FEDERICO ARMENTEROS


EL FRANQUISMO NOS TRATÓ COMO BASURA
 
Entrevista a Federico Armenteros, impulsor de la primera residencia pública para mayores LGTBI+
 
Se estima que en España la población mayor de 65 años LGTBI+ ronda 1.200.000 personas. Nacieron y crecieron durante la dictadura, que las persiguió como a criminales o las consideró enfermas mentales. Muchas pasaron por la cárcel o el manicomio, donde eran sometidas a electroshock y lobotomías. En el caso de las lesbianas, ni siquiera se reconocía su existencia. Depresión, pobreza y abandono son secuelas habituales que arrastran por la vida de oprobio y marginación a la que se les condenó. Madrid Sindical ha entrevistado a Federico Armenteros, educador social, presidente de la Fundación 26 de Diciembre y alma mater de la primera residencia pública en Europa, y seguramente del mundo, especializada en la atención a mayores LGTBI+. Su apertura, en el distrito de Villaverde, está prevista para finales de año.
 
Dirección: Luis Lombardo.
Texto: Alejandra Acosta.
Fotos: Fran Lorente
 
“La represión franquista contra gays y lesbianas también es memoria democrática”
 
“Soy presidente de la Fundación 26 de Diciembre y maricón”. A Federico Armenteros presentarse así en el Consejo de Mayores del Ayuntamiento de Madrid casi le cuesta el garrotazo de un octogenario al que algún tiempo después el destino le trajo un nieto gay a su vida. El ofendido le invitó un día a tomar café y admitió la violencia que le provocó aquella presentación, pero también que conocerle le sirvió para ahuyentar prejuicios, cambiar su forma de pensar y entender a su nieto.
 
Federico es educador social. Nació y se crió en el madrileño barrio de Entrevías. Llegó a ordenarse cura, pero le expulsaron de la Iglesia por tener ‘pluma’. Casado en la actualidad con Inocente Aguado, es padre de una hija de 34 años de un primer matrimonio con una monitora de campamento con la que mantiene una excelente relación. Tanto es así, que la foto de boda con su ex mujer cuelga en la pared de su despacho. De sus años de juventud cuenta que tuvo la ventura de formarse en las Escuelas Profesionales Primero de Mayo, ubicadas en su barrio y fundadas por el Padre Llanos, el histórico cura militante del PCE y de CCOO.
 
“Estuve en este centro desde los 12 a los 17 años cursando una oficialía industrial. Venían muchos sindicalistas a darnos charlas y era habitual la presencia de Marcelino Camacho. De ellos aprendí el valor de la democracia, la participación, la solidaridad y del trabajo en común”.
 
“A los mayores LGTBI nos han hecho de todo, hasta lobotomías”
 
Estas enseñanzas y su larga experiencia como educador social le llevaron hace 12 años a crear la Fundación 26 de Diciembre, que lleva por nombre la fecha en la que se derogó, en 1978, la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social, heredera de la Ley de Vagos y Maleantes, que el franquismo utilizó para perseguir con saña a los homosexuales, término que por entonces englobaba a todas las personas LGTBI+. “Falta el reconocimiento institucional de la represión franquista contra gays y lesbianas. Esta persecución es también memoria democrática”, reclama Federico.
 
Con sede en Lavapiés, la Fundación 26 de Diciembre tiene una plantilla de 16 personas, atiende a más de 5.000 mayores LGTBI+, se ocupa de gestionar seis pisos supervisados en los que conviven personas de este colectivo en situación de exclusión social y hace seguimiento de algunos mayores que están en residencias.
 
El empeño y determinación de Federico han hecho posible convertir un sueño que parecía imposible en una realidad: una residencia pública especializada, que no exclusiva, en la atención a mayores LGTBI+, que gestionará también la Fundación que preside. Será la primera de estas características que se abra en Europa, y seguramente en el mundo. Está ubicada en el distrito madrileño de Villaverde y ofertará 62 plazas para residentes y otras 15 para centro de día. Las obras marchan viento en popa y a Federico le gustaría que abriera sus puertas el próximo 26 de diciembre.
 
“Cada una tiene su momento para salir del armario”
 
Pregunta.- ¿Por qué una residencia especializada en la atención a mayores LGTBI+?
 
