dos historias que tratan de explicarlo. Una dice que San Vicente Ferrer (el santo patrón de Juchitán) tenía un bolso con agujeros en su ropa del que se dejaron caer, mientras que otra historia cuenta que entre su andar por el mundo, el beato llevaba siempre consigo tres bolsas: una con semillas masculinas, otra cargada con feminidad y una tercera en la que ambas se encontraban revueltas; fue esta última la que se rompió sin querer sobre Juchitán, se dice que por eso hay tantos muxes en este lugar.
Esa antigüedad no evita que lidien con los problemas contemporáneos. Algunos de estos son el racismo, la violencia e, incluso, tratar de levantar su casa, particularmente después de la tragedia que hace tan solo un par de años asoló terriblemente a Juchitán con un terrible sismo: las grietas aún permanecen como heridas abiertas entre las calles y las casas de los lugareños, como bien lo cuenta La Kika, a quien se le corta ligeramente la voz al hablar de la impetuosidad que durante los últimos años ha reinado en las calles: 'Corazón, hasta ahora llevamos como nueve casos de crímenes de odio, hemos ido hasta la ciudad de Oaxaca a hacer demanda sociales y de justicia porque han sido perpetrados con actos terribles', la sonrisa se le borra por unos instantes, pero me recalca que por parte de la fiscalía ya hay vigilancia: los cuidan, porque eso es exactamente lo que hace una comunidad cuando tiene ese sentido de unidad.
¿Cómo viven los muxes?
Juchitán es un sitio que desde hace milenios ha sido comerciante, los que viven ahí poseen un carácter necio, no les gusta doblegarse: aquí la mujer es tan fuerte como el hombre y el muxe tan respetado como cualquiera de ellos, son una familia prehispánica que en muchos sitios irónicamente podría considerarse moderna. Aman la fiesta, el trabajo, muestran un profundo respeto a la familia y a los adultos mayores, pero también adoran a los nuevos amigos. Los ‘tecos’ olvidan las tragedias trayendo del recuerdo las historias más bonitas, mientras que echan la bendición sobre la tierra de los viajeros que pasan por su gloriosa tierra. En el caso de La Kika, Felina, Cony, Estrella, Peregrina, Mística, La Toya, Biniza, Pitufina, Angélica y las otras hijas de San Vicente, puede decirse que tienen el corazón tranquilo porque son lo que siempre han querido ser.
Representan el poder del tercer género, de una comunidad que ni siquiera el siglo XXI es capaz de encasillar. Sus historias conforman un caleidoscopio imposible de entrar en escasas páginas. Gubixha bizaani guirá neza guzá ca, significa en español que el sol iluminó todos los caminos por los que han andado, tal vez sea por eso que salen a la calle sin miedo, con una flor de guie’xhuba que adorna su trenza, un huipil ligero, enaguas de rimbombantes colores y con una mirada que exclama: rigua’ ndaya lu xneza lu (echo la bendición sobre tu camino). Es imposible negar que hay un México que no nos gusta ver; sin embargo, su verdadero encanto reside en que posee una dualidad que aún hoy se rehúsa a ser domada. Es por eso que los muxes son conocidos-desconocidos que muestran que el respeto y la igualdad no debería ser una fantasía imposible de encontrar. Son esa leyenda viviente, capaz de comprobar que una magia ancestral aún camina sobre nuestra tierra.
Por Karina González Ulloa
'Hay un México bárbaro que a todos nos da miedo'. El artista Francisco Toledo estaba en lo cierto cuando lo dijo, pero si hay algo que caracteriza a nuestra tierra es su dualidad. Ante nosotros, vemos un México en el que queremos cerrar los ojos, del que se habla en susurros, así como otro que nos emociona con solo contemplarlo tan revestido de talento y colores, una polifonía de elementos que, de juntarse, crearían un titán de interesante complexión. Caminar por México es maravillarse a cada momento, particularmente si se decide hacer una parada en un lugar que amó este artista: Juchitán de Zaragoza, Oaxaca (de donde son los muxes).
