FURIA TRAVESTI: EL
DICCIONARIO VIVO DE MARLENE WAYAR
La
activista editó su libro Furia Travesti. Diccionario de la T a la T donde parte
de su propia biografía para trazar un recorrido por las violencias, las luchas
y las conquistas de la comunidad travesti trans.
“¿Quieren saber qué es ser travesti?”, pregunta Marlene Wayar, pensadora y referente fundamental del activismo trans y travesti latinoamericano, en la primera entrada de su libro Furia Travesti. Diccionario de la T a la T (Paidós, 2021), versión aumentada y corregida de Diccionario travesti de la T a la T publicado por primera vez en 2019.
A lo largo de la obra, “Travesti” será una palabra imposible de definir. Un punto de partida para preguntarnos sobre la historia, la fuerza, la fragilidad, la lucha y el amor.
Si el diccionario clásico, como lo conocemos, es un lugar seguro, expone Camila Sosa Villada en el prólogo a esta edición, el diccionario de Marlene es todo lo contrario. “Es un terreno inseguro donde todo lo sabido se refuta o al menos se pone en duda”, escribe Camila.
Esto se debe a que no encontraremos, en este diccionario, una definición absoluta de ninguna de las palabras que contiene. Incluso el método para armar las descripciones de estos conceptos será diferente.
Para poder definir, Marlene recurre a recuerdos, a comentarios al pasar, a su propia biografía y a la biografía colectiva de antiguas y nuevas amigas.
Y es que, como propone Liliana Viola en el epílogo, este diccionario, de algún modo, no le pertenece solo a Marlene.
Sus ensayos de definiciones, sus preguntas abiertas, sus pensamientos que son más colectivos que individuales, “se vienen gestando desde las primeras luchas travas del siglo pasado para llegar hasta hoy, cuando la identidad de género es ley y cuando el reclamo de trabajo y dignidad humana atraviesa generaciones e identidades”.
-¿Qué significa, para vos, ser una travesti en Latinoamérica hoy?
-Significa una lucha permanente por no ser la opción más pobre. Que la sociedad no nos eleve con ánimo de pinkwashing porque piensan que caemos bien a todo el mundo y que nunca vamos a decir algo que incomode. Significa seguir reivindicando la palabra travesti, seguir exigiendo a este mundo que nos piense desde nuestra mirada.
Es un lugar de síntesis porque no puedo decir que sea de representación. Somos una comunidad tan pobre, sin instituciones propias, que si nos erguimos por algo no es porque nuestras compañeras nos hayan votado y llevado hasta ahí.
La idea de ser una síntesis tiene que ver con tener en la cabeza esa polifonía de voces que son las compañeras que ya no están, las que vienen, y les niñes que nos exigen responsabilidad respecto del mundo que vamos a dejarles.
Es una síntesis sumamente extraña. No creo tener la capacidad para expresarlo y para tener una respuesta cerrada. Eso lo van a poder ver otras generaciones, que verán lo que ha significado ser travesti en esta época. Veremos, también, si seguimos existiendo o si somos las últimas.
-¿Cómo debe ser, para vos, un intento de diccionario que rompa con el diccionario clásico?
-No me parece mal la idea de diccionario clásico, pero sí considero que hay que hacer un trabajo permanente que lo convierta en una herramienta viva. Es decir, que podamos hacer uso del lenguaje, que nos guíe el diccionario como herramienta, para eliminar los ruidos en la comunicación.
En algunas situaciones es necesario hablar de manera concreta y dejar de usar metáforas fallidas que en algunos ámbitos se vuelven sumamente inoperantes y contrarias a los derechos de las personas.
Este diccionario persigue el otro objetivo que es adueñarnos del mismo lenguaje. O quizás, el de reivindicar el derecho que tenemos a crear ese lenguaje en una mesa de diálogo político al que nunca hemos sido invitadas.
Es el poder de definir por nosotras y darles a conocer qué entendemos por muchos de los términos que vimos bastardeados, empobrecidos por el mismo uso. Pensemos, por ejemplo, en la palabra mamá, una palabra rota por las hijas, por el feminismo, y también por nosotras que podemos romperla, aumentarla y profundizarla.
Este ejercicio de ruptura lleva siempre consigo una construcción.
-Hablando de madres, en el libro explicas lo que es el maternaje travesti. ¿Podrías profundizar esta idea?
-Hay un maternaje estrictamente comunitario que tiene que ver con el ejercicio del maternaje respecto de las adultas hacia las más niñas.
Esta idea tiene su génesis en la propia sensación que llevamos todas las travestis de desamparo, de estar solas, de no saber cómo manejarnos en un mundo adulto y desconocido. Las adultas te van mostrando cómo es y cuáles fueron sus experiencias, qué les dio resultado y qué no.
Esto, lejos de ser siempre una imagen romántica, puede estar absolutamente desvirtuado porque somos personas que han mamado de este sistema, así que tenemos la misma impronta que cualquier otra maternidad.
Maternidades que, hasta con buenos fundamentos, pueden generar violencia, una golpiza porque llegaste borracha y estás desperdiciando tu tiempo, tu juventud, tu dinero. O al revés, que te pongan en mayor desprotección porque no sos nadie, porque “tenés que pagar derecho de piso y esta esquina es mía y yo tengo el arreglo con la policía o el hotel”, y ahí se pagan peajes. No es todo estrictamente romántico.
Pero también hay un maternaje mucho más concreto, podríamos evaluar que es materno-paternidad, como la de la inmensa mayoría que mantiene sobrinxs, hermanitxs más chiquitxs, a quienes mandan dinero, a quienes dan el ejemplo, otorgan gestos, regalos, posibilidades de educación. Nadie piensa que cuando una travesti existe, detrás hay una familia que depende de ella.
También sucede que esas madres, que tienen buenas intenciones, sufren de ignorancia, desesperación, miedo. Todo lo que te va introyectando esta sociedad respecto del éxito para subsistir. Y entonces no son ajenos a nuestra comunidad los discursos gordofóbicos que nos llevan a la bulimia y la anorexia.
Si una generación veía a las otras como monumento a la belleza y deseaba eso, pasado el tiempo nos pudieron decir el costo que tuvo esa belleza. Silicona inyectada, muertes, amputaciones, dolores. No poder poner esto en diálogo comunitariamente es un problema porque aparecen los discursos que miran juzgando de manera muy banal, quedándose en la superficie y sin profundizar en que estas madres ofrecen las herramientas que tienen.
