LA HOMOSEXUALIDAD EN JAPÓN EN EL PERÍODO EDO
Para saber más:
Rodríguez Fernández, Daniel. La homosexualidad en Japón
En otros artículos de Ecos de Asia se ha podido ver el
estado de la homosexualidad japonesa en la actualidad, algo que se hizo
mediante el análisis del sistema educativo y laboral y al tratar la política
del archipiélago nipón. En este artículo, a diferencia de los anteriores, se
verá cómo fue la homosexualidad en Japón durante el período Edo o Tokugawa
(1600/1603-1868), ya que fue el momento en el que ésta tuvo un mayor
protagonismo en la historia del País del Sol Naciente.
Para profundizar en este tema, hay que tratar, un poco,
los antecedentes históricos. La primera referencia a la homosexualidad que
existe en Japón data del período Heian (794-1185), época en la que el famoso
gran maestro Kûkai (774-835), también conocido como Kôbô-Daishi, fundó la
escuela Shingon dentro de la rama del budismo Mahâyâna. Este monje desarrolló
una propia forma de tantra con la cual se podía llegar a despertar el espíritu
con la pérdida del individuo en las relaciones sexuales.[1] Fue así como
nacieron las prácticas sexuales entre hombres en los monasterios japoneses,
algo que se extendió por todo Japón. Esto acabó inspirando la creación de un
género literario conocido como Chigo monogatari, el cual trataba historias de
amor entre los monjes y los jóvenes acólitos.
Las relaciones entre hombres fueron tan populares que, a
finales del siglo X, concretamente en el año 985, el monje Genshin, también
conocido como Eshin Sôzu, publicó un tratado titulado Ôjôyôshû en el que
describía los castigos que les esperaban a los monjes que practicasen tales
actos en el purgatorio budista. Pero dichas amenazas no fueron tomadas muy en
serio, pues estas prácticas se siguieron desarrollándose, llegando al punto en
el que se creó la literatura Gozan, donde los monjes escribían poemas en chino
en los que manifestaban sus preferencias sexuales. Incluso los evangelizadores
cristianos que llegaron a Japón en 1547 reflejaron estos actos en sus cartas,
siendo un ejemplo la escrita en 1596 por el padre Francisco Cabral (1533-1603):
“Las abominaciones de la carne y los hábitos viciosos
estaban considerados en Japón como algo honorable; los hombres confían sus
hijos a los bonzos para ser instruidos en tales cosas al mismo tiempo que los
usaban para servir sus deseos.”[2]
Pero los monasterios budistas no fueron los únicos
lugares donde hubo este tipo de prácticas, ya que desde ellos pasó a la corte.
La nobleza del período Heian fue conocida por su refinamiento y elegancia, los
cuales quedaron constatados en las obras literarias de la época. Es en ellas
donde también aparecen las relaciones íntimas entre hombres, pudiendo ser un
ejemplo la escena en la que comparten cama Genji y Kogimi en Genji Monogatari,
una novela escrita por Murasaki Shikibu alrededor del año 1000; aunque hay que
señalar que esta escena es de libre interpretación.
Otras obras como como Ise Monogatari, del siglo X, o los
diarios del siglo XII de Fujiwara no Yorinaga, hacen referencia a las prácticas
sexuales entre hombres. En el caso de Yorinaga, que vivió entre los años 1120 y
1156, dejó escritas en sus diarios varias relaciones amorosas entre bailarines
y cantantes.[3]
También se sabe que, durante el reinado de los
emperadores Shirakawa (reinado, 1073-1087) y Toba (reinado, 1107-1123), se
emplearon a hombres jóvenes como compañeros sexuales en sus palacios. Incluso
se tiene constancia de que el emperador Go-Shirakawa (reinado, 1155-1158)
mantenía relaciones íntimas con su ayudante Fujiwara no Nobuyori.[4]
En el período Muromachi (1336-1573), por otro lado, los
shôgun mantenían a sus jóvenes amantes en sus palacios. De hecho, incluso los
emperadores mantenían a estos jovencitos en sus dominios, ya que en su palacio
había unos pajes jóvenes con el rostro maquillado, con peinados formando
trenzas y vistiendo largos trajes bordados, que accedían a sus deseos siempre
que éstos los requiriese.[5] Y fue en este período cuando nació el wakashudô o
shudô, que se podría traducir como “el camino del hombre joven”. Se trata de
una disciplina que fue seguida por la clase guerrera, es decir, por los
samuráis, y que consistía en el mantenimiento de relaciones amorosas y/o
sexuales con hombres jóvenes.