El tiempo, las conquistas e incluso las tragedias naturales han pasado por este territorio zapoteca que se esconde entre los montes, en el que viven personas que se rehúsan a caer desde tiempos prehispánicos. Aquí los minutos transcurren de una forma muy distinta: sientes cómo el calor se apodera gentilmente de cada centímetro de tu cuerpo, sales de tu casa para descubrir que el simple hecho de dar unos cuantos pasos hace que tus pies se fundan con su tierra fértil, alzas la mirada y no muy lejos de ti, descubres que en la banqueta de tu vecina hay una persona que sobre una base de madera apoya un gran fragmento de terciopelo hasta estirarlo, y que con la más sagrada de las delicadezas va dibujando poco a poco flores sobre la tela.
Una de las esquinas de la base tiene hilos de colores que van de par en par atravesando una aguja ‘capotera’ para transformarse en puntadas que van al unísono de esa ligera brisa que se siente en el aire. La persona que se encarga de esta perfecta ejecución es un hombre lánguido con unos huaraches de cuero, shorts largos de lino y una guayabera tan blanca como sencilla, que contrasta con su piel tostada por el sol y una melena tan negra como el carbón con rizos perfectamente imperfectos que se mueven a la par del viento. Siempre sonríe, sus movimientos sutilmente femeninos lo definen, es un muxe (o muxhe): un tercer género que vive y se expresa libremente en este lugar.
Los muxes han existido en esta tierra desde tiempos prehispánicos, bordando con exquisita perfección una parte de las muchas tradiciones que conforman este lugar, considerado cuna de insurgentes. Sin importar la concentración y la dedicación que tenga en este trabajo, cada vez que pasa alguien mayor cerca de su banqueta, alza la mirada y el cuerpo para presentar un saludo lleno de respeto; así nos lo han enseñado. Después continúa con amor cada una de las puntadas que definen esa tela, que al verla en la cotidianidad te da una idea de los pétalos y los colores que la componen.
Es imponente, sin duda, '¿cuándo la volveré a ver?', '¿cuándo estará terminada?', me cuestioné en ese momento, porque todo lo bien hecho lleva tiempo, ¿no es así? Después de un año (tal vez un poco más) veo ese huipil nuevamente, esta vez portado por una mujer en la Vela de San Vicente Ferrer, una de las fiestas religiosas más importantes de este lugar junto a la Vela de los muxes, que se realiza en el mes de noviembre y que atrae personas de todas las nacionalidades que podamos imaginar. Aquí las mujeres saben que si quieren algo apolíneo y perfecto para mostrar en esta gran festividad, la mano de un muxe es la única que puede lograrlo, algo que solo aprendes con el tiempo.
¿Quiénes son los muxes?
'Ser muxe es una dualidad. Llevamos el rol dependiendo de las circunstancias, puede ser que en ocasiones me vea como un hombre y en otras ocasiones como una mujer', esta voz le pertenece a Pedro Enrique Godínez Gutiérrez, una persona que si ves que camina a paso seguro por las calles de Juchitán, también le puedes decir: La Kika, quien amablemente te devolverá una sonrisa. Él, además de ser muxe, es el Director de Diversidad Sexual del Ayuntamiento de Juchitán. La Kika es conocida por ser una activista desde hace 20 años en favor de la comunidad muxe. ¿Quién mejor que él para explicar esta dualidad? Él convive día a día con todo lo que conlleva representar y cuidar de este grupo que define una parte intrínseca de la identidad de Juchitán.
Sentados en un café como dos viejos amigos, me cuenta todo lo que ha pasado desde que me fui, de todas las velas, las cosas que me he perdido y de las que ya no me percato en mis visitas esporádicas –hace ya mucho tiempo que cambié de código postal– así como de lo que percibía en ese entonces y que ahora aprecio bajo otra mirada. Fue como darle el valor correcto a algo que siempre estuvo ahí y que para mí era cotidiano, casi ordinario; solo cuando me alejé de mi hogar, aprendí que nada podría estar más lejos de la realidad –fue entonces cuando que me di cuenta del privilegio y gran fortuna que fue crecer entre muxes–, qué gusto sentarme ahora frente a ellos para escuchar de otra forma esas voces.