Respuesta.- En España, las generaciones de mayores LGTBI crecimos y vivimos en un contexto de lgtbifobia institucional. Nos construimos sin referentes y con el Código Penal encima desde el patio del colegio. ¿Tú te imaginas lo que es eso? El franquismo nos trató como basura. Fuimos perseguidas, rechazadas por la familia, excluidas de la más mínima participación social, expulsadas del trabajo, muchas fuimos denunciadas y encarceladas, y nos obligaron a reprimir nuestras emociones y afectos. A los mayores LGTBI nos han hecho de todo, hasta lobotomías. Estamos muy machacados. Si la vejez es dura para todos, para nosotros doblemente, necesitamos recursos profesionales especializados y un entorno donde recibir afecto y sentirnos seguras y libres en la última etapa de la vida.
 
P.- Todo ese sufrimiento terrorífico que describes tiene que dejar secuelas importantes.
 
R.- Casi siempre una salud mental horrorosa y también mucha pobreza y abandono. Sólo en Madrid hay 70.000 personas LGTBI mayores de 80 años que están solas, muchas con patologías mentales y sin recursos económicos. La inmensa mayoría del colectivo mayor tiene pensiones no contributivas porque no nos permitían trabajar y porque muchas lesbianas y gays se encargaron del cuidado de sus padres y no cotizaron nunca a la Seguridad Social. “Uy, un hijo ‘mariquita’, verás qué bien te va a cuidar”, se decía. Cuidas y cuando mueren tu padre y tu madre, los hermanos reclaman la herencia y te quedas más sola que la una y en la puta calle. Nadie nos ha defendido. El pasado diciembre nos llegó un señor de 72 años al que los hermanos le habían echado del piso sin darle alternativa.
 
 “Muchas lesbianas mayores sufrieron violaciones correctivas”
 
P.- ¿Hay un perfil concreto de mayor que demanda el apoyo de vuestra Fundación?
 
R.- Hay más mayores gays y ‘trans’ y menos lesbianas. En los pisos que gestionamos solo vive una lesbiana en este momento.
 
P.- ¿Son más reticentes a pedir ayuda?
 
R.- Las lesbianas son el plato fuerte del heteropatriarcado. No reconocen su existencia. Eres lesbiana porque no te la han metido bien o porque nunca has probado un hombre. Es tremendo el poco conocimiento en general de la sexualidad humana. Muchas lesbianas mayores sufrieron violaciones correctivas y están destrozadas. Siguen teniendo miedo y ocultando su condición o han interiorizado que no existen. También pasa que las mujeres sois más autosuficientes, os educan en los cuidados y os organizáis y defendéis mejor si os quedáis solas.
 
P.- Estas personas mayores tendrán familiares. ¿No se ocupan de ellas?
 
R.– Hay un abandono dramático por parte de las familias. Los sobrinos no vienen a verlos nunca. Se presentan solo cuando mueren para entrar a saco en la habitación por si hay objetos de valor. El otro día murió Erik con 89 años, que vivía en uno de los pisos que gestionamos y ha dejado una carta manuscrita en la que nos dice que nunca pensó que al final de su vida iba a estar acompañado, querido, respetado y cuidado.
 
P.- ¿Has tenido que sortear muchos obstáculos para sacar adelante la residencia para personas LGTBI+?
 
R.– Muy pocos creyeron en el proyecto, ni siquiera el propio colectivo, parecía yo la loca de la colina.
 
“Allá el PP si no pone la bandera, pero que no nos toquen las leyes”
 
P.- ¿Cómo se tomaron la propuesta en los Servicios Sociales?
 
R.- Las organizaciones como la nuestra somos molestas para las instituciones porque ponemos encima de la mesa problemas que existen pero que no son visibles. Al principio, las asistentes sociales nos trataban con prevención. Nos decían que ya hay residencias para mayores y que nos tenemos que acostumbrar a ser normales. Hablaban de esa integración que te obliga a ponerte el traje que la sociedad heteronormativa quiere que te pongas, cuando la inclusión pasa por que las diferencias se vean. Qué obsesión con que todas seamos iguales. Iguales sí, en derechos. Les costó entender que las personas mayores LGTBI han vivido escondidas desde niñas, que tienen interiorizada la homofobia y la vergüenza y que necesitan espacios y recursos específicos para hacerse visibles. Ahora parece que sí lo entienden.
 
P.- Está claro que el rechazo suele venir de la mano del desconocimiento.
 