No se puede dar lo que no tenés. O al revés, se romantiza y se piensa que todo es bello, y nos quedamos sin la posibilidad de una mirada crítica que permita problematizarnos y cuestionarnos para incorporar herramientas que nos fueron históricamente negadas.
Marlene Wayar fue nombrada en 2020, fue nombrada doctora honoris causa por la Universidad Nacional de Rosario.
-¿Se puede hacer teoría desde la autobiografía?
-Radicalmente sí. Desde la biografía como un recorrido propio y personal, unida y enredada con otras biografías, y desde esa red de biografías como historia colectiva. Creo que el contexto, incluso con muy buenas intenciones, ha hecho que vayamos perdiendo nuestra historia. No le debemos a la heterosexualidad la Ley de identidad de género. La heterosexualidad la reconoce, pero esa ley es nuestra, como también son nuestras las críticas que tenemos a esa ley.
Y dentro de todo, nosotras estamos hablando del contexto argentino, que por suerte ha sido un contexto de firmeza y autonomía política respecto de lo foráneo. En el resto de Latinoamérica, los condicionamientos son mucho más grandes y los discursos son los que se imponen desde las academias europea y norteamericana, y desde los organismos internacionales. Ahí no se nos permite tener un pensamiento, construir nuestra historia y apropiarnos de los conocimientos.
Cuando hago teoría, puedo citar a Hannah Arendt y pararme desde la idea de “lo paria”, pero para ponerla al lado de Lohana (Berkins) con las identidades cloacalizadas. Y de Cristina, una amiga anónima de mi infancia cordobesa que decía “me bañaron de oprobio Marlene”.
Nunca voy a rechazar de plano cualquier cosa solo porque venga de la academia, o de la teoría queer, sino que voy a preguntarme cómo las paso por mi propio cuerpo, por la biografía que somos, y eso es lo que creo que nos tienen que dejar hacer. Es lo que venimos reclamando cuando decimos que necesitamos un tiempo de paz.
-¿A qué te referís cuando hablás de “un tiempo de paz”?
-Nos ponen en guerra constantemente. Si somos abolicionistas o reglamentaristas, si nuestros cuerpos pueden defender el derecho al aborto o no, entre otras cuestiones. Y esto, en lugar de hacer un campo de paz para que tengamos la posibilidad de conversar, dialogar, meternos en nuestra historia y empezar a hurgar los conocimientos que hemos ido gestando para sobrevivir, en primera instancia, nos dificulta el diálogo y nos pone en su lugar ciertos discursos fáciles.
Nosotras venimos defendiendo la palabra travesti, pero no tiene por qué ser la única. Sabemos que no es la única. Si vamos a atender, para el diálogo, a consensos que propongan palabras, no sé si es operativo pensar que porque nosotras somos trans y entonces todo lo otro es cis.
Hay cierta potencia en el concepto “adgénero” (ad, como proximidad) que parecería ofrecernos una alternativa al binarismo trans/cis, ¿podrías explicar un poco más este término?
Este es un concepto que uso para alejarme de lo cis como lo que está “de este lado”, porque me parece incorrecto pensar, por más hegemonía que haya, que se pueda estar inmersxs por completo en un lado en particular. No pienso que haya un lado y otro. La humanidad es una sola.
En algún momento, yo estaba conviviendo con compañeras que tenían niñes y veía que elles crecían cómodes en el lugar de varón y de mujer. En esa comodidad, aún así, uno de los niños, Federico, dibujaba la bandera argentina y me ponía a mí en el lugar del sol porque decía que era la persona más inteligente que conocía.
Cómo puedo estar en confrontación con eso, más allá de que mi mamá, mi papá, mis hermanos o muchas de mis amigas feministas realicen prácticas heterosexuales.
No es intrínseca la heterosexualidad del odio. Cuando el odio no es una pedagogía de cuentagotas que se va haciendo, existe el abrazo. Tenemos el compromiso de mirar al futuro y la responsabilidad de construirles a los niños, las niñas, les niñes, un mundo para que no se tengan que montar en nuestras ruinas. No pretendo hacer conocimiento o hacer política desde mi mirada egocéntrica y de lo que necesito yo por las condiciones en las que he vivido.
A partir de las condiciones que he vivido, intento transformarlas por fuera del odio. Sospecho de términos como cisgénero o cissexo porque obturan el diálogo e invisibilizan otros ejes interseccionales en las diferencias y por eso propongo el de adgénero.
Furia Travesti, diccionario de la T a la T es el último libro de Wayar.
-La teoría travesti es una teoría en construcción. ¿Qué queda por construir?
Lo que nos falta es tomar distancia de las exigencias para separar qué es urgente y qué no. Urgente son el hambre, la intemperie y la soledad que han pasado las compañeras en la pandemia. Esas son cuestiones urgentes y necesitamos tener reacción rápida no solo para salir a exigir, por ejemplo, que la justicia busque a Tehuel, sino para tener la autonomía y salir nosotras, nosotros, nosotres si la justicia no lo hace.
Salvo eso, nada es tan urgente para no poder tomarnos el tiempo antes de repensar ciertas frases o propuestas armadas, vacías, generalizantes, que impiden ver qué necesitamos.
-¿Y qué es lo que necesitan?
-Necesitamos trabajo, pero en qué condiciones. Necesitamos el reconocimiento de nuestra identidad, pero cómo, cuándo, en qué sentido. Hay muchas posibilidades de caer en lugares cómodos. Somos un proceso.
Yo, por ejemplo, no quiero cambiar mi partida de nacimiento porque no le estoy pasando factura a mi papá y a mi mamá porque un médico les dijo “tuvieron un varoncito”. Elles me pusieron un nombre y no creo que hubiera ahí mala intención porque sus gestos durante toda mi infancia y adolescencia han sido de amor. Lo vieron así, esas eran sus herramientas, y cuando hice un planteamiento, fue escuchado.
Yo me identifico como Marlene pero no desconozco el nombre que me intentaron poner con el cariño con el que intentaron ponerlo en ese momento y con el cariño que implicó dejarlo archivado después. Esa es la historia travesti. Sino, pasamos a ser experiencias efímeras en donde esos documentos no cuentan nuestra historia. Así no vamos a romper el binarismo, las posibilidades de que los varones y las niñas se piensen con total autonomía, o se piensen con un rol netamente sumiso o dominante, cuando se trata de prácticas sistematizadas que no son autónomas y que siempre ubica a unos cuerpos en el lugar de la sumisión.