'Desde pequeño me inclinaba por lo femenino, pero también me llamaba la atención lo masculino. Aunque vivo en un lugar en el que hay más apertura al respecto, tuve que lidiar con el bullying y muchísimos reportes escolares, eran tantos que mi mamá decía que ella pasó más tiempo en la escuela que yo', confiesa entre risas. La Kika admite ante un café helado que nunca permitió que se burlaran de él ni que lo hicieran menos, aguerrido como buen juchiteco, se defendía de todos.
Fueron esas experiencias las que lo llevaron al puesto que tiene hoy y a comprender de mejor manera, la responsabilidad de estar a cargo del cuidado de una comunidad que lidia con el VIH o la diabetes. 'Tenemos casos de compañeras de la tercera edad a las que, desafortunadamente, les han cortado las piernas como consecuencia de la diabetes: a ellas las ayudamos a conseguir empleo en una fonda o les enseñamos a bordar con la intención de que trabajen desde casa o en un sitio cortando verduras o cocinando, animándolas y logrando que vean que la vida aún no se acaba'.
Con esto en mente, fui a una de esas fondas a pedir el pollo garnachero que tanto extrañaba… Ahí estaba un muxe cortando cebollas y tratándome con la calidez con la que se trataría a una nieta.
¿De dónde vienen los muxes?
Hay dos historias que tratan de explicarlo. Una dice que San Vicente Ferrer (el santo patrón de Juchitán) tenía un bolso con agujeros en su ropa del que se dejaron caer, mientras que otra historia cuenta que entre su andar por el mundo, el beato llevaba siempre consigo tres bolsas: una con semillas masculinas, otra cargada con feminidad y una tercera en la que ambas se encontraban revueltas; fue esta última la que se rompió sin querer sobre Juchitán, se dice que por eso hay tantos muxes en este lugar.
Esa antigüedad no evita que lidien con los problemas contemporáneos. Algunos de estos son el racismo, la violencia e, incluso, tratar de levantar su casa, particularmente después de la tragedia que hace tan solo un par de años asoló terriblemente a Juchitán con un terrible sismo: las grietas aún permanecen como heridas abiertas entre las calles y las casas de los lugareños, como bien lo cuenta La Kika, a quien se le corta ligeramente la voz al hablar de la impetuosidad que durante los últimos años ha reinado en las calles: 'Corazón, hasta ahora llevamos como nueve casos de crímenes de odio, hemos ido hasta la ciudad de Oaxaca a hacer demanda sociales y de justicia porque han sido perpetrados con actos terribles', la sonrisa se le borra por unos instantes, pero me recalca que por parte de la fiscalía ya hay vigilancia: los cuidan, porque eso es exactamente lo que hace una comunidad cuando tiene ese sentido de unidad.
¿Cómo viven los muxes?
Juchitán es un sitio que desde hace milenios ha sido comerciante, los que viven ahí poseen un carácter necio, no les gusta doblegarse: aquí la mujer es tan fuerte como el hombre y el muxe tan respetado como cualquiera de ellos, son una familia prehispánica que en muchos sitios irónicamente podría considerarse moderna. Aman la fiesta, el trabajo, muestran un profundo respeto a la familia y a los adultos mayores, pero también adoran a los nuevos amigos. Los ‘tecos’ olvidan las tragedias trayendo del recuerdo las historias más bonitas, mientras que echan la bendición sobre la tierra de los viajeros que pasan por su gloriosa tierra. En el caso de La Kika, Felina, Cony, Estrella, Peregrina, Mística, La Toya, Biniza, Pitufina, Angélica y las otras hijas de San Vicente, puede decirse que tienen el corazón tranquilo porque son lo que siempre han querido ser.