R.– Por eso es fundamental la formación. La Fundación imparte cursos de diversidad a los funcionarios municipales.
 
P.- ¿Qué te parece la enorme repercusión de la salida del armario de María del Monte?
 
R.- He reflexionado sobre ello y pienso que el hecho de que María del Monte haya tenido que esperar hasta los 60 años para salir del armario y lo mucho que ha dado que hablar significa que nos queda todavía mucha lucha por delante. En todo caso, me parece muy bien, cuanta más gente haga visible su diversidad sexual, mejor, más se normalizará.
 
“Un partido que quiere quitar derechos a la gente no cree en la democracia”
 
P.- Podemos entender también que ha perdido el miedo a salir perjudicada como artista, lo que significa que hemos avanzando.
 
R.– Cada una tiene su momento para salir del armario. No solo influye el contexto histórico, también pesan las circunstancias laborales y familiares. El propio entorno no nos permite muchas veces decirlo por esos chantajes emocionales que hemos tenido que soportar a lo largo de nuestra vida, como los del disgusto que se va a llevar tu madre, a tu padre le va a dar un infarto, tú sé lo que quieras pero no lo digas…
 
P.- Este año, el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, no ha querido colgar la bandera arco iris en la sede de Cibeles.
 
R.- Allá el PP si no pone la bandera, pero que no nos toque las leyes. Este tipo de gestos de Almeida y Ayuso muestran que no son el alcalde y la presidenta de toda la ciudadanía. Pero la batalla crucial que tenemos que dar es la de las leyes porque son las que nos permiten vivir en libertad. Aznar llevó al Constitucional la Ley del matrimonio entre personas del mismo sexo. Un partido que quiere quitar derechos a la gente no cree en la democracia. La bandera es un símbolo y aunque Almeida y Ayuso no la celebren ya nos encargamos nosotros de llenar de arco iris la ciudad.

 

EMPIEZAS A HABLAR CON GENTE MAYOR (LGTBIQ) 
CONOCIDA Y EMPIEZAN QUE CUANDO SEAN 
DEPENDIENTES SE SUICIDARÁN
 
Federico Armenteros es el presidente de la Fundación 26 de diciembre que trabaja para construir espacios de socialización que rompan con el sentimiento de soledad y aislamiento que sufren las personas mayores LGTBIQ en una sociedad que todavía no está preparada para atender, entre otras, sus necesidades específicas de salud
 
Rocío Durán Hermosilla
12/05/2018   
 
Hay cuerpos e historias que son silenciosas, que caminan entre el bullicio sin apenas ser vistas. No tienen nada que ofrecerle a la maquinaria del capital porque lo que producen o no puede ser intercambiado monetariamente, o no lo hacen de acuerdo a las reglas de la industria del patriarcado. Si le preguntamos a Federico Armenteros quién es más invisible si un “viejo” o a un “marica”, él responde que una trans de 80 años.
 
Armenteros es el presidente de la Fundación 26 de diciembre, una de las pocas organizaciones que trabaja con personas mayores, preferentemente lesbianas, gays, bisexuales, transexuales e intersexuales. Aunque esta fundación trabaja principalmente en Madrid, de vez en cuando viaja hasta otros territorios para presentar el documental que muestra el trabajo con este colectivo tan vulnerable. La última parada fue en el Festival de cine aragonés LGTBIQ Zinentiendo.
 
Esta entidad es una de las primeras porque, como explica Armenteros “hasta que nosotras nacimos la figura de la persona mayor no existía ni en el colectivo ni en la sociedad en general” y añade, “los mayores parecen que no existen y hay que ocultarles, que no se les note porque no son una moneda de valor. Nosotros intentamos dar la vuelta, ver que no podemos construir un colectivo si nos hemos olvidado de nuestro pasado”.
 
En el caso del Estado español, la situación es muy particular, estas personas mayores han vivido al menos una dictadura, sino dos, con leyes que reprimían la homosexualidad como la de Vagos y Maleantes de 1954 y la de Peligrosidad y Rehabilitación Social. Y si no eran las leyes era el Código Penal con el artículo 431 que castigaba el escándalo público o, como en el resto del mundo, la crisis del VIH. Por ello, parece comprensible que las necesidades de este colectivo sean relativamente distintas que las de las personas hetero cis.
 