Nos cuesta muchísimo salir de esos lugares y empoderarnos, por decirlo de algún modo. Esas matrices están marcadas a fuego en nosotras. Debemos hacernos preguntas más allá de la corrección política.
En algún punto hay que hacer las paces con el sistema (o hacer la revolución, que no pareciera que esté cerca). En este sentido, ¿qué posibilidades otorga trabajando en una institución como el Palais de Glace desde tu trayectoria en el activismo travesti?
Por suerte, permite mucho y permite poco. El Palais de Glace es un organismo descentralizado y no se mueve en las políticas generales, por las que todo el mundo se pelea internamente en toda gestión para ver quién tiene el presupuesto más grande.
A la vez, es un lugar muy interesante porque precisamente es donde el Estado guarda su patrimonio cultural.
Tiene ese relato que hasta ahora ha sido súper elitista, racista y demás, en donde determinados cuerpos no estamos y otros cuerpos siempre estamos como objeto de estudio, o con una visión estética romantizada, pero nunca como creadoras y creadores.
En el último concurso que se organizó y cuyo patrimonio nos pertenece, que es el 8M, por primera vez una persona travesti ganó el premio entre les concursantes, de forma anónima y por evaluación de la obra. Se van abriendo posibilidades en el campo de la educación, donde históricamente el museo se limitó a la muestra, a la exhibición.
Permite virar hacia nuevas acciones para convertir el espacio museal en un espacio de educación informal en donde intentaremos que les jóvenes, les niñes, lo sientan como un lugar al que recurrir.
En principio, un espacio en donde puedan venir a reunirse, ocupar su tiempo y estar con la plena seguridad de que no hay un mundo adulto que les vaya a violentar, sino que les va a abrir la puerta para que lo recorran desde sus propias lógicas.
No tenemos todas las respuestas, pero tenemos las formas de buscar esas respuestas y de pensarlas en conjunto.
Es eso, estar en lo chiquito y que se pueda tener un impacto grande porque todavía no es un territorio tironeado por los intereses de la política general. No ser tan miradas nos permite eso, invitar a nuevos cuerpos a que indaguen sobre qué es el arte, y si les interesa comunicar desde ahí, que lo puedan hacer.
-Entonces, ¿cómo se hacen las paces?
-Aprendiendo a transitar el dolor. Resistiendo a lo inmediato, que es lo evasivo. Esta sociedad, antes de seguir haciendo leyes de cupo con tendencias a la incorporación de la comunidad travesti-trans, tiene que ser puesta en juicio sobre el genocidio que se configuró para con nosotras y el resto de las disidencias.
Tiene que escuchar los relatos, guardar las memorias, hacer institutos de memoria, hacernos monumentos, gestar una cultura que trabaje permanentemente e íntimamente con la educación para recordar quiénes fuimos y qué hicimos de manera concreta.
A partir de ahí, y solo a partir de ahí, vamos a poder resguardar las conquistas que fuimos haciendo: escuelas inclusivas, centros de salud inclusivos que piensen en la salud trans como salud integral, compleja, como la de cualquier otro ser humano.
Y que la forma de abordarnos cuando tenemos un pie quebrado, cuando se nos caen los dientes o nos falla el hígado, implique una manera de acercarse que sea humana, respetuosa, sin cara de horror y desprecio.
Tenemos, por ejemplo, una familia que no es sanguínea pero con la que podríamos compartir la obra social, y esa familia no está reconocida. Podríamos preguntarnos cómo hacer para legalizar y legitimar a la amistad como un vínculo de dependencia tan válido y en equidad como el matrimonio, la maternidad, la hermandad.
Por qué nuestra forma de relación primera y más valiosa no tiene una categoría legal y legítima. De lo contrario, la salud o cualquier otro ámbito se vuelve una cajita muy pequeña, inaccesible, llena de privilegios.
Graciasss/agenciapresentes.org/2021/12/17/marlene-wayar-el-odio-no-es-intrinseco-a-la-heterosexualidad/
“¿Quieren saber qué es ser travesti?”, pregunta Marlene Wayar, pensadora y referente fundamental del activismo trans y travesti latinoamericano, en la primera entrada de su libro Furia Travesti. Diccionario de la T a la T (Paidós, 2021), versión aumentada y corregida de Diccionario travesti de la T a la T publicado por primera vez en 2019.
A lo largo de la obra, “Travesti” será una palabra imposible de definir. Un punto de partida para preguntarnos sobre la historia, la fuerza, la fragilidad, la lucha y el amor.
Si el diccionario clásico, como lo conocemos, es un lugar seguro, expone Camila Sosa Villada en el prólogo a esta edición, el diccionario de Marlene es todo lo contrario. “Es un terreno inseguro donde todo lo sabido se refuta o al menos se pone en duda”, escribe Camila.
Esto se debe a que no encontraremos, en este diccionario, una definición absoluta de ninguna de las palabras que contiene. Incluso el método para armar las descripciones de estos conceptos será diferente.
Para poder definir, Marlene recurre a recuerdos, a comentarios al pasar, a su propia biografía y a la biografía colectiva de antiguas y nuevas amigas.
Y es que, como propone Liliana Viola en el epílogo, este diccionario, de algún modo, no le pertenece solo a Marlene.
Sus ensayos de definiciones, sus preguntas abiertas, sus pensamientos que son más colectivos que individuales, “se vienen gestando desde las primeras luchas travas del siglo pasado para llegar hasta hoy, cuando la identidad de género es ley y cuando el reclamo de trabajo y dignidad humana atraviesa generaciones e identidades”.
-¿Qué significa, para vos, ser una travesti en Latinoamérica hoy?
-Significa una lucha permanente por no ser la opción más pobre. Que la sociedad no nos eleve con ánimo de pinkwashing porque piensan que caemos bien a todo el mundo y que nunca vamos a decir algo que incomode. Significa seguir reivindicando la palabra travesti, seguir exigiendo a este mundo que nos piense desde nuestra mirada.
Es un lugar de síntesis porque no puedo decir que sea de representación. Somos una comunidad tan pobre, sin instituciones propias, que si nos erguimos por algo no es porque nuestras compañeras nos hayan votado y llevado hasta ahí.
La idea de ser una síntesis tiene que ver con tener en la cabeza esa polifonía de voces que son las compañeras que ya no están, las que vienen, y les niñes que nos exigen responsabilidad respecto del mundo que vamos a dejarles.