Representan el poder del tercer género, de una comunidad que ni siquiera el siglo XXI es capaz de encasillar. Sus historias conforman un caleidoscopio imposible de entrar en escasas páginas. Gubixha bizaani guirá neza guzá ca, significa en español que el sol iluminó todos los caminos por los que han andado, tal vez sea por eso que salen a la calle sin miedo, con una flor de guie’xhuba que adorna su trenza, un huipil ligero, enaguas de rimbombantes colores y con una mirada que exclama: rigua’ ndaya lu xneza lu (echo la bendición sobre tu camino). Es imposible negar que hay un México que no nos gusta ver; sin embargo, su verdadero encanto reside en que posee una dualidad que aún hoy se rehúsa a ser domada. Es por eso que los muxes son conocidos-desconocidos que muestran que el respeto y la igualdad no debería ser una fantasía imposible de encontrar. Son esa leyenda viviente, capaz de comprobar que una magia ancestral aún camina sobre nuestra tierra.
QUIÉNES SON LOS MUXES, EL TERCER GÉNERO QUE
EXISTE
EN EL SUR DE MÉXICO: "HAY HOMBRES Y
MUJERES, Y HAY ALGO EN MEDIO"
Ola Synowiec
BBC Travel
28 nov 2018
"¿Qué forma debo usar cuando hablo con usted: femenina o masculina?", le pregunté a Lukas Avendaño, a quien había visto en pantalones al principio del día pero que ahora llevaba una falda negra tradicional con coloridas flores bordadas.
Estábamos hablando en español, con sus sustantivos y pronombres con género. "Prefiero que solo me llames cariño", se ríe Avendaño.
Aquí, en la región de Istmo de Tehuantepec, en el estado de Oaxaca, en el sur de México, hay tres géneros: hombres, mujeres y muxes. Esta tercera clasificación ha sido reconocida y celebrada desde la época prehispánica, y es difícil imaginar la vida sin muxes aquí.
Pero en esta región donde la mayoría de la gente habla el idioma indígena zapoteco, mi pregunta no tiene mucho sentido.
"En zapoteco, como en inglés, no hay géneros gramaticales. Solo hay una forma para todas las personas. Los muxes nunca se han visto obligados a preguntarse: ¿son más hombres o más mujeres? ", explica Avendaño.
"Somos el tercer sexo", añade Felina, quien, a diferencia de Avendaño, decidió cambiar el nombre masculino que le puso su familia al nacer, Ángel, y solo usa este apodo. "Hay hombres y mujeres y hay algo en medio. Y eso es lo que soy".
Estuve en la Vela de las Intrépidas (Vigilia de las Intrépidas), la celebración anual que llevan a cabo los muxes cada noviembre en Juchitán de Zaragoza, una pequeña ciudad en el Istmo de Tehuantepec.
Distintos estilos
Al observar a los diferentes muxes, no encontré mucho en común entre sus estilos. Había muxes que, como las tehuanas locales (mujeres del Istmo de Tehuantepec), vestían los mismos trajes ricamente bordados que inspiraron el estilo único de Frida Kahlo.
Otros parecían preferir los vestidos de estilo occidental o la ropa de drag queen. Y había algunas prendas de vestir para hombres, mostrando su estado con solo un simple maquillaje y esmalte de uñas.
"Es difícil describir quién es un muxe. Básicamente, podemos decir que un muxe es cualquier persona que nació hombre pero que no actúa de manera masculina", dice Avendaño.
"Lo que sabemos, 'bajo el punto de vista occidental', es que 'travesti de hombre a mujer', 'transexual de hombre a mujer', 'gay afeminado' o 'gay masculino' parece estar incluido en la categoría de 'muxe' siempre que haya un fuerte componente de identidad étnica", escribe el antropólogo Pablo Céspedes Vargas en su artículo "Muxes en el trabajo: entre la pertenencia de la comunidad y la heteronormatividad".
Avendaño también enfatiza que "muxe" es un término zapoteco y no se puede entender sin saber más sobre su cultura.
Esto es así porque el concepto de muxe solo existe aquí, en el Istmo de Tehuantepec, donde estas personas son una parte importante de la comunidad. Algunos dicen que se cayeron del bolsillo de Vicente Ferrer, el santo patrón de Juchitán, al pasar por la ciudad, lo que, según los lugareños, significa que nacieron con una estrella de la suerte.