Los componentes del shudô eran, por un lado, el wakashu
y, por otro, el nenja, es decir, “el joven” o “el efebo” y “el que desea” o “el
que piensa”. Se trata de una relación que derivó a la clase samurái desde los
monasterios budistas, y que se propagó rápidamente durante la era de los Reinos
Combatientes (1467-1573) debido a la gran cantidad de luchas que hubo en todo
el país.
Con el tiempo, este tipo de relaciones se denominaron
nanshoku, cuya traducción sería “sodomía” o “pederastia”.[6] Dicho término hace
referencia a las leyes o normas que se debían de cumplir para que se pudiese
llevar a cabo una relación de este tipo; por lo tanto, sería una especie de
código.
Lo que caracterizaba a estas relaciones eran la lealtad y
la fidelidad. El nenja, papel desempeñado por el samurái mayor, daba al wakashu
tanto protección como trabajo, y éste tenía que serle fiel y sincero. De este
modo, se creaban unos vínculos entre el nenja y el wakashu que durarían hasta
la mayoría de edad del joven; e incluso después de ello, era habitual que los
dos hombres siguiesen manteniendo una relación de amistad[7]. En cuanto a los
roles desempeñados, el mayor sería la persona activa o masculina de la
relación, mientras que el joven sería la personificación de la mujer. Estos
roles eran fijos, puesto que la pasividad de un hombre adulto se vería como
algo deshonroso.
En cuanto a las relaciones íntimas femeninas, no hay
constancias de que existiesen al mismo nivel que las masculinas. Iwata Jun’ichi
denominó al nenja de estas relaciones entre mujeres como tachi, que significa
“espada”, y al wakashu como neko, que significa “gato”, pero Iwata no tiene
constancia de que esos términos fuesen las denominaciones reales.
Estas relaciones empezaron a desaparecer con la llegada
del período Tokugawa, momento en el que aparecieron otras distintas. Esto fue
debido al debilitamiento de la clase samurái y al enriquecimiento de los
comerciantes de las ciudades, lo que provocó que estos últimos comercializasen
con el nanshoku. De este modo, comenzó una era en donde los niños y
adolescentes fueron prostituidos por los vendedores, lo que dio lugar a la
destrucción del vínculo que se creaba mediante el nanshoku y a la preocupación
de las clases dirigentes del país.
El principal lugar donde los vendedores podían comerciar
con este tipo de relaciones fue en los barrios del placer, también conocidos
como distritos rojos, los cuales fueron creados en las principales ciudades de
Japón para el divertimento de la población, aunque al mismo tiempo se
controlaba a los habitantes y transeúntes de dichos barrios. Fue en estos
distritos donde predominaron las relaciones entre hombres de la época pues, a
pesar de que los bonzos de los monasterios y los samuráis seguían practicando
dichas relaciones, fue en las ciudades donde se comercializó con el nanshoku
hasta el punto de nacer la prostitución masculina para hombres.[8] Y a esto se
suma el surgimiento de una nueva subclase social, los actores de kabuki, entre
los que había algunos que, además de hacerse pasar por mujeres en los
escenarios, pues el teatro kabuki prohibía la actuación de la mujer, se vendían
a sus admiradores hasta el punto de tener relaciones sexuales con ellos, algo
que relata muy bien Ihara Saikaku en Nanshoku Ôkagami, libro que, a pesar de
ser una recopilación de relatos literarios, presenta algunas relaciones reales.