Es una síntesis sumamente extraña. No creo tener la capacidad para expresarlo y para tener una respuesta cerrada. Eso lo van a poder ver otras generaciones, que verán lo que ha significado ser travesti en esta época. Veremos, también, si seguimos existiendo o si somos las últimas.
-¿Cómo debe ser, para vos, un intento de diccionario que rompa con el diccionario clásico?
-No me parece mal la idea de diccionario clásico, pero sí considero que hay que hacer un trabajo permanente que lo convierta en una herramienta viva. Es decir, que podamos hacer uso del lenguaje, que nos guíe el diccionario como herramienta, para eliminar los ruidos en la comunicación.
En algunas situaciones es necesario hablar de manera concreta y dejar de usar metáforas fallidas que en algunos ámbitos se vuelven sumamente inoperantes y contrarias a los derechos de las personas.
Este diccionario persigue el otro objetivo que es adueñarnos del mismo lenguaje. O quizás, el de reivindicar el derecho que tenemos a crear ese lenguaje en una mesa de diálogo político al que nunca hemos sido invitadas.
Es el poder de definir por nosotras y darles a conocer qué entendemos por muchos de los términos que vimos bastardeados, empobrecidos por el mismo uso. Pensemos, por ejemplo, en la palabra mamá, una palabra rota por las hijas, por el feminismo, y también por nosotras que podemos romperla, aumentarla y profundizarla.
Este ejercicio de ruptura lleva siempre consigo una construcción.
-Hablando de madres, en el libro explicas lo que es el maternaje travesti. ¿Podrías profundizar esta idea?
-Hay un maternaje estrictamente comunitario que tiene que ver con el ejercicio del maternaje respecto de las adultas hacia las más niñas.
Esta idea tiene su génesis en la propia sensación que llevamos todas las travestis de desamparo, de estar solas, de no saber cómo manejarnos en un mundo adulto y desconocido. Las adultas te van mostrando cómo es y cuáles fueron sus experiencias, qué les dio resultado y qué no.
Esto, lejos de ser siempre una imagen romántica, puede estar absolutamente desvirtuado porque somos personas que han mamado de este sistema, así que tenemos la misma impronta que cualquier otra maternidad.
Maternidades que, hasta con buenos fundamentos, pueden generar violencia, una golpiza porque llegaste borracha y estás desperdiciando tu tiempo, tu juventud, tu dinero. O al revés, que te pongan en mayor desprotección porque no sos nadie, porque “tenés que pagar derecho de piso y esta esquina es mía y yo tengo el arreglo con la policía o el hotel”, y ahí se pagan peajes. No es todo estrictamente romántico.
Pero también hay un maternaje mucho más concreto, podríamos evaluar que es materno-paternidad, como la de la inmensa mayoría que mantiene sobrinxs, hermanitxs más chiquitxs, a quienes mandan dinero, a quienes dan el ejemplo, otorgan gestos, regalos, posibilidades de educación. Nadie piensa que cuando una travesti existe, detrás hay una familia que depende de ella.
También sucede que esas madres, que tienen buenas intenciones, sufren de ignorancia, desesperación, miedo. Todo lo que te va introyectando esta sociedad respecto del éxito para subsistir. Y entonces no son ajenos a nuestra comunidad los discursos gordofóbicos que nos llevan a la bulimia y la anorexia.
Si una generación veía a las otras como monumento a la belleza y deseaba eso, pasado el tiempo nos pudieron decir el costo que tuvo esa belleza. Silicona inyectada, muertes, amputaciones, dolores. No poder poner esto en diálogo comunitariamente es un problema porque aparecen los discursos que miran juzgando de manera muy banal, quedándose en la superficie y sin profundizar en que estas madres ofrecen las herramientas que tienen.
No se puede dar lo que no tenés. O al revés, se romantiza y se piensa que todo es bello, y nos quedamos sin la posibilidad de una mirada crítica que permita problematizarnos y cuestionarnos para incorporar herramientas que nos fueron históricamente negadas.
Marlene Wayar fue nombrada en 2020, fue nombrada doctora honoris causa por la Universidad Nacional de Rosario.
-¿Se puede hacer teoría desde la autobiografía?
-Radicalmente sí. Desde la biografía como un recorrido propio y personal, unida y enredada con otras biografías, y desde esa red de biografías como historia colectiva. Creo que el contexto, incluso con muy buenas intenciones, ha hecho que vayamos perdiendo nuestra historia. No le debemos a la heterosexualidad la Ley de identidad de género. La heterosexualidad la reconoce, pero esa ley es nuestra, como también son nuestras las críticas que tenemos a esa ley.
Y dentro de todo, nosotras estamos hablando del contexto argentino, que por suerte ha sido un contexto de firmeza y autonomía política respecto de lo foráneo. En el resto de Latinoamérica, los condicionamientos son mucho más grandes y los discursos son los que se imponen desde las academias europea y norteamericana, y desde los organismos internacionales. Ahí no se nos permite tener un pensamiento, construir nuestra historia y apropiarnos de los conocimientos.
Cuando hago teoría, puedo citar a Hannah Arendt y pararme desde la idea de “lo paria”, pero para ponerla al lado de Lohana (Berkins) con las identidades cloacalizadas. Y de Cristina, una amiga anónima de mi infancia cordobesa que decía “me bañaron de oprobio Marlene”.
Nunca voy a rechazar de plano cualquier cosa solo porque venga de la academia, o de la teoría queer, sino que voy a preguntarme cómo las paso por mi propio cuerpo, por la biografía que somos, y eso es lo que creo que nos tienen que dejar hacer. Es lo que venimos reclamando cuando decimos que necesitamos un tiempo de paz.
-¿A qué te referís cuando hablás de “un tiempo de paz”?
-Nos ponen en guerra constantemente. Si somos abolicionistas o reglamentaristas, si nuestros cuerpos pueden defender el derecho al aborto o no, entre otras cuestiones. Y esto, en lugar de hacer un campo de paz para que tengamos la posibilidad de conversar, dialogar, meternos en nuestra historia y empezar a hurgar los conocimientos que hemos ido gestando para sobrevivir, en primera instancia, nos dificulta el diálogo y nos pone en su lugar ciertos discursos fáciles.
Nosotras venimos defendiendo la palabra travesti, pero no tiene por qué ser la única. Sabemos que no es la única. Si vamos a atender, para el diálogo, a consensos que propongan palabras, no sé si es operativo pensar que porque nosotras somos trans y entonces todo lo otro es cis.