Un colectivo muy dependiente
 
Sin embargo, para Armenteros la vulnerabilidad y precariedad que acompaña en los últimos años de vida del colectivo LGTBIQ se deben principalmente a la falta de asistencia específica tanto económica como sanitaria por parte del estado. “Te encuentras con un colectivo muy dependiente porque es muy duro, son personas alcoholizadas que no pueden soportar esta sociedad que les ha tocado vivir. Vemos también mucha enfermedad mental, muchas depresiones porque no han sido aceptados por su familia, por esa soledad y la soledad te mata”, explica el presidente de la fundación.
 
Por su parte, el Informe “Vejez y orientación sexual” elaborado por la activista feminista Beatriz Gimeno, asegura tajantemente que en esta sociedad volcada en negar que los seres humanos envejecen, “lo mejor que le puede pasar a la vejez es no existir”, además, aclara que en esta sociedad heterosexista, la orientación sexual continúa siendo algo meramente sexual y, “si los gays son sexo, de ahí se sigue que en la vejez (cuando se les supone sin sexo) su orientación sexual pase a ser un dato irrelevante, a desaparecer. Tan sólo persiste la figura del viejo pederasta que persigue a los niños, una de las figuras más denigradas de la cultura actual”.
 
Por ello, a las dificultades de invisibilización que sufren las personas mayores, se le deben añadir las discriminaciones que sufre el colectivo LGTBIQ como, por ejemplo, las desventajas en el mercado laboral que luego repercuten significativamente en las pensiones que cobrarán o la imposibilidad de cobrar la pensión de viudedad.
 
“Cuando sean dependientes se suicidirán”
 
Junto a las condiciones económicas, también se encuentran los problemas a la hora de enfrentarse a las enfermedades o la sociedad. Los estereotipos y los prejuicios conducirán al personal sanitario a ignorar las necesidades de las personas LGTBIQ y, como efecto reflejo, es muy “corriente que estos mismos prejuicios y esta misma discriminación conduzcan a estas personas a silenciar a los médicos su orientación sexual y todos los problemas que tienen relación con ella”, explica Gimeno.
 
La experiencia de Armenteros confirma esta tendencia, “empiezas a hablar con gente mayor conocida y empiezan a hablarte de que ellos no van a ir a una residencia, que cuando sean dependientes se suicidarán y lo tenían todo planeado”. Y es que el miedo a la discriminación, el estigma o al maltrato puede reforzar el sentimiento de aislamiento en sus hogares.
 
Para Beatriz Gimeno, es especialmente grave el caso de las personas transgénero y transexuales, “lo más probable es que estas personas, paralizadas por el miedo, no acudan a residencias o retrasen en lo posible operaciones importantes antes que verse sometidos al maltrato y a la humillación, o aun peor, antes de que se les obligue, en la vejez, a adoptar el rol social que coincide con su cuerpo biológico de nacimiento y que han rechazado toda su vida”.
 
 “No es trabajar para ellos, sino trabajar con ellos”
 
Por todo ello, entidades como la Fundación 26 de diciembre que cuenta con un centro de día para personas mayores construyen espacios únicos y necesarios para la socialización y la creación del sentimiento de comunidad. Federico asegura tajantemente que “los mayores no se sienten apoyados, no se sienten queridos” y que organizaciones que vuelven la mirada hacia estas personas, consiguen empoderarlas: “Encontrar o generar un espacio de empoderamiento del mayor, no es trabajar para ellos, sino trabajar con ellos, que sean ellos los que salgan de esa situación y también ayuden a otros que están en su misma situación”.
 
Tras ocho años de trabajo codo a codo con estas personas, acumula tantas historias que cuesta decidirse por contar alguna, pero Armenteros al hablar del sentimiento de pertenencia se acuerda de dos mujeres transexuales mayores. La primera de ellas, estaba en una residencia en la que no permitían acceder al equipo de la fundación: “Una vez de casualidad pude hablar con ella por teléfono y cuando hablo con ella y le digo queremos hacer una residencia y ella toda feliz ‘hacerla rápido por favor que así estoy con los míos’, eso es que te deja el corazón destrozado”.
 
La otra historia que recuerda es de una mujer trans de Letonia que vivía en situación de calle y que la trabajadora social la “obligó” a acudir a la fundación hace tres años. Aunque Federico admite que les costó mucho tiempo que se abriera a las personas que participan en la entidad. Ahora, acuden, al menos dos veces a la semana, a la residencia donde le ayudaron a entrar y asegura con orgullo que “cuando vamos a verla a una residencia de deterioro cognitivo está feliz porque nadie se fija en ella” y añade, “cuando vamos a verla ella feliz porque somos su familia, y nos presenta como su familia”.
 