El barrio del placer más importante fue el de la capital.
Edo, ciudad que actualmente es conocida como Tokio, fue fundada en el año 1590,
momento en el que se decidió trasladar el poder político de Japón a esta nueva
urbe. Poco a poco, la ciudad de Edo se fue llenando de comerciantes y
artesanos, y a partir de 1635, con la Ley de la Asistencia Alternada,[9] se
tuvieron que realizar nuevas edificaciones para los daimyô y sus sirvientes, lo
que conllevó el crecimiento y la expansión de la ciudad. Otras ciudades como
Kanazawa, Osaka o Kioto también se acrecentaron.
Gracias a ese crecimiento, los comerciantes se fueron
enriqueciendo, lo que provocó que los distritos rojos creciesen. De ellos
habría que destacar el de Shinchi, más tarde conocido como Shinmachi, en Osaka,
Yanagimachi, que cambió su nombre más tarde por Mitsujimachi, en Kioto, y
Yoshiwara, que fue reubicado tras un incendio y pasó a llamarse Shin-Yoshiwara,
en Edo, la capital.
Fue en esos barrios donde, además de llevarse a cabo
servicios de acompañamiento, obras de teatro, venta de artículos de lujo y la
producción de libros y estampas, se intensificaron las relaciones homosexuales
entre hombres. De hecho, el nanshoku se infiltró en los barrios, siendo algo
muy habitual incluso entre los miembros del Bakufu, el gobierno nipón de la
época[10].
Incluso los grandes unificadores de Japón, Oda Nobunaga,
Toyotomi Hideyoshi y Tokugawa Ieyasu mantuvieron relaciones con otros hombres.
La relación más conocida es la de Nobunaga con Mori Ranmaru, un miembro del
clan Mori que se puso a las órdenes de Nobunaga y que fue recompensando gracias
a la lealtad hacia su señor.[11] También es conocido que tanto Ieyasu como su
sucesor, Tokugawa Iemitsu, yacieron tanto con mujeres como con hombres.[12]Y
otro miembro de esta familia, Tokugawa Tsunayoshi, que vivió entre 1646 y 1709,
fue conocido debido a que todos sus asistentes eran jóvenes atractivos, e
incluso promovió a once de ellos al rango de daimyô.[13]
En cuanto a los propios barrios del placer, allí fue
donde nació la prostitución masculina. Los hombres que eran alquilados eran
conocidos como hôkan o taikomochi, quienes solían ser actores jóvenes de
kabuki. Éstos eran alquilados por nobles o por comerciantes adinerados, aunque
también eran prestados a las kagemajaya, casas de té especializadas en la
prostitución masculina, donde éstos pasaban a llamarse kagema y eran
prostituidos tanto a hombres como a mujeres.[14] El papel de estos acompañantes
solía ser desempeñado por los onnagata, es decir, los actores de kabuki que
hacían papeles femeninos en el escenario.
Estos jóvenes actores, debido a las prendas que portaban
y al maquillaje de sus rostros y de sus manos, lo que les hacía parecer que
tenían una bella piel, se convirtieron que les convirtió en personas atractivas
y deseadas.[15] Además de los actores de kabuki, el papel de los kagema fue
llevado a cabo por algunos sirvientes de los daimyô que, una vez llegados a la
ciudad, dejaron de servirle, por lo que tuvieron que trabajar en este tipo de
empleos para poder sobrevivir en las ciudades.[16]
En cuanto a las relaciones femeninas, igual que ocurrió
anteriormente, apenas hay vestigios de estas. Si es cierto que se sabe que
algunas oiran mantenían relaciones sexuales con clientas adineradas, y que a
estas relaciones se les conocía como kaiawase (“juego de conchas”),[17] pero no
se sabe mucho más acerca de estas prácticas. Se podría pensar que las mujeres
samuráis, conocidas como Onna bugeisha, podrían haber tenido relaciones con
mujeres, del mismo modo que las mantenían los samuráis hombres, pero, como no
hay información sobre dichas relaciones, solo se puede especular al respecto.