Hay cierta potencia en el concepto “adgénero” (ad, como proximidad) que parecería ofrecernos una alternativa al binarismo trans/cis, ¿podrías explicar un poco más este término?
Este es un concepto que uso para alejarme de lo cis como lo que está “de este lado”, porque me parece incorrecto pensar, por más hegemonía que haya, que se pueda estar inmersxs por completo en un lado en particular. No pienso que haya un lado y otro. La humanidad es una sola.
En algún momento, yo estaba conviviendo con compañeras que tenían niñes y veía que elles crecían cómodes en el lugar de varón y de mujer. En esa comodidad, aún así, uno de los niños, Federico, dibujaba la bandera argentina y me ponía a mí en el lugar del sol porque decía que era la persona más inteligente que conocía.
Cómo puedo estar en confrontación con eso, más allá de que mi mamá, mi papá, mis hermanos o muchas de mis amigas feministas realicen prácticas heterosexuales.
No es intrínseca la heterosexualidad del odio. Cuando el odio no es una pedagogía de cuentagotas que se va haciendo, existe el abrazo. Tenemos el compromiso de mirar al futuro y la responsabilidad de construirles a los niños, las niñas, les niñes, un mundo para que no se tengan que montar en nuestras ruinas. No pretendo hacer conocimiento o hacer política desde mi mirada egocéntrica y de lo que necesito yo por las condiciones en las que he vivido.
A partir de las condiciones que he vivido, intento transformarlas por fuera del odio. Sospecho de términos como cisgénero o cissexo porque obturan el diálogo e invisibilizan otros ejes interseccionales en las diferencias y por eso propongo el de adgénero.
Furia Travesti, diccionario de la T a la T es el último libro de Wayar.
-La teoría travesti es una teoría en construcción. ¿Qué queda por construir?
Lo que nos falta es tomar distancia de las exigencias para separar qué es urgente y qué no. Urgente son el hambre, la intemperie y la soledad que han pasado las compañeras en la pandemia. Esas son cuestiones urgentes y necesitamos tener reacción rápida no solo para salir a exigir, por ejemplo, que la justicia busque a Tehuel, sino para tener la autonomía y salir nosotras, nosotros, nosotres si la justicia no lo hace.
Salvo eso, nada es tan urgente para no poder tomarnos el tiempo antes de repensar ciertas frases o propuestas armadas, vacías, generalizantes, que impiden ver qué necesitamos.
-¿Y qué es lo que necesitan?
-Necesitamos trabajo, pero en qué condiciones. Necesitamos el reconocimiento de nuestra identidad, pero cómo, cuándo, en qué sentido. Hay muchas posibilidades de caer en lugares cómodos. Somos un proceso.
Yo, por ejemplo, no quiero cambiar mi partida de nacimiento porque no le estoy pasando factura a mi papá y a mi mamá porque un médico les dijo “tuvieron un varoncito”. Elles me pusieron un nombre y no creo que hubiera ahí mala intención porque sus gestos durante toda mi infancia y adolescencia han sido de amor. Lo vieron así, esas eran sus herramientas, y cuando hice un planteamiento, fue escuchado.
Yo me identifico como Marlene pero no desconozco el nombre que me intentaron poner con el cariño con el que intentaron ponerlo en ese momento y con el cariño que implicó dejarlo archivado después. Esa es la historia travesti. Sino, pasamos a ser experiencias efímeras en donde esos documentos no cuentan nuestra historia. Así no vamos a romper el binarismo, las posibilidades de que los varones y las niñas se piensen con total autonomía, o se piensen con un rol netamente sumiso o dominante, cuando se trata de prácticas sistematizadas que no son autónomas y que siempre ubica a unos cuerpos en el lugar de la sumisión.
Nos cuesta muchísimo salir de esos lugares y empoderarnos, por decirlo de algún modo. Esas matrices están marcadas a fuego en nosotras. Debemos hacernos preguntas más allá de la corrección política.
En algún punto hay que hacer las paces con el sistema (o hacer la revolución, que no pareciera que esté cerca). En este sentido, ¿qué posibilidades otorga trabajando en una institución como el Palais de Glace desde tu trayectoria en el activismo travesti?
Por suerte, permite mucho y permite poco. El Palais de Glace es un organismo descentralizado y no se mueve en las políticas generales, por las que todo el mundo se pelea internamente en toda gestión para ver quién tiene el presupuesto más grande.
A la vez, es un lugar muy interesante porque precisamente es donde el Estado guarda su patrimonio cultural.
Tiene ese relato que hasta ahora ha sido súper elitista, racista y demás, en donde determinados cuerpos no estamos y otros cuerpos siempre estamos como objeto de estudio, o con una visión estética romantizada, pero nunca como creadoras y creadores.
En el último concurso que se organizó y cuyo patrimonio nos pertenece, que es el 8M, por primera vez una persona travesti ganó el premio entre les concursantes, de forma anónima y por evaluación de la obra. Se van abriendo posibilidades en el campo de la educación, donde históricamente el museo se limitó a la muestra, a la exhibición.
Permite virar hacia nuevas acciones para convertir el espacio museal en un espacio de educación informal en donde intentaremos que les jóvenes, les niñes, lo sientan como un lugar al que recurrir.
En principio, un espacio en donde puedan venir a reunirse, ocupar su tiempo y estar con la plena seguridad de que no hay un mundo adulto que les vaya a violentar, sino que les va a abrir la puerta para que lo recorran desde sus propias lógicas.
No tenemos todas las respuestas, pero tenemos las formas de buscar esas respuestas y de pensarlas en conjunto.
Es eso, estar en lo chiquito y que se pueda tener un impacto grande porque todavía no es un territorio tironeado por los intereses de la política general. No ser tan miradas nos permite eso, invitar a nuevos cuerpos a que indaguen sobre qué es el arte, y si les interesa comunicar desde ahí, que lo puedan hacer.
-Entonces, ¿cómo se hacen las paces?
-Aprendiendo a transitar el dolor. Resistiendo a lo inmediato, que es lo evasivo. Esta sociedad, antes de seguir haciendo leyes de cupo con tendencias a la incorporación de la comunidad travesti-trans, tiene que ser puesta en juicio sobre el genocidio que se configuró para con nosotras y el resto de las disidencias.