Cabe destacar que las malas condiciones económicas y sociales o la falta de familia legal, se deben a factores dicriminatorios pero no es una condición de la homosexualidad en sí. “De hecho aquellos pocos estudios que estudian a los ancianos gays y lesbianas que llegan a su vejez con un compañero, demuestran que estas parejas tienen menos problemas sexuales que las parejas de su misma edad heterosexuales, más satisfacción con el tipo de vida que llevan a pesar de las dificultades que puede suponer la homosexualidad; y menor incidencia de problemas depresivos”, asegura Beatriz Gimeno en el informe “Vejez y orientación sexual”.
 

Dignificar a quienes han dado la cara
 
Por supuesto, esta amnesia colectiva en torno a las personas mayores, también afecta a la comunidad LGTBIQ, incluso, es todavía más acuciante si echamos un vistazo a los estereotipos que acompañan a este colectivo: “Siempre nos han vendido que el ser gay, ya no LGTB porque el resto no existen, es un chico joven blanco cachas guapísimo y ese es el prototipo que nos lanzan. No hay una persona mayor nunca, no es un referente”.
 
“Ahora mismo si tu no ves ninguna organización que te acompañe tú te quedas en tu casa. Yo se lo he dicho a la federación, no habéis hecho ningún año específico del mayor, de los jóvenes hacen falta pero que va siendo hora, que el propio colectivo nos reconozca”, Federico admite que hasta que no fue haciéndose mayor no se dio de que “la gente mayor no está en los colectivos, en las organizaciones no los veías. Cómo podíamos terminar esta sociedad sin dignificar a estas personas que habían estado dando la cara por nosotros de una manera o de otra”.
 
Y es que hacen falta memorias históricas o genealogías que nos reencuentren con lo sufrido y disfrutado para aprender a articular una comunidad unida y fuerte. Armenteros echa de menos que la juventud LGTBIQ no se acerque a las personas mayores para escuchar las “batallitas” de cómo ligaban en tiempos de leyes de peligrosidad, de comprender que pese a la represión estas personas también tenían “sus amores, sus afectos, sus ternuras” y que muchas lo recuerdan como una vida muy activa de “no me vas a doblegar, yo soy como soy por mucho que me metáis a la cárcel. El ver ese espíritu que tenían que no nos lo han podido transmitir, es una lástima”.

Aprender de las lesbianas
 
Frente a esta estrategia del olvido, al parecer, la experiencia muestra que las lesbianas no padecen tanto los estragos del neoliberalismo, a pesar de que llevan consigo el peso del machismo y del heterosexismo. Al margen de la brecha salarial de género que rebaja sus pensiones al llegar a la jubilación, al contrario que en otros colectivos es frecuente que “mujeres que pertenecen a diferentes grupos generacionales establezcan fuertes, estrechos y duraderos vínculos de amistad. Amistades femeninas que incluyen el cuidado, la intimidad y la cercanía emocional”, explica el informe.
 
Armenteros asegura que esto se debe a la influencia del feminismo en sus vidas y a la necesidad de unirse entre ellas para combatir la invisibilidad que siempre ha llevado consigo el lesbianismo. El informe añade otra causa, “las mujeres viven más que los hombres, por lo que las lesbianas pueden vivir con su pareja y con sus amigas de siempre hasta edades muy avanzadas, hasta edades en las que las mujeres heterosexuales se han quedado viudas y los gays han perdido a su pareja y a sus pares de edad”.
 
El apoyo mutuo, el reconocimiento de la vulnerabilidad para construir lazos intergeneracionales y la memoria histórica de las peligrosas y maleantes, son las claves para romper con el individualismo. La entrevista con Federico Armenteros acaba justo a tiempo para llegar a la presentación del documental “26 de diciembre” y lo hace con un alegato contra la tiranía de las dietas y el yoga para el “bien vivir”: “El que haya espacios de convivencia te van a hacer reflexionar y te va a abrir la mente, vas a tener que aprender a hablar con las personas, eso enriquece. Todo lo que sea favorecer una cuestión saludable, una vida saludable, más que el gymnasio y más que la comida”.


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