La única prueba que se tiene de estas relaciones se basa en las estampas
eróticas en donde aparecen dos mujeres teniendo relaciones íntimas entre ellas,
y en las obras de Ihara Saikaku donde, en algunas de las cuales, aparecen
dichas relaciones.
Gran reflejo de estas relaciones se pueden observar en la
literatura y en las estampas. Hay obras como la ya citada Nanshoku Ôkagami, de
Ihara Saikaku, en la que aparecen las relaciones homosexuales, pero no es la
única fuente. De hecho, se creó el género Shudô bungaku, una literatura del
amor viril entre las que destacan, por ejemplo, Shin Yîki (1621), Dembu
Monogatari (1624-1643) o la obra de teatro Onnagoroshi Abura no Jigoku,
publicada por Chikamatsu Monzaemon en 1721.
Además, en este período surgieron los shunga, un género
dentro del ukiyo-e en el cual se representaban escenas sexuales explícitas, en
las que hombres y mujeres mantenían relaciones íntimas tanto con personas de su
mismo sexo como del contrario. Este género pictórico, al igual que su homónimo literario,
fue muy difundido por todo Japón, gracias a la alta calidad artística que
presentaba y, también, por la morbosidad del contenido.
Todo continúo de este modo hasta que llegaron los
estadounidenses. Ya en 1841, con la aprobación de las reformas Tenpô, se
cerraron algunas kagemajaya y algunos teatros de kabuki, pero la prostitución
masculina siguió existiendo realmente en algunos locales como el de Higashi
Hiezan en Tokio, kagemajaya que continuó activa hasta 1868.
La razón principal de la desaparición de este tipo de
negocios vino de la mano de los estadounidenses, cuando el comodoro Perry llegó
a Japón en 1853. A partir de entonces, se iniciaron revueltas por Japón de
aquellos que querían abrir de nuevo las fronteras a Occidente. El resultado fue
que en el año 1859 se dejó a las potencias extranjeras comercializar en los
puertos de Yokohama, Nagasaki y Hakodate debido a las amenazas de los
occidentales.
Todas las revueltas acabaron desembocando en la
Revolución Meiji, llevada a cabo entre 1866 y 1869, acabando con el shôgunato
de los Tokugawa e inaugurando el período Meiji (1868-1912). Fue entonces cuando
comenzó el período de la moralidad, lo que provocó que las relaciones entre
personas del mismo sexo fueran prohibidas y penalizadas desde 1873 hasta 1880
debido a los informes médicos, a la idea de la perversión sexual y, sobre todo,
por el puritanismo de la religión cristiana. Y aunque a partir de 1880 se
dejaron de prohibir tales relaciones, se veían como algo erróneo y equivocado,
lo que provocó que empezasen a desaparecer. Incluso se inventó un dicho popular
que decía que el florecimiento de las estampas eróticas fue lo que acabó dando
lugar a la caída de la familia Tokugawa, así como las relaciones entre los
prostitutos y los altos mandos.[18]
Este tipo de relaciones perduró, únicamente, en la mente
de algunos escritores como Mori Ôgai, quien en su Vita Sexualis de 1909 trata
el nanshoku entre estudiantes, igual que hace Tsubôchi Shôyô en su The
Temperament of Today’s Youth, lo que ha hecho que algunos historiadores
investiguen acerca de la realidad que hay detrás de las obras.
En este artículo se ha podido ver como la homosexualidad
en Japón nunca fue penalizada hasta la llegada de los occidentales, aunque
habría que remarcar que no se debería de llamar a esas prácticas sexuales como
“homosexualidad”, ya que en Japón no había términos para distinguir los
diferentes tipos de amor o relaciones sexuales. De hecho, la homosexualidad no
fue bien vista en Japón, sino que, simplemente, no se catalogaba como tal, pues
daba igual mantener relaciones sexuales con personas del mismo o de diferentes
sexo, aunque lo socialmente aceptado era lo segundo.