Tiene que escuchar los relatos, guardar las memorias, hacer institutos de memoria, hacernos monumentos, gestar una cultura que trabaje permanentemente e íntimamente con la educación para recordar quiénes fuimos y qué hicimos de manera concreta.
A partir de ahí, y solo a partir de ahí, vamos a poder resguardar las conquistas que fuimos haciendo: escuelas inclusivas, centros de salud inclusivos que piensen en la salud trans como salud integral, compleja, como la de cualquier otro ser humano.
Y que la forma de abordarnos cuando tenemos un pie quebrado, cuando se nos caen los dientes o nos falla el hígado, implique una manera de acercarse que sea humana, respetuosa, sin cara de horror y desprecio.
Tenemos, por ejemplo, una familia que no es sanguínea pero con la que podríamos compartir la obra social, y esa familia no está reconocida. Podríamos preguntarnos cómo hacer para legalizar y legitimar a la amistad como un vínculo de dependencia tan válido y en equidad como el matrimonio, la maternidad, la hermandad.
Por qué nuestra forma de relación primera y más valiosa no tiene una categoría legal y legítima. De lo contrario, la salud o cualquier otro ámbito se vuelve una cajita muy pequeña, inaccesible, llena de privilegios.
Graciasss/agenciapresentes.org/2021/12/17/marlene-wayar-el-odio-no-es-intrinseco-a-la-heterosexualidad/
“VOY A SER ESTIGMATIZADA,
PERSEGUIDA, QUIZÁ ME MATEN,
PERO NO PUEDO DEJAR DE SER LO QUE SOY”: MARLENE
WAYAR
“Si nos podemos situar por un lado, desde una posición empática con el dolor de les otres y con aquello que no podamos empatizar, hacer un esfuerzo por la solidaridad, yo creo que vamos a tener un mayor impacto en focalizarse en quién genera la mayor violencia y evitar esa violencia.”
POR NATALIA ANDREA MERA SANDOVAL*
29 ENERO, 2019
Marlene Wayar nació en Córdoba en (1968) es activista travesti, cursó estudios en cerámica, es psicóloga social y además dirige el primer periódico travesti de Latinoamérica: El teje. También trabaja en otros proyectos sociales coordinando Futuro Transgenerico, es Co-fundadora de la Red Trans de Latinoamérica y el Caribe “Silvia Rivera” y una de las fundadoras de la Cooperativa Textil Nadia Echazú.
Cuando me atiende el llamado dice: voy en tren hacia Bolougne, si me escuchás bien, está perfecto. Entrevistar a Marlene Wayar en movimiento fue una linda metáfora de lo que ella propone como identidad. Para Marlene las personas nos construimos todo el tiempo, vamos siendo todos los días, nos vamos tejiendo al lado de otres. Yo no sé muy bien lo que soy, sí puedo decir qué no soy dice Marlene en Travesti, una teoría lo suficientemente buena su última publicación editada por la Cooperativa Muchas Nueces.
Volcánica (V): ¿Por qué crees que nuestros discursos de lucha y resistencia deben emerger de una teoría que encuentra asidero en la infancia?
Marlene Wayar (MW): Son varias razones, digamos. Una de las que aflora más fácilmente es que estamos superfragmentadas, somos microsociedades dentro de la porción de la sociedad que está en contra, en oposición o de situación crítica frente al sistema heteropatriarcal. Somos de izquierdas político-partidarias, de organizaciones civiles, de organizaciones identitarias, étnicas y entonces, se produce una microfragmentación en donde lo primero que surge es que nadie puede hablar por mi y mi situación es totalmente particular y en esto, vamos perdiendo el pacto crítico.
Si nos podemos situar por un lado, desde una posición empática con el dolor de les otres y con aquello que no podamos empatizar, hacer un esfuerzo por la solidaridad, yo creo que vamos a tener un mayor impacto en focalizarse en quién genera la mayor violencia y evitar esa violencia. Uno de los puntos donde más se halla es la infancia, todes podemos abordar nuestra propia infancia, no una infancia abstracta; yo niña, viendo cómo el heteropatriarcado me violentó, yo niña viendo, en un grupo de niños y niñas, cómo ellos y ellas fueron violentades y desde ahí creo, que podemos identificarnos muy bien más allá de que luego los recorridos hayan sido hetero-étnicos, hayan sido de izquierda o socialdemócrata o lo que fuere.
Entonces ahí podemos encontrarnos, la infancia nos permite hacer consensos mínimos, porque a veces lo que se está escuchando es que tenemos muchas más diferencias entre sectores con los que deberíamos estar en alianza, en red contra ese gran enemigo heteropatriarcal que se basa en el fundamentalismo ideológico-religioso, en lugar de focalizarnos en la lucha contra ellos, somos mucho más beligerantes entre nosotras y nosotres, no podemos consensuar marchas mínimas, encuentros mínimos...Algo de esto se va mostrando en contraposición por ejemplo con el movimiento de mujeres hoy y el movimiento feminista y el movimiento de las disidencias sexuales en la calle por ejemplo en Argentina y en toda Latinoamérica. Y digo con esto, hay una cosa ahí que tenemos que defender en común que es la autonomía sobre el propio cuerpo y todas y todos vamos por eso.
V: Respecto a eso que mencionas del cuerpo, no podemos olvidar todos los testimonios e historias que actualmente se visibilizan en medios y redes sobre el abuso y la violencia , relatos de adolescentes y de mujeres que han sido abusadas en su infancia también. Aquí se evidencia muy fuerte esa ausencia de lo que llamas atender al yo niña, les otres niñes para poner en palabras las violencias, ¿no? Entonces, el escrache al abusador ha sido una respuesta a otras ausencias, como por ejemplo a la de hacer justicia a falta de los mecanismos de acompañamiento por parte de los Estados y también esto ocurre por falta de una Educación Sexual Integral en las escuelas.
MW: Claro ese sería otro de los aspectos por los cuales la infancia es importantísima, porque a pesar de todo el ejercicio de los marxismos y feminismos, nos alejamos. La emergencia nos distrae de terminar de entendernos como sujetas y sujetos históricos con procesos y caemos en la cuenta de que una mujer de 37 años dice “tal cosa” respecto del patriarcado o lo dice en forma general. Ahora, cuando decimos: No, yo niña fui abusada, cuando vemos las estadísticas—al menos en América Latina— muy cercano del 90% de todos los abusos que se dan sobre niñas, niños y adolescentes, son intrafamiliares, esto sin duda, muestra el mundo adulto más cercano y sobre todo que somos infancias maltratadas, tenemos que visibilizar esto.