Una segunda versión de la leyenda del santo dice que Vicente Ferrer llevaba tres bolsas: una con semillas femeninas, una con semillas masculinas y otra donde las dos estaban mezcladas. De acuerdo con esta historia, la tercera bolsa se filtró en Juchitán, y esa es la razón por la que hay tantos muxes aquí.
Pero Fernando Noé Díaz, afirma, un maestro de escuela primaria que tiene muchos amigos muxe, no está de acuerdo con esto. "No es cierto que haya más aquí. Simplemente son más respetados, para que puedan ser más visibles", afirma.
Un muxe llamado Kika nos había invitado a la vela de esta noche. Allí, cada habitación tenía una sección con mesas y decoraciones donde se servían alimentos y bebidas a sus huéspedes.
"Supongo que los muxes son muy respetados porque son más un género social que sexual. Tienen un papel importante en la comunidad", añade Noé Díaz.
Su papel en la comunidad
Juchitán es famoso en todo México por sus mujeres fuertes y orgullosas. Algunos incluso lo llaman matriarcado, lo cual no es necesariamente correcto, pero las mujeres tradicionalmente manejan el dinero que los hombres traen a casa.
Los locales bromean diciendo que los hombres aquí tienen penes dulces o salados, lo que significa que son agricultores o pescadores. Las mujeres, por otro lado, deben vender lo que los hombres producen, y el mercado constituye sus dominios.
Esta noche, como es tradición en la vela, las mujeres tradicionalmente donan dinero como regalo, mientras que los hombres llevan cajas de cerveza.
"Cuando el hombre está en el mar o en el campo y la mujer está en el mercado, no hay nadie para cuidar de la casa y la familia. Ahí es donde entra el muxe", explicó Noé Díaz.
"Algunos incluso dicen que es una bendición para una madre tener un hijo muxe que la ayudará en la casa y cuidará a los hermanos pequeños. Además, a los muxes no se les permite socialmente tener relaciones a largo plazo o casarse para que puedan quedarse con sus madres cuando envejezcan".
En la vela, las madres son las que sirven comida en cada mesa. La madre de Kika comprueba que nadie tiene hambre, y los miembros más jóvenes de la familia me dan una nueva cerveza cuando la mía comienza a vaciarse.
Pero Kika no quería dedicarse al trabajo doméstico, uno de los roles tradicionales de muxe, junto con las artesanías y las ventas en el mercado. Ella es propietaria de un salón de belleza en el centro de la ciudad. Lo mismo ocurre con Felina, que dirige un grupo de muxes, las Auténticas Intrépidas Buscadoras del Peligro, que son los organizadores de la vela de esta noche.
Según Noé Díaz, muchos muxes trabajan en la preparación de las fiestas tradicionales que suponen una gran parte de la economía local. Confeccionan disfraces y adornos para velas, bautizos, comuniones, fiesta de 15 años y bodas.
Noé Díaz también conoce muxes que se dedican a fabricar artesanías para vender en los mercados. Otro de sus amigos muxe es un maestro de escuela primaria.
Avendaño es un actor y director que viaja por el mundo con su espectáculo sobre lo que significa ser un muxe y que se titula Réquiem para un Alcaraván.
El show pone mucho énfasis en la parte católica de la identidad del muxe.
"Los muxes siempre han tenido un papel importante en la Iglesia católica local. Su trabajo era preparar las decoraciones de la iglesia. En Tehuantepec, la ciudad de donde provengo, los muxes tienen su propia hermandad dentro de la Iglesia", dice Avendaño al explicar cómo la Iglesia católica acomodó sabiamente la tradición de los tres géneros que está profundamente arraigada en la cultura local.
La celebración de hoy comenzó con una santa misa en honor a los muxes en la iglesia local del patrón Vicente Ferrer.
Después de la misa, comenzó la tradicional procesión por las calles del pueblo. La multitud colorida fue liderada por una banda y muxes portando velas.