Por esa razón, estaría mal decir que en Japón eran más
tolerantes con respecto a la homosexualidad antes que ahora, puesto que ese
término es relativamente reciente, por lo que se podría decir que durante el
período Heian o el período Tokugawa no existieron las relaciones homosexuales,
ya que esta palabra nació en el siglo XIX con connotaciones negativas, y a pesar
de que actualmente la Real Academia Española (RAE) la defina como «inclinación
erótica hacia individuos del mismo sexo», se trata de una definición moderna,
actual y occidental que no se debería de aplicar a las relaciones pasadas
debido a que éstas poco tenían que ver con las actuales.
A pesar de ello, es cierto que los nipones, al igual que
muchos otros países asiáticos donde las prácticas sexuales entre personas del
mismo sexo estaban aceptadas en la antigüedad, deberían de mirar un poco su
historia y comprender que no hay motivo para censurar o castigar dichas
prácticas amorosas y sexuales.
Para saber más:
Rodríguez Fernández, Daniel. La homosexualidad en Japón
y
sus representaciones artísticas. Salamanca, Repositorio
Digital de Gredos, 15
de septiembre de 2016.
Notas:
[1] Jânavira, Dharmachari. “Homosexuality in the Japanese Buddhist tradition”, en Western Buddhist review, 3, 2011. Disponible aquí.
[2] Ibid.
[3] Haggerty, George. Encyclopedia of Gay Histories and Cultures. Chicago, Bonnie Zimmerman, 1999, p. 443.
[4] Leupp, Gary. Male Colors: The Construction of Homosexuality in Tokugawa Japan. California, Universidad de California, 1999, p. 26.
[5] Mousset, Paul. Los cerezos del Japón. Barcelona, Ganduxer, 1988, p. 201.
[6] El término proviene, posiblemente, del libro Nanshoku Ôkagami, (El gran espejo del amor entre hombres en español), que fue publicado por Ihara Saikaku en 1687. En él aparecen cuarenta relatos en donde se narran las aventuras amorosas que había entre monjes budistas, samuráis y actores de kabuki.
[7] Lorenzo Iglesias, Lara. Sexualidad no heternormativa en Japón. Historia, situación jurídica y estado actual. Salamanca, Universidad de Salamanca, 2015, p. 9.
[8] Woods, Gregory. Historia de la literatura gay. Madrid, Akal, 2001, p. 73.
[9] Reforma que consistía en que los daimyô debían de residir, de manera alternada, un año en Edo, la capital, y otro año en su feudo
[10] Mosset, Paul. Op. cit., pp. 200-201.
[11] Más información disponible aquí.
[12] Sánchez Navarro, Gerardo. El homosexualismo. Madrid, Create Space Independent Publishing Platform, 2010, p. 83.
[13] Richie, Donald. “Tokugawa shogun saved from going to the dogs”, en The Japan Times. Culture, Tokio, The Japan Times, 30 de julio de 2006. Disponible aquí.
[14] Watanabe, Tsuneo, y Jun’ichi, Iwata. The Love of the samurai: a thousand years of Japanese homosexuality. Londres, GMP Publishers, 1989, p. 104.
[15] Tanizaki, Jun’ichirô. El elogio de la sombra. Gijón, Satori Ediciones, 2016, p. 62.
[16] Woods, Gregory. Op. cit., p. 73.
[17] García Rodríguez, Amaury. “Desentrañando lo pornográfico, la xilografía makura-e”, en Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, 79. México D. F., El Colegio de México, 2001, p. 150.
[18] Mosset, Paul. op. cit., 254.
Graciasss/revistacultural.ecosdeasia.com/la-homosexualidad-en-japon-durante-el-periodo-tokugawa/
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