En la experiencia —radicalmente diferente—que tiene la comunidad travesti, al menos en Argentina, pero esto se puede intuir a lo largo de toda Latinoamérica, pero por estadísticas concretas, al menos acá, entre los 8 y los 13 años asumimos nuestra identidad, en ese mismo recorte de edad esos hogares heterosexuales cristianos, patriarcales, capitalistas, neoliberales, demócratas, de izquierda, obreros, obreras y demás, nos dejan en situación de calle en vulnerabilidad absoluta, a niñes. Hay toda una gran sociedad adulta que a esos niños tirados a la calle —para sobrevivir— les ofrece una transacción, totalmente neoliberal para usar su cuerpo como beneficio sexual, para poder pagar su sanguchito, su café con leche, su techo diario. Entonces, no tiene problemas en vendernos estupefacientes, drogas ilegales, en cobrar alquileres carísimos entre los 8 y los 13 años. Esto es, la infancia de manera flagrante, usufructuada, violentada, prostituída, “proxenetiada” por este mundo adulto.
Entonces, dejemos de hablar de eufemismos y generalidades y pongamos cuáles son los casos y en qué medida suceden; ahí están las estadísticas para decirnos, cómo suceden en realidad: la infancia es violentada y no somos personas adultas en situación ahistórica, aclasista, aétnica, decidiendo de manera autónoma si prostituirnos o no, sobre si abortar o no, si tener una familia o no. Somos formateados por una pedagogía del odio constante que abusó de niños y niñas adolescentes, esto es terrible. Somos hoy, el movimiento feminista y el movimiento de mujeres está pudiendo evidenciar eso: no sólo he sido violada por mi marido, he sido violada de niña.
Por eso, después se hace posible una construcción subjetiva que se deja usar en otros aspectos y busca tanto el empoderamiento que es muy fuerte y se está logrando a partir del coraje de muchas que están logrando poner en palabras, gracias a un sistema de comunicación que se está dando por otras vías y no solamente las vías hegemónicas. Aquí también podemos visibilizar cómo el sistema patriarcal, a través de su sistema jurídico actúa de manera violenta para sancionar cada una de nuestras puestas en voz. Cuando la mujer va a denunciar los policías que la reciben le dicen que va a ser duro, las tratan y las miran mal, con violencia, les hacen repetir la situación y eso la revictimiza. Entonces, son un montón de pasos pedagógicos de cada instancia social que muestra cómo somos sistemáticamente violentadas las feminidades en particular.
V: En Travesti, una teoría lo suficientemente buena aparece una afirmación muy potente respecto a la deconstrucción. ¿Por qué deconstruir la heterosexualidad?, este cuestionamiento que, no recae sólo hacia la decisión o el autopercibimiento del género, que no está simplemente cuestionando el gusto sexual, sino que va por el sistema que nos conduce nuestros deseos y nos obliga a cumplir con la heteronorma...
MW: Exacto, ese sistema de imposición y de manera velada que nos empobrece. Porque es como la vieja metáfora de Caín y Abel. Es decir, no trabajar para ser buena en tanto mis propios conceptos éticos o morales, sino que mis acciones van en desmedro de las demás personas. Construyendo de ellos, monstruosidades, escarnio, oprobio para yo sentirme buena en mi pobreza. Este mundo adulto del que estamos hablando, de patriarcales, colonialistas, neoliberal, heterocentrado, fija una fantasía totalmente cruel que entre otras cosas, tiene grandes paradigmas que parece el ordenador de toda la cultura: somos el no matarás, sin embargo para la sociedad, el mejor negocio es matar, con la guerra, la hambruna, la desatención sanitaria, la fabricación de armas, la exclusión de vías y de posibilidades de desarrollo, alimenticias, laborales, todo esto es muerte. Sin embargo, y de manera muy tajante, este mundo heteropatriarcal dice, tu elegiste por este paradigma que es el no matarás. Y estamos siendo cómplices del asesinato social y cotidiano.
V: La propuesta que plantea tu libro es hacia una Teoría que nos pone a pensar en las metodologías de ese sistema de pensamiento heteronormativo y occidental que por supuesto dirige nuestro sistema educativo actual. En este sentido, la teoría que propones hace parte de un gran tejido donde otres también la construyen, sus voces, la presencia de espectadores como público y el lugar que evidencia la colectividad hace parte del andamiaje de esta metodología de la compilación, ¿es posible estructurar esta teoría?
MW: Quizá esto sea una intuición y sólo una intuición. Tiene que ver con la convicción de que la construcción de conocimiento debe ser colectiva. A veces las maneras parecen colectivas pero siempre hay una firma, hay un copyright, alguien factura y alguien cobra el rédito. Vamos e investigamos en el campo de —por ejemplo—la travesti en prostitución. Ahora, una sola persona recibe un título gracias a esa tesis de investigación y, ni siquiera esa persona vuelve a esa prostituta a agradecer, a compartir ese conocimiento para poder avanzar. Entonces para mí es importante que esta conclusión sea colectiva y, por un lado tratar de combatir el problema endémico, hoy en día para la comunidad travesti que es, por ejemplo si Claudia Rodríguez está en Chile y yo estoy en Buenos Aires, se nos hace casi imposible juntarnos y ver en qué sentido estamos produciendo.
Con las chicas de Córdoba también o Guatemala, Colombia, Brasil, en últimas, los lenguajes también son distintos. Entonces, poder sumarnos y dejar el registro de eso con todo el respeto que tengo por lo oral, dejar el registro escrito es importante para circular las reflexiones y lo conversado. Por otro lado en interacción con voces jóvenes, con las y los jóvenes a las que estamos formando como en el caso de los talleres de formación de Universidad de La Vaca en comunicación social. Poder certificar la producción de conocimiento en clase, en exposición de qué hablo yo en clase. Me tomo la responsabilidad de la energía joven instituyente porque con 50 años, quiero ser un puente y no una voz acrítica desde lo instituido.
Hoy los paradigmas son la feminización del pensamiento, de las acciones de las experiencias pero también de lo joven y de lo niñe.
V: Hablando de espacios ocupados por las colectividades disidentes, por el movimiento de mujeres y los feminismos, otro punto de encuentro lo tenemos ahí donde la producción documental hace parte de la historia a la que sólo nosotres podemos darle voz porque los relatos. Los relatos y las reflexiones puestas en voz y en palabras documentadas, hacen parte de los registros que ese otro discurso hegemónico histórico censuró. Hablemos de El teje Marlene, un producto cultural y periodístico donde sin duda es evidente el amor como motor de la deconstrucción constante...