Detrás de ellos, más muxes seguían la caravana en autos y camiones decorados con flores, globos y decoraciones de papel. Pero lo más destacado del día fue la fiesta que tuvo lugar por la noche fuera de la ciudad.
Pude ver a muchas personas: mujeres, hombres y niños. Todos llevaban ropa regional: mujeres en enaguas y blusas bordadas, llamadas huipiles; hombres en guayaberas blancas.
Todos fueron recibidos en el escenario por un muxe que desempeña el papel de lo que se conoce como el "mayordomo", el organizador principal de la vela, que estuvo acompañado por su compañero, que es un mayate.
Los mayates son hombres que tienen relaciones sexuales con muxes, pero no son muxes y no son considerados homosexuales.
"Una diferencia importante con la visión cultural sobre el sexo de Occidente es que para los zapotecas, solo las relaciones sexuales entre un macho muxe y un heterosexual tienen significado. Las relaciones entre muxes o entre un hombre muxe y un hombre gay no tienen sentido, de hecho son inconcebibles. Ningún muxe dormiría con un hombre que se considera gay", escribe Marinella Miano Borruso en un artículo titulado "Entre lo local y lo global: los muxe en el siglo XXI".
"La sociedad zapoteca en su conjunto no concibe a un hombre que tiene relaciones con un muxe como un homosexual, su estatus de hetero no se cuestiona".
Según Miano Borruso, históricamente, los muxes no tenían por qué ser homosexuales. Hubo casos en los que eran heterosexuales, bisexuales o asexuales.
"Tradicionalmente, ser muxe no dependía de la orientación sexual. Es un género cultural, una función social y una identidad, pero no una característica del deseo sexual de alguien", explica en su libro "Hombre, mujer y muxe en el Istmo de Tehuantepec".
No obstante, todos los muxes con los que hablé en la vela se consideraban homosexuales o una mujer nacida en un cuerpo masculino. Algunos se transforman con terapias de hormonas e implantes.
Durante el concurso anual de la Reina de los Muxes, que formó parte de la vela, noté que muchos de ellos tenían senos artificiales. "Eso es algo nuevo. Los pechos falsos no hacen a un muxe más muxe ", comentó Noé Díaz.
Los muxes también han estado involucrados en la lucha por los derechos LGBT. Amaranta Gómez Regalado, un muxe de Juchitán, fue candidato local en las elecciones para el Congreso mexicano.
A pesar de que no obtuvo suficientes votos, se hizo famosa como la primera candidata transexual de México. Sigue involucrada en política, especialmente en campañas contra la homofobia y para la prevención del SIDA.
"En lugar de dedicar nuestras vidas al bordado, la artesanía o las ventas callejeras, cada vez más recibimos una educación superior", dijo Felina. "Si las hijas de San Vicente no luchamos por nuestros derechos, ¿quién lo hará?".
Aún así, los mexicanos siguen teniendo sentimientos encontrados hacia los homosexuales en general. Por un lado, Ciudad de México fue la primera capital latinoamericana en legalizar el matrimonio entre personas del mismo sexo.
Sin embargo, el país también sufre una de las tasas más altas de delitos contra la comunidad LGBT en el mundo, con 202 personas asesinadas por homofobia entre enero de 2014 y diciembre de 2016, lo que equivale a uno cada tres o cuatro días.
Para la comunidad gay mexicana e internacional, Juchitán se ha convertido en un paraíso extraño y un símbolo de tolerancia.
A pesar de que algunos lugareños siguen discriminando a los muxes, y la comunidad muxe en general tiene menos oportunidades de estudiar y conseguir un empleo, la división indígena tradicional de tres géneros como una forma de ser natural y tradicional ha inspirado a los colectivos LGBT en todo el mundo.
Los muxes son cada vez más conscientes de esto.
"Dedicamos esta noche no solo a muxes", escucho desde el escenario. "También es tu noche. Para todos los homosexuales, no solo para los del estado de Oaxaca, sino para todos los homosexuales del mundo. Juchitán está abierto para todos ustedes".
Puede leer la historia original en inglés aquí.
Graciasss/www.bbc.com/mundo/
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