MW: Bueno, El Teje fue un proyecto con el que interpelamos con el área de tecnología y género del Centro Cultural Rojas de la Universidad de Buenos Aires a la institución, a la Universidad. Diciéndoles, bueno, hay un derecho a la educación del cual la comunidad trans y travesti ha sido excluida. Entonces, en qué medida se va a hacer cargo la Universidad y ahí surgieron estas capacitaciones para estas crónicas y esta investigación periodística. A partir de talleres se fueron trabajando las notas que iban a ser impresas en la revista de papel. El Teje duró alrededor de 8 números y se empezaron a gestionar subsidios, pero de todos modos fue una situación totalmente enriquecedora donde pudimos trabajar en el proceso pedagógico, donde pudimos trabajar sobre el trabajo de rescatar lo oral sobre la cultura escrita.
Fue una experiencia donde pudimos hablar en primera persona sobre nuestra colectividad. De la que hoy puedo decir que estamos trabajando para subir estos números históricos, todo esto que se produjo a la web para que se puedan leer en cualquier formato digital. Pero a la vez, esto invita a que volvamos a conformarnos en un grupo para que a lo largo de este año podamos ver que realmente sea un medio periodístico con actualidad que se actualice poco a poco. La verdad que es un proceso pedagógico maravilloso, poder trabajar de la mano con mis compañeros y compañeras.
V: Haces parte de la generación de Lohana Berkins, Susy Shock, Nadia Echazú, Diana Sacayán. Todas líderes travestis que pudieron levantar la voz por la silenciadas y asesinadas. Una generación que a través del arte y del amor conquistó espacios académicos, culturales, judiciales... ¿Cuáles son los hitos simbólicos en la Historia de la colectividad Travesti?
MW: Algunas personas que hicieron parte de esta historia que estamos reescribiendo no puedo nombrar, porque aún están perdidas en esa otra historia, es un trabajo casi inabordable. Tengo que remitirme a las que existieron en este continente previo a la Conquista, ¿no? Dibujadas por Theodoro de Bry y relatadas por los cronistas de Indias y están en las bibliotecas europeas del colonizador holandés, francés, inglés, portugués, español, esto es algo que todavía se nos debe. Tenemos relatos de Álvar Núñez Cabeza de Vaca que cuenta cómo las laceraron en plaza pública, las devoraron sus perros y a esas no las podemos nombrar. A Silvira Rivera y sus compañeras en Stonewall, pudiendo hacer una gesta que realmente empezó a transformar el mundo, y ahí está esa potencia que es Latinoamericana, travesti y lesbiana. Después en nuestro contexto más cercano y que a mí me tocó compartir, que hace parte de mi recorrido vital, estar con Nadia Echazú en lucha por los delitos policiales junto a Lohana Berkins y de todo esto, Lohana termina haciendo la Cooperativa Nadia Echazú que no solo implica el cooperativismo, la alianza para el trabajo por fuera de la institución sino también la posibilidad de empezar a nombrarnos, rescatarnos como nuestras propias heroínas.
Este lugar para honrarnos a nosotras mismas porque había mucho esto de no creernos dignas de hacer otra cosa. A esta ocurrencia de Lohana se suma Diana Sacayán con su movimiento territorial, también con Maite Amaya en Córdoba, todos estos movimientos en donde se puede visibilizar de una mejor manera todo lo que nos cruza en el barrio, en el campo, en la familia, nosotras no queremos dejar de tomar la bandera de desocupades, de ecologistas. Estas luchas también nos duelen, más allá de quién las represente, Diana la piquetera, trabajadora por los barrios contaminados, Maite elegida por las doñas de los barrios para que las represente, hoy estas compañeras no están, pero hay otras chicas y chicos trans que están capacitándose y recibiendo formación en la universidad para recuperar estas luchas totalmente territorializadas, ya están teniendo herramientas teóricas para poder juntarnos en momentos para ver qué estamos produciendo en común y en conjunto y esto es muy importante porque la producción de conocimiento como la conocemos es en solitario y en estos lugares de convocatoria colectiva se nos permite trabajar con otres.
V: Y para terminar, Marlene: ¿Por qué piensas que la Revolución es hoy?
MW: Porque es urgente. Yo soy de una generación que va entrando a la secundaria cuando Argentina va entrando en la democracia después de la Dictadura Cívico Militar. Y ahí me estoy enterando que en mi infancia, mientras yo me desarrollaba de manera bastante feliz, en mi país habían desaparecido, torturado, encarcelado y robado niñes. Después me toca pasar esta realidad de hoy, donde la mayoría de mi colectivo, mientras yo estaba estudiando, ellas se estaban prostituyendo. Entonces nosotras nos propusimos que no nazcan niñes en el mundo como nacimos nosotras. Hemos visto mucha transformación pero bueno, es urgente que no sigan naciendo niñes en un campo minado donde sus familiares les violan, sus hermanos, el tío, el padre, el profesor. Por eso la Revolución es hoy porque nos implica autorevolucionarnos, dejar de pedir la Revolución a otros. Poniendo en palabras, tomando acciones que en alguna medida cambien nuestro pequeño contexto. Después vemos cómo impacta en lo macropolítico, pero si no trabajamos en nosotras mismas la esperanza es imposible ponerla ahí. Como dice cada una de las travestis que viene a este mundo está bien, voy a ser estigmatizada, perseguida, quizá me maten a los 32 años (promedio de vida de las travestis), pero es mi vida y es hoy. No puedo dejar de ser lo que soy. Y este es un llamado a todos y todas, para que no se dejen alienar por ese sistema. Lo que necesitamos es amor, abrazos concretos y redes de amor así sea desde las catacumbas, por lo bajo, como nos sea posible.
* Feminista
Colombiana radicada en Buenos Aires. Columnista de Vuelta de Página (Revista
UBA-UNSAM). Inventa historias y escribe poesía de madrugada. Es Licenciada en
Literatura, realizó estudios en la Maestría de Estética y Teoría del Arte y
actualmente cursa una Especialización en Literatura infantil y Juvenil. Es
fotógrafa y dibujante aficionada y acompaña la lucha y resistencia de algunos
colectivos defensores de Derechos Humanos.
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